A 136años del nacimiento del escritor Franz Kafka. Barricada Arte comparte una reseña sobre su novela, El Proceso.
El Proceso es una novela que Kafka no pudo terminar en vida. Si revisamos las anotaciones en sus diarios respecto al Proceso, encontraremos frustración “No he trabajado nada”, “No puedo seguir escribiendo”, “Hoy no he escrito nada, solo leí los capítulos concluidos y me parecieron buenos”, etc. Estas anotaciones demuestran la profunda desilusión que provocaba esta novela en el autor. Me parece interesante además, que el sentimiento general que produce esta historia inconclusa es precisamente, el de la desesperación. Veremos a lo largo de los capítulos a un protagonista que del enojo, pasaría a la paciencia, a la confianza, y luego al desespero, a la angustia y por último, a la resignación.
Nuestro protagonista es Josef K. Un funcionario del banco, con un puesto relativamente bueno, respetado por sus superiores y subordinados, así como por la arrendataria del cuarto que habitase y el resto de inquilinos del edificio. “Alguien tenía que haber calumniado a Josef K” es el umbral hacia la historia, y así aparecerán los vigilantes, quién le comunicarían a K sobre su detención, de la cual no se sabrá jamás a razón de qué crimen se le hubiese imputado. Lo que si se llega a develar es que no es el Estado el que acusa a K, sino más bien una organización paraestatal cuya naturaleza se somete a múltiples interpretaciones, y esto es lo más valioso de la novela, su ambigüedad.
A continuación podríamos decir que la reseña tomará un tono de opinión muy personal, no basada meramente en lo escrito por Kafka, sino más bien en la interpretación que he hecho luego de la lectura de la misma. En una lectura del Proceso es imposible no evidenciar su carácter de “clase”, este por ejemplo salta a la luz en la primera citación judicial a la que Josef K acude en el tercer capítulo. Se describe al edificio donde es citado como el de un barrio con gente “pobre”, en su mayoría se cuentan mujeres y niños harapientos. Igualmente la asamblea está llena de gente de clase popular, el mismo K admite su parecido con una asamblea política socialista. En el manuscrito la palabra socialista fue tachada, y por lo tanto no se incluyó en la historia, pero si en una nota al pie de página.
K calificaría a la asamblea y a toda la organización de corrupta. En una visita posterior K, revisaría los libros de un juez de instrucción, donde no encontraría ni un solo escrito jurídico, sino más bien una novela pornográfica y obscenidades de esa clase. Tildaría además a sus funcionarios de pordioseros. Los burócratas que K se encontraría serían al mismo tiempo acusados, y trabajarían más arduamente en su propio caso, que en casos ajenos. Las mujeres que encontrase también parecían carecer de ningún tipo de poder más allá del sexual, completamente sometidas a la ideología enfermiza de la organización.
He aquí un tema fantástico, en el que son las clases populares las que a través de una Ley impenetrable, e incomprensible para el hombre, una especie de Ley divina, o Justicia poética, juzgasen a un burgués, funcionario del banco. Esta interpretación no es completamente disparatada, el sociólogo marxista Michael Löwy señala que las ideas anarquistas no eran ajenas a Kafka, ni a su círculo intelectual praguense. Así mismo el conocimiento del Cábala estará presente en su obra, como en una conjunción de anarquismo con el misticismo judío. Sin embargo, es necesario decir que aunque no es una interpretación completamente absurda, tampoco es correcta, y es que hay que dejar en claro, el Proceso es una novela incomprensible.
El capítulo más trascendental del Proceso es el penúltimo, En la Catedral, en el mismo K, aun ejerciendo como funcionario del banco se le encargaría el deber social de acompañar a un empresario italiano a la Catedral para que apreciase su arquitectura. K llegando a la hora citada, o con una hora de retraso, conversaría con un sacerdote, que revela ser el capellán de la prisión. El dialogo que mantendrán resulta ser el más revelador sobre la Ley para K, y sería el sacerdote el que contase la famosa historia Ante la Ley.
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En resumen, un campesino se presenta ante la Ley, que es protegida por un guardián que no lo deja pasar. Además le sentencia que luego de esa puerta, hay muchas más puertas y muchos más guardianes, mucho más poderosos. El campesino pasa años sin moverse de la puerta y justo antes de morir pregunta al guardián, como era posible que nadie más apareciese ahí, a lo que el guardián contesta que la puerta existía precisamente para que pasase el campesino y ahora viendo que estaba al borde de la muerte, la cierra.
Sostendrán K y el sacerdote una discusión con respecto a la interpretación de la historia. El sacerdote le dirá de manera proverbial: «El correcto entendimiento de un asunto y una incomprensión de éste no se excluyen mutuamente». Así mismo le aconsejaría: “No debes fiarte tanto de las opiniones. La escritura es invariable, y las opiniones, con frecuencia, sólo son expresión de la desesperación causada por este hecho.” Esta fórmula se aplica de igual manera para la novela, y para esta interpretación de la misma, por esta razón no se fíe de lo que le he dicho amable lector, le invito a leer esta novela incompleta y saque sus propias conclusiones.
Por: Camilo Membreño Sevilla