Barricada

Bastaron la voluntad, el coraje y la conciencia revolucionaria de un solo muchacho

Hoy conmemoramos el 66 Aniversario de la gesta heroica del ajusticiamiento del tirano Anastasio Somoza García, por el Héroe Nacional Rigoberto López Pérez. Recomendamos la lectura del texto con el cual Mario Benedetti prologó El principio del fin, libro del Comandante José Benito Escobar, publicado en el año 1976. 

Rememorar el coraje, la valentía y el carácter revolucionario de Rigoberto, con el objetivo de la eliminación del tirano, fue “el principio del fin de la dictadura”, pero también fue el inicio de un movimiento revolucionario que comenzó a germinar sus ideas con la acción del poeta y que posteriormente tomó la fuerza ideológica y revolucionaria necesaria, para fundar nuestra organización, el FSLN y construir un largo camino de lucha e insurrección, que culminó con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista el 19 de julio de 1979.

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Prólogo

Rigoberto López Pérez integra esa legión de jóvenes heroicos, que en nuestra sufrida, esplendorosa América han pagado con la vida sus convicciones revolucionarias. Si fuera estrictamente eso y nada más, ya merecería la gratitud y el homenaje, no sólo de su pueblo sino de todos los pueblos latinoamericanos. Pero Rigoberto es históricamente algo más, ya que su indeleble acción del 21 de septiembre de 1956 demostró como un tirano, así ejerza el poder más absoluto y más cruel, así protegido por el imperialismo como uno de sus hijos putativos pero dilectos, aún así no es inexpugnable. Bastaron la voluntad y el coraje, la conciencia revolucionaria y la presencia de ánimo de un solo muchacho (apuntalado por otros tres) que ni siquiera tenía detrás un partido o una organización para convertir al tirano en expugnable.

Es claro que Rigoberto, Edwin, Cornelio y Ausberto eran los primeros en saber que un tiranicidio no es una revolución, y el propio Rigoberto tácitamente lo admite en la célebre carta a Soledad López, su madre. Sin embargo, el mero hecho de haber demostrado que los sádicos, los torturadores, los déspotas, también son vulnerables a las balas, genera una nueva dimensión en la lucha de Nicaragua. Uno de los rasgos  más destacables del excelente trabajo de José Benito Escobar Pérez, me parece su fundamentada afirmación de que Rigoberto “no era un suicida”.

Todo el cuidado puesto por él y sus tres compañeros en la planificación del ajusticiamiento desmienten la irresponsable acusación de suicida. Pero también conviene destacar la formidable presencia de ánimo de Rigoberto, cuando Somoza anuncia que se retirará de la fiesta antes de lo previsto y joven decide llevar a cabo, de todas maneras, el ajusticiamiento, sabiendo entonces sí que el precio de su acción será su propia vida. Pero esa rápida, espontánea decisión, nunca ser verosímilmente considerada un propósito suicida, sino un acto de una conmovedora humildad revolucionaria, como sólo los héroes son capaces de cumplir.

En su carta a la madre, Rigoberto, con pasmosa y serena lucidez, contabiliza sus riesgos y los asume, pero ése no es cómputo de suicida sino previsión de combatiente: con la muerte no se juega y él lo sabe. Por eso enfrenta el peligro que ha elegido, no sólo con coraje sino con realismo y objetividad. Esta es la otra lección de Rigoberto: la dedicación y el cuidado que pone en su preparación para la misión que a sí mismo se ha impuesto.  Y si bien, por la intervención de un azar desfavorable, paga el altísimo precio de su vida, la acción es sin embargo de una eficacia singular en cuanto a su objetivo primordial (la eliminación física del dictador) y esa eficacia se debe fundamentalmente a la conciencia que puso en su entrenamiento, realizado en tierra salvadoreña.

Como revolucionario, planificó hasta el último detalle; pero también como revolucionario no vaciló en recurrir a la improvisación para cumplir cabalmente su faena. Es claro que, en política, improvisaciones tan heroicas y decisivas no nacen como milagros sino como resultado de un proceso ideológico. Y ese proceso Rigoberto lo había transitado, opción por opción, riesgo por riesgo.

Al igual que Sandino en su momento, cada uno en su dimensión y en su circunstancia, Rigoberto además de un héroe, es una síntesis, una lección de historia.

Mario Benedetti