Barricada

Diciembre victorioso: el asalto a la casa de Chema Castillo

El 27 de diciembre de 1974, hace 48 años, el Comando guerrillero “Juan José Quezada” tomó por asalto la casa de José María “Chema” Castillo, uno de los altos funcionarios de la genocida dictadura somocista. Mediante esta operación militar y política, el FSLN rompió el llamado “período de acumulación de fuerzas en silencio” y pasó a la ofensiva política y militar en todo el país, según definiciones del Comandante Carlos Fonseca Amador.

Barricada/Historia te trae un reportaje especial sobre este hecho histórico que marcó un antes y un después en la historia de la Revolución sandinista.

Los flujos y reflujos de la historia

Con la inmolación de Rigoberto López Pérez y el ajusticiamiento del primer Somoza en 1956, se había demostrado que no eran impenetrables las defensas de la tiranía somocista, impuesta por el gobierno estadounidense desde 1936, y con el nacimiento del Frente Sandinista de Liberación Nacional, la dictadura tranquilamente no volvería a descansar hasta su inexorable derrocamiento.

Las acciones del Chaparral (1959), Raití y Bocay (1963) y Pancasán (1967), entre otras, habían formado y unificado a los combatientes que decidieron, con profundidad histórica, reivindicar el estandarte rojinegro de Sandino y del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional bajo las cuatro siglas con que se firmaría la definitiva libertad de Nicaragua: FSLN.  El largo y doloroso camino hacia la liberación, que los militantes eligieron, estaba colmado de reveses y victorias. Sin embargo, la capacidad de aprender de cada etapa garantizó la fecundidad de la siguiente, para dar lugar a nuevas estrategias, que despertaran la conciencia del pueblo; a veces de forma gradual y otras de forma súbita, y a la vez asestaran fuertes golpes a las huestes oprobiosas del último Marine.

Dentro de esta espiral de flujos y reflujos, acaeció el tránsito a la inmortalidad de miembros de la Dirección Nacional como los Comandantes Julio Buitrago (1969), Óscar Turcios y Ricardo Morales Avilés (1973); el encarcelamiento de los Comandantes Daniel Ortega (1967) y José Benito Escobar (1970); y los múltiples exilios a los que era forzado el Comandante Carlos Fonseca en cada intento por reingresar al territorio nacional para continuar la lucha; entre muchos otros golpes, que había recibido el Frente Sandinista, que ralentizaron temporalmente el ascenso revolucionario, emprendido desde el nacimiento en 1961 de esta nueva vanguardia revolucionaria.

A raíz de estas desfavorables condiciones para la lucha, el Frente Sandinista tomó la decisión estratégica de pasar a una etapa de acumulación de fuerzas en silencio, que consistió en “un trabajo de penetración en distintas ciudades del país, especialmente en León, pero también en Managua, en Masaya, en Matagalpa, en Chinandega,” (Borge, 1983), desde 1970 hasta 1975:

“En ese mismo período se desarrolla en las ciudades una estructura clandestina, que da inicio a la conducción del movimiento popular. No combatíamos a menos que fuera inevitable, desarrollamos organismos intermedios como el Frente Estudiantil Revolucionario (FER), nos acercamos a los cristianos, iniciamos la organización de las mujeres, y logramos difundir los postulados sandinistas. El enemigo creía que ya no existíamos.” (Borge, 1989).

Así mismo, mediante este trabajo de penetración en barrios, mercados, fábricas, universidades, escuelas e instituciones, se identificaron cuadros, que demostraban sentir la indignación y tener la sensibilidad ante la miseria, a la que era obligado a vivir nuestro pueblo, la determinación para integrarse a la lucha y la disciplina para prepararse en las filas del Frente Sandinista como combatientes de patria libre o morir. Una vez probados, estos cuadros eran enviados a la montaña a entrenarse en las tácticas de guerra de guerrillas, de las que Sandino había sido pionero y a vincularse estrechamente con la vida campesina, que sufría abandono y ultrajes aún más atroces, que a los que eran sometidos los obreros y artesanos de la ciudad. De esta captación de cuadros se nutrieron también escuadras militares urbanas, que operaron de forma ofensiva-defensiva en las principales ciudades donde tenía mayor presencia el Frente Sandinista.

El Asalto

1974. La Dirección Nacional había decidido rescatar a la constelación de cuadros, que se encontraban prisioneros en las mazmorras del somocismo. En palabras del Comandante Carlos, era imprescindible su rescate “por elementales razones de solidaridad y porque contribuía a fortalecer la unidad interna. Además, los cuadros eran valiosos, necesarios para la continuidad del trabajo.” (Borge, 1989).

Tras descartar una fuga por temor a la traición de algunos guardias reclutados, el siguiente plan surgió de una discusión nocturna entre los Comandantes Tomás Borge y Pedro Aráuz Palacios, donde “Federico” propuso una idea que coincidía con otra mencionada anteriormente por el Cmdte. Carlos Fonseca: tomar una embajada en plena recepción, es decir, en medio de alguna celebración, que acostumbraban realizar los funcionarios de la dictadura y los cuerpos diplomáticos.

En los primeros días de octubre de 1974, se había seleccionado meticulosamente y reunido en una finca ubicada en las Nubes, El Crucero, a la mayoría de los miembros del Comando “Juan José Quezada”, nombrado así en honor a uno de los mártires del 18 de septiembre de 1973. La finca se consiguió bajo la mampara de un matrimonio convencional, papel asumido por Charlotte Baltodano y Leonel Espinoza. A cada miembro se le asignó un número en lugar de su nombre. “Cero” fue el pseudónimo para el jefe político y militar de la acción, Cmdte. Eduardo Contreras, encargado además de la formación en historia de los miembros, ya que era conocido por su obsesión con el análisis de nuestras raíces. Los miembros del comando se entrenaron en arme y desarme, táctica militar a nivel de compañía y de guerra de localidades, y recibieron un intenso entrenamiento físico. El jefe de entrenamiento fue el Cmdte. Borge. Para noviembre, las tres escuadras del Comando estaban listas, dando continuidad a su entrenamiento mientras se daba la oportunidad de desarrollar la acción guerrillera.

El 27 de diciembre, cerca del mediodía, escucharon en la radio la desagradable voz de Laszlo Pataky, dueño de El Clarín, hablar sobre una recepción en homenaje al embajador norteamericano Turner B. Shelton en casa de José María Castillo Quant, uno de los ministros más allegados a Somoza. Esa misma noche procedieron a alquilar dos taxis y apoderarse de ellos para movilizarse a Los Robles, donde se realizaba el evento. Al llegar al punto, y asegurándose que se hubiese retirado el embajador estadounidense, “Cero” fue el primero en arrojarse en dirección de la casa y abrir fuego de manera audaz. En formación de semicírculo avanzaron disparando hasta reducir a los que guardaban la entrada. Hilario Sánchez logró abrir la puerta principal a empujones. Róger Deshón fue herido de bala en la clavícula e inmediatamente atendido por la sanitaria del comando, Olga Avilés. Germán detectó que detrás de un vehículo parqueado en la acera de enfrente, se encontraba un tirador recargando. Aprovechó esta ventana de tiempo y corrió hacia el vehículo para diezmarlo en su posición.

Una vez adentro y tras decepcionarse por que los primeros rehenes que encontraron no parecían ser suficientemente importantes, Chema Castillo presentó resistencia y cayó ante el fuego del Comando. Posterior a otro tiroteo con elementos de la guardia genocida que intentaban ingresar, lograron identificar a algunos miembros de gran relevancia para la dictadura somocista, quienes les sirven de pieza para negociar y conseguir los objetivos fundamentales de la operación: la difusión de dos comunicados dando a conocer los objetivos del Frente Sandinista y denunciando las atrocidades de la dictadura, la obtención de un millón de dólares aunque inicialmente eran cinco millones, la liberación de los hermanos José Benito Escobar, Daniel Ortega, Lenin Cerna, Carlos Guadamuz, Julián Roque, Oscar Benavides, Alí Rivas Vallecillo y Jacinto Suárez, y un avión para conducirlos a Cuba, donde les esperaba el Comandante Carlos, entre otras demandas reivindicativas de las necesidades del pueblo.

Estos cuadros liberados dieron continuidad a su labor revolucionaria y tuvieron un papel fundamental en las acciones que llevaron al triunfo definitivo en julio de 1979 y la subsecuente construcción de la Nicaragua libre: Leopoldo Rivas en el Frente Occidental Rigoberto López Pérez, Lenín Cerna en Chinandega junto a Jorge Sinforoso Bravo, Oscar Benavides en la heroica Columna Jacinto Hernández, Julián Roque Cuadra en Zelaya Central, Manuel Alí Rivas Vallecillo en el Frente Norte Carlos Fonseca, Jacinto Suárez como representante del FSLN en Cuba, Panamá, México y Honduras e integrado en la ofensiva final a su retorno, y el Comandante Daniel Ortega Saavedra en el Frente Norte Carlos Fonseca y Frente Sur Benjamín Zeledón, miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y actual Presidente de la República de Nicaragua.

Finalmente, llegó el bus que los llevaría al aeropuerto. Revisaron el bus y una vez asegurado, salieron uno a uno con un rehén cada miembro del comando: Eduardo Contreras, Joaquín Cuadra, Hugo Torres, Germán Pomares, Javier Carrión, Róger Deshón, Leticia Herrera, Olga Avilés, Eleonora Rocha, Ornar Hallesleven, Hilario Sánchez, Juan Antonio Ríos y Félix Pedro Picado. A lo largo del camino fueron vitoreados por una multitud niños, mujeres y hombres, por primera vez mostrando abiertamente y sin reservas ni temores su apoyo a aquel puñado de hombres y mujeres que devolvían la esperanza de un luminoso porvenir y la certeza que la tiranía era abatible:

“Nos saludaban con sus manos blancas, porque la cal estaba encima de las pieles oscuras. En los ojos de los albañiles había una luz que se fue con nosotros y nos acompañó en el combate de los días siguientes. ¡Qué recompensa! Ellos viven. Nosotros vivimos.” (Borge, 1989)

Las mujeres dentro del Frente Sandinista

Esta acción impulsó y visibilizó el creciente involucramiento de la mujer en el plano político-organizativo como en el militar, coherente con la emblemática participación de Conchita Alday en la Columna Occidental en 1927, Teresa Villatoro y Blanca Aráuz en el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, Gladys Báez en Pancasán, y Luisa Amanda Espinoza en León.  Eleonora Rocha, una de las tres mujeres que participaron en el Comando Juan José Quezada, rememora esta histórica hazaña de la que orgullosamente formó parte:

“Las mujeres dentro del Frente Sandinista tuvimos diferentes etapas de participación, comenzando con las actividades domésticas y culminando con la participación en acciones militares como la acción militar en la que yo participé. Además de participar en el aspecto organizativo, de logística, también en el aspecto de la propaganda y la proyección de la organización, y en el aspecto político-militar y conspirativo. Yo me siento, a decir verdad y sin negar lo que uno ha sido a lo largo de su hoja de vida, me siento muy orgullosa, y me voy a sentir siempre muy orgullosa de haber participado en las estructuras del Frente Sandinista y dentro del Frente Sandinista en un operativo que trascendió las fronteras de Nicaragua y que dio a conocer al mundo la fortaleza de una organización tan nacional como es el Frente Sandinista.”

Un levantón moral para la montaña

El impacto de esta acción fue colosal para la moral de los combatientes que pasaban penurias en la construcción y tejido de una base social y de un frente guerrillero en la montaña. El Comandante Omar Cabezas, en ese momento encargado de la radio y de dar seguimiento a las noticias que llegaban de la ciudad, en su momento relató:

“[…] Y salen los comunicados. ¡Hijueputa! decíamos nosotros, a güevo pasaron el comunicado. Así los queríamos tener, cabrones… era una euforia en el campamento, fue alegrísimo, las pobres postas cuando les llegabas a dejar la comida… «¿qué fue hermano?, contame…» Y te ponías a contarle todo, pero eso era prohibido, y te volvías… «contame más, más», «no, en la tarde te cuento…» Hasta que salen los compañeros… no me acuerdo si tiramos tiros, si hicimos descargas… la cosa es que para nosotros el 27 de diciembre fue un levantón moral extraordinario, gozamos en puta porque salió al mundo la denuncia de todos los asesinatos de campesinos habidos en la montaña, los nombres donde habíamos andado nosotros, Zinica, Waslala, sentíamos que ya no estábamos solos, que se estaban haciendo famosos los nombres donde andaba la guerrilla, que estaba siendo denunciada la represión que había en la montaña.” (Cabezas, 1982.)

Salto cualitativo y cambio de paradigma

La acumulación de fuerzas en silencio había asegurado para la montaña un sustancioso número de cuadros formados en lo ideológico y político-militar, una creciente red de colaboradores y buzones, corazones armados y expectantes por pasar a una nueva modalidad de lucha. El asalto a la casa de Chema Castillo fue precisamente el banderillazo para pasar a la ofensiva, el cambio de paradigma en la estrategia del Frente Sandinista tras cinco largos años, tal y como narra el Comandante Francisco “El Zorro” Rivera Quintero:

“A finales del año 1974 conocimos en la montaña una orden que venía de Managua, […]. Se nos mandaba a prepararnos de manera acelerada para estar en capacidad de emprender operaciones ofensivas contra el enemigo a partir del mes de enero de 1975, porque allá abajo iba a ocurrir algo grande. Ese algo grande, que entonces no se nos dijo en qué consistía, iba a ser nada menos que la toma de la casa de Chema Castillo.

[…] La noticia del golpe espectacular en Managua, cuando la conociéramos por la radio, sería la campanada de aviso para que nosotros nos movilizáramos a la ofensiva. Si uso la palabra grande para hablar de esas concentraciones, es pensando en que íbamos a usar todas las fuerzas disponibles para entonces en la montaña, aunque no fueran muchas: ya estaba allí la mayor parte de la gente entrenada en Cuba, los estudiantes y obreros que habían subido del Pacífico, y teníamos a los campesinos preparados como combatientes en las escuelitas. Y además, ya contábamos con algunas armas de guerra y una regular cantidad de municiones almacenadas en los buzones. Entonces, una vez que conocimos la acción que se había dado en Managua y el éxito inmenso que tuvo, porque se logró sacar de las cárceles a todos los prisioneros sandinistas, entre ellos a Daniel Ortega, y se obligó a Somoza a entregar un millón de dólares, nosotros cumplimos con la parte que nos tocaba.” (Rivera, 1989).

La superioridad moral del Sandinismo

Dentro de los preceptos que rigen la filosofía y accionar del militante sandinista, el Comandante Carlos Fonseca Amador hace especial hincapié en la descomunal superioridad moral, la superioridad de la justeza de la causa, cimentada en la certeza que la razón está de parte de los explotados. Esta cualidad cardinal de la causa sandinista fue decisiva para el arrojo, audacia y convicción que materializaran una acción tan temeraria:

“Es tal superioridad la que explica que el enemigo, pese a que ha utilizado todos los medios de que ha dispuesto, no ha podido liquidar la fuerza popular en el curso de más de 40 años de represión, igualmente, ha sido incapaz de detener el crecimiento de la fuerza popular con las persecuciones que se intensifican año tras año desde 1956 hasta el año actual.” […] “Hay que remitirse a esta superioridad moral, probada hasta la reiteración previamente, para comprender cómo el 27 de diciembre de 1974, una escuadra de doce hombres precariamente armados, reduce a la impotencia al enemigo somocista que dispone de gran poder económico y de un poder militar que incluye miles de hombres, cañones, tanques, aviones, etcétera.” (Fonseca, 1975).

Es esta misma cualidad la que ha garantizado que nuestro pueblo, con el Frente Sandinista y el Comandante Daniel Ortega a la vanguardia, sea capaz de vencer a lo largo de la historia los más crudos embates del imperialismo. Incontables han sido sus intentos por desaparecer cualquier rastro de la gesta sandinista: las torturas de los manuales de inteligencia yankee, las catacumbas del somocismo, la cruenta guerra impuesta por una década posterior al triunfo de la revolución, el oscurantismo de los dieciséis años de neoliberalismo, y más recientemente los laboratorios de guerra psicológica como el intento de golpe fallido, del que nuevamente salió victorioso nuestro pueblo. Ante todas estas adversidades ha prevalecido la convicción de la victoria, la disciplina inclaudicable del militante y la unidad en torno a los principios revolucionarios, todo ello alimentado por el ejemplo imperecedero de nuestros héroes y mártires, y el profundo amor a la patria, la paz y el trabajo del pueblo nicaragüense.

No habrá fuerza técnica ni humana capaz de detenernos.

Patria Libre o Morir.

Fuentes

  1. Borge Martínez, Tomás. 1983. Apuntes iniciales sobre el FSLN. Managua, Nicaragua : Ediciones Dirección Política Ministerio del Interior.
  2. Borge Martínez, Tomás. 1989. La paciente impaciencia. La Habana, Cuba : Fondo Editorial Casa de las Américas.
  3. Cabezas Lacayo, Omar. 2008. La montaña es algo más que una inmensa estepa verde. La Habana, Cuba : Fondo Editorial Casa de las Américas.
  4. Fonseca Amador, Carlos. 1985. Bajo la Bandera del Sandinismo. Managua, Nicaragua: Editorial Nueva Nicaragua.
  5. La toma de la casa de Chema Castillo; la gesta que mostró que Somoza no era invencible: https://www.youtube.com/watch?v=CEYyyFDLFIk&ab_channel=El19Digital
  6. Rivera Quintero, Francisco. 1989. La Marca del Zorro: Hazañas del comandante Francisco Rivera Quintero. Managua, Nicaragua