Barricada

Moisés Absalón Pastora: Nacer hoy morir mañana

Todos somos aves pasajeras de este mundo. Es tan efímero el tiempo de vida que tenemos que, aunque hagas el recorrido de un siglo, al volver la vista atrás, siempre te darás cuenta que todo fue un suspiro que lo que pasó o no pasó es pasado y que el hubiera hecho esto o lo otro no existe.

Aquella declaración de amor que por timidez o miedo al rechazo quedó en el intento; aquella idea que considerabas loca que compartiste a otros y terminaron robándote y que después resultó ser un gran negocio; aquel chisme que te contaron por el cual rompiste una amistad de años que dejaste morir porque el orgullo no te permitió preguntar por la versión de quien supuestamente habló mal de ti; ese perdón que no quisiste pedir porque te ensimismaste en que no eras el culpable sino el otro o el perdón que por el mismo orgullo no concediste a aquel que hasta se arrodilló para pedírtelo, te significa algo?

De lo anterior poco o nada observan los chavalos porque en esa etapa todos llegamos a creernos inmortales y jamás calculamos que llegar a la edad de quienes nos llevan por delante 30 y 40 años por delante es realmente un acto de heroicidad y es cuando por sentirnos como máquina nueva empezamos a correr y someter al motor a revoluciones sumamente peligrosas y desenfrenadas porque cuando debimos ser recatados lo brioso de la juventud no permitió observar que por delante estaba el futuro y que había que ir a él con las válvulas y los pistones bien aceitados y calibrados.

No sé si alguna vez las jóvenes generaciones del presente y las que vengan después de esta serán capaces de comprender, como ahora lo hacemos los viejos, los que estamos próximos a irnos, que cuando venimos al mundo, la máquina que somos, trae fecha de caducidad y con el pasar de los años, aunque la fábrica nos haya hecho duraderos, nuestras piezas comienzan a deteriorarse, comienzan a pegarse y empezamos entonces a visitar el taller para verle la cara al mecánico dicho de otra forma al hospital y al médico.

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La única garantía que tenemos, la gran verdad universal que podemos gritar a los cuatro vientos sin temor a equivocarnos es que todos, tarde o temprano, veremos oxidadas nuestras piezas y los que en solo el arranque de la carrera se queden sin motor será por desperfecto de fábrica o porque corrieron demasiado rápido este vehículo llamado vida.

Un día amigos el milagro de ver, hablar, sentir, oír, transmitir en risas, andar, soñar y amar serán verbos muertos que la muerte se llevará al no se dónde pero no sin antes, siempre y cuando tengamos la oportunidad de morir lentamente, preguntarnos si lo que hicimos valió la pena, si el tiempo que es nuestro mayor tesoro lo supimos aprovechar, si lo que hicimos fue lo suficientemente bueno para dejar un legado o lo suficientemente malo para ganarnos, y muy merecidamente, el desprecio de los demás.

El tiempo es sin duda el tesoro más valioso que tenemos, podemos producir más dinero, pero no más tiempo y el tiempo que le dediquemos a alguien o que ocupemos para hacer lo bueno siempre será lo mejor.

Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción de nuestra vida que nunca podremos recuperar, porque nuestro tiempo es nuestra vida y cuando ese mismo tiempo se lo dedicamos a la nación, al país que te vio nacer, para hacer cosas hermosas por el, entonces haces una inmensa demostración de cristianismo porque lo haces para los demás.

En más de una ocasión conversé de estas cosas con mi padre, Joaquín Absalón Pastora Zúniga, que ya se nos adelantó en el viaje inexorable tras 84 años de una vida muy intensa. En la medida que se acercaba la fecha de caducidad de su propia máquina él comenzó a tomar el ritmo de sus últimos días con la filosofía de un hombre intensamente identificado con la paz, se había alejado del bullicio estridente de los necios, así llamaba a los profetas del odio, a los que consideraba como auto fracasados porque desde su visión estos son individuos con ideas no natas nunca fueron lo que pretendían ser,“salvadores de la patria” porque nadie pidió ser rescatado por los que jamás tuvieron ideas propias o propuestas sanas.

Que razón tenía mi padre cuando hablaba de estos grupos que perdieron su tiempo y lo peor nos hicieron también perder nuestro tiempo porque esta gente, que nos hace pasar vergüenza ajena, lo único que pretende es retraernos, volvernos al pasado, para que ellos vuelvan a ocupar los mismos cargos que los enriquecieron a ellos, pero que empobrecieron a los demás.

Después del fallido golpe de estado de 2018, de la pandemia, de los misiles agresivos que nos lanza todos los días el enemigo de la humanidad, Nicaragua no dejar de luchar contra quienes la quieren matar y hemos vencido en ese propósito porque dispusimos no seguir perdiendo nuestro tiempo al que debemos saber interpretar en su lenguaje porque este pasa, pesa y pisa y además con su paso es quien te da y te quita razones.

Yo se que soy parte de la inmensa mayoría de los nicaragüenses que conferimos al tiempo un valor mayúsculo porque somos el producto de lo bueno y malo que fuimos durante el trecho existencial que en el pasado, presente y futuro hicimos o no hicimos.

La historia nos marca claramente de dónde venimos y si seguimos naciendo hoy, venciendo los obstáculos del presente, es porque supimos porque morimos ayer y aunque ciertos de que la muerte es inevitable y que es la única garantía que tenemos de lo que sucederá y si, nos hemos impuesto a morir es por algo que valga la pena, no por intereses extranjeros, no por líderes de barro, no por traficantes del terror, no por indeseables que fuera de nuestras fronteras ponen el nombre de Nicaragua por el suelo.

Varias cosas me llevaron a escribir hoy sobre el tema del nacer y del vivir, entre esas asuntos muy personales por el luto que atravieso por la partida de mi padre con quien muchas veces conversábamos sobre la vida, la muerte y el tiempo; la historia de nuestra realidad país que tantas veces he referido pero también por el vergonzoso espectáculo de un grupo de puchos que fuga por los crímenes cometidos en Nicaragua en el 2018 salieron en desbandada a España a dónde llegaron con el cuento de que era perseguidos políticos del ya cacareado cuento de que aquí hay una “dictadura” que no los deja respirar.

Con mucha pena hemos visto en las redes sociales cómo esta lacra, que se reunió bajo un toldo para celebrar la independencia de Centro América en las barbas de la Corona Española que nos colonizó, que nos esclavizó, terminó en un maratónico y escandaloso espectáculo de insultos, golpes, heridos y casi muertos porque los cabecillas de los bandos que se disputaban la pretendida actividad donde destilaban, clásico en ellos, un odio criminal y asesino que exhibían vestidos con franelas deportivas con el nombre de Nicaragua.

¿Esto nuevo? No. Es una escena que se repite dónde hay puchos, dónde hay delincuentes que se pintan de “perseguidos políticos” en cada uno de esos países, que por quedar bien con el Tío Sam compran la mentira de estos forajidos que no solo avergüenzan a los nicaragüenses honestos que residen decentemente en Costa Rica, Estados Unidos, España u otros, sino que además se dedican al pillaje, al crimen organizado y cuando las autoridades los agarran entonces la que sale injustamente pringada por estos malhechores es Nicaragua.

Que quiero decir con todo esto que si la vida es nacer hoy y morir mañana lo que no podemos hacer es perder el tiempo y yo estoy seguro que la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país así lo piensa porque lo contrario seria ver que los oposicionistas, los puchos, las charbascas, las picachas, las cosas, las chachalacas, las cosas esas que no sirven para otra cosa que no sea joder, estuvieran calando con sus mentiras, lo que no sucede porque por dónde aparecen se estrellan con la voluntad de un pueblo que por haber perdido tanto tiempo antes, hoy vive su presente con un gran pragmatismo y observa su futuro con un gran sentido de estabilidad, desarrollo, crecimiento económico, integración social y cultural, de esparcimiento, de salud, educación, principios, valores y sobre todo paz.