Barricada

Moisés Absalón Pastora: Navidad

Estamos en la temporada más hermosa de todo el año. Independientemente de lo que nos haya tocado vivir, la Navidad siempre es un repaso al inventario de lo que hicimos o dejamos de hacer, de lo bueno o malo que pasó por nosotros. Por eso mismo deseo acentuar, ahora que respiramos aires Navideños, con todo lo que nos pueda representar, que celebramos que Jesús de Nazaret está de cumpleaños y que es el mejor regalo en el centro de nuestra mesa.

En esta época se suelen avivar las emociones y los sentimientos de las personas, todo empieza a verse distinto, hay mucha luz y mucho brillo, todo alrededor se viste de fiesta y de regocijo. Comienza a suceder algo especial en la atmósfera y si no se cuenta con el discernimiento que viene de Dios, fácilmente se puede caer en las trampas que retienen el espíritu especialmente en esta época donde afloran tantos sentimientos, recuerdos, caídas, levantadas, dolores, ausencias, éxitos y fracasos.

Se puede ver cómo las personas se llenan de adrenalina por ir de compras, las distintas invitaciones no se hacen esperar, el comer y el festejar parece que se convierten en lo más importante de la navidad. Unos ríen, gozan y celebran; mientras que otros se llenan de recuerdos dolorosos y su espíritu no es atrapado por el avivamiento que se da en la navidad, sino por la melancolía y la tristeza que encierra el hecho de no tener lo que se desea o a quien se desea para disfrutar como lo hacen otros de esta época de fin de año.

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De una u otra manera la época se torna emotiva, es como si se terminara no sólo el año sino una etapa de la vida, unos celebran porque fue un éxito y otros guardan la esperanza de que el año que viene las cosas sean diferentes a como se dieron en este año, es una oportunidad para dejar atrás muchas cosas y volver a empezar el 1ro de enero con una nueva perspectiva de la vida. El punto es que sin querer nos dejamos atrapar por esta época, de una manera muy sutil nos vemos envueltos en el tradicionalismo y la cultura que se ha impregnado al último mes del año.

Desde que conocí a Jesucristo he podido comprender que ningún día es más o menos importante que otro, comprendí que el enemigo utiliza sus artimañas para atrapar a las personas en creencias y costumbres que esclavizan, pude entender que para Jesús, el momento en que entregó su vida en la cruz, el día de su resurrección y nuestro nacimiento en Él, es más importante que su propio nacimiento y que Él tiene el poder de avivar el espíritu de las personas en cualquier época del año, en cualquier día y en cualquier momento.

No estoy en contra de las celebraciones que traen regocijo, paz, amor y unión familiar, pero sí estoy en contra de convertir estas celebraciones en momentos específicos porque las cosas buenas, cuando se pueden lograr, deben ser siempre y en cada instante porque debemos procurar que no exista una fecha para amar, compartir, regalar, celebrar las bendiciones de Dios o el Nacimiento de Jesús, acontecimiento del que debemos hacer una fiesta sí, pero además de su Nacimiento celebremos su resurrección, el milagro de la vida después de la muerte porque hasta eso nos concedió el Creador, pues muchos ya hemos vuelto después de morir.
Todos los días son especiales y deberíamos aprovechar todo tiempo para dar gracias a Dios por lo que nos permite disfrutar diariamente, principalmente por la oportunidad que nos da de recibirlo en nuestro corazón, ser salvos y conocerle.

No esperemos a que llegue el 31 de diciembre para trazar nuestras metas y los propósitos que queremos alcanzar, no esperemos a que llegue el 1ro. de enero para empezar a imponernos la tarea de una nueva agenda. Cada día es una bendición, una ocasión especial para un nuevo comienzo, una oportunidad llena de expectativas y la mejor de ellas es entregar nuestra vida a Jesús.

Decide dejarte avivar en esta época por el Espíritu Santo de Dios y echa fuera todo espíritu que pretenda esclavizarte y estancarte como patrocinador del odio. Abre tus ojos, quita las vendas y no te dejes atrapar por lo que es desagradable ante los ojos del Señor porque nos observa y sigue cada uno de nuestros actos. Disfruta no sólo de este mes sino de todos los meses del año, así es la vida con el Creador, todos los días con Él son fechas especiales.

En lugar de permitir que tu espíritu se corrompa con la atmósfera que los Barrabas quieren intoxicar en esta temporada, permítele a tu espíritu avivarse con el amor de Jesús. Es el día indicado para abrirle las puertas de tu corazón y dejarlo entrar, es el momento oportuno para que le entregues tu vida, tus necesidades, sueños y deseos más profundos; déjalo obrar en tu vida de una manera sobrenatural, creé en su entrega por ti en la cruz, recibe el perdón de tus pecados y prepárate para que el poder de su resurrección se haga vivo y real en ti a partir de este momento. No tienes que esperar a que llegue el nuevo año para que tu vida empiece a cambiar, tu vida cambia en el momento en que decides creerle al Señor, ya no volverás a sufrir por lo mismo y darás un giro totalmente diferente ¿quieres comprobarlo?

La Navidad es la fiesta más celebrada por la humanidad. Hasta los ateos y los enemigos de la Iglesia que Jesús construyó en cada templo de nuestro cuerpo y ser se detienen y celebran, a su manera, este acontecimiento de salvación que data desde hace más de dos mil veintiún años.

La Navidad es el recuerdo más universal y más gustado que el mundo tiene de Jesucristo. Pero, además de ser un recuerdo, la fiesta de Navidad es una acción salvadora para el hombre actual.

Es el Nacimiento del Dios inmenso y eterno que desciende a tomar la condición humana e irrumpe en el tiempo del hombre para que éste pueda alcanzarlo.

Nadie, aunque quiera, puede permanecer al margen de este misterio. El mundo entero acepta el acontecimiento del Nacimiento del Señor, como la fecha central de la historia de la humanidad: antes de Cristo, o después de Cristo.

Por eso la Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente porque es valorar la paz y la generosidad por eso solo los corazones mansos entienden la Navidad más allá de las palabras porque es cuando más pequeños debemos hacernos para que comience a crecer en nosotros el hijo de Dios y crecerá más aún en muchas familias que esta navidad estarán tristes por razones que ya conocemos.

Desgraciadamente no hallaremos palabras de consuelo para quienes lo sufre, sin embargo, el cumpleañero, Jesús de Nazaret, sabrá estar ahí, al lado de los dolientes para abrazarlos y dar fortaleza como centro de unidad en la adversidad.

Es por ello que me permito compartir tres aspectos que, en lo personal, me han ayudado mucho a celebrar estas fechas desde un punto de vista más profundo y, a la vez, igualmente festivo a pesar de los recuerdos, las ausencias y los dolores que siempre nos vuelven a la mente:

Tengamos gratitud: La gratitud es esencial; es darnos cuenta de todo lo bueno que somos y tenemos en este momento, sin necesidad de nuevos elementos externos. Si hubiese un regalo que pudiese realizar a cada uno es la invitación a practicar el poder de las gracias tan solo unos minutos. Es impresionante el efecto que genera instantáneamente en nuestro interior, cambiando nuestro nivel de energía interna y volviéndonos más contentos, agradecidos y, por supuesto, más festivos.

La generosidad: La generosidad es una consecuencia natural de la gratitud. El desafío, en este caso, es sentir que realmente estamos compartiendo algo con un valor más profundo. Comprometernos a sentirnos mejor, a entregar lo mejor de nosotros desde nuestro estado de ánimo, acordarnos de quienes no lo están pasando bien y realizar pequeños gestos de reconciliación con quienes hemos estado distanciados son hechos que, ciertamente, hacen una gran diferencia.

La responsabilidad: Tomar responsabilidad por nosotros mismos cobra especial sentido en estas fechas. Apreciar nuestra vida, celebrar por ello y cuidarnos a nosotros mismos, desde la organización de nuestros gastos personales a la realización de una celebración tranquila y sin riesgos ni excesos, son aspectos esenciales a considerar.

La Navidad es una gran oportunidad para conectarnos con nosotros mismos y reflexionar de forma sencilla en torno al verdadero espíritu que encierra esta fecha. Si pudiésemos integrar estos tres aspectos y ponerlos en práctica, ésta sería, muy probablemente, una fecha mucho más especial y con un significado más amoroso y trascendente.

Hagamos todos de esta temporada una oración por la paz que permita la reconciliación efectiva entre los nicaragüenses. Pidamos al Cristo nacido en el corazón de cada ciudadano de buena voluntad que cesen las tempestades y que otra vez la familia vuelva a ser la familia y tenga por cena en esa noche buena al amor como centro de su mesa, a Jesús de Nazaret, el gran cumpleañero.