52 años después, la voz del Comandante Carlos llega a nosotros, a través de una entrevista realizada en La Habana, Cuba, el 1 de noviembre de 1970 y publicada el 7 de noviembre de 1979 en la versión impresa de Barricada.
Respondiendo a las preguntas que le dirigieron en La Habana, Cuba, el 1 de noviembre de 1970, el Comandante Carlos cuenta sobre su vida, sus convicciones, describe la injusticia social en la cual vivía sumido el pueblo nicaragüense bajo la dictadura somocista y explica las características de la lucha revolucionaria vanguardizada por el FSLN.
Proponemos a los militantes, la lectura de este texto histórico, hoy, en el 46 Aniversario del tránsito a la inmortalidad de Carlos Fonseca, Padre de la Revolución Sandinista.
Si alguien habría merecido entrar con paso de vencedor al bunker de los Somoza, en la Loma de Tiscapa sobre la destruida Managua, ese hubiera sido Carlos Fonseca, fundador, en 1962, del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Pero Fonseca murió en combate el 7 de noviembre de 1976 en las montañas de Zinica, en el litoral atlántico de Nicaragua, después de una vida entera dedicada a batirse contra el somocismo, por la libertad de su país.
Te puede interesar: Roberto Huembes: mística y dedicación a la tarea revolucionaria
Cuando lo encontré en el hotel «Capri» de La Habana, en aquel decorado absurdo, resumen ostentoso de mal gusto burgués, en noviembre de 1970, no hacía mucho había sido liberado de su enésima prisión (esta vez en Costa Rica) gracias a un operativo de canje realizado por sus compañeros sandinistas. Era un hombre alto, flaco, de pelo revuelto y gafas frágiles, aire de eterno estudiante, voz y expresión de iluminado, uno de esos románticos de la revolución que, contra toda evidencia, terminan teniendo razón.
Después de un itinerario guerrillero lleno de tropiezos, caídas y muerte -que reconstruye en esta entrevista inédita- Fonseca me inyectaba en 1970 un optimismo entonces inexplicable sobre el futuro de la lucha revolucionaria. El futuro de la lucha revolucionaria en Nicaragua.
-Me gustaría que empezara contándome un poco de usted, de sus orígenes familiares, de su incorporación a la lucha revolucionaria. Tengo entendido que usted proviene de una familia vinculada al régimen de Somoza.
-Comienzo a participar en la lucha revolucionaria de Nicaragua en mis años de estudiante de enseñanza media. Ya en la escuela primaria había hecho algunas experiencias de rebelión contra la tiranía. Nuestra maestra de tercer grado fue despedida acusada de ser antisomocista; los niños abandonamos la escuela y resolvimos concluir el año (le hablo de 1947) recibiendo clases en el domicilio de la maestra despedida. Recuerdo que uno de mis compañeritos de entonces, Manuel Baldizón, años después participó conmigo en una acción guerrillera en la que él encontró la muerte y yo resulté herido en los pulmones.
-¿Dónde nació usted?
-Nací en 1936 en el departamento de Matagalpa, al norte de Nicaragua. Matagalpa se llama también la cabecera municipal. Las ciudades de Nicaragua son pequeñas: esta es una ciudad pequeña y forma parte de la región de Segovia.
-¿Qué se cultiva allí?
-Es zona cafetalera, ganadera y cerealista. Si bien tiene cultivos importantes para la economía del país es zona donde el latifundismo feudal es más acentuado en relación a otras regiones donde se da un latifundio con un acento más capitalista.
-¿Y su familia?
-Mi madre era mujer muy pobre que se ganaba la vida haciendo trabajos domésticos en casas de los ricos, latifundistas de la zona que residen en la ciudad de Matagalpa; mi padre, Fausto Amador, en cambio, es un hombre que está vinculado al régimen reaccionario antipopular de Nicaragua. Es nada menos que el administrador general de los bienes de la familia Somoza. Mi infancia y mi juventud yo las pasé conviviendo con mi madre.
-¿Cuándo y por qué esa rebeldía natural de sus primeros años comienza a convertirse en conciencia?
-Las primeras nociones de conciencia revolucionaria las tuve a finales de la enseñanza media, allá por 1954. Empecé a entender que la lucha en mi país no es sólo para derrotar a una camarilla, es para derrocar un sistema. Me influyó la experiencia de Guatemala que tuvo un gobierno popular efímero por aquellos años.
–La caída de Jacobo Arbenz ¿lo encuentra a usted en un grado de madurez como para comprender los mecanismos de su derrocamiento?
-Claro, ya nosotros compartimos entonces la tristeza que significó el derrocamiento por el imperialismo del gobierno democrático de Arbenz; así fue.
-¿Había alguna organización estudiantil en ese momento?
-En la enseñanza media, con un grupo de compañeros creamos el primer comité estudiantil en el Instituto. También tuvimos vinculación con el debilísimo movimiento obrero que había en el país y con las escasísimas células marxistas de ese tiempo. En 1955 pasé a la universidad y allí creamos una célula comunista, la primera también que se lograba formar en el movimiento estudiantil. Cumplimos algunas actividades, sacamos alguna prensa.
-¿Es decir que usted estaba vinculado al Partido Comunista?
-De cierta manera sí; fui considerado militante del Partido Comunista pero el modesto trabajo que hice en el campo estudiantil entonces, dada la debilidad del incipiente movimiento revolucionario, obedecía más a mi iniciativa que a directivas que recibiera del partido.
-Su primera misión política ¿de cuándo data?
-De 1956, tenía veinte años. Detenido con motivo del ajusticiamiento del tirano Anastasio Somoza por el poeta revolucionario Rigoberto López Pérez. Yo, honradamente, no estuve vinculado a esa acción, no estaba enterado, pero sí tenía vínculos personales con elementos rebeldes participantes en el ajusticiamiento. Incluso publicábamos un periódico estudiantil -El Universitario- que se hacía en una imprenta cuyo propietario, Edwin Castro, había participado en la acción.
-¿Cuánto tiempo estuvo preso?
-Dos meses. De la prisión de Matagalpa fui trasladado a Managua. Recibí un trato duro, incomunicación total, golpes. Todavía nos faltaba fogueo y aquella pequeña experiencia de represión la vivíamos como una prueba. En realidad los que sufrieron el peso mayor fueron los compañeros que habían participado en la ejecución de Somoza.
-¿Como Edwin Castro?
-Como Edwin, como Cornelio Silva y Ausberto Narváez, fueron torturados, los tuvieron prisioneros cuatro años y después los mataron de manera atroz en la cárcel.
-¿Con posterioridad a su encarcelación?
-Seguimos militando en el movimiento estudiantil tratando de imprimirle un contenido revolucionario, antiimperialista, de alianza con las clases populares que hasta entonces no tenía.
-¿Qué tipo de acciones realizaban?
-Por ejemplo la acción contra Milton Eisenhower. En 1957 yo había participado en el Congreso Mundial de las Juventudes, patrocinado por la Federación Mundial de la Juventud Democrática, que se realizó en la Unión Soviética y en el IV Congreso Sindical Mundial, organizado por la Federación Sindical Mundial. Estuve cuatro meses fuera del país. Poco después de mi regreso nos encontramos con la visita de Milton Eisenhower, delegado del gobierno imperialista de Estados Unidos, que venía a recibir un título honorífico otorgado por la junta reaccionaria que regía la universidad. Los estudiantes anunciamos que no estábamos dispuestos a permitir que se humillara el nombre de Nicaragua y Eisenhower no se atrevió a llegar a la universidad; impedimos aquel servilismo de la junta universitaria.
-1958: ¿Se sentía ya entonces en su país la influencia de los guerrilleros cubanos que combatían en la Sierra Maestra?
-Por supuesto, y esa influencia fue determinante. El ejemplo del pueblo, la juventud y los guerrilleros cubanos ejerce un papel determinante en el inicio de la maduración del proceso político en Nicaragua que había sufrido una interrupción brutal en 1934. En ese año 58 se llevan a cabo grandes asambleas estudiantiles y por primera vez en mucho tiempo vuelve a resonar en Nicaragua el nombre de Augusto César Sandino, después de un cuarto de siglo de tinieblas, de parálisis, de atrofiamiento del movimiento popular nicaragüense. En 1958 se produce también la primera acción guerrillera en el país, encabezada por un sobreviviente de las viejas guerrillas de Sandino: Ramón Raudales, muerto en ese combate.
-¿Había ya un comienzo de organización del movimiento guerrillero?
-No, fue una acción aislada; se produjo en Yaule, al norte del país. Acciones aisladas se producen también en 1959. En una de ellas yo empuñé por primera vez un arma para combatir la tiranía; fue la acción de El Chaparral.
-¿Cómo fue esta acción?
-Preparábamos la acción en territorio hondureño, próximo a la frontera con Nicaragua. Había compañeros estudiantes, obreros, artesanos, algún exmilitar, gente joven, en general. Éramos cincuenta y cuatro. Teníamos una inexperiencia total; sin movilidad, sin una seguridad adecuada, ni siquiera con un contacto mínimo con la población donde llevaríamos a cabo la acción; muchísimas limitaciones. Cuando estábamos próximos a entrar a Nicaragua fuimos detectados, todavía en territorio hondureño, en una región conocida como El Chaparral. Nos cercaron fuerzas militares hondureñas y la Guardia Nacional de Somoza (de esto no cabe duda porque, incluso, algunos compañeros sobrevivientes fueron interrogados por la Guardia Nacional). En algunos compañeros hay la actitud de resistir hasta el último tiro pero no hay nada que hacer: el terreno es desfavorable para defenderse: una quebrada, un crique, como le dicen también y las fuerzas militares llegan por arriba; las postas nuestras estaban mal ubicadas, tan cerca del campamento que prácticamente no había postas.
-¿Cómo termina el combate?
-El grupo es aniquilado. Si no fuimos exterminados todos fue porque, pese a todos sus inconvenientes, el terreno permitía un encubrimiento mínimo en una estribación de las montañas de la región fronteriza.
-¿Usted cómo salió del ataque?
-Con una herida que me atravesó el tórax; tengo todavía la cicatriz, la bala me entró por aquí en el pecho y me salió por acá en la espalda, me atravesó de lado a lado. Fuimos trasladados, en calidad de prisioneros, a Tegucigalpa y allí una movilización del movimiento popular hondureño logró que fuéramos liberados y enviados a Cuba. Permanecí una semana aquí, en La Habana, participando de la alegría de la victoria del pueblo cubano, en 1959.
-¿Qué conclusión saca entonces de la experiencia guerrillera?
-Que la lucha armada es el único camino que puede conducir a un cambio revolucionario en Nicaragua; que teníamos que agrupar a los elementos revolucionarios nicaragüenses y organizarlos bien.
-¿Cómo llega a esa conclusión?
-En Nicaragua no hay que pensar mucho para convencerse que el camino armado es el único viable. Ya en aquel momento podíamos ver que en la historia de nuestro país ni siquiera los dos bandos oligárquicos surgidos de la independencia de España pudieron relevarse alguna vez de forma pacífica en el poder. Siempre lo hicieron por la fuerza de las armas. Entonces ¿qué esperanza en un cambio pacífico podía tener un movimiento revolucionario? Por otra parte era fácil darse cuenta que la Guardia Nacional, la fuerza armada reaccionaria, era el poder total en Nicaragua, el comandante militar de un departamento es el amo del departamento; las autoridades civiles son una cosa decorativa en Nicaragua.
-¿No hubo ningún período durante el cual pudiera hablarse de democracia burguesa?
-Eso fue siempre muy incipiente en Nicaragua; más que de democracia burguesa lo que llegó a haber alguna vez fue cierto poder burgués nacionalista que incluso cuando tuvo algún desarrollo incurrió también en excesos represivos.
-Usted me dice que por primera vez en muchos años en 1958 vuelve a escucharse públicamente el nombre de Augusto César Sandino, ¿qué pasaba antes con su memoria?
-Se la evocaba en medio del susurro; durante larguísimos años, en medio del terror, el oscurantismo, el dominio de los partidos reaccionarios, el conservadurismo de la intelectualidad nicaragüense, el nombre de Sandino era un murmullo. Tenía yo diez, doce años y ya oía hablar de Sandino, se decía que un pariente remoto de la familia había estado en la guerrilla con él y había sido asesinado en la Cuesta del Coyol, junto con otros muchos rebeldes.
-¿Cuál era la versión oficial sobre Sandino?
-Se le pretendía presentar como un bandolero pero el instinto natural del pueblo no se dejaba engañar, sobre todo porque era Anastasio Somoza, su asesino, el que lo decía.
-¿Estaba claro para la gente que Somoza era el responsable directo del asesinato de Sandino?
-La persona más sencilla estaba enterada de eso.
-¿Qué pasa durante eso que usted llama «cuarto de siglo de oscurantismo»? ¿No hay intentos de rebelión contra la dictadura?
-Hay, constantemente, pero son rebeldías individuales, esporádicas; la inconformidad con lo existente lleva al individuo de extracción popular a rebelarse. Pero no hay ni conciencia revolucionaria, ni organización.
-¿Por qué?
-Porque por diversas razones durante muchísimos años el marxismo no penetró en Nicaragua. El marxismo puede decirse, entra y prende en un amplio sector del pueblo y de la juventud nicaragüense con el triunfo de la Revolución cubana.
-¿Por qué ese retardo respecto a otros países de América Latina ?
-Porque Nicaragua es un país de economía feudal, ganadera y cafetalera, rodeado de países que también tienen una economía feudal; porque es un país que no tuvo las inmigraciones de obreros europeos portadores de ideas revolucionarias que tuvieron otros países latinoamericanos. Los apellidos que llevan los nicaragüenses son los de los conquistadores españoles. Al contrario, lo que hubo allí fue una emigración de población: hoy hay prácticamente un millón de nicaragüenses fuera y dos millones dentro del país.
-Usted me decía que en el 59, después de una semana en Cuba, usted vuelve a Nicaragua con el propósito de organizar la lucha guerrillera. ¿Qué pasa entonces?
-Me vinculo a los nicaragüenses que vivían en Costa Rica y que habían participado allí en las luchas contra los monopolios fruteros yanquis. Sentimos la necesidad de vincularnos con nuestro pueblo, y yo ingreso clandestinamente a Nicaragua en 1960 para intentar organizar un trabajo clandestino urbano que nos permitiere preparar la guerrilla rural y lanzar la lucha general en el país.
-¿Eso no se había intentado nunca antes?
-Era la primera experiencia. El debilísimo movimiento marxista que había en el país desde 1944 siempre trató de acomodarse a la actividad legal, a los mínimos márgenes legales que eran posibles en el país. Eso impidió durante dieciséis años que madurara una organización clandestina combativa.
-¿Qué ocurre con su intento del 60?
-Nos topamos con dificultades grandísimas, caímos en muchos errores. Encima de nuestra propia inexperiencia personal arrastrábamos la inexperiencia de las generaciones anteriores. Había tradición de rebeldías históricas en el país pero pertenecían al largo pasado, después llegó la interrupción de que hablábamos antes. Me capturaron y me expulsaron a Guatemala en julio del 60: era mi segunda expulsión a ese país; ya me habían desterrado en 1959 por mi militancia estudiantil, antes de la acción del Chaparral. En Guatemala me encarcelan.
-¿Dónde?
-En la región del Peten, en una localidad 11 amada Poptún. Allí estaba de servicio Luis Augusto Turcios Lima. Con carceleros como él no lo pasé demasiado mal.
-¿Cómo era el Turcios Lima de entonces?
-Era uno de los elementos más jóvenes que había allí; eran subtenientes, salían apenas de la escuela militar y con ellos se podía conversar. Aunque allí, cosa curiosa, hasta los viejos militares reaccionarios decían que Somoza era un bandido y un asesino.
-¿Y con Turcios de qué hablaba?
-Del papel de la juventud, de las grandes situaciones que atravesaban nuestros pueblos, de las soluciones que habían que darles a los problemas, de los cambios, conversaciones de tipo político. Turcios llegó a darme nociones sobre el uso de la dinamita, lo que refleja el grado de confianza que llegó a establecerse entre nosotros en pocos días.
-¿Era ya un hombre bastante consciente, políticamente?
-No, exageraría si dijera eso, pero escuchaba. Quiero ser honesto, no quiero ponerme las barbas de profeta. En realidad, en ese momento yo no pensé que Turcios llegara a tener una militancia tan descollante en el movimiento revolucionario de Guatemala y aún de América Latina. Era muy discreto, se limitaba a escuchar, a dar de vez en cuando alguna opinión. Al que le tocaba hablar allí era a mí que era conocido como revolucionario, ellos no.
-¿Cómo salió de esa prisión?
-Me escabullí. Aquello era una aldea, una ciudad militar y la represión en Guatemala no era ni de lejos la que llegó a ser después de los levantamientos de Zacato y Puerto Barrios. Me daban ciertas libertades: podía, por ejemplo, ir a comprar cosas a lugares vecinos a la Dirección de Policía y un día -Turcios no estaba de guardia- me escabullí.
Había logrado sacar unas cuantas cartas con elementos rasos que las llevaban al correo de la región más próxima, me comuniqué con Nicaragua, di a conocer mi ubicación y cuando todo estuvo listo me fugué y volví a mi país, a reiniciar la organización del movimiento guerrillero.
-¿A partir de cuándo se puede hablar de la existencia del Frente Sandinista?
-A partir de 1962. A finales del 60 procedimos a concebir la creación de una organización independiente para preparar la lucha armada revolucionaria en Nicaragua; en 1961 comenzamos a dar pasos prácticos en esa dirección; en 1962 nace el Frente Sandinista. Está compuesto de elementos procedentes de las distintas acciones aisladas que se habían dado antes, sin plan ni concierto; nos acompañan, además, algunos veteranos de las viejas luchas que encabezó Sandino, como el compañero Santos López, sobreviviente de aquellas acciones.
-El murió ¿no?
-Sí, nos acompañó en una guerrilla, pasó grandes fatigas, las fatigas naturales de la montaña y él ya era un hombre viejo; el hecho es que contrajo una grave enfermedad que lo llevó a la muerte.
-Se funda el Frente Sandinista y ¿qué ocurre?
-Tropezamos con un grave problema: la influencia que todavía tenían los partidos tradicionales, muy fuertes en mi país, a diferencia de otros países de América Latina. Son dos partidos, liberales y conservadores que han sobrevivido siglo y medio.
-¿Con Somoza, qué vigencia tienen esos partidos?
-Hicieron un contubernio total para sostener, junto con el imperialismo a la tiranía. Somoza se aprovechó directamente nada menos que del Partido Liberal (oficial) y el Partido Conservador hizo una oposición formal totalmente cómplice.
Claro, en la etapa del viejo Somoza, cuando en el país no hay la mínima conciencia revolucionaria, esos partidos logran paralizar la lucha popular, las masas desesperadas, ansiosas de un cambio, se ven arrastradas por esos partidos. Entonces nos damos cuenta que cuanto mayores son esas dificultades, mayores nuestra obligación de enfrentarlas y multiplicar nuestros esfuerzos y damos los pasos preparatorios de una acción guerrillera; en 1962 armamos una expedición en el norte del país; la zona del Río Coco y del Río Bocay.
-¿Por qué eligen esa zona?
-Hubo cierta improvisación, sin duda. Una serie de hechos más o menos casuales nos arrastró a esa zona con diversas desventajas, aislamiento -la parte más aislada del norte del país, podríamos decir-, una población muy atrasada y escasa, una economía primitiva; la guerrilla sufrió un revés más.
Cayeron valiosos compañeros de extracción universitaria: Jorge Navarro, Francisco Buitrago, Iván Sánchez Argüello, Mauricio Córdoba, Boanerges Santamaría, Faustino Ruiz, Modesto Duarte; todos murieron en esa intentona guerrillera.
-La guerrilla ¿llega a perturbar a la oligarquía del país y a la dictadura?
-No es fácil decir en qué medida. Lo cierto es que nuestro revés coincide con una maniobra de parte de la oligarquía que consiste en organizar una farsa electoral para imponer un elemento dócil como era René Schick, y tratar de crear ilusiones en algunos sectores del pueblo, dado que una persona que no pertenecía a la familia Somoza llegaría por primera vez al gobierno.
-¿Y cuál era la relación de Schick con los Somoza?
-Schick siempre había sido un amanuense de los Somoza y lo seguía siendo, pero, un pueblo que había sido apartado de la vida política, que estaba acostumbrado a asociar la tiranía a un hombre, tenía inclinación a dejarse atrapar por la maniobra. Esto, sumado al revés que habíamos sufrido, nos lleva a interrumpir por algunos meses la acción armada.
-¿Pasan a un período de «acumulación de fuerza»?
-Exactamente. Usamos métodos más o menos abiertos, combinados con los clandestinos, pero prescindimos por un tiempo de la acción armada directa.
-¿Con qué resultado?
-La práctica nos enseñó que esa interrupción bajaba la moral, el entusiasmo de la militancia y entonces la pretendida «acumulación» era verdaderamente impotencia. Por una serie de circunstancias el militante revolucionario nicaragüense necesita vivir en alguna medida la lucha armada para poder entregar su energía a la actividad revolucionaria.
-Entonces ¿rectificaron?
-Sí, y en 1966 reanudamos los pasos prácticos para emprender la acción armada directa, rural y urbana, contra la tiranía. Así nosotros somos en Nicaragua la única fuerza política que se opone a la nueva farsa electoral que prepara la tiranía para imponer directamente a un miembro de la familia como es Anastasio Somoza hijo. La oposición burguesa le hizo el juego a esta maniobra presentando un candidato: Fernando Agüero, latifundista de la zona ganadera.
Cierto sector llamado revolucionario se prestó también, lamentablemente, a entrar en el juego con el argumento -si se puede llamar argumento- de que había que utilizar el proceso electoral para vincularse a las masas. Nosotros consideramos que no era indispensable irse a la cola de ningún candidato para vincularse a las masas y que, aún sin hacerlo, se podía aprovechar la movilización que podía originar ese proceso electoral en el país.
-¿Ustedes acometen acciones armadas en ese período?
-Sí. En 1963 llevamos a cabo la primera recuperación en Nicaragua contra una empresa bancaria en Managua. También en 1963, con motivo de la reunión de Kennedy con los títeres centroamericanos en Costa Rica, el 20 de marzo, ocupamos una emisora de radio, arma en mano, para denunciar al pueblo el contenido reaccionario imperialista de esa reunión. Y, tal vez sea lo más importante, hicimos contactos en el campo con determinado movimiento campesino de masas, logramos atender algunas luchas por la tierra y esto nos dio por cierto alguna facilidad para asentar más adelante una base guerrillera.
-¿Cuándo y dónde constituyen esa base?
-En 1966-67 nos ubicamos en la región de Pancasán, en el centro del país. Permanecemos cerca de un año. Es una región ganadera y cafetalera. Ganadería extensiva con una técnica muy primitiva -siendo la principal región ganadera del país- donde recientemente se ha instalado una empresa productora de leche con inversiones de la compañía Nestlé que va a ser una compañía procesadora de leche a nivel centroamericano; lo que los norteamericanos llaman «industrias de integración».
-¿Cuáles son las condiciones de vida de los campesinos de esa zona?
-Los campesinos no trabajan más de tres meses al año, durante la recolección de café. El latifundismo, que es tremendo, acapara la mayor parte de las tierras. Los campesinos la mayor parte del año matan el hambre con maíz con sal; la grasa no la conocen. Si tienen algún centavo lo gastan en comer frijoles cocidos y, si alguna vez compran un poco de carne, hacen sopa. Cerca de allí, en el departamento de Matagalpa, que tiene nueve mil kilómetros cuadrados, más de cien personas han muerto de hambre en pocos días. Allí es frecuente conocer niños inflamados por el hambre, con el rostro amarillo e inflamado el cuerpo, las carnes. Se da también ceguera nocturna por falta de proteínas en el municipio de Darío, que tiene ese nombre porque allí nación el poeta Rubén Darío. El bocio es una enfermedad endémica, allí abunda. En otras regiones de la misma zona se han dado casos de demencia colectiva causada por el hambre; poblaciones enteras que se alimentan solo de maíz viejo porque es más barato pero ha perdido todo su poder alimenticio, se vuelven locas de hambre y se matan entre sí. Esto ocurrió en la comarca de Malacahuás.
-Ese campesinado, ¿le dio apoyo a la guerrilla?
-Se ha creado cierto mito de que la guerrilla ha fracasado por falta de apoyo de la población. Eso no es cierto. Nosotros contamos con el apoyo de un sector de la población. Otra cosa es si supimos o no encontrar la forma de poder organizarlo combativamente. Algo que requiere gran cuidado y cierto arte pudiéramos decir. Nosotros nos encontramos con el caso de que reuníamos campesinos de regiones opuestas, los llevábamos a una zona que no era de ellos y algunos desertaban. ¿Y qué pasaba con ello?, que se iban a hacer la guerrilla por su cuenta a su lugar de origen. Guerrillas precarias, sin duda, porque carecían de dirección, pero que hacían por ejemplo, expropiaciones a comerciantes ricos de la zona lo que, en alguna medida, reflejaba una decisión de lucha. Así que no se trata solamente de darle un fusil al campesino, se trata también de encontrarle el trabajo que va a hacer, el lugar en que va a operar.
-¿Sostuvieron combates con la Guardia Nacional, durante ese año?
-Sí, durante el período final; y una parte de nuestros compañeros murió allí; el catedrático universitario Danilo Rosales, Silvio Mayorga, Francisco Moreno, Otto Casco, Carlos Tinoco, Carlos Reyna, Ernesto Fernández, Fausto García, cayeron en esa guerrilla. En esa oportunidad se lanzó una ofensiva brutal contra el Frente Sandinista: campesinos como Fermín Díaz y sus hijos, Felipe Gaitán, el agricultor Oscar Hernández Flores y muchos más fueron despellejados vivos por la Guardia Nacional.
En las ciudades también se desató una represión atroz: Casimiro Sotelo, representante del Frente Sandinista en la Conferencia de la OLAS, y varios compañeros más, fueron capturados en plena ciudad de Managua a la vista de todo el mundo, llevados a la Loma de Tiscapa, donde tiene su trono Somoza, y allí fueron asesinados. David Tejada, dirigente estudiantil, fue asesinado a culatazos por Oscar Morales, principal ayudante de Somoza; le sacó los ojos al cadáver del muchacho y lo arrojó al cráter de un volcán.
-¿Cómo evoluciona después la situación?
-Durante 1968 logramos un determinado proceso de reorganización y en 1969 es desatada una nueva represión bestial. Cuando es localizado el escondite de un compañero, la Guardia Nacional lanza doscientos hombres armados, apoyados con tanques y hasta aviones. Eso ocurrió el 15 de julio de 1969 en dos barrios de Managua, simultáneamente: en el barrio de Santo Domingo y en Las Delicias del Volga. Se repitió el 15 de enero y el 3 de abril de 1970.
La primera agresión se dirigió contra diez compañeros; Julio Buitrago, antiguo dirigente estudiantil, estremeció la conciencia de la juventud y de la nación entera, resistiendo solo, en una casa, durante dos horas, hasta el último cartucho, aquella avalancha de la fuerza militar. Su cadáver fue recogido bajo los escombros y secuestrado para evitar la manifestación de duelo popular que se iba a producir en su entierro. Con Buitrago murieron otros tres compañeros: Marco Rivera, Aníbal Castrillo y Alesio Blandón.
El 15 de enero del 70, en circunstancias parecidas, resisten hasta la muerte el joven poeta Leonel Rugama y dos compañeros más. El 3 de abril ocurre lo mismo con la guerrillera Luisa Espinoza y el compañero Enrique Lorente, en la ciudad de León.
-Se trata de una de las represiones más feroces del continente.
-Y que creo, no es suficientemente conocida aunque todo el mundo hable con familiaridad de la tiranía de los Somoza. En Nicaragua hay un ejército de ocupación; la Guardia Nacional fue creada expresamente para perseguir a los patriotas sandinistas; fue creada por una intervención yanqui y, desde su origen, tiene tradición, hábitos y estructuras de ejército de ocupación. Tiene, por ejemplo, un jefe director, cargo que sólo es propio de las fuerzas ocupantes.
-Aparte de los obvios -la explotación de los recursos naturales del país- ¿qué otros objetivos específicos persigue Estados Unidos en Nicaragua?
-Hay algo importante y es el control de la vía interoceánica potencial que ofrece al país. Ese fue el motivo que llevó al poder yanqui a agredir a Nicaragua desde el siglo pasado, en 1848, 1854 y 1855 se producen intervenciones armadas norteamericanas contra el país. Y hasta hoy no han cesado esas intervenciones que se han vuelto, desde que tienen a los Somoza como cancerberos, fundamentalmente políticas.
Pero hay más: Estados Unidos piensa también en la eventual construcción de un oleoducto en Nicaragua que una los dos océanos. Los monopolios petroleros tiene el problema del transporte del petróleo que se extrae de Alaska porque los barcos cisterna de gran tonelaje no pueden atravesar el Canal de Panamá. De ahí el interés en construir el oleoducto en Nicaragua, empresa en la que se ha hablado que está involucrado el honorable Aristóteles Onassis.
Y finalmente, otro interés, es que Nicaragua sirve a Estados Unidos de base de agresión a otros países: de Nicaragua salió la expedición encabezada por Castillo Armas y organizada por la CIA que acabó con el gobierno constitucional de Jacobo Arbenz, en Guatemala, en 1954; de Puerto Cabezas, en Nicaragua, partieron los invasores de Cuba, para Playa Girón, en 1961; otras incursiones armadas contra Cuba han partido de Puntamico, desde bases que tienen instaladas los norteamericanos en Nicaragua.
Somoza es un aliado incondicional del imperialismo. Incluso llegó a ser el único jefe de gobierno de América Latina que en octubre de 1967, se ofreció públicamente a enviar un contingente de fuerzas militares a Vietnam.
-Usted fue nuevamente detenido ¿en qué circunstancias?
-A comienzos de 1969, la organización, considerando la necesidad de elaborar una serie de documentos analíticos sobre los serios problemas que enfrentaba el movimiento revolucionario y dada la feroz represión existente en Nicaragua, me envió a Costa Rica, a dirigir la preparación de los elementos revolucionarios nicaragüenses residentes en Costa Rica por parte del gobierno de ese país. Mi falta de familiaridad con ese sector en ese país, permitió que los cuerpos represivos costarricenses me ubicaran y me capturaran.
Estuve detenido en Costa Rica más de un año. Mi prisión, como la de todo revolucionario nicaragüense fue repudiada por el pueblo costarricense, que no puede admitir que en su país se encarcele a los que se rebelan contra la dictadura de Somoza.
En ese contexto se llevó a cabo el secuestro de una nave aérea en territorio de Costa Rica, que con cuatro técnicos norteamericanos de la United Fruit Company, fue conducida a la isla colombiana de San Andrés. Desde allí se exigió nuestra libertad -la de tres compañeros y la mía-. De lo contrario se tomarían represalias contra los norteamericanos. El gobierno de Costa Rica cedió en gran medida, pienso, porque el señor José Figueres se encontraba en la Asamblea de la ONU en Estados Unidos. Figueres se manifestó públicamente contra nuestra liberación. De Costa Rica fuimos a México y de México vinimos para Cuba, donde fuimos acogidos por la solidaridad internacionalista, propia de la Revolución Cubana.
-Para finalizar ¿qué perspectivas ve usted a la lucha del Frente Sandinista? ¿Hay Somoza para mucho tiempo?
-Soy optimista respecto al futuro de la lucha revolucionaria en Nicaragua, lo que no quiere decir que no vea las grandes dificultades, los grandes obstáculos que tenemos por delante. La lucha será larga y difícil; será sangrienta. Hemos logrado ya algunos objetivos importantes como romper el cerco que los dos partidos tradicionales tendieron al pueblo nicaragüense. El Frente Sandinista es un movimiento de masas, que ha entrado en el campesinado, no sólo donde ha operado la guerrilla sino por los diversos rumbos del país. La influencia que aún pueden conservar los partidos tradicionales es una influencia en deterioro, en total decadencia; jamás en la historia del país habían entrado esos partidos en una etapa de descomposición tan grande. La prensa internacional ha dado noticias del contubernio que planean individuos como Fernando Agüero, latifundista ganadero conservador, con el liberal Anastasio Somoza hijo.
Nosotros, al trazarnos seguir la lucha revolucionaria, nos guiamos por los principios más avanzados, por la ideología marxista, por el comandante Ernesto Che Guevara, por Augusto César Sandino. Somos conscientes de que el socialismo es la única perspectiva que tienen los pueblos para lograr un cambio profundo en sus condiciones de vida. Lo que no supone que excluyamos a personas que no piensan igual que nosotros, y aunque pensamos que la guía fundamental deben ser los principios del socialismo científico, estamos dispuestos a marchar juntos con personas de las más diversas creencias interesadas en el derrocamiento de la tiranía y en la liberación de nuestro país.
Por: Ernesto González Bermejo
Entrevista realizada en La Habana, Cuba el 1 de noviembre de 1970
Publicada en Barricada, Managua, Nicaragua, miércoles 7 de noviembre de 1979