Barricada

La historia revolucionaria tiene rostro de mujer

Las mujeres han jugado un papel fundamental en la historia de la lucha antisomocista. Como reconocimiento a las miles de mujeres que aportaron a la liberación de Nicaragua, Barricada/Historia les presenta el testimonio de las compañeras Luisa Hernández y Alba Luz Martínez Hernández,  madre e hija, quienes colaboraron durante la organización, entrenamiento y ejecución de la insurrección en Managua y siguieron defendiendo el proyecto revolucionario en la década de los ochenta, después del Triunfo. Asimismo, con este escrito, pretendemos rendir homenaje a cuatro de los hijos de doña Luisa, Héroes y Mártires de nuestra Revolución: Rosa Argentina, Juan José, Alberto Evenor y Arturo Martínez Jarquín.

Casa de seguridad y buzón de armas

Doña Luisa empezó a contar su historia, expresando: “Yo ingreso a la lucha por mis vecinos y mis hijos. Cuando me di cuenta, mi hijo Jorge Alberto Martínez Hernández, que quedó con vida, se había ido delante de Santa Teresa por el mar [a una misión guerrillera] mientras a nosotros nos andaban sacando porque iban a hacer operación limpieza[en el barrio San Judas]”.

Alba Luz Martínez recordó también cómo se integró a la lucha: “Inicié cuando miraba a mi hermana mayor (Q.E.P.D), porque era con ella que caminaba. Su nombre era Rosa Argentina Martínez, su seudónimo era Violeta y ella estaba organizada con “Gersan”, el nombre era Cristóbal Guevara, ella trabajaba con el doctor Milton Mairena.

Mi mamá tenía una casa en San Judas que fue ocupada como escuela de entrenamiento táctico militar que está situada de los raspados Loli 7 cuadras y media al sur. Ahí llegaban compañeros de distintas tendencias que eran tercerista grande los comandos sandinista cristiano y proletarios y de la GPP [Guerra Popular Prolongada], los muchachos recibían entrenamiento táctico militar: cómo armar y desarmar con lo que se recuperaba en operativos que se hacían”.

Añadió doña Luisa “Tacho decía que no le tocaran el Barrio San Judas, porque con sus propias manos daría el castigo que se merecía San Judas, porque era un barrio caliente que le hizo frente de todas formas a la genocida Guardia, nos tiraban los Rockets”.

Denunciada por la misma familia

Doña Luisa comenta “Mi hija fue denunciada por una parienta y llegó la genocida a la puerta y debajo del colchón de la cama había armas y balas, mi nuera ahí estaba acostada, como soy cristiana, mantenía folletos y nuevos testamentos, cuando llegó la genocida se paró en la puerta:

¿Qué pasó aquí?, ¿qué están haciendo?” Entonces le dice mi hija: “Nada, estamos leyendo la palabra de Dios, pase adelante, lo invitamos” le dice ella y no le dieron a conocer lo más mínimo a la Guardia, que dijeron “No, es que hay una denuncia” y todos los muchachos estaban con ella porque esa casa era para que llegaran a aprender a hacer bombas de contacto, era entrenamiento.

También conocí a Erlinda, una bella persona, era la esposa del médico Roger Osorio, él iba a curar a los heridos en carretera norte a un lugar que quedaba al lado de la playa, ahí había una casa de seguridad y las armas las escondían entre el techo”, añadió doña Luisa.

Organizada en el FER

Alba Luz cuenta cómo ingresó “Yo me organicé en el Frente Estudiantil Revolucionario en el Miguel de Cervantes con Yuri Valle y Beatriz Narváez, después tengo que salir como organizadora a recopilar compañeros para el frente estudiantil del colegio Miguel de Cervantes y matricularme por la noche en el colegio Clementina Cabezas.

Comienzo a trabajar con mi hermano Carlos José que cae también en el BLI Rufo Marín en Río Blanco y nosotros comenzamos a trabajar junto con Fernando Brenes que también es caído y un hermano de él que hasta el día de hoy no se sabe es desaparecido que se llamaba René Brenes “Frijolito blanco”, comentó Alba Luz.

Correo en Monseñor Lezcano

Alba Luz expresó “Antes de la insurrección, en mi casa vivió Nora Astorga, Gabriel Caldera, Jenny Soto, Carlos Núñez, René Núñez. Ellos llegaron a mi casa y también estaban en clases táctico-militares en esa escuela después con Gabriela Mendoza. El pseudónimo de ella era Verónica. Mi prima, nos cambiaban de lugar.

Nos mandan como correo con Luis (su seudónimo era la Liebre), nos entrenaron para eso y estuvimos ubicados en Monseñor Lezcano, ahí conocí a la Patricia Blanco que era la clave, luego llegamos a la casa de doña Eugenia Fonseca que vivía por la Aceitera Corona, viajábamos y entregábamos informes que no eran escritos, todo era memorizado y con clave según como fuimos enseñados.

En 1978, se tomó el Barrio 9 de Septiembre y yo ahí quedé un poco desconectada porque llegó la Guardia en convoy mientras estábamos haciendo un mitin en el Ceibo y nos rodearon […] nos tiramos una cerca que había frente al Ceibo, donde la familia Moraga y estaba ahí el Chele Moraga. Él nos ayudó y nos escondió pero me agarraron.

Sin embargo, perdí el conocimiento, porque me desmayé y aparecí en el Hospital Militar, cuando yo volví en mí, estaba en el hospital y quién logra entrar ahí fue uno de mis hermanos con mi hermana la mayor. Me sacaron y gracias a Dios el médico que estaba era amigo de mi papá, el doctor Oporta”, describió Alba.

Nora Astorga, un dulce amor

Doña Luisa expresa “Nora Astorga estaba chavalita, ella vivió en Altagracia y otro que mucho llegaba a la casa y casi que se crió conmigo fue Juan Ferretti y Sara de Ferretti, padres de Walter Ferretti, Chombo, que ese seudónimo lo cargaba también mi hijo: todos tenían su seudónimos.

Norita Astorga, mi muchachita, ella decía que si se había empezado, esto no iba a ser de balde, que iría hasta el fin.

Ella me quiso mucho, fue la primera embajadora de la patria Nicaragua en Washington, el compañero que ya partió, padre Miguel D’Escoto me dijo “Luisita, concedele el deseo a tu hija que quiere irse para Washington pero quiere que tú te vayas con ella, porque viviendo vos con ella, va completa como si fuera su propia madre” y yo, por cobarde que no quise montarme en un avión… Yo hubiera conocido mucho y me quedé con el pesar.

Yo le dije: “El de arriba va contigo, mi amor, porque es el que te cuida la vida: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de Dios que no deja a sus hijos”.

Batallón de mujeres

Alba Luz nos comenta “En los 80´s, se forma el Batallón de Mujeres Erlinda López. Fue estructura, sin embargo, lo primero que se hizo fue un solo bloque, después se fueron agregando poco a poco y se hicieron distintos bloques. El responsable primero fue Juancito, después Julio Rodríguez que fue el que quedó a cargo.

En el área que yo estuve trabajando, salí fuera de Managua, por ejemplo, nosotras íbamos a los frentes a dar ayuda, a mí me tocó estar en Río Blanco, yo escogí ese lugar porque para ese tiempo mi hermano había caído y estaba desaparecido […]”.

Para finalizar, doña Luisa Hernández nos expresa“Esa lucha fue inclaudicable, porque fue de corazón y con toda el alma porque era vencer  o morir sin mirar nada atrás, pase lo que pase, aquí nos vamos a quedar, el que es y fue será, el que fue, es y no va a claudicar nunca, no va a traicionar a su patria, ni a sus principios, mucho menos a la sangre de nuestros hijos, no fue en vano el derramamiento de sangre de todos los mártires”.