En las horas interminables, en los días oscuros, en los meses de horror,
En los innumerables ataques de la genocida guardia
Se perpetuaba una nueva masacre que nos conmocionó.
Jóvenes, niños, niñas, de los humildes barrios de la Managua, eternamente rodeada por los esbirros del tirano,
Encontraban un fatídico y prematuro final.
En una cobarde emboscada,
Por anhelar nuevos amaneceres de libertad,
Se les arrebataba la vida.
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En el empeño de silenciar sus gritos,
De borrar sus rostros desfigurados,
De negarles cristiana sepultura junto a sus seres queridos,
Una oxidada pala mecánica llevaba sus restos a una gélida fosa.
Jamás imaginaron sus asesinos, que Nicaragua entera,
Teñida de esa sangre de nuestros mártires,
Con su digno pueblo no permitiría que sus rostros los borrara el tiempo,
Que esas masacres nos darían la fuerza
Para despertar a las nuevas generaciones en Revolución.
Viviendo en plena libertad y digna soberanía,
Hoy tenemos la certeza, de que esos días oscuros quedan
En las páginas de una historia que no volverá.