“Fernando Gordillo, ¡cuánto ejemplo nos dejó de dignidad, de banderas que ondean en la distancia con dignidad!, precisamente y con espíritu revolucionario y soberano. Cantó los días que nos llevaban y que nos llevan a izarla porque la izamos esa bandera de dignidad y fortaleza, y el viendo de pueblo en que siempre flamea”- Cra. Rosario Murillo, 25 de julio de 2019.
El 2 de febrero de 1941 nació en Managua, Fernando Gordillo Cervantes. Poeta, líder estudiantil, narrador, ensayista, profesor, militante del Frente Sandinista y sobre todo, un joven que escribió con compromiso y luchó con convicción.
Aunque murió muy joven, a los 26 años, dejó una huella imborrable. Hoy, 58 años después, su legado sigue con claridad, pasión y compromiso.
La llama de la Universidad
Estudió Derecho en la UNAN-León entre 1958 y 1960. Allí se convirtió en uno de los referentes del movimiento estudiantil que conquistó la autonomía universitaria. Fue dirigente y representante internacional en foros estudiantiles como el seminario de Bolivia en 1959, y testigo presencial de la histórica masacre del 23 de julio de 1959, donde la Guardia Nacional asesinó a varios jóvenes universitarios.
Aquel hecho marcó su vida y su obra. En su crónica “La tarde del 23…”, Gordillo capturó la rabia y la conciencia política de una generación. “¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!”, recordaba, evocando aquel momento con la fuerza de quien vio de frente al horror, pero también al nacimiento de nuevas esperanzas revolucionarias.
Para él, la literatura no podía ser neutra. Su pluma estuvo al servicio de las ideas, del pueblo, de la historia en construcción. En 1960 fundó, junto a otros jóvenes, la revista Ventana, desde donde rompió con el elitismo literario tradicional y reivindicó una literatura de combate, cercana al pueblo y sus luchas.
Sus ensayos, cuentos y poemas están atravesados por una clara vocación antiimperialista. En textos como “Andrés” –dedicado al héroe de San Jacinto, Andrés Castro– o “Adivinanza”, en homenaje al poeta y mártir Rigoberto López Pérez, Gordillo exaltó la continuidad histórica del patriotismo nicaragüense frente a las agresiones extranjeras.
En su célebre ensayo “El sandinismo no es una bandera de trapo” (1966), respondió con firmeza a quienes pretendían desvirtuar o minimizar el pensamiento de Sandino. Allí reafirmó que el sandinismo era una fuerza histórica viva, no una consigna vacía. Su análisis enlazó la lucha nicaragüense con los procesos anticoloniales del mundo, invocando nombres como Nehru, Ho Chi Minh y Nkrumah.
En otro de sus textos fundamentales, “El precio de una patria”, denunció con dureza a los vendepatria, los que firmaron el tratado Chamorro-Bryan vendiendo la soberanía por unos cuantos millones. Versos de ese poema fueron rescatados por otro joven héroe y poeta, Leonel Rugama, en su ensayo “El estudiante y la revolución”.
A partir de 1961, sufrió una enfermedad incurable, pero a pesar de eso, continuó escribiendo, enseñando, pensando. Impartió cátedras en la UNAN-Managua, colaboró en revistas como Novedades Cultural y fue corresponsal del Repertorio Centroamericano. Participó, incluso desde la clandestinidad, en la preparación del brote armado de Pancasán en 1967.
Falleció el 25 de julio de ese año, a las puertas de un nuevo ciclo de lucha revolucionaria en el país. Su muerte antecedió en apenas semanas a la gesta de Pancasán y a la caída del Che Guevara en Bolivia. Fue, como ellos, un combatiente de la palabra y del compromiso.
ANDRÉS
Andrés
Tu piedra es mi esperanza.
Ha pasado un siglo y ya lo ves,
todo lo mismo.
Pudo más el oro que la sangre.
Toda tu tierra, Andrés.
Desde los lagos al Coco,
desde el Cabo hasta el San Juan.
Es una sola lágrima donde la Patria llora
Lanza la piedra.
¡Lánzala!
A un siglo de distancia, el enemigo,
es el mismo.
