Barricada

William Grigsby: Apuntes sobre Sandino en la historia

Sandino está en el centro del intelecto de Aldo Díaz Lacayo


Aldo Díaz Lacayo ha sido el intelectual de mayor compromiso con la Revolución de los últimos 40 años. Su capacidad analítica de la historia de Nicaragua es superior a la de cualquier otro historiador, porque siempre lo hizo desde una perspectiva de clase y nítidamente antiimperialista. Pero especialmente, Aldo es uno de los tres más importantes biógrafos políticos del General Augusto C. Sandino, a la par de Carlos Fonseca y Gregorio Selser.
Daniel definió a Aldo con una frase certera y excelsa, contundente y también amorosa: «Sandino está en el centro de su intelecto». Daniel fue el primero que leyó el último libro de Aldo, «Sandino en la Historia» y lo presentó el 18 de mayo de 2022, cuando además le otorgó a Aldo la Orden Augusto C. Sandino, en su máximo grado: «Batalla de San Jacinto».

El decreto presidencial respectivo recordaba que «Aldo Díaz Lacayo es un cuadro histórico de la Revolución Sandinista desde la Batalla de El Chaparral, militante, combatiente sandinista, con la ejemplar capacidad de combinar la cultura, la batalla de las ideas para fortalecer la lucha del pueblo nicaragüense. Es un extraordinario historiador. Destaca por su lucha inclaudicable en favor de los sectores más desposeídos que lo llevó en varias ocasiones a sufrir los embates de la dictadura militar somocista; es un intelectual revolucionario que se ha destacado como escritor, editor, periodista e historiador, labores que ha conjugado de manera beligerante en la lucha popular».


Agrega el decreto que «la obra del compañero Aldo Díaz Lacayo es una inspiración y a través de sus conocimientos continúa aportando a la construcción de una cultura de paz sobre la base del amor, el respeto a los derechos humanos y a la autodeterminación de los pueblos».
Rosario Murillo resumía los méritos de Aldo, porque vivió «toda una vida de trabajo, de lucha, de coherencia: una vida de decencia». Un año después, la Vicepresidenta lo definición como «gran maestro de la historia de nuestra Nicaragua bendita».


Aldo llega o descubre a Sandino en la lucha: más allá de las lecturas en su adolescencia o de las referencias bibliográficas del General, Aldo conoció a Sandino en la lucha guerrillera del General Ramón Raudales, de quien fue teniente y secretario cuando apenas tenía 21 años. Exiliado a la fuerza en El Salvador, no dudó en acudir a la convocatoria del General Raudales y se integró a su esfuerzo guerrillero hasta que el General sandinista cae el 18 de octubre de 1957 cerca de Jalapa. Y tres años antes, en 1954, Aldo participó en la conspiración que se organizó en México y en la cual él había sido designado para ejecutar al asesino de Sandino. Aquel esfuerzo fracasó y dos años después, a su regreso a Nicaragua en 1956, Aldo sufrió cinco meses de cárcel y torturas, por un culpa de un delator.


En abril de 1959, tres meses después del triunfo del Ejército Rebelde encabezado por Fidel Castro, viaja a La Habana invitado por el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR). A sus 23 años, se sintió marginado por el resto de veteranos políticos antisomocistas que habían acudido en romería a Cuba para lograr respaldo en armas y dinero para formar un movimiento armado que derrocar a la dictadura. Demasiado joven e inexperto, decían. Olvidaron que el «ñiño» –con doble eñe– como le conocían entre los guerrilleros de Raudales, no solo se había graduado como hombre sino también había adquirido una experiencia militar y política superior a la gran mayoría de aquellos envejecidos políticos tradicionales. Eso mismo explica por qué sin guardar protocolos se fue al despacho de Ernesto Che Guevara y en su propia oficina le reclamó porque solo atendía a los veteranos y le recordó que en la guerra, los únicos que van a la montaña a empuñar las armas son los jóvenes. «No te preocupes, chico: la lucha da los líderes», le respondió el Che.


En junio de 1959, se conforma la columna Rigoberto López Pérez integrada por 75 guerrilleros bajo la jefatura del ex teniente de la Guardia Nacional Rafael Somarriba, algunos cubanos (con Onelio Hernández y Carlos Lugo como responsables) y la mayoría nicaragüenses, incluyendo Aldo, designados personalmente por el Che, y a la que se integra Carlos Fonseca desde Guatemala. Llegan a Honduras en donde el presidente Ramón Villeda Morales les había prometido todo el apoyo, y se instalan en un campamento en El Chaparral. Pero Villeda los traicionó, el Ejército de Honduras en coordinación con Somoza los detecta y el 26 de junio destroza la columna con el saldo de nueve muertos y 15 heridos de gravedad, entre ellos Carlos Fonseca, quien resultó con un pulmón perforado.


Aldo y Somarriba rindieron cuentas ante el Che, quien evidentemente molesto, resolvió retirar todo el apoyo de la Revolución Cubana a los esfuerzos antisomocistas. Así, Aldo marchó a México por un tiempo y luego a El Salvador hasta el triunfo de la Revolución Popular Sandinista. A partir de entonces se integró al servicio diplomático con numerosos destinos. Y encontró tiempo suficientes para estudiar y escribir como científico social sobre el General Sandino, una labor que jamás abandonó hasta el día de su partida el 28 de mayo de 2022.


Los propósitos de su último libro


«Sandino en la Historia» es probablemente su obra cumbre, la síntesis de todos sus estudios y reflexiones y sin duda, se convertirá en la biografía política por excelencia del «General de todas la Victorias», como con tanto acierto lo ha bautizado Rosario Murillo.
Aldo dice que su libro es una Biografía didáctica «trascendiendo el género narrativo propiamente dicho» en la cual la obra de Sandino y de los autores relacionados es la médula de su contenido y declara su aspiración «a que el lector se apropie de la obra del biografiado, o al menos la conozca, también en su propio entorno, sobre todo en el caso del general Sandino de quien sólo se conoce su obra por sus descomunales logros: nada menos que la derrota armada del imperialismo yankee después de seis años de guerra con un ejército famélico y casi desnudo» y confiesa que se trata de un «objetivo ambicioso. Alguien tiene que abrir brecha».


Pero también Aldo se propone con su obra «desterrar del imaginario popular nicaragüense y de América Latina y El Caribe (su ámbito de acción político-ideológica) la idea impuesta por la derecha de un Sandino ignorante, poco escolarizado y mucho menos ilustrado es deber de los nicaragüenses en general y particularmente de los sandinistas» y también combatir «la idea de que Sandino logró cumplir por azar su responsabilidad histórica nacional, regional y en general del Sur, derrotando al ejército norteamericano en las montañas de Nicaragua. A este compromiso obedece este otro aporte a su biografía política».


También hay un vigoroso reclamo de Aldo y una excitativa política: «La calumnia contra el general Sandino ha sido retomada desde el inicio de la revolución por la Segunda Independencia de América –enarbolada por la Revolución Bolivariana– por la derecha local y regional con igual vigor y con los mismos patrones que antes de su lucha, durante su lucha e inmediatamente después de su asesinato. Desde la negación de sus capacidades y de su obra hasta la supuesta magnanimidad imperial que le permitió desarrollarse como soldado, como pensador humanista y como escritor. Esta posición ideológica antisandino ha sido potenciada por el total desconocimiento de la obra militar e intelectual de Sandino no solo de la derecha, sino también de la izquierda antimperialista. Sin embargo, resulta mucho más dañino que hasta hoy día Sandino sea casi totalmente desconocido por la izquierda nacional y regional, un daño incuestionable en términos político-ideológicos que imposibilita su defensa y hace creíble el ataque calumnioso contra él».


Extractos y citas de «Sandino en la Historia»


Despunta la historia crítica. «Hasta mediados del siglo XX en los países latinoamericanos con población indígena, incluyendo Nicaragua, prevaleció la cultura del mestizaje de origen español, y por extensión europeo. La historiografía era hispana/eurocentrista, herencia de la Colonia e incluso de las luchas independentistas, excepto Venezuela y en general Suramérica. Los valores sociales de cada país se reducían a la acción de personajes políticos que competían entre sí creando sus propios remedos de ejércitos para controlar el poder. La historia se redujo a narrar estos hechos. El pueblo no contaba para nada. Mucho menos las contradicciones sociales.


A partir de la posguerra mundial segunda y sin duda por la emergencia de tantos movimientos liberacionistas en esa época, surgen también poco a poco en la región la cultura del mestizo de raíz originaría sin ninguna relación con España y Europa. Son estos mestizos de raíz originaria quienes se asumen pueblo, asumiendo también presentidamente conciencia de la contradicción opresión/liberación y luchando para superarla, e inmediatamente sobre las contradicciones dependencia/ liberación. Así empiezan las nuevas luchas liberacionistas revolucionarias, para cambiar el sistema vigente de organización social y así también empieza a despuntar la historia crítica. Sin pueblo no hay revolución.


La historia convencional exige reestudiarla para interpretarla críticamente, analizando el porqué de cada suceso histórico, dejando atrás la preponderancia de las personas individuales, para narrarla en función del pueblo, de sus necesidades y sus demandas sociales, en el marco de las contradicciones con el poder nacional que los oprime y del imperio que los domina y explota a través de la oligarquía local, que asume la dependencia externa como soberanía propia, y no la de su propio país. Para la oligarquía la dependencia del imperio es connatural a la Patria.

Son los revolucionarios los que reivindican la historia real como fundamento de la revolución. Son ellos los que estudian la contradicción dependencia/liberación como base fundamental de la revolución. Son ellos los que se dedican a crear las condiciones subjetivas (las condiciones objetivas siempre están dadas) en el pueblo para que se apropie de la revolución, haciendo así evidente al pueblo que la contradicción dependencia/ liberación trasciende la contradicción interna opresión/ liberación, que depende aquella. Entonces, el pueblo se apropia y se convierte en factor fundamental de la revolución.


Por eso la revolución es sin lugar a dudas revisión crítica de la historia. Sin historia crítica no hay revolución. La labor de todo revolucionario es hacer esa revisión crítica de la historia. Entre más tarden los revolucionarios en descubrir la relación historia-crítica/revolución, más se alarga el logro de su objetivo. Es la historia crítica la que permite descubrir que en toda época el pueblo es revolucionario y no un ente pasivo manejado a discreción por la oligarquía como se empeña en describirlo la historia acrítica, la historia convencional, escrita en función de la perpetuación de la dependencia imperial.


Es su obra la que hace a Augusto C. Sandino un líder revolucionario latinoamericano de trascendencia universal, aunque nunca se le ha reconocido como tal, excepto por haber derrotado a los yankees. Sandino merece, más bien debe ser reivindicado por su obra político-ideológica.


Fundamentos de Sandino


Dignidad, Razón, Honor, Patria, Libertad, Soberanía, Historia, Internacionalismo, Justicia, Sacrificio, y además lecturas de todo lo que a mi juicio es moral e instructivo son el fundamento conceptual de su lucha contra la intervención militar directa de Estados Unidos, nación a la cual encaja perfectamente su apreciación sobre otros hombres de gran mentalidad, [pero que] se ensoberbece [al grado de] traficar con la justicia y carne humana como si fuesen manada de cerdos, y que con el único derecho que les da la fuerza bruta, pretenden privarnos de nuestra Patria y de nuestra Libertad. Tales conceptos están vertidos en la carta que el General Sandino remite a Frolyan Turcios (fechada en El Chipote el 1 de abril de 1928 y publicada en la Revista Ariel de mayo de 1928).


Así pues, las cuatro vertientes principales de la forja del pensamiento, la acción y las propuestas del General Sandino, Aldo las describe a lo largo de su obra con singular maestría, a través de lo que denomina las circunstancias e identidad durante su vida privada y durante su vida pública. Augusto nace y Augusto Sandino se desarrolla hasta los veintidós años, en tres circunstancias diferentes. Una propia, una local y otra nacional que lo irían formando y dándole una orientación sociopolítica que terminaría configurando una personalidad humanista. Fuerte, decidido, emprendedor, desafiante, siempre en función del bien entendido desde la liberación humana, que al principio solo presentía.
«Largos veintidós años literalmente encerrado en su villorrio natal y sus alrededores, las ciudades de Granada y Managua, los más lejanos. Hasta los once años sufriendo al lado de su madre las consecuencias de la ley revolucionaria sobre la agricultura, y hasta los veintidós beneficiándose de esa misma ley, como administrador de los negocios agrícolas de su padre. Ambiente marcado también por una revolución liberal progresista en marcha, y después por su abortamiento por el imperio norteamericano desde octubre de 1909, cuando Augusto Sandino tenía apenas catorce años. Revolución y contrarrevolución que necesariamente obligaban a la ciudadanía a posicionarse, aceptando o rechazando la revolución, y después el imperio. Primer atisbo de conciencia revolucionaria sobre la contradicción histórica nacionalismo/imperialismo.


«Con este grado de conciencia política, sin duda desarrollada a partir de adultez temprana, Sandino tenía capacidad para percibir/sentir profundamente todo cambio cívico».


«El desarrollo de su personalidad sería un proceso marcado por la humillación, tal como el general Sandino lo recordaría después con sano orgullo de vencedor. A medida que crecía en aquel pequeño villorrio Augusto se fue desarrollando durante los primeros once años en un ambiente profundamente humillante en todos los ámbitos: para él, para su pueblo y para su Patria. Triple humillación que registraría en su inconsciente y que solo afloraría plenamente a la conciencia muchos años después, durante su periplo de marinero primero y después centroamericano y luego en su estadía en México. Su conciencia se consolida primero a partir de su etapa de General Augusto C. Sandino en la Guerra Constitucionalista y definitivamente durante la Guerra de Liberación Nacional que él dirigió».


Aldo repasa con rigor histórico las experiencias personales de vida en la infancia y juventud en su pueblo, y como obrero, marinero y estudioso autodidacta. Es decir, expone de dónde surge la base de la conciencia de clase de Augusto, de su conciencia patriótica y nacionalista que culmina en su conciencia antiimperialista y revolucionaria.


En este sentido, la postrera juventud de Sandino en México es cuando cimenta su conciencia de clase y, además, conoce la esencia de la justicia social, vive las jornadas antiimperialistas en las que también aprende cómo actúa el imperio (su hipocresía y cinismo inveterados) y cómo el pueblo mexicano sabe defenderse. Es ahí en México donde consolida sus convicciones espirituales y culmina su formación teosófica. Y asimismo, es en aquellos círculos de estudio más que conocer estudia las experiencias militares de los generales de la Revolución Mexicana, especialmente Emiliano Zapata y Francisco Villa.


Cada uno de estos aspectos que forjan la conciencia de clase, antiimperialista, revolucionaria y profundamente espiritual, son parte de un todo que llamamos General Augusto C. Sandino y es imposible separar una de la otra. Su vocación autodidacta –que apenas satisface su apetito voraz por conocer de todas las realidades y de todas las vertientes ideológicas de la época– es un factor que modela sus propias concepciones sobre Nicaragua, sobre las necesidades del pueblo nicaragüense, sobre cómo enfrentar al imperialismo y sobre el futuro que él, visionario como sin duda es, atisba más allá del siguiente siglo.


Lección mexicana: la Revolución fue la solución propia que encontró el pueblo mexicano. Un sincretismo sui géneris conformado casi con el mismo peso específico por 1) la identidad nacional propia cimentada en la historia y la cultura 2) la reivindicación de la soberanía nacional integral, incluyendo la propiedad del suelo y del subsuelo y todas las fuentes de riqueza nacional, 3) la justicia social también integral, reivindicando los derechos sociales y económicos por primera vez en la historia contemporánea, y 4) el reconocimiento de la historia y la cultura originaria por encima de la cultura occidental heredada de los españoles y demás imperios europeos.


La revolución mexicana fue la verdadera universidad político-ideológica de Augusto C. Sandino. Su vida mesoamericana le permitió a Augusto C. Sandino posgraduarse de hecho en casi todas las materias políticas. Un desarrollo académico/cultural jamás imaginado por Sandino ni por ninguno de quienes le conocieron hasta 1920 o 1921. Fue la revolución mexicana la que le permitió cobrar conciencia de la histórica lucha antimperialista del pueblo de Nicaragua.

Aldo rompe mitos o leyendas o lo que él mismo denomina la confusión acerca de la identidad de Sandino. La tradición oral recogida y estimulada por algunos historiadores y periodistas ha creado confusión alrededor de las dos identidades históricas de Sandino: la del niño Augusto y la del general Sandino. No por mala voluntad, sino al contrario, ambos con evidente ánimo de enaltecer su extracción social. Unos lo han hecho en sentido pequeñoburgués y los otros en sentido marxista. Los primeros para obviar o al menos mitigar su origen social de hijo bastardo, y los otros considerando que su origen de clase es la causa de su ideología anticapitalista, primero y después nacionalista y antimperialista.


Dos confusiones: su nombre de pila y su nombre de guerra. ¿La C es de Calderón o de César? Aldo responde a esta inquietud.
Una de las mayores novedades que surge como resultado de la investigación de Aldo, es que Margarita Calderón no procede de la población marginal de su pueblo y nunca fue empleada doméstica de Gregorio Sandino, sino que proviene «de la clase principal de Niquinohomo, con innegable trascendencia local y nacional sobre todo durante la primera mitad del siglo veinte». La madre de Margarita, Josefa Martina Ruíz Borge, se casó con Guillermo Calderón Barreras, quien provenía de la clase media alta de Niquinohomo. Sandino le dijo a José Román que su abuela materna tenía una condición «paupérrima, trabajaba en lo que podía». ¿Por qué llegaron a pauperizarse tanto Margarita y su madre Josefa Martina?, se pregunta Aldo y confiesa que es un desafío para los historiadores.


Manuela Calderón, hija de Luciano García Chavarría, una de los siete hijos con siete padres que tuvo Margarita, es prima hermana de Somoza García, pues Luciano (de la burguesía de San Marcos) era nada menos que hermano de padre y madre de Julia García Chavarría, madre de Anastasio Somoza García, el asesino del General Sandino. Augusto conoció muy poco o casi nada la vida personal y familiar y de sus medios hermanos Calderón. Incluso, probablemente jamás registró que su media hermana Manuela tenía semejante parentesco con su asesino, ni que éste en consecuencia era su primastro.


La hija primogénita de Sandino fue engendrada en 1916 con Mercedes Sánchez Gaitán, empleada doméstica de Gregorio Sandino. Probablemente nunca la inscribieron. Siempre fue conocida en esa zona como María Natalia Sánchez, solo con el apellido materno a la usanza de la época para los hijos de padre desconocido. Augusto Sandino salió de La Victoria/Niquinohomo con plena conciencia de que producto de su fugaz relación con Mercedes, ella había quedado embarazada ignorando si el producto sería niña o niño. Nada más. Augusto indicó que tenía un hijo en su solicitud de empleo que presentó en 1925 a la Huasteca Petroleum Co., de Cerro Azul, Veracruz.


En la penúltima visita a Niquinohomo, el miércoles 22 de noviembre de 1933, el General desposó a su hija María Natalia (entonces de 17 años) con Arístides Pavón Barrera, quien era un reconocido albañil, entonces artesanos constructores y no obreros de la construcción en el sentido actual. La boda fue en casa de Gregorio Sandino, el padre de Augusto.


Bandera. Sandino jamás asumió que su bandera rojo y negro tuviese identidad con la bandera del anarcosindicalismo, de los mismos colores. Tampoco asumió que el negro representaba el anarquismo y que el rojo el socialismo. Para Sandino, el rojo es Libertad y el negro es muerte o luto, y la calavera que en algunos tiempo uso como parte de la bandera, significa hasta morir.
Otros enfoques y algunas «provocaciones»

  1. No hubo rapto bananero en Nicaragua: fue la excepción en Centroamérica, pues nunca fue república bananera propiamente dicha. La United se instala pero se retira en 1911.
  2. Zelaya era un político de ideas liberales doctrinarias (fuente europea) pero culturalmente ligado al liberalismo pragmático norteamericano, lo cual se corrobora por el acoplamiento inmediato de Zelaya a la nueva geopolítica hemisférica por Washington, tema que no se ha estudiado.
  3. En 1893 lo que ocurrió fue la nacionalización (en el sentido integrar la Nación) del Caribe y no «la recuperación de la Mosquitia».
  4. Zelaya nunca fue antinorteamericano. No es correcto el enfoque de la historia convencional y de la tradición oral acerca de una relación conflictiva Zelaya/Washington, menos aún del anti norteamericanismo de Zelaya. Fueron relaciones políticamente satisfactorias para ambos Estados, manteniéndose sin mayores incidentes durante largos dieciséis años (1893-1909) a pesar de: 1) la prolongada permanencia de Zelaya en el gobierno, 2) las múltiples guerras civiles centroamericanas lideradas o apoyadas por Zelaya, 3) la permanente contrarrevolución conservadora interna, aunque Washington no la apoyaba al menos abiertamente, 4) el nada despreciable apoyo político-militar del presidente Zelaya a los liberales de Suramérica, 5) su propósito de mantener relaciones internacionales soberanas.
  5. El norteamericanismo de Zelaya sin embargo nunca significó entreguismo, era más bien cultural a pesar de su formación europea. Para él esa identidad cultural no estaba reñida con su nacionalismo a ultranza, reivindicando la soberanía nacional plena. Porque Zelaya era un dirigente revolucionario consciente de la débil posición de los países del sur frente al imperio, lo cual significaba en su caso un gobierno fuerte con ejército profesional y disciplinado, para efectos centroamericanos y no frente a Estados Unidos. Un dirigente de mucha entereza y muy lúcido con una capacidad demostrada de negociación internacional, incluyendo Europa y Japón, contraviniendo a Estados Unidos.
  6. No hubo «la Guerra de Mena», porque Mena no hizo la guerra para impedir la restauración conservadora bajo tutela yanqui. Fue la Guerra de Zeledón porque «en verdad la guerra atribuida a Mena no existió, excepto en las notas diplomáticas de la Legación norteamericana al Gobierno y viceversa, y a Mena».
    6.1 Todos estaban conscientes sin embargo que la guerra la dirigía desde Masaya el general Benjamín Zeledón, joven abogado y militar liberal que había participado exitosamente en la guerra de Namasigüe (obtuvo el grado de coronel), distinguiéndose posteriormente en la guerra defensiva y por la paz del presidente José Madriz. Para comprender esa verdad debe aclararse (tres puntos) que: 1) Zeledón no pactó con Mena sino con los liberales de Masaya y con las fuerzas liberales y algunas conservadoras que lo acompañaban. Zeledón hizo suyo ese pacto creando el Ejército Aliado, una justa concesión a los conservadores de ese Ejército. No hubo acuerdo directo con Mena.
    6.2 Mena estaba concentrado en lo político, su objetivo era la Presidencia no solamente por las armas, sino también jurídicamente. Por eso hizo que la Asamblea Constituyente se trasladara a Masaya para destituir a Adolfo Díaz a quien llamó «traidor a la Patria por haber llamado a las fuerzas norteamericanas para sostenerlo», eligiendo en su lugar al diputado Marcos Mairena, primer designado a la Presidencia, y nombra a Mena «General en Jefe de todos los Ejércitos Constitucionales, delegando en él todas las facultades que sean necesarias para restablecer el orden». Legalmente a partir de entonces el gobierno de Adolfo Díaz pasó a ser espurio, aun cuando lo respaldara la intervención norteamericana.
    6.3 Zeledón estaba concentrado en lo ideológico. Su guerra no buscaba un cambio de gobierno solamente sino un salto cualitativo de sistema de organización social. Siempre liberal, reivindicado plenamente la revolución liberal, pero con mucha más claridad que Zelaya y verdaderamente comprometido con la revolución, hasta la muerte, lo contrario de Zelaya. Con otra visión cultural sobre la democracia liberal ligada a la justicia, en este caso al derecho internacional. La posición de Zeledón era en efecto ideológica, nacionalista y antimperialista.
    6.4 La rendición de Mena y el asesinato de Zeledón: «El desenlace de la guerra fue la derrota militar, trastocada por las circunstancias en heroica victoria moral e histórica del general Benjamín F. Zeledón. La historia convencional suele narrar esta derrota solamente en términos militares con independencia de la correlación de fuerzas, sin ponderar los objetivos político-ideológico de la guerra: la defensa de la Patria y el derecho a conservarla en uso pleno de su soberanía, contra su negación absoluta, entregada graciosamente a una potencia extranjera, y defendiendo la entrega con el ejército de esa potencia. Vergüenza y deshonra para Estados Unidos como frecuentemente dijo el general Zeledón —Patricidas les llamó quince años después el general Augusto C. Sandino, continuador de su lucha».
  7. Después de la Segunda Guerra Mundial, el factor político más relevante fue la consolidación de la URSS con la llegada al poder de Josef Stalin en 1923, con independencia de los errores propios de la implantación de un modelo inédito, magnificados por la guerra mediática. Sin duda esta afirmación será rechazada, incluso condenada, por algunos lectores, influenciados por la mala prensa occidental contra Stalin, posterior a la época inicial de la revolución de octubre. La afirmación del texto se refiere precisamente a esa época: sin Stalin no habría habido Unión Soviética. Tan sencillo como eso. Los excesos de entonces, para unos obligados por las circunstancias y para otros condenables, forman parte de los cambios sociales profundos. Obviamente la burocratización de la revolución y las consecuentes luchas a cuchillo por el poder fueron drásticamente condenados por la historia: el Partido Comunista se burocratizó y la URSS implosionó.
  8. El General y el valor de la Constitución. Augusto C. Sandino fue testigo vivencial de la lucha del gobierno revolucionario de México por superar las contradicciones con los imperios europeo y el norteamericano con base en la Constitución. Sandino en verdad formó parte del apoyo de las organizaciones obreras y campesinas a la revolución contra la agresión externa. Un rapidísimo proceso de formación de apenas tres años, que termina para empezar uno nuevo cuando Sandino decide transformar su conciencia teórica y experiencia vivencial en acción concreta, tomando la decisión de regresar a Nicaragua en 1926 para integrarse a la Guerra Constitucionalista. Llega pues a Nicaragua con un sólido bagaje político revolucionario, con capacidad estratégica y con buen nivel de visión geopolítica global, suficientes para hacer efectiva su voluntad de adherirse a la Guerra Constitucionalista, y sobre todo para compensar con creces su ninguna experiencia militar.
    Juramentos
    Todo aquel que ingresaba al Ejército de la Defensa de la Soberanía de Nicaragua, estaba obligado a firmar la «Pauta para la Organización del Ejército Defensor del Soberanía Nacional de Nicaragua» redactada por Sandino mismo en El Chipote, en septiembre de 1927. El numeral 11 dice: Toda comunicación oficial que emane del Cuartel General, así como de Jefes y Oficiales, llevará subscrita al final con la palabra Patria y Libertad, las cuales se reconocen como oficiales en todo el Ejército.
    El numeral 14 dice: El Jefe Supremo de la Revolución jura anta la Patria y el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, no tener compromisos políticos con nadie y, por lo mismo, sus actos se ajustan al más elevado patriotismo, asumiendo la responsabilidad de ellos ante la Patria y la Historia, y en virtud de lo expuesto todos los Jefes y Oficiales la ratificamos y firmamos.
    El 16 de agosto de 1933 lanza la «Suprema Proclama de Unión Centroamericana» y dos días después, el 18 de agosto, lanza la «Pauta del Ejército Autonomista de Centroamérica». En su numeral 11, la Pauta dice: El Ejército Autonomista de Centro América, usará bandera y divisa rojo y negro. Las comunicaciones oficiales, así como los Jefes, Oficiales y Soldados, se encabezarán con las palabras «Muy querido hermano», y al final con las palabras «Siempre más allá», las cuales palabras serán reconocidas oficialmente en todo el Ejército, y asimismo será el trato de hermanos, que individualmente se darán todos los Miembros del Ejército Autonomista de Cetro América.
    Daniel y Rosario han recuperado ambos conceptos y los han incorporado al lenguaje natural de todos los sandinistas.
    Sandino historiador. El general Sandino tenía vena de escritor y una buena y quizás sólida formación intelectual autodidacta. Además, y quizá lo principal, con una vocación histórica a prueba de toda adversidad, escribía aún en medio de la guerra. Todo lo archivaba. Sabía el General que los documentos son la base de la Historia. Realmente era historiador. Todo lo que escribía lo hacía con ese propósito, incluyendo muchas de sus cartas a distintos destinatarios.
    También escribía cuentos, pocos pero que resulta importante conocerlos. Concedía amplias entrevistas a intelectuales, algunas recogidas como reportaje, o daba datos a terceros con el mismo propósito. Escribía artículos periodísticos, sobre todo durante su ya conocida segunda estadía en México (1929-30). Así mismo escribía mensajes solidarios a organizaciones identificadas con su causa, así como al pueblo nicaragüense y al latinoamericano. Todos estos escritos, incluyendo las entrevistas y reportajes, atravesados por la historia.
    Esta formación y actividad intelectual del general Sandino es conocida solo por estudiosos de su obra, pero poco o nada por el resto de la población nicaragüense, no se diga de la Latinoamérica. No solamente porque la historia no es materia atractiva para los lectores, sino principalmente porque en la mayoría de los casos la biografía y obra de los líderes nacionales no están incluidos en los pensum escolares y de estudios superiores. En este contexto es obvio que existe un inmenso déficit en las instituciones encargadas de elaborar el currículo y el pensum sobre historia, a todos los niveles del sistema educativo.
    Una monumental obra de siete años, que Sandino conservó gracias a su vocación de historia, pero sobre todo a su arraigada cultura documental que el general Sandino tuvo que haber adquirido durante su estadía en México, en sus círculos de estudio de La Huasteca donde la documentación era la base de sus discusiones/análisis.
    Conocimientos gramaticales. Sandino conoce sus limitaciones gramaticales (que se notan sobre todo al principio de su lucha, con sus primeros comunicados y manifiesto) algo que le echa en cara en septiembre de 1927 Adán Maradiaga, un profesor de castellano de la época, en un artículo periodístico. Aunque Sandino responde con severidad y sarcasmo, la verdad es que asume que hay algo de razón en la crítica. Por eso es que el propio General se asume como discípulo del intelectual colombiano Alfonso Alexander, quien fue su maestro y Sandino fue su alumno voluntario. Cuenta Salvador Calderón Ramírez que Sandino le dijo alguna vez: «Yo cuento para instruirme, más que con la facultad de razonar, con el esfuerzo de mi voluntad».
    Sandino era también un «gentleman». En su obra «Sandino o la tragedia de un pueblo», Sofonías Salvatierra lo describe: «Acostumbrado a mandar en forma absoluta y sin contradicción en siete años de guerra, y tal vez también, por su natural carácter dominador, no toleraba objeciones ni gustaba de rectificar; pero en los claros de su pensamiento franco muchas veces rudo, con rudeza militar, dejaba entrever una luminosidad de ideal que se hacía llamarada a pesar del cuartel y la montaña inculta. Esto revela que Sandino alimentaba en íntimas concentraciones las potencias increadas del espíritu». En cuanto a su conocimiento de la situación nacional y del mundo, dice Salvatierra: «Sandino era un hombre a quien no se escapaban ni lo principal ni los detalles de nada, ya fueran palabras, acciones, o simples gestos».
    El destino del cadáver de Sandino. Según Abelardo Cuadra, uno de los asesinos del General, en su libro «Hombres del Caribe», el sitio donde fueron enterrados los cadáveres de los generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor «se localiza así: se camina 15 o 18 pasos desde la parte oriental del Hospicio Zacarías Guerra, siempre hacia el oriente, y unos 10 del costado norte, siempre hacia el norte de una casa de madera que sirvió de campamento a las tropas yankis». Este sitio terminó convirtiéndose en leyenda, cambiándolo varias veces de posición «por instrucciones de Somoza o de sus hijos», hasta que desapareció. Es probable sin embargo que pronto los cadáveres fueron incinerados para desaparecerlos como prueba objetiva del crimen.
    Aldo cree que ese no fue el destino del cuerpo del General Sandino: Conforme a su propio plan, Somoza esperó que le llevaran el cadáver de Sandino al Campo de Marte, no solo para cerciorase de que Sandino estaba muerto sino para confirmárselo al Embajador Bliss Lane, y sobre todo para demostrárselo a Washington. Este dato hasta entonces desconocido es históricamente muy importante porque permite deducir razonablemente que ahí le fue arrancada la cabeza al general Sandino para enviarla a Washington, conforme a la sentencia Hatfield.
    En efecto, el Capitán Gilbert D. Hatfield, Jefe del destacamento yankee en Las Segovias, en una carta fechada el 11 de julio de 1927 dirigida a Sandino, lo sentencia: «Si usted logra escaparse para Honduras, o a cualquier otra parte, a su cabeza se le pondrá precio, y nunca podrá Ud. volver en paz a su patria».
    Pregunta obligada –escribe Aldo– ¿cobró Somoza el precio que los yankees le habían puesto a la cabeza de Sandino? Conforme a su psicología enfermizamente antisandino y de absoluta fidelidad a los yankees que lo habían creado probablemente no. Somoza se sintió plenamente compensado psicológicamente con el asesinato del general Sandino, tan escurridizo a los yankees, e inmediatamente con el obligado y agradecido reconocimiento de Washington. Sin duda pues el pago no fue en metálico sino mucho mayor: la autorización a Somoza para la toma del poder político absoluto en Nicaragua en junio de 1936, que derivó en cuasi jefatura de la seguridad norteamericana en Centroamérica.
    Insobornable. Durante el año que Sandino estuvo prácticamente prisionero en Yucatán –y además, dos veces traicionado– los diario El Universal y The New York Times publicaron informes sobre el supuesto pago de 60 mil dólares a Sandino por parte del Gobierno mexicano para que detuviera sus actividades bélicas en Nicaragua. Llegando a Mérida, Yucatán, desde CDMX, un reportero le hizo la pregunta (evidentemente, lo mandaron expresamente a hacer ese trabajo) sobre el presunto soborno. Sandino respondió: «Nadie se ha atrevido a hacerlo. El que lo haga le deshago la cara de dos balazos. Yo no negocio con la sangre de mis hermanos. Si hemos de perecer en la lucha lo haremos con honor, pero jamás sobre esa base indecorosa». Diario de Yucatán, La Política Americana de Sandino, 1º de julio de 1929
    Morir, no vendernos. En la «Pauta para la Organización del Ejército Defensor del Soberanía Nacional de Nicaragua» redactada por Sandino mismo en El Chipote, en septiembre de 1927, al final del del numeral 3, dice: En tal concepto, comprendiendo que Nicaragua no debe ser patrimonio de determinado grupo o Partido, juramos ante el símbolo de la Patria morir antes que vendernos o rendirnos a las propuestas de los invasores, oligarcas y traidores que por tantos años han traficado con la honra de la Nación.
    A. C. Sandino interpela a todos: En su carta a Froylán Turcios del 10 de junio de 1928, dice; «Ustedes están en la obligación de hacer comprender al pueblo de América Latina, que entre nosotros no hay fronteras, y que todos estamos en el deber preciso de preocuparnos de cada uno de los pueblos de América Hispana, porque todos estamos corriendo la misma suerte ante la política colonizadora y absorbente de los imperialistas yankees».
    En su libro «Últimos días de Sandino», Salvador Calderón Ramírez escribe: Será locura la de Sandino; pero, indudablemente, es una divina locura; yo diviso su pendón como una enseña de inmortalidad que se agitará perenne por los siglos de los siglos. En resumen: yo creo que Sandino es una fuerza social y política, y que es y será factor principal en la pacificación de Nicaragua».
    El 10 de marzo de 1929, aún en Nicaragua antes de partir a México, Sandino escribe «Cuento segoviano», dedicado a los niños y jóvenes de América Latina, continental y antillana. Ese cuento termina así: Si acaso no encontráis en mis palabras la suficiente fuerza moral, preguntad a vuestros padres. Ellos, que saben, hablarán por mí.
    De Aldo Díaz, escribió el día de su partida la periodista sandinista Margine Gutiérrez, «nos queda su ejemplo, nos queda su obra. Es inmenso su legado tanto teórico como el de su vida entregada a la lucha sin veleidades y sin egos enfermizos. Aldo Díaz Lacayo es a la vez que un ejemplar militante, un camino a seguir para escribir historia con rigor científico, investigativo y con pasión por lo que se cree, por lo que se hizo, por lo que se sabe que hicieron otros. Aldo Díaz Lacayo, el militante de las causas justas que dedicó su vida a luchar y a contarnos lo esencial, lo relevante, el esfuerzo colectivo de nuestro pueblo y de su vanguardia; lo que hubo antes, lo de Sandino y Carlos Fonseca, para apuntalar nuestra conciencia y fortaleza ideológica, para empujarnos al materialismo histórico, para que actuásemos con conocimiento de causa. El más grande, veraz y consecuente historiador de nuestro país. El que pudiendo hacerlo, porque allí estuvo, nunca se puso como centro de las acciones fundacionales, primigenias de nuestra organización de combate, el FSLN. Modestia, humildad, sencillez como corresponde a un grande».
    Daniel, Rosario y el FSLN han hecho posible la realización del Supremo Sueño de Sandino: la Revolución, la cual es Popular porque es del pueblo, con el pueblo, para el pueblo. Eva Perón decía que la única manera de ser gobierno del pueblo, «es acercarse al pueblo». Los hijos de Sandino hemos demostrado que la única manera de ser gobierno del pueblo, es que el pueblo sea gobierno. Daniel y Rosario son la síntesis de ese gobierno y de ese pueblo, y a su vez, son los más leales servidores del pueblo nicaragüense.
    El 18 de mayo de 2022, el último natalicio de Sandino que celebró Aldo, Daniel cerró su vibrante alocución que siempre emociona hasta las lágrimas, dirigiéndose a Aldo, quien lo observaba por televisión desde su lecho de enfermo: «Y para concluir, en nombre del pueblo nicaragüense, del pueblo-presidente, querido hermano Aldo Díaz Lacayo, nos estamos viendo y estoy prendiendo en tu pecho la Orden Augusto Sandino, «Batalla de San Jacinto», que es la Máxima Orden. La ponemos en tu pecho, Aldo, en tu pecho, hermano».

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