Barricada

Asalto al cuartel Moncada y el inicio de la lucha armada

Hoy se conmemora el 69 Aniversario de los asaltos al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, y cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.

Al frente de aquella vanguardia, el 26 de julio de 1953, estaba el Comandante Fidel Castro Ruz y, como segundo jefe, Abel Santamaría.

El Asalto al Cuartel Moncada fue una acción realizada por un grupo de jóvenes cubanos, liderados por Fidel Castro, que pasaría a la historia como la Generación del Centenario, cuyo objetivo era desencadenar la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958). A pesar de su derroche de valentía y dignidad, los asaltantes -inferiores en número y armas- no pudieron tomar la fortaleza. La orden del dictador fue eliminar a diez revolucionarios por cada soldado del régimen, muerto en combate. La masacre se generalizó y fueron asesinados la mayoría de los asaltantes. Los sobrevivientes fueron detenidos tras feroz cacería, enjuiciados y condenados a prisión. Durante el juicio, Fidel Castro pronunció en su defensa la histórica frase: “La historia me absolverá”.

Barricada/Historia presenta a sus lectores un artículo para profundizar en estos hechos históricos trascendentales para la historia de la Revolución cubana y de toda Latinoamérica.

“En primer lugar [el asalto al Cuartel Moncada] inició un período de la lucha armada que no terminó hasta la derrota de la tiranía. En segundo lugar, creó una nueva dirección y una nueva organización que repudiaba el quietismo y el reformismo, que eran combatientes y decididos y que en el propio juicio levantaban un programa con más importantes desmanes de la transformación socioeconómica y política exigida por la situación de Cuba […]” Comandante Raúl Castro Ruz

El 26 de julio de 1953, durante una madrugada de carnaval, en la ciudad de Santiago de Cuba, hace 69 años, partieron de la granjita Siboney un grupo de jóvenes liderados por Fidel Castro Ruz, con el objetivo de tomarse por asalto el Cuartel Moncada del ejército del dictador Fulgencio Batista, y de esa manera provocar una insurrección popular que derrocaría a la dictadura.

En marzo de 1952, Fulgencio Batista había llegado al poder a través de un golpe de estado, desatando amenaza y represión policial. La población, sumida en la miseria y la explotación, no tenía acceso a la salud ni a la educación, ni empleo, ni las condiciones básicas para la vida.

En el libro 100 horas con Fidel del periodista Ignacio Ramonet, el Comandante Fidel Castro profundiza en este tema del Asalto al Cuartel Moncada:

“¿Cuándo decidimos atacar el Moncada? Cuando nos convencimos de que nadie haría nada, de que no habría lucha contra Batista, y de que un montón de grupos existentes no estaban preparados ni organizados para llevar a cabo la lucha armada”.

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Por orientaciones de Fidel, los miembros del movimiento armado fueron seleccionados entre las clases y sectores humildes de la población: obreros, campesinos, empleados, etc. “Si no cuentas con la clase obrera, los campesinos, el pueblo humilde, en un país terriblemente explotado y sufrido, todo carecería de sentido”.

Todos eran jóvenes, hombres y mujeres anti batistianos de distintas provincias del país, reclutados por Fidel Castro, quien recorrió más de cincuenta mil kilómetros en un auto, cuyo motor se fundió días antes del 26 de julio. “Nosotros entrenamos a 1200 jóvenes, al llegar a esa cifra no seguimos reclutando y entrenando futuros combatientes… en menos de un año, aquel elevado número de jóvenes […] eran casi todos de la Juventud Ortodoxa y logramos gran disciplina y unidad”.

“En la Universidad de La Habana fue donde se entrenaron nuestros hombres. Lo nuestro parecía más bien una actividad deportiva […] fueron prácticas de arme y desarme y tiro en seco […] en los clubes de tiro de La Habana pudimos entrenar de una forma u otra en plena legalidad a mil doscientos hombres”.

El cuartel Moncada era la segunda fortaleza militar más importante del país, ocupado por unos mil hombres y ubicado en Santiago de Cuba a 878 km de La Habana. El comandante Fidel Castro, en ese entonces con 27 años de edad, escoge asaltar esta fortaleza por su lejanía con La Habana, lo cual impediría el envió inmediato de ayuda militar; y porque históricamente en Oriente se habían gestado las guerras por la independencia de Cuba. 

“Atacamos dos cuarteles: además del Moncada, el de Bayamo, como una avanzada para combatir el contraataque. Teníamos a 40 hombres para tomar el cuartel de Bayamo, con el propósito de defendernos del previsible avance enemigo por la vía señalada a más de 200 kilómetros de Santiago”.

“Todos llegamos desde la capital el día anterior, unas horas antes del ataque organizado. De la granjita salimos para el Moncada […] los combatientes estaban mentalmente preparados. Varias veces los habíamos movilizado para un lugar u otro, simulando una probable acción y luego cada uno para su casa. Esta vez fue con carácter definitivo”. 

El plan fue elaborado minuciosamente y en absoluto secreto por Fidel, y aunque fueron 160 combatientes los que se reunieron en la granjita Siboney, solamente dos compañeros de la dirección del movimiento conocían el plan, además de Fidel. Los otros compañeros sabían que se iba a realizar un operativo decisivo, pero ignoraban cual era exactamente éste.

La misión nuestra era ocupar las armas de guerra; si no, ¿para qué íbamos a atacar el cuartel? Porque una vez tomado el Moncada habríamos ocupado algunos miles de armas.

Fueron 160 hombres que participaron en el ataque. Cuarenta empleamos en Bayamo y 120 para el asalto al Moncada. Todo el mundo con uniforme del ejército de Batista y con el grado de Sargento.

Yo disponía de 120 hombres, los divido en tres grupos, uno que iba adelante para tomar la parte del hospital civil, que colindaba con el fondo de las barracas del cuartel. Era el objetivo más seguro y a donde envié al segundo jefe de la organización, Abel [Santamaría].

El segundo grupo iba a tomar el edificio de la Audiencia, el Palacio de Justicia, con un muchacho que iba de jefe. Con ellos estaba también Raúl, mi hermano. Lo habíamos reclutado e iba como combatiente en la fila.

Yo, con el tercer grupo, 90 hombres, tenía la misión de tomar la posta y el Estado Mayor con ocho o nueve hombres, y el resto ocuparía las barracas, los soldados iban a estar durmiendo y serían empujados desde el patio trasero. El patio quedaba dominado por el edificio donde estaba Abel y por los que tomaron la Audiencia. Los soldados iban a estar en calzoncillos por lo menos, porque no habrían tenido tiempo ni para vestirse, ni tomar las armas.

Abel debía sustituirme en caso de muerte […] yo como era mi deber, me designo la misión que me parecía más complicada.

De la granjita, los combatientes salen a las 4:15 de la madrugada en 14 carros, 8 en cada vehículo y el combate empieza a las 5:15 de la mañana.  

“Yo voy en el segundo carro. Es entonces cuando veo, más o menos a 20 metros delante de mi carro, a una patrulla de soldados con ametralladoras Thompson […] Ellos se dan cuenta que pasa algo en la posta de los centinelas, y están como en posición de disparar sobre el grupo de Ramirito y Montané.

[…] lo que debí hacer fue olvidarlos y seguir. Si esos soldados veían otro y otro carro y otro carro, no disparaban. Pero lo cierto es que traté de proteger directamente a los compañeros, me les acerco y ya me voy a bajar para sorprenderlos y capturarlos de espalda, pero en el momento en que estoy acercándome  -estarían como a dos metros ya- ellos se viran y apuntan con sus armas. Entonces lo que hago, porque el carro todavía estaba en movimiento, es que se lo lanzo sobre la acera, arriba de los dos”.

(…) La situación es que los que van en los demás carros detrás de mí, al ocurrir el incidente se bajan, uno de los que va conmigo, al bajarse por la derecha hace un disparo, y todos los que van detrás de mi carro se bajan a cumplir la instrucción asignada la madrugada de ese día en Siboney (tomar las estaciones que tuviesen enfrente y empujar a los soldados hacia un patio, en calzoncillos, porque iban a  estar durmiendo, no había problemas; descalzos, en calzoncillos y sin armas, los haríamos prisioneros). Entonces el tiroteo se generaliza”.

“El problema es que el combate que tiene que librarse dentro del cuartel, se entabla fuera del cuartel. Y en la confusión, unos se toman un edificio que no era […] los de Abel por su parte habían tomado el edificio que debían ocupar. El grupo en el que va Raúl ya dominaba el Palacio de Justicia”.

“Hemos perdido el contacto con el grupo del carro que tomó la posta (Ramiro, Montané y otros). Los de Abel y Raúl, con los cuales no tenemos comunicación, solo pueden guiarse por el ruido de los disparos, ya decreciente por nuestra parte, mientras el enemigo, recuperado de la sorpresa y organizado, defendía sus posiciones.

(…) no había ya posibilidad alguna de alcanzar el objetivo. Tú puedes tomar el cuartel con un puñado de hombres si su guarnición está dormida, pero un cuartel con más de mil soldados, despiertos y fuertemente armados, no era ya posible. Más que los disparos, recuerdo el ensordecedor ruido y amargo ruido de las señales de alarma que dieron al traste con nuestro plan”.

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El tiroteo continuaba intensamente y treinta minutos después del combate, Fidel se resigna a la idea de un revés militar y da la orden de retirada. Se para en medio de la vía con su escopeta calibre 12, mientras en la azotea del edificio del cuartel hay un soldado con una ametralladora pesada calibre 50 que amenazaba con “barrer» a rafagazos la calle. “Tuve que encargarme de él, mientras los hombres tomaban los carros y se retiraban. Cada vez que intentaba posicionarse del arma le disparaba”.

Ya no se ve a nadie, ni un solo combatiente se ve, y en el último carro me monto, y después de estar dentro, a la derecha de la parte trasera, aparece un hombre de los nuestros allí, uno que ha llegado allí y se va a quedar a pie. Entonces, me bajo y le doy mi puesto. Y le ordeno al carro que se retire”.

“Y me quedé solo allí, en el medio de la calle, solo, solo, solo. Ocurren cosas inverosímiles en tales circunstancias. Allí estaba solo, en la calle, frente a la entrada del cuartel… A mí me rescata un automóvil al final. No sé cómo ni por qué, un carro viene en mi dirección, llega hasta donde estoy, y me rescata”.

Solamente cinco combatientes perecieron en la lucha y otros 56 fueron asesinados en los días sucesivos. Los que cayeron en combate fueron Gildo Fleita, Flores Betancurt, Carmelo Noa, Renato Guitart y Pedro Marrero. Por su parte el Comandante Fidel Castro fue hecho prisionero y desde allí pronunció su famoso alegato La Historia me Absolverá.

El día de ayer, la Vicepresidenta de Nicaragua, Compañera Rosario Murillo, destacaba la importancia del Asalto al Cuartel Moncada, al definirlo como un “momento histórico espectacular, que fue el anuncio de las Revoluciones Nuestroamericanas y Caribeñas. Estamos hablando de la Toma del Cuartel Moncada que se celebra […] en esta América Nuestra, en todas partes, y particularmente, en ese Pueblo Indoblegable, Valiente, Invicto, Glorioso Pueblo Cubano”.

Citando el mensaje enviado al Comandante, Líder Histórico de la Revolución Cubana, General de Ejército Raúl Castro Ruz, y al Presidente de Cuba, Presidente de los Consejos de Ministros, Consejos de Estado, Compañero Miguel Díaz-Canel, destacó “el Arrojo, la Audacia, y la infinita Capacidad de Fidel, Raúl, y tantos Héroes de ese Pueblo Valiente y Noble, iluminaban con su gallardía el Cielo y el Horizonte Revolucionario y Evolucionario de Nuestramérica caribeña.

La Revolución Cubana, de esa Cuba Libre, Soberana, Firme y Digna Siempre, refleja la Certeza de un Porvenir que, entre todas las miserias de los Imperialistas de la Tierra, seguimos creando y enarbolando como Bandera invencible de nuestros Espíritus Libertarios”.