Retomamos el barco que nos lleva al puerto de nuestras esperanzas con el amargo contextual de traer a la mente episodios tristes y dolorosos que hace seis años atrás espeluznantemente fraguaban insospechadas cápsulas de odio que como cianuro pretendieron asesinar la paz de la nación y la paz del ciudadano que terminó siendo testigo de un infierno macabro del que inevitablemente estaremos hablando en estos días posteriores porque son escenas dantescas ahogadas en la sangre que el crimen organizado derramó.
Por lo que resta de los tiempos y como una página de lo más oscuro y doloroso siempre por estos tiempos santos o de pascua nos tocará rememorar con la indignación más pura hasta dónde fueron capaces de llegar aquellos que únicamente por dinero y nada más dinero intentaron asesinar la patria y la nacionalidad que nunca merecieron, porque, aunque avanzamos, sin aquello, estuviésemos en la gloria.
Hoy nos reincorporamos, regresamos de unas merecidas vacaciones dando gracias a Dios por estar de vuelta, gozando de la bendición que nos representa la vida y ciertos, de que, energizados y vitalizados por el descanso de estos días, nos preparamos para andar un nuevo trecho en este año que pienso será más vital que importante porque vienen situaciones que demandarán de cada nicaragüense un altísimo espíritu de responsabilidad para con el país.
Como parte de un planeta que luce convulso Nicaragua no está al margen de los acontecimientos que directa o indirectamente lo afectan porque lo que el mundo experimenta en el presente es una catarsis, una experiencia purificadora y liberadora que como sismo estremecedor se rebeló contra el orden establecido para derribar lo malo e iniciar una limpieza profunda en una sociedad maligna y corrompida que desesperadamente decidió tener a la mentira como abogado defensor de sus crímenes contra la humanidad y contra los pueblos que la conforman y lo digo con la geografía de un planeta convertido en una hoguera que tiene por atizador al águila imperial.
El planeta y todo lo que encierra ha sido un proceso constante de cambio y trasformación. El planeta tierra está lleno de una belleza impresionante y a cada país Dios le puso características especiales que son imanes de atracción, tierras privilegiadas, plataformas marítimas con riquezas inagotables, minas, fuentes acuíferas, recursos energéticos, bosques, especies animales, que el hombre destruye y que antes de preservar, cuidar y racionalizar, ante la inmensa explosión demográfica en todas las naciones, lo que hacemos, dizque para sobrevivir, es acelera nuestro acabose y contra eso hay un proceso de rebelión en marcha desde cada país, con sus propias características, pero todos con pueblos que quieren ser pueblos no rebaños.
Planteo en el mapa universal lo que también estamos haciendo nosotros con Nicaragua y en todos los sentidos me plantea una reflexión profunda sobre la necesidad de que nos examinemos todos y que los que nacimos y vivimos aquí, ya no por nosotros los viejos que vamos de salida, pensemos en los que vienen atrás y aunque aspiremos por supuesto a que en el corto tiempo que nos queda tengamos una mejor calidad de vida, eso nos represente la idea de dejar un mejor mundo para los que nos siguen, esos jóvenes que formados desde el presente, por padres responsables que asuman el control de la vida de sus hijos, para que mañana sean hombres y mujeres dispuestos a defender el futuro partiendo de lo que tenemos y no de lo que no podemos seguir perdiendo.
¿Qué significa esto? Que simplemente no temamos al cambio eso es inevitable porque la vida misma es todo un proceso de cambio y aunque nada aparentemente cambie, si yo cambio, todo cambia como dice la canción y lo que nos corresponde es asumir con positivismo que esa transformación es para el bien de todos.
Realicemos que nada es estático, nada es para siempre y así el pasado que fue cambiado por el presente así el futuro cambiará lo que existe hoy con la capacidad de preservar y mantener inalterable el principio y el valor de nuestras ideas porque lo que buscamos aquellos que nos disponemos a la voluntad de ser parte del cambio, es una ruta, un mecanismo, un camino, una vía para lograrlo y hacerlo efectivo porque lo contrario es anclarte y encadenarte y ver que el tiempo te pasa, te tritura o te muele sin ser parte ni beneficio ni para uno ni para los demás y eso es de lo mucho que le pasa en Nicaragua a los que por capricho e ignorancia no quieren darse cuenta que el país ya cambió y que va a seguir cambiando porque quien hace ese cambio es el pueblo.
Que yo he cambiado, que tengo una visión distinta, que hablo y digo las cosas diferentes, que antes era ácido en mis enfoques y que ahora hasta digo muchísimas bondades de sectores que ayer enfrentaba a muerte, sí tienen razón, pero no en lo fundamental que es la raíz del principio y del valor.
No somos pocos los que hemos luchado a muerte por vivir en libertad: Cienes de miles de miles de una u otra forma, a lo largo de toda la historia, luchamos para no tener prisioneros políticos y aquí no existen, aquí hubo delincuentes comunes y corrientes, terroristas que se pintaron de “prisioneros políticos” a sabiendas de saber que eran narcos, violadores, ladrones y asesinos que fueron amnistiados y que en algunos casos reincidieron; luchamos para ir y estar donde uno quiere; luchamos para hablar, expresar y manifestarnos abiertamente y lo hicimos a pesar de los costos, incluida la vida de los que llegaron hasta la última consecuencia; luchamos para que nuestro clima fuera la paz, pero la paz de Dios no la de los cementerios; luchamos para que desde un proceso de reconciliación que debemos reencontrar nos hiciera andar sobre un camino común, la prosperidad de Nicaragua y de los nicaragüenses partiendo de que el país no es de nadie, sino de todos; luchamos para que las potencias no nos impongan que hacer en nuestros asuntos domésticos porque es indigno reaccionar de otra forma frente a quien además nos agrede a nombre de una libertad que en realidad es la esclavitud del capitalismo salvaje; luchamos para tener una economía que nos permita ir de frente a la única guerra que todos debemos enfrentar que es la pobreza y en mi caso seguiré luchando en la medida que Dios me de vida para motivar desde la trinchera de los medios de comunicación en los que tenga incidencia, presencia y acceso para que todos cambiemos independientemente de los costos que se tengan que asumir.
Me parece tonto resistir al cambio porque es una energía vital que la usamos para transformar y quien ignore que este país está cambiando es de otro planeta y el pueblo en su sabiduría lo rechaza y lo castiga porque es masoquismo, es ahogarse en el pasado o nadar contra una inmensa corriente que terminará por arrastrarte al fondo de la poza y es en ella que se encuentran los estorbos, los necios.
Mucho de eso le pasa a los oposicionistas que han sido relegados al infinito lado oscuro de la incapacidad porque dejaron que la necedad se adueñara de ellos para justificar en cualquier cosa, a veces espantosa y burdamente ridículas el beneficio que no encontraron en un pueblo elector que quiere propuestas, progreso y oportunidades que no se oyen en todo ese archipiélago de siglas donde palabras como unión, puentes, sumas o multiplicaciones fueron devoradas por el odio dispersante, por los muros aislantes, por las restas que merman y por las divisiones que te debilitan y extinguen y de eso mucho padecen al margen de su habitual arrogancia de creerse ser la última coca cola del desierto.
Alegrémonos los que nos dispusimos al cambio y los que deseamos hacer de Nicaragua un país mejor y que esa disposición la sostengamos para seguir haciendo presión por las muchas cosas que aún no cambian. Hay una agenda de presente por la cual insistir que está íntimamente ligada con lo que la pobreza genera y creo que el liderazgo de Daniel Ortega, Rosario Murillo y el FSLN, al frente de la guerra contra la miseria lo están logrando, pero no lo están haciendo solos sino que acuerpados de un pueblo que regresa de semana santa totalmente recargado de energía y listo a seguir librando las batallas que nos van a conducir al futuro, el mismo futuro que el odio nos quiso negar hace seis años atrás.
Por ahora en esa indeclinable voluntad de seguir construyendo el futuro hay un alto interés, al menos del lado gubernamental, por aterrizar integralmente en condiciones que nos conduzcan a la paz auténtica, la que la perversidad nos quiere arrebatar convirtiéndola en el sueño eterno.
Quienes no entiendan eso serán aquellos que nunca quisieron cambiar y que al final se estrellaran con una realidad que ya los muele y los tritura porque el pueblo, el inequívoco juez, sabe quiénes sembraron odio y al final qué están cosechando.
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