La frase “industria de los derechos humanos” refiere a un sistema internacional de instituciones y organizaciones dominado por las oligarquías norteamericanas y europeas. Ellas controlan las corporaciones y gobiernos que financian la producción informática sobre los derechos humanos principalmente de parte de las organizaciones no gubernamentales, tanto internacionales como nacionales. El producto de la industria incluye falsas creencias, deshonestos pretextos y espurios precedentes para servir las necesidades de la política exterior de los poderes occidentales. El mercado para la comercialización del producto consiste de las instituciones internacionales de derechos humanos, los medios internacionales de información, incluyendo el sector académico y el sector no gubernamental, y los mismos gobiernos norteamericanos y europeos.
En un sentido, la industria de derechos humanos demuestra otra manera más en que el capitalismo occidental comercializa el sufrimiento humano con el fin de consolidar y, donde posible, aumentar el poder, influencia y control de su sistema en todo el mundo. Además, es un componente clave de la constante despiadada guerra psicológica para promover un cambio de régimen contra los gobiernos que defienden la soberanía de sus países y resisten las imposiciones y exigencias de Occidente. También, la actuación de la industria de derechos humanos es otro síntoma del colapso moral e intelectual de la cultura occidental en una perversa celebración del engaño, la mentira y la injusticia como su forma preferida de manejar las relaciones internacionales.
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La industria en su corrupta forma moderna se ha desarrollado desde el fin de la guerra fría con la disolución de la Unión Soviética, lo cual quitó del escenario institucional internacional la principal fuerza que defendía los derechos sociales y económicos de los pueblos. De allí, el sistema internacional de derechos humanos reducía su enfoque a concentrar casi exclusivamente en los derechos civiles y políticos. Y esto permitía a las elites occidentales imponer la idea de que la supuesta democracia electoral con economía de mercado libre de sus países es el modelo político y económico que todo el mundo debe de adoptar. Así que desde 1990 hasta 2011 fue la estrecha y limitada visión occidental de los derechos humanos que dominaba las relaciones internacionales.
El cinismo e hipocresía de esa visión se demostró repetidamente desde las crisis en Rwanda y Somalia hasta el bombardeo de Serbia en los años 1990s, las guerras en Georgia y el Líbano de 2006, el golpe de estado en Honduras de 2009, las ofensivas de los gobiernos occidentales en Libia, Siria y Costa Marfi de 2011, y el golpe de estado en Ucrania de 2014. Durante todo este período no ha habido ninguna defensa eficaz de parte de la industria de derechos humanos de los pueblos de Cuba o de Palestina contra sus agresores. En África, prácticamente se ha hecho invisible el papel de los poderes imperialistas en las terribles guerras del Congo o de Yemen. En América Latina, mientras la industria de derechos humanos ataca de manera insistente y agresiva a Cuba, Nicaragua y Venezuela, siempre trata de manera suave los abusos de los derechos humanos por los gobiernos afines a los Estados Unidos y sus aliados.
La estructura de la industria de derechos humanos consiste de organizaciones a nivel nacional que suministran la materia prima en la forma de reportes sobre abusos y violaciones de los derechos humanos. Lo pueden hacer directamente a las instituciones internacionales como el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas o la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU o pueden hacer representaciones a las entidades regionales como la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos. Las organizaciones nacionales también tienden a trabajar estrechamente con las organizaciones no gubernamentales internacionales como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o la Federación Internacional de Derechos Humanos, entre otras.
Se vio esta maquinara en operación en Nicaragua durante el fallido intento de golpe de 2018. Las más notorias organizaciones locales aquí eran el CENIDH de Vilma Nuñez, la ANPDH de Alvaro Leiva y la CPDH de Marcos Carmona. Las misiones de la CIDH y la OACDH de la ONU pusieron atención casi exclusivamente al testimonio facilitado por estas organizaciones financiados por los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea y sus satélites no gubernamentales. No tomaron medidas para corroborar ese testimonio y excluyeron información suministrado por las autoridades nacionales o municipales. Boicotearon la Comisión por la Verdad, la Justicia y la Paz establecida por nuestra Asamblea Nacional. Ocuparon la cínica excusa de que los crímenes terroristas de la oposición caíe afuera de su mandato por ser crímenes comunes. Sin embargo, cuando se procesaron esos mismos criminales terroristas, la industria de derechos humanos montaba una campaña para liberarlos por ser, alegaban, presos políticos.
Las élites norteamericanas y europeas ejercen este tipo de desmedida influencia y indebido control en el sistema internacional de derechos humanos, por medio del financiamiento directo y en parte por cooptar las y los funcionarios que lo administran. Si uno estudia la composición de las juntas directivas de las principales ONGs de derechos humanos, es sorprendente la gran cantidad de sus miembros que tienen una trayectoria en entidades, sean éstas con o sin fines de lucro, esencialmente sucursales de las grandes corporaciones occidentales. Por otro lado, el financiamiento de todas estas organizaciones viene de las entidades sin fines de lucro de las grandes corporaciones como las fundaciones Rockefeller o Ford, el red de marca Open Society del señor George Soros. También se financian por medio de organizaciones ligados a los gobiernos de sus países como la Fundación Nacional por la Democracia (NED) o también directamente de parte de gobiernos como el de los Estados Unidos o de la Comisión Europea y los gobiernos miembros de la Unión Europea..
En todos los países que resisten la voluntad de las elites occidentales se ha confeccionado y promovido falsa información por medio de las ONGs locales de derechos humanos que en muchos casos forman parte de la oposición política de sus respectivos países. Esto ha sido el caso desde Nicaragua y Venezuela, a Haití y Bolivia, a Libia, Siria e Irán y hasta países asiáticas como Myanmar y Tailandia. La profundamente anti-democrática cultura occidental acepta sin críticas la falsa información procedente de fuentes políticamente sesgadas. No corroboran con fuentes independientes. Ignoran las versiones disponibles que contradicen su versión preferida y ocupan un marco teórico obsoleto que les permite ignorar ataques terroristas contra los gobiernos que quieren condenar.
Este ha sido la siniestra metodología acostumbrada para atacar a los gobiernos progresistas y revolucionarios en América Latina y alrededor del mundo. Y aunque la estructura de la industria de derechos humanos ha sido claramente definida durante mucho tiempo, en años recientes las falsas modalidades de su operación han ido contaminando a otras áreas de las relaciones internacionales, especialmente las instituciones internacionales del sistema de la Naciones Unidas. Se trata de instituciones como la Organización Internacional de Trabajo, la Alta Comisión de las Naciones Unidos para Refugiados, la Agencia Internacional de Energía Atómica, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas.
Todos estos y otros foros que traten de temas de interés internacional son campos de batalla donde las elites occidentales buscan extender su influencia y control para agredir a países que defienden su soberanía. Se ha usado ACNUR para atacar a Venezuela y Nicaragua en el tema de los refugiados. Durante muchos años Estados Unidos y la Unión Europea han abusado su influencia en la AIEA para atacar a Iran y de igual manera han manipulado la OPAQ para atacar a Siria. El representante de Nicaragua explicó la verdad esencial al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en marzo del año pasado 2022 cuando dijo que Nicaragua
“…quiere referirse a la forma en que instancias y organizaciones internacionales, como este Consejo, valoran la aplicación de los Derechos Humanos de manera dispar entre los países, siendo permisivos y tolerantes con las barbaries que cometen las potencias, e irracionales con aquellos países en vías de desarrollo, como Nicaragua.
Esta valoración desigual, se presta a la manipulación e instrumentalización de los Derechos Humanos para otros fines y pretensiones hegemónicas, derivados de intereses económicos y políticos de los países imperialistas, que afecta la dignidad y soberanía de los pueblos que buscan labrar su propio destino, sin ningún interés foráneo.
El enfoque de la promoción y desarrollo de los Derechos Humanos, que este organismo internacional debe impulsar, es la aplicación y fortalecimiento de esos Derechos, en el marco del respeto de la identidad, soberanía y desarrollo histórico de cada país, sin perder de vista la universalidad de los Derechos Humanos, contenidos en las declaraciones, resoluciones, acuerdos y mandatos adoptados, que ponen especial énfasis en la fuentes de obtención de la información para su análisis, la cual debe ser imparcial y objetiva.”
De la misma manera, Nicaragua con el Presidente Comandante Daniel y la Vice Presidenta Compañera Rosario al frente, seguirá defendiendo la dignidad nacional y la soberanía del país como hizo Sandino, Blanca Aráuz y todas y todos los héroes y mártires de la nación.