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Con amor y esfuerzo, Karina Aragón transforma su vida desde el corral

Escrito por : Iris Varela 26 de mayo de 2025

En una comunidad de Nandaime, Granada, entre corrales, sacos de concentrado y cacareos al amanecer, florece una historia de esfuerzo, formación y empuje femenino. Karina Aragón Chávez, de 33 años, ha hecho de su patio un espacio productivo y educativo, donde las gallinas no solo ponen huevos, sino también esperanza.

Todo comenzó a finales del 2018. Por aquel entonces, Karina apostó por la crianza de pollos de engorde, pero la experiencia la llevó, poco tiempo después, a dar un giro: enfocarse en las gallinas ponedoras. “Ya llevamos casi seis años en esto”, cuenta mientras camina entre los gallineros, donde cuida con esmero cada detalle. Lo dice con una sonrisa que mezcla satisfacción y la memoria de los inicios difíciles.

“Como todo inicio ha sido complicado, pero he contado con el apoyo de mi familia. Gracias a este emprendimiento también pude estudiar una carrera técnica y eso me ha abierto muchas puertas”, explica Karina. Su formación no se quedó solo en su proyecto personal: también es facilitadora a distancia en temas de manejo de aves, cerdos y ganado bovino, compartiendo teoría y, sobre todo, mucha práctica con jóvenes del campo. “Al inicio me daba temor hablar frente al grupo, pero al ganar confianza con ellos, se hizo más fácil. Es una experiencia muy bonita”, asegura.

Su unidad avícola ha crecido poco a poco, con el acompañamiento técnico y visitas mensuales del IPSA y del Ministerio de Agricultura. Su producción de huevos se comercializa todos los viernes en las ferias del municipio de Nandaime y también en pulperías de la comunidad.

El apoyo familiar y el respaldo institucional han sido claves para levantar este proyecto que no solo alimenta, sino que educa y genera oportunidades. Karina tiene claro su objetivo: seguir creciendo. “Siempre he soñado con tener una granja grande, una empresa que no solo beneficie a mi familia, sino que también brinde empleo en la comunidad y al municipio”, dice con firmeza.

El corral de Karina no es solo un negocio. Es el reflejo de una mujer joven que encontró en el campo no solo su medio de vida, sino también su vocación. Allí, entre gallinas ponedoras y nuevas generaciones que aprenden de su experiencia, se escribe una historia de futuro.

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