Barricada

Moisés Absalón Pastora: ¿Qué moral tiene el imperio?

Se fue Kevin Sullivan, a lo mejor es el último embajador del imperio aquí en Nicaragua, porque para qué sirve quien no genera amistad y lo único que hace es desestabilizar donde llega, si el gobierno ante quien se acredita no piensa como el suyo.

Se fue Kevin Sullivan ya no hacía nada porque misil que lanzaba contra nuestro país era misil que caía por la dignidad antiaérea de nosotros los verdaderos nicaragüenses pues hay algunos que se fueron en un avión al que todavía le quedan muchos asientos vacíos.

Se fue Kevin Sullivan sin nadie que lo despidiera porque los títeres que podían hacerlo ya no están aquí, están allá en Estados Unidos, esperándole para los debidos reclamos de quienes fueron masticados, utilizados y ahora escupidos como cualquier bagazo expulsado por los yanquis que se enredaron con “líderes” de barro que ofrecieron al Tío Sam poner a la patria de Rubén, Zeledón y Sandino como una estrella más en esa odiada de barras y estrellas, pero no pudieron ni podrán.

Se fue Kevin Sullivan, enviado por Donald Trump, sin pena ni gloria, porque Daniel, Rosario, el Frente Sandinista y el pueblo, que es la base fundamental de la revolución, defendimos la paz que tenemos pese al terrorismo criminal desatado por ese edificio que está frente a las «Piedracitas».

Se fue Kevin Sullivan humillado por nuestra sabiduría, por la fuerza de nuestra razón y con la cola entre las patas porque en síntesis otra vez el yanqui fue derrotado por el legado de sandino y por el espíritu del sandinismo.

Se fue Kevin Sullivan como una referencia para el mundo de que la dignidad de una nación nada tiene que ver con su tamaño, que puede ser pequeña como la nuestra, pero su razón un gigantesco poder que duerme serpientes, doma hienas, ahoga pirañas, aplasta alacranes y de paso se da el lujo de mandar de vuelta, a la gusanera o cucarachero que los amamantó, todo el odio que representan esos animales que no son otra cosa que la imagen putrefacta de un pretendido super poder que es no solo enemigo de los nicaragüenses, sino que el enemigo de la humanidad, el que existe solo en función de la más perversa maldad. Estados Unidos, el imperio norteamericano, no se cansa de agredir a los nicaragüenses como igual a todo el mundo. Por sus pistolas se le ocurrió que es el presidente del planeta, que es el dueño de horca y cuchillo, que puede hacer de la dignidad de cada quien un trapo de lampazo y pasarlo por dónde se le ronque porque así es como funciona su “democracia y su justicia”.

Ya sabemos que la relación imperial con Nicaragua es fatal, como lo ha sido con Cuba, como lo es con Venezuela, como lo fue con Bolivia donde consumaron un golpe de estado que tuvo por respuesta un contra golpe cívico para recuperar su propio destino y lo hace contra todo aquel que piense distinto a su decadencia porque en su mundo no calza la existencia de gobiernos modernos y visionarios que actúan y hacen por sus pueblos.

¿La pregunta en todos estos casos es y qué autoridad moral tiene el imperio norteamericano para sancionarnos, para agredirnos, quien le dijo al viejito senil de Joe Biden, que no sabe ni por dónde camina o a sus antecesores que ellos fueron electos para ser presidentes, policías y jueces de un mundo que realmente los repulsa hoy más que nunca?

La autoridad moral es la ecuación de la coherencia entre el hacer y el ser y es el acabado final de una práctica efectiva de los valores y las decisiones libres y racionales.

La autoridad moral no se alcanza por decretos, ni presiones externas, menos por imposiciones, castigos y agresiones, sino por la coherencia entre el decir y el hacer y en consecuencia la autoridad moral no puede ser fabricada ni exigida por quienes como el imperio norteamericano nunca la tuvo ni la tendrá, sobre todo ahora que su imagen sigue en caída libre

La autoridad moral no manda, no impone, no dicta, ni sanciona porque su papel es el de encarnar un ideal, es el de inspirar, es el de convertirse en un espejo en el cual todos quieran verse porque el reflejo que de ella se desprende es el del respeto como paradigma, pero de ninguna manera es la representación de un guardia que a base de culata te empuja hacia donde habita la negación de lo que un individuo o una sociedad rechaza por ir contra sus propios valores y eso es lo que el inmoral imperio quiere hacer con nosotros.

La autoridad moral es una energía que estimula el compromiso de los buenos propósitos por el bien común y quien conspira contra eso se convierte en una amenaza extrema y eso es lo que ahora son los Estados Unidos para la gran mayoría de este mundo que correctamente identifica en el imperio a la más grande amenaza contra el planeta.

Nicaragua es un país pequeño que ha sido empobrecido por el saqueo del imperio y porque sus lacayos nacionales a lo largo de la historia lo han permitido y facilitado y eso duele e indigna porque siempre hechores y consentidores, que tienen igual cuota de responsabilidad, se han coludido para negarnos la paz, que estable y duradera, nos conduzca al desarrollo y en esa mezquina cobardía está un imperio decadente que mientras se convierte en un muro para que pueblos como el nuestro vayan a la prosperidad nos quieren dar clases de democracia cuando su propia sociedad es víctima del establishment dictatorial que erigió todo el poder que ostenta con los tesoros y riquezas de países que como Nicaragua resiste con dignidad atropellos que ya encontraron su detente.

El imperio norteamericano es de los que piensa que a él no se le discute, se le obedece; Para él sus “sus órdenes se acatan” y punto y bajo este esquema la dirigencia imperial y su estructura de gobierno se constituyó en el más grande poder erigido en la historia humana y no hay duda de eso. Su capacidad económica, política y militar, no tiene par. Nunca existió en la historia algo similar, ni siquiera la Alemania Hitleriana lo fue, y seguramente el día que Estados Unidos caiga como imperio porque ya es decadente -lo cual quizá no esté tan lejos- no es seguro que pueda repetirse algo igual porque la humanidad hará lo que tenga que hacer para que nunca más exista algo tan monstruoso.

Gracias al saqueo que nos han hecho a lo largo de la historia su economía continúa siendo la más grande, pero China, pese al coronavirus que el mismo imperio, dicen, le fabricó, está pisándole los talones o ya lo superó. La inversión militar imperial es la suma de todos los otros países del mundo juntos, sí, pero todas las naciones están estableciendo una sociedad de intereses comunes que las junta para prepararse en un futuro no muy lejano para enfrentar a la amenaza del planeta.

Esta comunidad de países observa cómo el imperio en su avidez de control universal ha llegado a la locura de creerse Dios, pero esto es en realidad la evidencia de su propia decadencia porque quiere aparentar una fuerza, que por no ser moral, es la que no tiene y por eso su valentía de levantarle la voz y la mano a los pequeños porque por ejemplo con Rusia, que le ha tomado la delantera en armamentos estratégicos, superándolo en al menos 5 años de avance tecnológico, no lo hace, porque le tiene miedo a Putin quien ha sugerido claramente que cuidado se toca a Nicaragua porque lo tocan a él.

Estados Unidos se empina en las tribunas internacionales hablando de democracia y libertad, pero es el gobierno que más ha intervenido en todo el mundo violando infinitas veces los principios básicos de la no-injerencia entre Estados, promoviendo asesinatos contra líderes políticos en otras naciones, promoviendo dictaduras y dinastías, organizando y financiando golpes de estado e imponiendo presidentes hechos a la medida de sus caprichos como Walker en Nicaragua, como Guaidó en Venezuela o como la pornográfica Añez de Bolivia que ahora está tras las rejas o como la Dina Boluarte que coludida con la extra derecha fascista de su país mando a la cárcel a Francisco Castillo, quien es el presidente constitucional de Perú y detrás de todo eso estuvieron las embajadas norteamericanas en cada una de esas naciones, como igual estuvo aquí la EMBUSA metida de cabeza en el fracasado golpe del 2018.

Estados Unidos es proverbial en la defensa de las libertades civiles, pero con el Acta Patriótica aprobada luego de los atentados contra las Torres Gemelas y su universal cruzada contra el “terrorismo”, funciona es peor que cualquier mega dictadura que usted pueda imaginar porque su población, sus ciudadanos, sin que lo sepan, están infinitamente más vigilada que cualquier régimen dictatorial tercermundista desde una base tecnológica hecha especialmente para penetrar la intimidad de todos.

La dictadura imperial norteamericana habla a más no poder de la no-proliferación de armas nucleares por parte de países a los que califica de “sospechosos” como Irán y Corea del Norte, pero se permite tener la mitad del arsenal atómico del mundo: 6 mil misiles intercontinentales de los 12 mil que existen en el planeta y mientras condena a los gobiernos de Teherán o de Pyongyang por sus avances en materia nuclear y sin la más mínima vergüenza equipa a Israel con el mismo tipo de armas que fustiga furioso en otras naciones, como de la misma manera determina cual debe ser la capital de Israel a la que se traslada con la construcción de una fastuosa embajada, rompiendo así todas las normas del derecho internacional, ámbito en el que siempre hace lo que se le ocurre.

Estados Unidos, el imperio asesino, habla de la transparencia de los mecanismos democráticos en los sistemas políticos de todo el mundo arrogándose el derecho de ser juez de las elecciones que le parecen “dudosas”, pero muchas de sus administraciones federales llegaron a la Casa Blanca con escandalosos fraudes electorales, probados. Además, la metodología electoral que emplea, a través de los colegios de electores, es la más proclive al fraude y de ahí que resulte incomprensible la “victoria” de George Bush Jr sobre Al Gore o de la de Donald Trump que se hizo de la presidencia imperial con 3 millones de votos menos que los que sacó la demócrata de Hilary Clinton o la del mismo Joe Biden cuestionada y denunciada como fraudulenta por el mismo Trump que se quiso hacer el gato bravo con la Casa Blanca de la que poco faltó para que lo sacaran de las mechas.

El Imperio agrede a los gobiernos que califica de autoritarios y a llamado dictadores a líderes como Fidel Castro, Mohamed Gadafi, Nicolás Maduro, Evo Morales, Lula D`Silva o Daniel Ortega según su lógica, pero no lo eran Fulgencio Batista, Anastasio Somoza, Augusto Pinochet, Alfredo Strossner, Jorge Videla, Hugo Banzer, Francois Duvalier, Alberto Fujimorui, Efrain Rios Montt o Manuel Antonio Noriega, solo para citar algunos.

La mayoría de estos dictadores llegaron por la vía de los golpes de estado que fueron armados desde la Casa Blanca desde donde domésticamente se tejieron y consumaron magnicidios como el de Kennedy; el intento de destitución de Clinton con el indecoroso escándalo escenificado a partir de su vida personal con la becaria Mónica Lewinsky y hasta muy recientemente con el propio Donald Trump al que se le abrieron dos proceso políticos para destituirlo por abuso de autoridad, es decir por creerse el emperador del mundo, mientras ahora enfrenta un tercero que a lo mejor lo mete a la cholpa.

El imperio habla de terrorismo -el nuevo demonio de mil cabezas y nadie es más que el en la materia. Se llena la boca hablando de la lucha frontal contra el narcotráfico, cuando sus mismos órganos de seguridad y espionaje promueven el negocio, el cual es un impulso para su economía siendo su población la principal consumidora a escala planetaria.

El imperio vive hablando del respeto a la ley, pero se la salta impunemente cuando abandona los mecanismos civilizados de la humanidad como las Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional (CPI), cuando se da el lujo de amenazar a los jueces de la Corte Internacional de la HAYA. Es más, uno de sus ex funcionarios, asesor de seguridad de Donald Trump, -John Bolton- “la morsa” llegó a decir jactanciosamente que “si es necesario bombardear el edificio de la ONU, que lo harían.

Nicaragua pequeña, pero digna, estoica y guerrera, sí tiene autoridad moral para hablar como constructora de la paz y vamos a ser grandes y por más que la soberbia y la irracionalidad la empujen se levantará por encima de la adversidad porque está gran nación, que ya hizo morder el polvo de sus agrestes montañas al imperio invasor, está hecha de vigor y de gloria y está hecha para la libertad.