La guerra militar, económica, diplomática y psicológica entre la Federación Rusa y la OTAN ha revelado varias debilidades en la capacidad de Estados Unidos y sus aliados de mantener su dominio en el mundo. Un hecho notable ha sido que prácticamente ningún gobierno en América Latina y el Caribe ha colaborado con las ilegales medidas coercitivas de Estados Unidos y la Unión Europea contra Rusia y Bielorrusia. Tampoco colaboran los países de América Latina y el Caribe en las políticas agresivas de Estados Unidos y la Unión Europea contra China.
Esta realidad continental se explica en gran medida por las diferentes experiencias de las respectivas políticas de cooperación de China, Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea. Es instructivo explorar estas experiencias, enfocado en el contraste entre la práctica de la cooperación para el desarrollo de parte Rusia y China y su contraste con la práctica correspondiente estadounidense.
En ese sentido, el pasado 27 de octubre el Presidente Vladimir Putin comentó en sus palabras al Club Valdai:
“El desarrollo tecnológico no debe aumentar la desigualdad global, sino reducirla. Así es como Rusia implementa tradicionalmente su política de tecnología exterior. Por ejemplo, al construir plantas de energía nuclear en otros países… En esencia, estamos brindando a otros países la oportunidad de lograr un verdadero avance en su desarrollo científico y tecnológico, reducir la desigualdad y llevar su sector energético a un nuevo nivel de eficiencia y respeto por el medio ambiente…
Si la globalización liberal es despersonalización, la imposición del modelo occidental en todo el mundo, entonces la integración, por el contrario, es la revelación del potencial de cada civilización en interés del conjunto, en aras de la ganancia común. Si el globalismo es dictado, y al final todo se reduce a esto, entonces la integración es el desarrollo conjunto de estrategias comunes que son beneficiosas para todos.”
En Nicaragua, nuestra experiencia de la cooperación rusa refleja esta visión de respeto, equidad y hermandad. Aparte de las crecientes relaciones comerciales e intercambios educativos y culturales, Rusia apoya a Nicaragua en diferentes áreas, por ejemplo con el sistema de satélites Glonass, con importaciones de buses para el transporte colectivo y con importantes cantidades de trigo. Las donaciones de vacunas contra el Covid-19 han sido un aspecto clave de la colaboración sanitaria, además de la producción de vacunas en la planta Mechnikov en Managua. Rusia también coopera con recursos y capacitación para combatir el crimen organizado y el narcotráfico y con la modernización del equipamiento del Ejército de Nicaragua.
El limitado perfil comercial de las importaciones desde la Federación Rusia a la región (40% de los fertilizantes y 15% del acero semielaborado) no refleja la importancia de la cooperación rusa en América Latina y el Caribe, especialmente en el sector de la tecnología nuclear. Rusia mantiene extensa colaboración en este sector con toda la región en la implementación de proyectos científicos, educativos y comerciales mutuamente beneficiosos. Esta cooperación cubre acuerdos para el suministro de productos de isótopos, infraestructura de radiofarmacia y procesos de irradiación y el desarrollo de la industria nuclear.
TE PUEDE INTERESAR: Moisés Absalón Pastora: El Tiempo
Rusia tiene extensos acuerdos de cooperación en el sector nuclear con Brasil, Argentina, Bolivia Paraguay, Perú, México y Cuba. Con Cuba, Rusia también colabora en la exploración petrolera, la aeronáutica y la tecnología espacial, y los dos países mantienen constantes intercambios de cultura y deporte, en el desarrollo de la educación y la salud, y en la seguridad energética y alimentaria. De igual manera, con Venezuela, Rusia mantiene estrechos lazos de cooperación por medio de más de 260 acuerdos binacionales en el área energética, industrial, construcción, medicina, turismo, agricultura y minería.
En el caso de China, el Presidente Xi Jinping ha expresado una visión de la cooperación para el desarrollo similar a la del Presidente Vladimir Putin. En enero de este año en palabras dirigidas al Foro Económico Mundial, el Presidente Xi Jinping comentó: “Independientemente de las dificultades que se nos presenten, debemos adherirnos a una filosofía de desarrollo centrada en las personas, situar el desarrollo y los medios de vida en el centro de las macropolíticas mundiales, hacer realidad la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible y crear una mayor sinergia entre los mecanismos existentes de cooperación para el desarrollo para promover un desarrollo equilibrado en todo el mundo.”
China ha llegado a ser el primero o segundo socio comercial y financiero de muchos países en América Latina y el Caribe. En términos de cooperación e inversión, se estima que China ha implementado más de 80 proyectos de infraestructura en los quince años de 2005 a 2019. En Argentina, se ejecutaron proyectos con un valor de más de US$30 mil millones de dólares y en Perú más de US$30,000 millones de dólares en los sectores de energía y minería, en pesca y silvicultura y en proyectos infraestructura. China ha cooperado con Bolivia en proyectos de carreteras, energía y transporte con un costo de US$17,000 millones.
En Ecuador China ha ayudado con proyectos que valen más de US$9,000 millones en infraestructura y energía. En la región de Centroamérica y el Caribe, hasta 2019 China había ejecutado proyectos con un valor de casi US$10,000 millones. Con Venezuela, China ha desarrollado una estrecha relación estratégica que incluye, aparte de extensas relaciones comerciales y financieras, todo tipo de inversión en la industria, en transporte, en minería, viviendas, tecnología digital y comunicaciones. China coopera con Cuba en el desarrollo de su industria de níquel, de los recursos petroleros, en la biotecnología, en el turismo, en infraestructura y los intercambios culturales, educativos y deportivos.
Este año Argentina y China acordaron construir otro central nucleoeléctrica en el país sudamericano con un costo de US$8,000 millones. Con Chile, China también tiene un extenso portafolio de programas y proyectos de cooperación en energía hidroeléctrica, en informática y comunicaciones, en astronomía, tecnología agrícola y educación. Gradualmente, China está diversificando la gama de proyectos que financia en la región. En términos de ese financiamiento, entre 2012 y 2019 se estima que China ha desembolsado préstamos por casi US$140.000 millones a 18 países de América Latina y el Caribe.
Las enormes y diversas inversiones de China y la calidad de la inversión tecnológica de la Federación Rusa contrastan fuertemente con la relativa falta de inversión económica y la naturaleza ideológica de la cooperación de Estados Unidos. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la cooperación para el desarrollo estadounidense se ha manejado no para promover el desarrollo de sus países contrapartes, sino para promover los intereses geopolíticos de Estados Unidos y asegurar su dominio ideológico y cultural. En 2021, el régimen del Presidente Biden confirmó esta realidad en su documento “Guía Interina de la Estrategia de Seguridad Nacional” que nota “el desarrollo global es entre nuestras mejores métodos para articular y realizar nuestros valores mientras a la par perseguimos de manera simultánea nuestros intereses de seguridad nacional.”
El control de los Estados Unidos de las principales instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial le permite dirigir el financiamiento de aquellas instituciones para proyectos de inversión en América Latina y el Caribe. La cooperación para el desarrollo bilateral de Estados Unidos está manejado por la Agencia Internacional del Desarrollo de los Estados Unidos (USAID). Se complementa esta llamada cooperación con cientos de millones de dólares en fondos desembolsados por organizaciones para-estatales como la Fundación Nacional para la Democracia, el Instituto Internacional Republicano y el Instituto Nacional Demócrata, dirigidos a las organizaciones no gubernamentales en el extranjero.
Con el tiempo, las políticas para lograr, promover y mantener el dominio global de Estados Unidos se han modificado, cambiando su forma de un período al otro. Más recientemente, por ejemplo, en diciembre 2019, el Congreso estadounidense aprobó la poca conocida Ley sobre la Fragilidad Global, la cual los editores de Black Agenda Report describen como “Una nueva presentación de la política externa de Estados Unidos que cambia tácticas mientras mantiene los objetivos y estrategias de la dominación global estadounidense.”
La Ley prioriza los derechos humanos y la gobernanza y enfatiza el tema de la seguridad ambiental. Insiste en la importancia prioritaria de género para lograr la equidad y la igualdad. Prioriza el tema de la gobernanza de las fuerzas de seguridad y abiertamente propone la necesidad de controlar a poderes rivales como China y Rusia. En efecto, es una actualización del “poder suave” promovido por el Presidente Obama, lo cual desarrolló al máximo en América Latina la manipulación falsa de los derechos humanos y el abuso de los sistemas de justicia penal con fines políticos, el llamado “lawfare”.
La propuesta “Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica” del Presidente Biden presentado en junio de este año profundiza el enfoque neoliberal de la Ley sobre la Fragilidad Global. En efecto la cooperación para el desarrollo estadounidense margina el tema de la reducción de la pobreza y la defensa de los derechos económicos y sociales, promueve la intervención neocolonial con el pretexto de defender del medio ambiente, avanza las esquemas occidentales de la identidad y el género por encima de los valores culturales tradicionales y explora cómo cooptar a las fuerzas policiales y militares nacionales.
Así que, China y Rusia siguen promoviendo una visión de un mundo multipolar basado en una genuina cooperación inspirada en el respeto y la equidad. Mientras tanto, en América Latina y el Caribe, Estados Unidos sigue aplicando medidas coercitivas ilegales contra Cuba, Nicaragua y Venezuela y veinte países más alrededor del mundo, incluyendo Irán, Rusia y China. Tampoco se detiene la injerencia de las embajadas de Estados Unidos en el mundo.
En América Latina y el Caribe las respectivas embajadas estadounidenses este año han declarado corruptos a varios oficiales en funciones en Paraguay y en Guatemala. En Argentina el embajador estadounidense ha intervenido en el proceso electoral para 2023, con comentarios y sugerencias sobre posibles alianzas y candidatos. En Honduras, la embajadora ha criticado abiertamente medidas del gobierno para reformar el sector energético, entre otras indebidas intervenciones en los asuntos internos de ese país.
En Nicaragua, los días en que el embajador yanqui Oliver Garza podía entrar al centro de cómputo del Consejo Supremo Electoral en la noche de las elecciones de 2001 y exigir cambiar el personal o hacer abierta campaña electoral con el candidato de la Alianza Liberal, ya se fueron. Como ha dicho el Presidente Comandante Daniel, esos tiempos se han ido para siempre y Nicaragua nunca más será colonia de nadie. De la misma manera, aunque con diferentes grados de compromiso, los países de América Latina y el Caribe prefieren mantener sus opciones abiertas en sus relaciones con la Federación Rusa y la República Popular China y no seguir un contraproducente y humillante esquema de sumisión neocolonial a los Estados Unidos y la Unión Europea.