Por: Moisés Absalón Pastora
A propósito de las muchísimas cosas buenas que podemos palpar en nuestro presente, me refiero a todo lo que ha cambiado a Nicaragua, platicaba con un amigo sobre el cómo lo habíamos hecho posible sobre todo después de cargar sobre nuestros hombros los terribles e inenarrables eventos del 2018 que indudablemente son tomos y tomos que engrosan más nuestra historia.
Casi siempre en el contenido de mis escritos tengo que traer al teclado de mi computadora el espanto que representó el fallido golpe de estado porque creo que recordarlo es lo que nos tiene en el momento que nos encontramos, en pie, victoriosos, ciertos por estar en el lado de la razón aunque a ciencia cierta, por mucho que gravitemos en el tema, siempre es difícil describirlo porque, al menos yo lo siento así, aquello fue algo infernal, cosas del demonio, la conjunción del mal para destruir solo porque sí a toda la nación.
Siempre sostuve que aquella barbarie fue insospechada, nos tomó a todos por sorpresa y para graficarlo mejor diré que nos agarró con los calzones abajo, en un estado de confort que nos acomodó a estar demasiado chic con la paz que teníamos y con lo bonito que estábamos porque nos llegamos a creer que todo eran tan maravilloso que habíamos logrado incluso amansar, domesticar o hacernos amigos de las serpientes y de los alacranes.
Qué lejos estábamos de eso porque mientras nuestra paz era nuestro respiro esas serpientes y esos alacranes a los que dábamos calor y abrigo, por su propia naturaleza nos envenenaban y picaban mientras dormíamos sobre los laureles de aquellos éxitos que de pronto, como el cristal se quebraron, se hicieron pedazos, porque apareció la mano de la mentira y de la manipulación que nos desconcertó y nos sorprendió tanto que nos tomó mucho tiempo en comprender de qué se trataba aquello, porque el falso nos habló de liberar a quienes éramos libres y salvar a los que nunca antes habíamos estado tan seguros de la paz que vivíamos.
Casi 6 años y medio han pasado de aquella jauría desbocada que mató, saqueó y quemó a ciudadanos honorables de este pueblo y a sus bienes. Todo ese tiempo ha representado para Nicaragua un proceso complejo de renacimiento que además ha sido muy lento porque tenemos que reconocer que toda esa infamia en tan solo tres meses de terrorismo se trajo al suelo la economía que habíamos logrado alcanzar, frenó de manera súbita e intempestiva el desarrollo que traíamos, pero que siendo al final material se quedó corto con el irreversible daño moral que nos causaron, las heridas abiertas que dejaron y que aún no sanan a pesar que los terroristas fueron investigados, procesados, juzgados, condenados, deportados, desnacionalizados y marcados como traidores y aun así no pagan lo que hicieron porque todavía hay algunos de ellos que se la pasan creyendo que la volverán a hacer y es más triste aun que entre esos existan falaces que se llenan las fauces hablando en nombre de Dios para seguir instigando a la repetición y animando a sus amos, Estados Unidos, para que continúen en su incesante y criminal objetivo de agredirnos a través de sanciones, léase agresiones, que de todas formas a nosotros nos resbalan.
De todas estas cosas es que hablaba con un sandinistón que con una sola frase me ubicó en el mecanismo que hizo posible desmontar o desmitificar esa demencia fundamentalista que vendía que lo de abril de 2018 había sido un acto de liberación y eso fue el inmenso poder de la verdad contra lo que siempre se estrella la mentira, lo falso, el dolo, la cobardía, la ambición y todos aquello que representa la insaciable sed por la figuración, la vanidad, el narcisismo y el protagonismo cuando el fin justifica los medios para arrebatar, robar o matar.
Cuando digo que aquello nos sorprendió es porque ese concepto de Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional nos era más que evidente. La atmósfera que respirábamos nos decía que todos estábamos happy, por doquier caminábamos muy bien y para llegar al clímax hasta constitucionalizamos un tridente poderoso como hermanar en un solo esfuerzo la relación entre el gobierno como facilitador, los trabajadores como fuerza motriz y a los empresarios como creadores de empleo y riqueza a través de la inversión interna.
Fíjense que íbamos tan bien, debo decirlo con objetividad, que seguramente nuestras relaciones con los Estados Unidos, por aspectos claramente ideológicos entre su capitalismo salvaje y nuestro modelo cristiano, socialista y solidario, tal vez no eran lo mejor de lo mejor, pero sí había un trato respetuoso, pero claro eso cambió porque después quedó a vista que detrás del fallido golpe de estado estaba la pesuña de la garra imperial moviendo todos los hilos para que a través del exterminio desaparecer de Nicaragua hasta el último de los sandinistas.
Todos esos demonios, esos odios ocultos que estaban encapsulados y que erupcionaron con una violencia frenética, contaron hasta con la bendición de algún sector de la iglesia católica y algunos de sus más altos jerarcas que fueron los que se pusieron al frente de aquella barbarie dantesca que nació y murió en la mentira por el poder de la verdad que hoy por hoy sostenemos como una cruz estampada en la frente de los demonios que ahora no tienen otro camino más que comerse sus cuitas y realizar que perdieron, aunque por no dejar sigan hablando miércoles pero desde afuera.
Por tener prácticamente toda una vida dedicada al periodismo, desde el cual siempre abracé la política para una Nicaragua mejor, en todo momento consideré a la verdad como un arma inmensamente poderosa, pero de pronto, debo reconocer, se nos fue de la mano y cuando se nos lanzaron los demonios en abril de 2018, sentí como que nos habían deslenguado porque ante el secuestro, la inmovilidad y la inseguridad no nos fue posible reaccionar porque éramos rehenes del caos y la anarquía lo que solo cambió cuando el presidente Daniel Ortega dio la orden de liberar a Nicaragua de los terroristas.
Cuando los azulitos entraron a los pueblos a derribar los tranques de la muerte y el pueblo nicaragüense, la inmensa mayoría, retomó las calles y cienes de miles de hormigas, día tras día, se desprendían de la carretera Masaya para topar totalmente la avenida Bolívar y asumir la retoma de la batalla mediática para vencer al terrorismo y fue así que afloró de manera espontánea la decisión de hacer de las redes sociales una trinchera desde dónde se comenzó a tejer lo que fue el tiro de gracia para el golpismo, cuando el mensaje a proclamar fue el bien.
Costó, fue difícil, fue más artesanal que profesional, más improvisado que elaborado, pero el poder de la verdad, frente a lo que fue la canallada criminal del 2018, parió desde la indignación y el deseo de volvernos a sentir libres, a gentes que encontraron en las mismas redes sociales que el terrorismo uso para imponer su odio, el mismo vehículo para denunciar al maligno y a los malignos y fueron personas que no necesariamente pretendieron ser periodistas, sino nicaragüenses, sandinistas, revolucionarios que se hicieron ver desde los Facebook Live y que ahora tienen el título honorífico de comunicadores del pueblo que fueron claves desde el análisis improvisado como voces que deseábamos oír, escuchar y para llenar el vacío desolador que el daño moral nos causó y eso es algo que no podemos perder de vista, es una llama que no podemos dejar que se apague.
Pero el poder de la verdad no solo ha sido efectivo desde las redes digitales, sino que tambien desde los canales de televisión como el 2, 4, 6, 8, 13 y el 15 dando cobertura a cada obra que multiplicada en todo el territorio nacional es la transformación viva de un país que, aunque quieran y pretendan las miserias humanas no puede de ninguna manera invisibilizar.
Sin embargo el poder de la verdad no es solo digital o televisivo porque a la estructura que nos permite transmitir el mensaje que nos hace grande como nación hay que sumar a las emisoras, a esas que tienen el contacto directo con el nicaragüense que hace suyo los programas y junto a los presentadores se convierten en soldados de la revolución para apropiarse de los que el beneficio social les entrega y para sus efectos ahí está Radio 580, Radio Ya, La Primerísima, Radio Sandino y Radio 800 que tienen cobertura nacional y que hacen charchalear a esa mentira que se sabe vencida y emproblemada porque su realidad ya no es la capacidad que tengan para seguir mintiendo sino que su mentira ya no convence ni al propio financiero que desde la Casa Blanca se sabe estafado y engañado por una jauría de vividores que van de retro.
Fuera de Nicaragua es absurdo escuchar de algunos escribanos y microfoneros al servicio del terrorismo decir que en el país prevalece un gran secretismo, que no hay información, que nadie sabe nada y eso nos da la medida justa de la necedad que encarnan esos bárbaros porque solo alguien que sea realmente bruto puede exponerse a que lo consideren como esos animales que no comen zacate porque no les da la nuca.
Debo decir que además de lo anteriormente mencionado, redes digitales, los que hacen Facebook Live, la televisión y la radio hay otro aspecto que suma al alcance que tiene el poder de nuestra verdad y es que todos los días en cada noticiario televisivo está muy al medio día, llueva, truene o relampaguee, la vice presidenta de la república, ejerciendo además su otro rol como Secretaría del Consejo de los medios del poder ciudadano, Rosario Murillo. En cada una de sus alocuciones los que buscamos información para transmitir la realidad que vivimos lo que encontramos es filetito total y absolutamente constatado y confirmado y es un mensaje que está y se encuentra en todas partes.
No hay duda que desde el poder de la verdad hemos logrado cambiar la percepción que se tenía de Nicaragua, no lo hemos logrado totalmente porque el maligno se agarró de la máxima goebbeliana del miente, miente que de la mentira algo queda, pero si en algo de eso sobre nata alguna chanchada tengamos seguridad que no daña y que si el terrorismo aun la usa, que bien, porque será únicamente para que continúen haciendo lo mismo de siempre, exhibiéndose como las miserias humanas que son.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.