Barricada

La vida del Comandante Tomás Borge, narrada por el Dr. Aldo Díaz Lacayo

El 13 de agosto de 1930, hace 92 años, nació en Matagalpa, el Comandante Tomás Borge Martínez, miembro fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional. A lo largo de su heroica existencia, se convirtió en una de las figuras legendarias de la Revolución Sandinista y en uno de los más grandes intelectuales orgánicos de la Revolución Latinoamericana.

El día de hoy, Barricada/Historia comparte con sus lectores  la biografía del Comandante Tomás Borge, narrada por el Dr. Aldo Díaz Lacayo y publicada en la edición de Correo de Nicaragua de mayo-junio de 2012.

Una niñez contradictoria. De familia acomodada en un ambiente provincial de escasísima población urbana, de un poco más de nueve mil habitantes en 1930, año en que nació Tomás —Nicaragua apenas sobrepasaba los ochocientos mil habitantes. En ese ambiente provinciano de la ciudad de Matagalpa su mamá destacaba porque tenía un productivo negocio establecido, símbolo de status socio económico. Tomás, pues, formaba parte de la clase media-media, como la inmensa mayoría de la población urbana de los Departamentos, incluso Managua que solo trascendió como Capital del país después del asesinato del General Sandino, cuando se proyecta como sede de un poder coercitivo brutal con la instauración del régimen somocista.

Pero Tomás tuvo una vida familiar irregular. Muy amorosa pero irregular. Una madre abnegada, mimosa, militante católica apostólica y romana, que lo trató con todos los mimos para los hijos únicos y con extraordinarias expectativas acerca de su futuro; y un padre responsable, pendiente de su hijo también único y desde luego predilecto, igualmente amoroso, pero distante. La madre, doña Anita, como él le llamaba, en Matagalpa, y el padre don Tomás, también como él le llamaba, en Managua. Algo que lo afectó mucho hasta su juventud, cuando se dio cuenta que no existía matrimonio entre sus padres, según informa su primo hermano, algo mayor que Tomás. Entonces tuvo la intención de invertir sus apellidos, de Borge Martínez a Martínez Borge, pero no pudo. El amor lo venció — probablemente quiso imitar a su tío carnal Sofonías Salvatierra que en repudio al padre abandonó para siempre al apellido Borge, identificándose de por vida, legal y socialmente, con los dos apellidos de la madre.

Esa historia familiar es sencilla. Empieza quizás en 1928 cuando su padre, don Tomás se traslada a Matagalpa para hacerse cargo desde su inauguración de la sucursal de la exitosa farmacia que su hermano César tenía en Managua. Y cuando esta farmacia desaparece a causa del terremoto de 1931, don Tomás se ve obligado a regresar a Managua. Tomás aún no cumplía un In memoriam Tomás Borge año. Sin duda, por toda esa larga vida de familia irregular, Tomás recordaba con mucho amor respeto y admiración a su madre. Después del triunfo de la revolución mandó a reproducir en óleo el retrato de doña Anita que más se ajustaba a sus recuerdos, o quizás el único que pudo conservar. Lo mismo hizo con un retrato de su padre, pero solo colgó el de doña Anita en la habitación que Tomás tenía en su oficina, especialmente para descansar.

Con el trasfondo de esa incómoda circunstancia familiar, Tomás se desarrolló socialmente en un ambiente político nacional demasiado confuso para un niño, pero al mismo tiempo de extraordinario estímulo para los porqués curiosos y clandestinos. Durante la corta pero intensa guerra de liberación nacional que condujo el General Augusto C. Sandino, Matagalpa fue Sede de Comando, del ejército norteamericano primero y de la llamada Guardia Nacional después. Ambos criminales en extremo como recurso defensivo-vindicativo frente a la permanente derrota, tanto que dejaron huella profunda en todo el norte del país. Profunda pero soterrada por el terror a la dictadura y al abierto apoyo de Washington.

Sus adelantadas inquietudes intelectuales llevaron a Tomás a tempranas lecturas sobre temas diversos, poco conocidos para la mayoría de los lectores, incluso más adelantados. Lecturas que estimularon una imaginación desbordada —porque en Matagalpa la ficción era la única realidad posible, para no morirse de tedio, como diría mucho tiempo después. Y sin duda esa imaginación y aquellas lecturas lo condujeron inevitablemente a una igualmente temprana percepción de los inmediatos efectos políticos de la terrible realidad nacional post asesinato de Sandino: la impotencia y el miedo, pero también el desarrollo lento de una actitud opositora clandestina y conspirativa.

Pero su percepción empieza desde antes. Tomás nació marcado por esa guerra. ¿Cuánto lo impactó la heroica lucha de Sandino durante sus primeros cuatro años, iniciales en la formación de la personalidad (1930-34)? Además, hasta 1944, creció entre la versión washingtoniana de los bandoleros y el sordo rumor subversivo sobre el heroísmo del General Sandino. En 1944, cuando Tomás tenía catorce años, se dio en Nicaragua correo mayo-junio 5 2012 la primera gran manifestación pública contra lo que ya entonces se calificaba de dictadura somocista. Secuela de las luchas centroamericanas que produjo el triunfo sobre el fascismo en la segunda guerra mundial. Entonces triunfa la revolución guatemalteca (1944-54) contra la larga dictadura de Jorge Ubico, con un programa de gobierno democrático-burgués que pronto asumiría posiciones radicales, de orientación socialista. También cae Maximiliano Hernández Martínez, dictador de El Salvador. La pesada lápida desinformativa sobre Sandino empieza a crujir y emerge su espectro en el panorama político nicaragüense.

Muchos años después, en retrospectiva, Tomás diría que en ese año turbulento (1944) se desvanece de nuestra conciencia la neblina, y se nos hace obvia la existencia de la dictadura somocista. Las manifestaciones se daban sobre todo en Managua, de allí nos llegaba el eco de los gritos y el destello de El Universitario cuya lectura —en sus páginas aparecía Sandino y breves y violentos editoriales— cortaba la respiración.

Militancia político-intelectual

Pero quizás el gran salto político lo dio Tomás en 1947. Por la continuada efervescencia democrática en Centroamérica —que daría al traste el año siguiente con la dictadura de Tiburcio Carias, en Honduras— Somoza se vio obligado a convocar elecciones para Presidente de la República, había terminado su presidencia ampliada de diez años. El resultado fue asombroso por lo paradójico. Leonardo Argüello, electo presidente el uno de mayo mediante descarado fraude masivo, fue derrocado por su propio mentor apenas veinticuatro días después. Hubo resistencia de militares académicos, declarándose fieles a la Constitución. En ese momento se inicia la verdadera lucha contra el somocismo, dándole un nuevo impulso al proceso de reivindicación de Sandino. Otro hito en la formación política de Tomás, cuando aún no cumplía los diecisiete años.

Porque el exilio nicaragüense, que venía desde la Guerra Constitucionalista (1926-27), había sido convocado por el gobierno revolucionario de Guatemala, dando inicio a la famosa Legión del Caribe en 1948. Con los auspicios del político nacionalista nicaragüense Toribio Tijerino, admirado y respetado por el presidente Juan José Arévalo, de Guatemala, quién lo apoya, Sandino intenta su regreso, ya hecho estandarte. Lo enarbolaban dos de sus Generales: Juan Gregorio Colindres, quién muere en la acción (1948), y Ramón Raudales, quién moriría en combate diez años después (1958). Por separado, los inquietos jóvenes del Instituto de Matagalpa empiezan a asumir la versión subversiva de la lucha heroica de Sandino.

Precisamente en 1947, en apoyo a la campaña de Enoc Aguado (candidato de la oposición contra la dictadura de Somoza y su candidato Argüello), los jóvenes matagalpinos se vinculan con el Frente Juvenil Democrático, de Managua, y fundan el periódico Vanguardia Juvenil. Tomás es uno de sus directivos. Animaba la rebeldía de esos jóvenes estudiantes de secundaria el hecho de que el director del Instituto era hermano de Leonardo Argüello —solo por esa relación familiar, porque todos sabían que no tenía militancia política, que era un buen hombre. A partir de entonces Tomás iniciaría una suerte de militancia político-intelectual circunscrita a su ciudad natal.

El círculo de estudios se prolonga. En 1949 Tomás se bachillera, iniciando una nueva vida, aunque no universitaria todavía. Decide quedarse en Matagalpa con la idea de trasladarse a Managua con su padre. El grupo funda la revista Segovia, dando un salto cualitativo en la ruta del marxismo. Segovia se hizo célebre —dice Tomás. Fue irrespetuosa con los lugares comunes, escandalosa en los ataques a las costumbres locales, se atrevió a criticar el derecho de pernada y llevó a los asombrados lectores las metáforas agresivas del grupo de vanguardia. Casi inmediatamente después Tomás fundaría el periódico Espartaco, de franca filiación de izquierda como su nombre lo indica. Lo acompañan en esa empresa Carlos Fonseca y Juan Ramón Gutiérrez Castro, que tanta influencia revolucionaria tendría sobre ambos apenas un par de años después.

Por fin Tomás llega a Managua en 1950, sin abandonar su pertenencia activa al grupo matagalpino ni su militancia revolucionaria. Empieza a trabajar como vendedor casa por casa, ayudándole al mismo tiempo a su padre a vender libros usados —un negocio establecido y de alguna manera rentable que tenía don Tomás, destruido por el terremoto de 1972 (otro negocio terremoteado). Se acerca a su padre, disfruta de la relación padre-hijo y empieza a admirarlo por el contacto de su padre con Sandino, de quien don Tomás era tío segundo. Después se da cuenta que el encuentro de su padre con Sandino fue casual, pero no disminuye su admiración. Desde luego, no tenía entonces ni idea de su parentela con el General Sandino. En realidad nunca estuvo completamente claro del grado de consanguinidad que lo unía con el General de Hombres Libres.

Huyendo de un drama familiar, según el relato de Tomás, Ramón Moncho Gutiérrez viajó a Guatemala. Allí residió durante dos años. Como todo joven se entusiasmó con la revolución y se dedicó al estudio sistemático de la teoría revolucionaria, asumiendo la vertiente socialista de la revolución guatemalteca. A su regreso a Matagalpa en 1953, se reencuentra con Tomás y conoce a Carlos, dando inicio a un pequeño círculo de estudios marxistas, incluso con lecturas en francés. Sin duda la primera célula socialista de Matagalpa. Un círculo de estudios autónomo, no relacionado con ningún movimiento revolucionario del resto del país. Entonces ninguno de ellos sabía que esta característica de autonomía, que se convertiría en fundamental del sandinismo, era nada menos que la principal herencia de Sandino.

1953 marca el inicio de la lucha revolucionaria. En embrión, todavía. Porque ese primer círculo de estudios marxistas abandona desde su fundación la idea de la lucha electoral para la democracia, y empieza a pensar en cómo llegar al poder por otros medios. Sería un proceso lento. La lucha armada estaba lejos. Muchos otros se adelantarían con ideas revolucionarias para la época, primero simplemente antidictadura, por la democracia representativa, y luego con la revolución guatemalteca como paradigma. Fracasarían, pero dejarían huella. Cada vez más profunda por el peso de cada fracaso

Nace Tomás revolucionario

1952 fue un año productivo. Después de la fundación de la primera célula marxista de Matagalpa, del Periódico Vanguardia Juvenil y de Espartaco, y de su traslado a Managua, Tomás decide empezar sus estudios universitarios de derecho. Pero no inicia sus estudios en León sino en Granada. Exactamente el año en que el dictador Somoza decide cerrar la Universidad de Oriente, que así se llamaba, para evitar la oposición estudiantil predominantemente conservadora, y para concentrar a todo el estudiantado universitario en León, plaza que Somoza dominaba plenamente.

Los universitarios granadinos decidieron llevar a cabo un movimiento político nacional para denunciar la arbitrariedad de la dictadura, estimulando a los estudiantes de secundaria para que se sumaran a la campaña de recolectar el millón de córdobas que Somoza les exigía para reabrir la Universidad. Tomás asumió la responsabilidad de llevar esa campaña a Matagalpa, donde tenía su propia base política y desde luego el apoyo de Carlos, todavía en secundaria. La lucha de los estudiantes granadinos fracasa en cuanto a la recolección del dinero, pero no en términos de actividad política contra la dictadura, que también deja huella. Para Tomás fue su primera experiencia de lucha estudiantil y un fuerte estímulo para continuarla en León.

Entonces nace Tomás como luchador revolucionario. Nada lo detendría, solo la muerte sesenta años después. Tenía apenas veintidós años. Pronto sería el mayor de todos. Y pocos años después, cuando el Frente Sandinista era una realidad incuestionable, sus compañeros empezaron a llamarlo El Viejo. Después sería Fundador, Comandante de la Revolución, Ministro, pero en su fuero interno todos lo seguirían considerando El Viejo. Así murió.

Se traslada a León en 1953, encontrando un ambiente político-estudiantil decepcionante. Y mientras logra establecerse en alguna pensión para estudiantes lo recibe su tía Amelia Borge, hermana de su padre, casada con Arturo Sotomayor, que allí residía. Arturo era pariente cercano de Uriel y Humberto Sotomayor, dos estudiantes militantes antisomocistas, sobrinos a su vez de la esposa de Sofonías Salvatierra, hermano de don Tomás Borge. En otras palabras, Tomás, Uriel y Humberto, tenían afinidad familiar. Se conocían desde antes de su traslado a León.

Tomás fue un estudiante irregular, sus inquietudes político-revolucionarias sobrepasaban con mucho su vocación por el derecho. Durante los años 53 y 54 continuó su militancia político-intelectual matagalpina, estrechando su relación con Carlos a nivel de camaradas. Y es que Carlos se había desarrollado mucho más a prisa en términos ideológicos, porque él fue ideólogo desde un principio. Tanto que no contaba la diferencia de edad de seis años que los separaban: Tomás de 1930 y Carlos de 1936. En 1954 crearon la revista Segovia, porque había que hacer algo, no sabíamos con exactitud qué. La lectura de Marx no bastaba. Entre paréntesis, resulta raro que Tomás no se haya referido al movimiento de abril de 1954, que además de los muertos, los prisioneros y los exiliados, marcó un hito en la lucha contra la dictadura. Una alianza cívicomilitar de partidos tradicionales y militares activos republicanos, con partidos alternativos, no reconocidos, y exmilitares de izquierda, pro-revolución guatemalteca, que asumieron la opción de lucha armada. Dejándola abierta desde entonces.

El activismo político-intelectual dio otro salto cualitativo cuando Carlos se bachillera en 1955 y decide estudiar derecho en León, única opción. Otro estudiante irregular, por la misma causa. Aprovechan entonces cualquier evento para hacer conciencia entre los universitarios, con magros resultados. Por ejemplo, cuando decidieron conmemorar el octavo aniversario del asesinato por la dictadura de Uriel Sotomayor, nadie llegó. Sin embargo, siempre existió un antisomocismo subyacente en la ciudad universitaria, como se le llamaba a León. Así lo demostró el éxito de la huelga general que llevaron a cabo los estudiantes, con la involucración activa de Tomás, para obligar al Rector y los profesores somocistas a retirar el medallón de bronce con la efigie del dictador fundador de la dinastía, que habían colgado en el paraninfo. Entonces deciden crear El Universitario.

Ese mismo año (1955) se les presentó una nueva oportunidad para sistematizar el círculo de estudios marxistas en León, esta vez con la participación de Silvio Mayorga. De eso se encargó Noel Guerrero. Desde entonces data la diferencia de Tomás y Carlos con Noel acerca de la naturaleza revolucionaria de la Guerra de Liberación Nacional de Sandino, negada tercamente por Guerrero por su militancia en el Partido Comunista Mexicano, que en su momento calificó de traidor al General Sandino. Seis años después se plantearía de nuevo esta discusión, en ocasión de la fundación del Frente Sandinista, y otra vez se impondría la tesis de Noel Guerrero. Él manejaba el dinero proporcionado por el Che.

Finalmente vendría la vuelta de página de la historia política moderna de Nicaragua. En solitario Rigoberto López Pérez ajusticiaría al tirano la noche del viernes 21 de septiembre de 1956. Tomás había participado marginalmente debido a su estrecha amistad con Edwin Castro, contacto ocasional de Rigoberto. Fue condenado a diez años de prisión, pero solo cumplió dos y medio. Cuando le dieron casa por cárcel, en Matagalpa, logró escapar hacia Honduras, de donde viajó a Costa Rica con papeles falsos. Igual sucedió con otros prisioneros, como Emilio Borge y Enrique Lacayo Farfán. Carlos pasó cincuenta días prisionero en las cárceles de La Aviación, y de ahí, en 1957, salió para Moscú vía Costa Rica.

Luego vendría el período de búsqueda para hacer algo, que tendría una duración de cuatro años, y que en el caso de Tomás pasaron entre la cárcel y el exilio, donde esa búsqueda fue mayor y más desesperada.

La lucha político-militar

Estando prisionero, Tomás se enteró de la acción guerrillera del General Ramón Raudales. Quiso darle seguimiento pero no pudo. La dictadura-dinastía silenció toda información a través de los Medios. Solo se enteró del día de la muerte en combate de Raudales, porque entonces sí los medios lo resaltaron. La dinastía la proyectó como un triunfo extraordinario. Le temía a la guerra popular. La caída de Raudales resultó un duro golpe para las expectativas de guerra de liberación que rondaba en la cabeza de todos, pero al mismo tiempo un nuevo estímulo para el renacimiento de Sandino, que también rondaba en la cabeza de todos.

Y cuando logra escaparse a Honduras, su llegada a Costa Rica (quizás en marzo de 1959) coincide con los preparativos del movimiento armado que pasaría a la historia como Olama y Mollejones. Tomás se sobrentusiasmó. Lo percibió como la continuación natural de Raudales — además de que conocía a casi todos sus dirigentes porque había compartido la cárcel con la mayoría de ellos. «Silvio Mayorga lo calmó en quince minutos de referencias a las leyes del desarrollo social y a la lucha de clases (…) esperemos la oportunidad de arriesgar o entregar la vida por un proyecto revolucionario, le dijo». Así lo relató Tomás años después. De alguna manera, Silvio se enteró de que Olama y Mollejones era un esfuerzo para adelantarse a los “comunistas” que estaban por entrar a Nicaragua desde Honduras, según declararían después sus dirigentes.

En ese mismo momento Carlos Fonseca les orientó viajar a Honduras, a como diera lugar, al nado, dice Tomás, para que se integraran al movimiento armado M21-9 Rigoberto López Pérez, que pasaría a la historia como El Chaparral. Pero no lograron llegar. El 24 de Junio de 1959, fue atacado por el ejército hondureño, contraviniendo la orden expresa del presidente Ramón Villeda Morales. Carlos había sido expulsado por Somoza a Guatemala a fines del 58, y allí se enteró del intenso movimiento de reclutas para El Chaparral. Probablemente a fines de abril del 59.

En ese combate Carlos recibe el bautizo de fuego, que marcaría para siempre su militancia revolucionaria armada. En otras palabras, la lucha armada cubre un período de veinte años (1959-79), con frustraciones frecuentes, casi permanentes, no pocas derrotas, y prolongados intervalos de aparente inactividad dedicados a repensar la táctica. Suficientes reveses para desmoralizar a cualquiera, como realmente sucedió en muchos casos. Otros muchos persistieron con voluntad de hierro, contra toda lógica visto desde afuera. Los primeros: Carlos y Tomás.

En diciembre de 1959 Tomás llega a La Habana. Un momento desafortunado, en teoría. Habían pasado solo cuatro meses del revés de El Chaparral, y el gobierno cubano había prohibido toda cooperación en armas y avituallamiento porque el imperialismo ya había desarrollado el entramado diplomático-militar para agredir a la revolución cubana, con la OEA como punta de lanza. Uno de sus alegatos diplomáticos era que Cuba estaba exportando su revolución. Muchos nicaragüenses fueron hechos prisioneros por esta razón. En ese ambiente se encuentra Tomás con Noel Guerrero y Rodolfo Romero (Romerito), a quien no conocía.

Extrañamente, contraviniendo la disposición oficial, el Partido Socialista Popular (así se llamaba el Partido Comunista de Cuba) del cual Romerito era militante de hecho, los apoyó en el acopio de armas, la organización y la logística naval para una importante expedición armada, de La Habana a Puerto Cortés, Honduras. Era la primera acción de Tomás relacionada con la lucha político-militar. Un lote de armas (en realidad equipamiento para casi un batallón: 660 fusiles, ya no recuerdo cuántas ametralladoras, lanzacohetes tipo bazooka, y morteros 60, según lo recordaría Tomás) que debía distribuirse entre el Frente Revolucionario Sandino, en el cual se encontraba Edén Pastora, y el propio movimiento que proyectaba Noel Guerrero. El Frente Sandinista aún no nacía. Era 1960 y Tomás ya acumulaba ocho años de lucha. Había llegado a los treinta años.

Tomás tuvo que adelantarse a la salida del barco de La Habana para viajar a Honduras y recibir las armas en Puerto Cortés. Pero fracasó, quedándose varado en Tegucigalpa. Como él mismo recuerda: el barco llegó, las armas llegaron, los soldados hondureños llegaron. Una delación desde su origen que aún hoy día se ignora su procedencia. Quintín Pino Machado, exembajador de la revolución cubana en Nicaragua, que en ese momento se encontraba en Honduras, garantizó su regreso a Cuba. Esta vez tendría éxito.

Es entonces cuando en compañía de Romerito y Noel Guerrero, Tomás conoce al Che y cuando éste les da un generoso financiamiento de veinte mil dólares para reiniciar la lucha desde Honduras. Una decisión que no arriesgaba al gobierno cubano, como era la orden, pero urgente: debían obligar a Washington y a la dinastía a concentrar la Guardia Nacional en el norte de Nicaragua. La inteligencia cubana había recogido información confiable desde principios de 1960 acerca de la decisión del presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower y la obsecuencia de Luis Somoza para utilizar Puerto Cabezas como punto de partida de la invasión a Playa Girón (Bahía de Cochinos), que tendría lugar en abril de 1961.

Sin embargo, la guerrilla no se organiza inmediatamente. Antes Tomás participa como delegado nicaragüense al Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, que se celebró en La Habana. Y después de Playa Girón, como parte de la integración de la guerrilla nicaragüense que organizaba Guerrero, recibe un intenso curso de preparación militar, en Cuba, resultando bien ponderado por sus instructores. Finalizado el curso se traslada con Guerrero a Tegucigalpa. Ahí se da la histórica reunión de la fundación del Frente de Liberación Nacional, siendo derrotada la moción de Carlos de llamarlo Frente Sandinista de Liberación Nacional —esa reunión, sin embargo, sería reconocida por la historia como la fecha de fundación del Frente Sandinista.

En otras palabras, la guerrilla empieza a organizarse casi dos años después de haber recibido el financiamiento. Fue una guerrilla de preparación más que de acción, aunque la tuvo en pequeña escala. Tomás la llama guerrilla de Rio Coco y Bocay, pero en realidad cubre hasta Raití y siempre se movió alrededor de El Patuca, en la frontera de Honduras con Nicaragua. Fueron otros dos largos años, desde 1962 hasta fines de 1963. Noel Guerreo era el Jefe Político-militar, aunque en la práctica la dirección militar la llevaba el Coronel Santos López. Finalmente la guerrilla se diluyó y Tomás regresa a Managua a la lucha clandestina. Una experiencia guerrillera que deja como secuela un sólido núcleo de guerrilleros que continuarían unidos a lo largo de la guerra de liberación—incluido Carlos Fonseca quien solo participo al principio, debido a la oposición de Noel Guerrero, sin duda por sus limitaciones de visión. No todos llegarían a ver el triunfo.

Después vendría Pancasán (1967), luego la toma de la casa de Chema Castillo (1974), cuya preparación militar le correspondió a Tomás, como parte de la lucha clandestina en las ciudades. Inmediatamente se daría el enfrentamiento de Tomás con la Guardia Nacional en la Colonia Centroamérica (1976), que lo llevaría a la cárcel, casi a nivel de desaparecido porque la dictadu- correo mayo-junio 11 2012 ra decidió negar que estaba detenido. Pronto, sin embargo, la prisión proyectaría a Tomás a nivel nacional con trascendencia por lo menos centroamericana por su prolongada huelga de hambre con amplio respaldo nacional. Entones, a pesar de las brutales torturas, del encapuchamiento y encadenamiento, en completo aislamiento durante nueve meses, pasó al imaginario popular como un líder de voluntad férrea, que no soltó una sola palabra alrededor del movimiento urbano que empezaba a trascender

Precisamente estando en la cárcel recibe la noticia, dicha en tono victorioso por sus captores, de la muerte de Carlos en combate. Es cuando suelta la frase lapidaria Carlos es de los muertos que nunca mueren, aplicable a cualquier líder revolucionario con trascendencia histórica. También entonces, a solicitud del movimiento interno presentada a través de René Núñez, igualmente en la cárcel, escribe en calidad de homenaje Carlos, el amanecer es apenas una tentación, que con el triunfo de la revolución se transformaría en Carlos, el amanecer dejó de ser una tentación.

Finalmente la lucha político-militar daría el salto final. Primero con la toma del Palacio Nacional (1978), que logra la liberación de Tomás y otros prisioneros, incluido Daniel Ortega Saavedra, y luego con las dos insurrecciones populares (1978 y 1979), que conducirían al triunfo revolucionario el 19 de julio de 1979.

El poder revolucionario

Un mes después del triunfo, Tomás cumplió cuarenta y nueve años. Aventajaba en experiencia de lucha en por los menos diez años al resto de sus compañeros de primera línea. Algo suyo incómodo para el ejercicio del poder revolucionario. Porque este poder se organizó sobre la base de una dirección colegiada. Un gran avance. En retrospectiva, sin embargo, resulta evidente que aquella dirección colegiada no era unitaria, sino compartida. Varios centros de poder en equilibrio por la propia conciencia revolucionaria frente a la inmensa responsabilidad de conducir la revolución, en medio de la más brutal agresión abierta y desproporcionada del imperialismo norteamericano. Habrá que recordar que esta intervención fue condenada por la Corte Internacional de Justicia.

Dicho en otras palabras, la dirección colegiada impidió el necesario surgimiento de un liderazgo revolucionario único, que las propias circunstancias demandaban, empezando por el pueblo mismo. El discurso de cada uno de los líderes indiscutibles de aquellos centros de poder en equilibrio empezó a verse y a juzgarse, inconscientemente por lo menos—estimulado por el imperialismo y su resonancia local—, como competencia en la búsqueda del necesario liderazgo único. Y Tomás sobresalía por mucho. Él tenía la capacidad de referirse a la coyuntura y definir los cursos alternativos (todos aprobados por la dirección colegiada) en un lenguaje lleno de metáforas que encendían la voluntad de lucha popular. La respuesta fue la desconfianza primero y luego la sorda descalificación. En algún momento empezaron a aparecer sonrisas frente a las metáforas. Como si se tratara de folclor.

La falta de experiencia hizo pensar que el liderazgo es producto del discurso y no de la relación dialéctica permanente líder-pueblo. En esto Daniel Ortega Saavedra se distinguió desde un principio (gracias a esa relación la revolución se mantiene viva, el pueblo nunca se equivoca). Pero las circunstancias son tercas igual que la historia. Cuando se dieron las elecciones de 1984, algunos círculos pretendieron contraponer a ambos líderes en una supuesta lucha por la candidatura presidencial. Metieron ruido, pero fracasaron. A esas alturas la agresión imperialista estaba alcanzando su clímax en todos los ámbitos. La defensa de la revolución dependía de tres grandes pilares: el militar, la seguridad, y el frente externo. Todos decidieron conservar sus posiciones. Daniel resultó electo. Y nunca el imperialismo pudo derrotar a la revolución, aunque es cierto que logró destruir el país al costo de miles de muertos, que era el objetivo de la llamada guerra de baja intensidad.

Aun así, Tomás continuó siendo incómodo. Porque en adición a su discurso contaba con una amplio foro político-revolucionario internacional, principalmente en América Latina y El Caribe. Y no porque él lo hubiera decidido, sino porque fue una tarea que le asignó la dirección colegiada. Porque Tomás había hecho fuertes relaciones en Cuba y en México. Era la época correo mayo-junio 12 2012 del gobierno de López Portillo, también víctima de la agresión norteamericana por contradicciones acerca de las importaciones norteamericanas de gas mexicano. Contradicción poco, o nada, valorada en Nicaragua, hasta el grado de cuestionarse sobre las verdaderas causas de la relación de López Portillo con la revolución sandinista.

Con el triunfo de la revolución, López Portillo decidió revivir la política histórica de la ya casi fenecida revolución mexicana: triangular su conflicto con los Estados Unidos con su apoyo a la revolución sandinista. Tal como había sucedido con Sandino durante la guerra de liberación nacional en tiempos del gobierno de Plutarco Elías Calles. El resultado fue la creación de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina, COPPPAL. La tesis fue sencilla, los gobiernos no podemos enfrentarnos abiertamente a Washington, hagámoslo a través de los partidos políticos de gobierno y aquellos de oposición con posiciones de izquierda. Tomás fue designado para atender la COPPPAL a todo lo largo del gobierno de la revolución sandinista, desde 1979.

La COPPPAL se reunía una vez al año en distintas capitales latinoamericanas. Tomás era la estrella, porque Tomás representaba a la revolución sandinista. Y la revolución sandinista resumía las contradicciones Norte-Sur, entonces igualmente un recurso de las naciones europeas para confrontar sus contradicciones secundarias con los Estados Unidos a través del diálogo. López Portillo era uno de los abanderados latinoamericanos en ese diálogo. De hecho, la revolución sandinista también.

¿Cuántos presidentes, líderes políticos, religiosos, artistas e intelectuales, y movimientos revolucionarios de la región contactó Tomás a través de la COPPPAL? ¿Cuántos de ellos requirieron de su interlocución para enfocar sus propios problemas? ¿Cuántas veces se dirigió Tomás a los movimientos de izquierda de la más variada composición para promover su unidad? (el caso de Ecuador fue emblemático) Pero también: ¿cuánta incomodidad adicional produjo en Nicaragua ese no buscado protagonismo regional de Tomás?

La derrota electoral de 1990 tuvo la virtud de dar al traste con todas las suspicacias, las banalidades, las pequeñeces. La dirección colegiada implosionó. No había poder que compartir. Daniel, Tomás, Bayardo, persistieron. Había que ejercer el poder desde abajo, como lo demandó Daniel Ortega Saavedra interpretando correctamente al pueblo. Daniel surgió entonces como líder indiscutible y Tomás se convirtió en apoyo invaluable. ¿Incómodo? Mayormente No. Cuando el Frente y Daniel retoman el gobierno en 2007, Tomás trascendió todo resabio de incomodidad del pasado sin que él lo buscara. Un acierto de Daniel Ortega Saavedra.

Tomás periodista

Ejercer el poder desde abajo implicaba en primer lugar descifrar la coyuntura. ¿Cómo hacerlo con un Frente Sandinista disminuido en medio de una coyuntura histórica de reflujo revolucionario? De caída del socialismo real y de emergencia de la tesis del fin de la historia. De resquebrajamiento de los partidos revolucionarios en todas las latitudes del Mundo, incluidos los comunistas de Europa del Este. De estampida de los líderes aparentemente más comprometidos sin el más mínimo sentimiento de culpabilidad. De conversos airosos que reclamaban su ningún compromiso con el socialismo real al cual dedicaron todas sus luces durante tantos años, y desde entonces luchando desesperadamente por lograr el reconocimiento de los círculos de poder del capitalismo global. ¡Yo no fui! fue la consigna.

Esa fue la principal preocupación de Daniel y de Tomás, y de los pocos que se quedaron en aquellas circunstancias adversas. Tomás encontró la respuesta en realizar entrevistas de fondo a líderes políticos destacados de todas las tendencias. Y así lo hizo. No se equivocó.

Obligadamente, la primera entrevista debía ser a Fidel Castro. Y cuando tuvo la respuesta positiva y correo mayo-junio 13 2012 la fijación de fecha para abril de 1992, convocó a un grupo compañeros para elaborar el cuestionario. Mil correcciones. Porque se trataba de Fidel, es verdad, pero también porque Tomás era perfeccionista hasta el más mínimo detalle, aunque no lo parecía. Fue pues una entrevista cuidadosamente preparada. Tal como lo exigía la coyuntura histórica. ¿Quién más que Fidel podía dar luces para enfrentar aquella coyuntura?

La entrevista con Fidel lo impactó brutalmente. Lo conmocionó. A partir de entonces Tomás asumió un implacable proceso de crítica y autocrítica. Tenía la autoridad moral y la entereza para hacerlo. Empezó por reconocer la arrogancia, la ostentación, la competencia de y entre los miembros de la dirección colegiada en el marco del ejercicio del poder revolucionario. Igualmente Tomás empezó a destacar de nuevo la lealtad y la verdad (la política de la verdad es la política de la revolución, fue la consigna del gobierno de la revolución) como características fundamentales del ser revolucionario, que él asumió sin eufemismos de ninguna especie. Fue directo más que nunca, sin abandonar las metáforas.

Un Grano de Maíz (tomado de una frase de Martí, citada por Fidel en la entrevista) que es el título que Tomás eligió para el libro en que reprodujo íntegramente la entrevista, después de ser revisada por el Consejo de Estado de Cuba, no pudo ser publicado en Nicaragua. El Frente Sandinista había perdido las elecciones en 1990. Y por lo mismo fue poco o nada reivindicado. En Cuba sucedió lo contrario. La primera edición cubana fue de miles de ejemplares, y es considerada como una de las entrevistas fundamentales concedidas por Fidel, tanto que ya lleva varias ediciones. En México, el Fondo de Cultura Económica decidió publicarla inmediatamente, como uno de sus principales título políticos para América Latina y El Caribe. Y Hugo Chávez Frías lo asumió como libro de cabecera durante su prisión después de la rebelión del cuatro de febrero de 1992. Fue hasta el regreso al gobierno del Frente que Daniel decidió editarla por primera vez en Nicaragua, en 2009. Otro acierto.

Pero hay algo adicional como producto de Un Grano de Maíz: revela la singular personalidad de Tomás, su sensibilidad político-ideológica, su capacidad de percibir situaciones negadas por la realidad aparente, coyuntural. Contraviniendo el temor generalizado de lo poco que quedaba de la izquierda regional y mundial, Tomás también salió de esa entrevista con la certeza de que con el incuestionable liderazgo de Fidel, Cuba superaría el brutal impacto socioeconómico que sufrió por la desaparición de la URSS y del bloque socialista.

Después, en ocasión de una reunión de la COPPPAL en Santiago, Tomás entrevistó a Patricio Aylwin, entonces presidente de Chile. Allí fue publicada esa entrevista. Tomás trató con mucha consideración a Aylwin, solo quería conocer su pensamiento como destacado miembro de la derecha regional, que tanta importancia había cobrado en Chile después de la derrota electoral de Pinochet en el marco de la caída del socialismo real. Sin embargo, no resistió la tentación de describirlo como prócer de almanaque.

Finalmente entrevistó a Carlos Salinas de Gortari. Su publicación despertó todas las críticas posibles en todos los sectores de izquierda, mexicanos, latinoamericanos, nicaragüenses, tanto que con esa entrevista dio por concluido su ciclo de periodista. Tomás reconoció que había sido un error. Pero no lo fue en cuanto a los objetivos que perseguía: cómo regresar al poder en aquella coyuntura de reflujo revolucionario —no solo para el Frente Sandinista sino para todos los partidos de orientación socialista o simplemente progresista que habían decidido persistir en la lucha después de la debacle de la caída del socialismo real.

Por la misma causa coyuntural, más los viejos errores acumulados y reiterados, el PRI estaba agotándose, o se había agotado. Salinas de Gortari decidió entonces relanzarlo dándole un nuevo sustento ideológico. Una lucha cuesta arriba, sobre todo después del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI para sucederle consciente de la coyuntura histórica de reflujo, quien había asumido el objetivo de revitalizar al PRI en aquellas circunstancias. Con ese propósito Salinas planteó la tesis del social-liberalismo. Tomás quería Aldo Díaz Lacayo y Comandante Tomás Borge, 1990. correo mayo-junio 14 2012 conocerla. No subrayar o quizás desviarse de este objetivo en la entrevista fue el error.

El legado de Tomás

La constancia de largos sesenta años, la consecuencia, el heroísmo frente a la adversidad, la valentía, la humildad, la capacidad de crítica y autocrítica, la certeza en el socialismo como opción humanista al capitalismo, la capacidad de lucha sin concesiones por la revolución, la lealtad a Carlos Fonseca y al Frente Sandinista, la demostrada convicción sobre el liderazgo indiscutible de Daniel, el compromiso incondicional con Fidel como líder indiscutible de la revolución de América Latina y El Caribe, el perdón como medio de conciliación, el amor a la humanidad, la confianza en la juventud y en las mujeres como sectores adicionales a obreros y campesinos, entre otras muchas características revolucionarias de Tomás, son su legado. Para Nicaragua, para América Latina y el Caribe.

Pero su principal legado es su discurso revolucionario, que se ve poco o no se ve, porque tampoco se conoce. Lleno de frases, algunas metafóricas, que son en realidad sentencias político-ideológicas de vigencia plena para toda época y latitud, y que además reflejan plenamente la personalidad y el pensamiento de Tomás. Basta recordar dos. La más antigua: implacables en el combate y generosos en la victoria. Y la más reciente: hay que confiar siempre en los leales y en los traidores porque nunca cambian. Son apotegmas de fácil recordación, nemotécnicos. Un legado pendiente de sistematizarse. Alguien tiene que avocarse a recogerlas y divulgarlas.

Otro legado importante, aunque todavía pendiente. Los últimos años de su vida Tomás los dedicó a demandar, en cuanta ocasión se le presentó, el desarrollo de una contra campaña para desenmascarar el aserto del imperialismo y su resonancia local acerca de las supuestas bondades de la larga dictaduradinastía somocista (1936-1979). Una campaña mediática que las fuerzas contrarrevolucionarias llevan a cabo sin rubor, con desparpajo, contra el gobierno de Daniel Ortega Saavedra, haciéndolo aparecer en desventaja frente al somocismo, como dictadura mucho más brutal. Tomás escribió algunos artículos sobre este tema. ¿Cuántos muertos, cuántos presos, cuántos exiliados?, preguntaba Tomás con frecuencia, se le pueden achacar al gobierno de Daniel. Será necesario atender su demanda y continuar.

No se ha escrito la historia de cada uno de los movimientos civiles o armados contra el somocismo que concluyeron con el triunfo de la Revolución Sandinista, ni de las consecuencias de esas luchas en términos de muertos, prisioneros y exiliados. A los Somoza les corresponden todas las primicias en materia de represión. De violación sin límites a los derechos humanos, como se dice hoy día.

Basta recordar que en 1944, confinaron en la pequeña Isla de Maíz a los estudiantes que dirigieron el movimiento que casi da al traste con el fundador de la dinastía. Que en 1947, en ocasión del golpe contra Argüello, humilló a éste negándole por seis meses el salvoconducto a México, y expulsó del país a todos los militares real o supuestamente implicados. Que en 1954 mató literalmente a todos los prisioneros haciéndolos aparecer como bajas en combate, capturó a muchos y expulsó a otros. Que ese mismo año se prestó para invadir al pueblo guatemalteco. Que en 1956, después de la acción justiciera de Rigoberto, capturó a la dirigencia política de todas las tendencias, las torturó cruelmente, y expulsó a quién sabe cuántos. Que en 1960 se prestó a la invasión mercenaria de Playa Girón. Y una interminable lista de etcéteras.

En su libro Nicaragua: Gobiernos, Gobernantes, Genealogías, Adolfo Díaz Lacayo ha adelantado algo sobre la represión somocista a lo largo de la lucha popular por la liberación nacional.

Despedida histórica

Tomás murió el lunes treinta de abril de este año 2012, después de una prolongada agonía. También luchó contra la muerte. Fue su última batalla. Valiente hasta el final.

En su calidad de Presidente de la República y máximo líder del Frente Sandinista, Daniel Ortega Saavedra decidió despedir a Tomás, al hermano de tantos años de lucha, celebrando apoteósicamente su entrada a la historia. Así de grande fue su sentimiento. Lo hizo el miércoles dos de mayo siguiente con un funeral de Estado.

Daniel convocó a su familia, a sus correligionarios, al pueblo de Nicaragua. Todos asistieron. Y también a los gobiernos y partidos políticos de la región amigos de la revolución. Amigos de Daniel y Tomás. Muchos de estos amigos estuvieron en el funeral, y el resto envió sentidos mensajes de condolencia, a Daniel, al gobierno, al Frente Sandinista, al pueblo de Nicaragua.

Casi todos habían conocido personalmente a Tomás. Algunos disfrutaron de su interlocución. La mayoría lo había escuchado. Todos lo respetan, lo quieren. Lo consideran paradigma. Sienten su partida.

En el funeral, su hermano Daniel lo llama muerto que nunca muere, culminando la despedida satisfaciendo su expreso deseo de reposar eternamente al lado de Carlos Fonseca, el hermano ideológico mayor. El mausoleo popular de Carlos será también sede histórica de Tomás.