Barricada

Monseñor Romero, el Santo de América

El 24 de marzo de 1980, hace 43 años, fue asesinado en la capital de El Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Fue un sacerdote católico salvadoreño y arzobispo metropolitano de San Salvador, conocido por sus prédicas en defensa de la dignidad de los seres humanos, sobre todo los más desposeídos.

Monseñor Romero, nació en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, el 15 de agosto de 1917, día de la Asunción de la Virgen María. Desde pequeño fue conocido por su carácter tímido y reservado, su amor a lo sencillo y su interés por la comunicación. A muy temprana edad, sufrió una grave enfermedad que le afectó notablemente en su salud.

Desde su infancia, manifestó sus deseos por convertirse en sacerdote, lo que lo llevó a ingresar al Seminario Menor de San Miguel. A pesar de los problemas económicos que pasaba la familia para mantenerlo en el seminario, avanzó en su idea de entregar su vida al servicio de Dios y del pueblo.

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Estudió con los padres Claretianos en el Seminario Menor de San Miguel desde 1931 y posteriormente con los padres Jesuitas en el Seminario San José de la Montaña hasta 1937. Fue elegido para ir a estudiar a Roma y completar su formación sacerdotal y seguramente su elección se debió a la integridad espiritual e inteligencia académica manifestada en el seminario.

Regresó a El Salvador en agosto de 1943. Su primera parroquia fue Anamorós en el departamento de La Unión. Pero poco tiempo después, fue llamado a San Miguel, donde realizó su labor pastoral durante aproximadamente 20 años.

El padre Romero era un sacerdote sumamente caritativo y entregado. No aceptaba obsequios que no necesitara para su vida personal. Dada su amplia labor sacerdotal fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y ocupó el mismo cargo en el Secretariado Episcopal de América Central.

El 25 de abril de 1970, la iglesia lo llamó a proseguir su camino pastoral elevándolo al ministerio episcopal como Obispo Auxiliar de San Salvador. Esos años como auxiliar fueron muy difíciles para Monseñor Romero. No se adaptaba a algunas líneas pastorales que se impulsaban en la arquidiócesis y además lo aturdía el difícil ambiente que se respiraba en la capital.

Luego de muchos conflictos en la Arquidiócesis, la sede vacante de la Diócesis de Santiago de María fue su nuevo camino. El 15 de octubre de 1974 fue nombrado obispo de esa Diócesis y el 14 de diciembre tomado posesión de la misma. Monseñor Romero se hizo cargo de la Diócesis más joven de El Salvador en ese tiempo.

En junio 1975 se produjo el suceso de «Las Tres Calles», dónde un grupo de campesinos que regresaban de un acto litúrgico fue asesinado sin compasión alguna, incluso a criaturas inocentes.

El informe oficial hablaba de supuestos subversivos qué estaban armados; las «armas» no eran más que las biblias que los campesinos portada abajo de sus brazos.

En ese momento, lo sacerdotes de la diócesis, sobre todo los jóvenes, pidieron a Monseñor Romero que hiciera una denuncia pública sobre el hecho y que acusara a las autoridades militares del siniestro.

Los amigos ricos que tenía era los mismos que negaban un salario justo a los campesinos; esto le empezó a incomodar, la situación de miseria estaba llegando muy lejos como para quedarse esperando a una solución de los demás. La situación se agudizó y las relaciones entre el pueblo y el gobierno se fueron agrietando.

En medio de ese ambiente de injusticia, violencia y temor, Mons. Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977 y tomó posesión el 22 del mismo mes, en una ceremonia muy sencilla.

En el transcurso de su Ministerio Arzobispal, Mons. Romero se convirtió en un implacable defensor de la dignidad de los seres humanos, sobre todo los más desposeídos; esto lo llevaba a emprender una actitud de denuncia contra la violencia, y sobre todo a enfrentar cara a cara a la dictadura.

A raíz de esa actitud de denuncia, Mons. Romero comenzó a sufrir una campaña extremadamente agobiante contra su ministerio arzobispal, su opción pastoral y su personalidad misma. Cotidianamente eran publicados en los periódicos más importantes, editoriales, campos pagados, anónimos, etc., dónde se insultaba, calumniaba, y más seriamente se amenazaba la integridad física de Mons. Romero.

Resultado difícil entender en el ambiente salvadoreño que un hombre tan sencillo y tan tímido como Mons. Romero se convertirá en un implacable defensor de la dignidad humana y que su imagen traspasara a la Frontera nacionales por el hecho de ser: «voz de los sin voz».

Uno de los hechos que comprobó inmediato peligro qué acechaba sobre la vida de Mons. Romero fue el frustrado atentado dinamitero en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en febrero de 1980, el cual hubiera acabado con la vida de Monseñor Romero y de muchos fieles que se encontraban en el recinto de dicha Basílica.

El domingo 23 de marzo de 1980, monseñor Romero pronunció su última homilía, la cual fue considera por algunos como su sentencia de muerte. debido a la dureza de su denuncia: «En nombre de Dios y de este pueblo sufrido… Les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡CESE LA REPRESIÓN!».

Ese 24 de marzo de 1980 monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdamez fue asesinado de un certero disparo, aproximadamente a las 6:25 p.m., mientras oficiaba la Eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia, exactamente al momento de preparar la mesa para recibir el Cuerpo de Jesús. Fue enterrado el 30 de marzo.

El equipo de Barricada/Historia, en conmemoración al 43 aniversario de la muerte de Mons. Romero, vilmente asesinado, les propone la lectura de algunos fragmentos de artículos publicados en la versión impresa de nuestro diario.

Tres días de duelo

Extracto de Barricada, versión impresa, martes 25 de marzo de 1980

Estupor, indignación y solidaridad ha provocado en nuestro país el asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez, Arzobispo de San Salvador. […]

Inmediatamente después que se tuvo certeza del abominable hecho, la JGRN convocó a sus miembros a una reunión de urgencia y emitió un Decreto por el cual establece tres días de duelo nacional en el país.

El decreto fue dado a conocer minutos después de aprobado y dice textualmente:

LA JUNTA DE GOBIERNO DE RECONSTRUCCION NACIONAL DE LA REPUBLICA DE NICARAGUA.

CONSIDERANDO:

Que el día de hoy fue vil y cobarde mente asesinado Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, quien había venido sosteniendo una Valiente y hermosa lucha en favor de los intereses de Los Humildes y explotados de su país.

CONSIDERANDO:

Que monseñor Romero defendió hasta las últimas consecuencias el derecho de su pueblo a la liberación, y que quienes mandaron a asesinarlo no son sino enemigos de ese mismo pueblo […]

CONSIDERANDO:

Que monseñor Romero Fue fiel a la idea de un verdadero y profundo cambio en Su patria y denunció todo intento de frustrar los anhelos de su pueblo, al que dedicó todo su amor, y por el que entregó su vida.

CONSIDERANDO:

Que la vida de monseñor Romero es un ejemplo para Centroamérica y para todo nuestro continente y que su actitud debe comprometer a todos los hombres honestos y amantes de la justicia y de la verdadera libertad.

DECRETA:

1.- Declárase duelo nacional en todo el territorio de la República, el cual deberá observarse durante tres días. En todo este tiempo, la bandera nacional deberá permanecer izada a media asta en todos los edificios públicos, escuelas, cuarteles militares y demás lugares del país. […]

Dado en la ciudad de Managua, a los 24 días del mes de marzo de 1980, AÑO DE LA ALFABETIZACION.

JUNTA DE GOBIERNO DE RECONSTRUCCION NACIONAL

BARRICADA en San Salvador

PUEBLO CONCENTRADO EN LA BASILICA

EL SALVADOR […].- A las diez de la mañana el centro de la capital salvadoreña presentaba un ambiente de desolación. Las calles están vacías y parece que fuera un día domingo.

De pronto, la circulación de los automóviles se ha detenido, y aunque un alto porcentaje de las tiendas abrió, los empleados se encuentran en la puerta de los establecimientos comentando la situación.

Esta mañana recorrimos el mercado municipal en donde el pueblo asistió muy temprano a provisionarse de alimentos. Todo mundo comenta el horrendo crimen en la persona de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Los consumidores han asistido al mercado pero no a las tiendas que a las diez de la mañana están totalmente vacías. […]

La basílica de El Salvador ese lugar dónde esta mañana será velado el cuerpo de monseñor Romero. A las 9 de la mañana una fila de tres cuadras esperaba por el traslado del cadáver del querido mártir salvadoreño, qué será visto por todos.

La Basílica está rodeada por el pueblo.

En la Catedral está siendo transmitida en los altos parlantes la última homilía de Monseñor Romero. Una gran cantidad de pueblo se está congregando alrededor de la Catedral.

De los barrios de la ciudad han empezado a trasladarse grupos de personas hacia la Basílica. La situación es de expectación y aún no se sabe lo que ocurrirá en la capital durante las próximas horas.

Se forman igualmente grupos en las esquinas a comentar la situación. A medida que avanza la mañana el país ha entrado en una paralización progresiva. Todos se están concentrando en la Basílica de la capital salvadoreña. […]

Un pastor fiel a su pueblo

«Como pastor no puedo dejar mi acompañamiento al pueblo, constituye para mí un valioso aliento y me anima considerablemente a aceptar con el pueblo los riesgos del momento».

Lo anterior es un párrafo de una carta de Monseñor Oscar A. Romero, Arzobispo del Salvador al padre Miguel d’Escoto, Ministro del exterior de Nicaragua respondiendo así a una anterior carta del 15 de febrero, donde en nombre de la Junta de Gobierno de Reconciliación Nacional y de la Dirección Nacional del Frente Sandinista, se le ponía a la orden a Monseñor Romero para cualquier necesidad e incluso para recibirlo en el país, pues se sabía que estaba en la mira de los asesinos.

Entrevistado está mañana el padre d’Escoto sobre la muerte […] dijo: «Monseñor Romero murió como corresponde morir a un seguidor de Cristo en la circunstancia de Crimen y opresión que vive su pueblo» […]

Introducción y digitalización por: Enmanuel Soza