Barricada

El Legado de Rigoberto López Pérez en Nicaragua

Escrito por: Daphne Cabezas

“Y Rigoberto es un continuador de la lucha de Sandino. Es Sandino, a través de Rigoberto, haciendo justicia”. Comandante Daniel Ortega, 12 de septiembre de 2013.

Al oír el nombre Rigoberto López Pérez pensamos en aquel joven aguerrido de 27 años que ofrendó su vida para y por el pueblo nicaragüense. Sin duda alguna, Rigoberto marcó un antes y un después en la lucha por la soberanía nacional de nuestro país, su acción fue un acto de valentía.

Rigoberto López Pérez nació el 13 de mayo de 1929 en el seno de una familia humilde, hijo de la señora Soledad López Calero y el mayor de cuatro hermanos. Se caracterizaba por ser un joven revolucionario, amante de la pluma y el papel. A temprana edad, demostró interés por la lectura, la poesía y el arte en general.

En 1950, Rigoberto viajó a El Salvador, Panamá y México, pero es en El Salvador donde prepara y planifica la acción del ajusticiamiento para acabar con el tirano Somoza. Seis años después, el 17 de septiembre, regresa decidido a Managua para ejecutar la acción.

Somoza García, el tirano, tenía 22 años de mantenerse en el poder; veintidós años que le costaron al pueblo nicaragüense más de veinte mil vidas, entre hombres, mujeres, ancianos y niños. El país se encontraba bajo una violenta represión. Por ende, la acción de Rigoberto significaba una necesidad histórica y política.

“He decidido, aunque mis compañeros no querían aceptarlo, ser yo el que inicie el principio del fin de esa tiranía. (…) Lo que yo he hecho es un deber que cualquier nicaragüense que de veras quiera a su patria debía haber llevado a cabo hace mucho tiempo. Lo mío no ha sido un sacrificio, sino un deber que espero haber cumplido”. Rigoberto López Pérez.

En su regreso a casa, el 21 de septiembre de 1956, Rigoberto dedicó la mañana a estar con su madre, a quien le declama el poema “Confesión de un soldado”. Al llegar la tarde, se viste con los colores de nuestra bandera, azul y blanco, y se dirige hacia la Casa del Obrero en León, lugar donde se realizaba una fiesta en la que participaba el dictador Somoza García. La acción había sido planeada detalladamente, pero tras darse cuenta de que no iba a poder realizarla como había pensado, le quedaron solo dos opciones: huir o dar la vida por una patria libre, sin afrenta y sin mancha. Así es como el joven de tan solo 27 años decidió dar su vida por una patria libre, justa y soberana, en la que el pueblo nicaragüense pudiera gozar de una vida digna y en paz.

Hoy, en su 68 aniversario del paso a la inmortalidad, Rigoberto López Pérez dejó un legado imborrable en la juventud nicaragüense, un legado que se ve reflejado en la determinación de luchar por la libertad y la justicia, su sacrificio resonó y resona en cada rincón de nuestra Nicaragua. La figura de Rigoberto es un símbolo de resistencia y esperanza, un faro que guió al pueblo en búsqueda de una Nicaragua digna y soberana.

El legado de Rigoberto se manifiesta en la memoria colectiva de todo un país que, con gran espíritu revolucionario, recuerda que el sacrificio de Rigoberto fue un acto de amor hacia la patria. Su historia se cuenta en las aulas, en los parques y en cada rincón de Nicaragua; su nombre evoca un profundo sentido de orgullo y lucha. Su memoria vive y seguirá viva en la mente y el corazón de los nicaragüenses. Todas y cada una de las generaciones hemos encontrado en su legado un constante recordatorio de que la lucha por la justicia y la dignidad no es en vano. Rigoberto López Pérez es, y siempre será, un símbolo eterno de la firmeza nicaragüense, un héroe que sigue y seguirá iluminando nuestros porvenires.

Poema que Rigoberto López Pérez declama a su madre:

“Una bala me ha alcanzado he caído al suelo con una oración, estoy solo y abandonado en el suelo hago esta confesión.

Es Nicaragua mi patria querida es Nicaragua mi gran nación es por ella que sangra mi herida, que sangra la herida de mi corazón.

Por ti seguiría peleando defendiéndola de ciudad en ciudad hasta ver tu cielo brillando, brillando el sol de la libertad.

Las fuerzas me fallan, me siento morir. Adiós oh patria mía, bajo tu seno yo quiero sentir que tu sol calienta mi tumba fría.

Ya que Dios ha dispuesto que hasta aquí te haya servido, otro hombre ocupara mi puesto hasta dejar al enemigo vencido.”

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