Barricada

 Homenaje a Conchita Palacios

Escrito por: Cesar Mairena

Doctora Concepción “Conchita” Palacios, recibiendo el “Doctorado Honoris Causa” en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en 1980, acompañada del Comandante Daniel Ortega Saavedra  

Hay ejemplos eternos, heroicos, generosos, indiscutibles, llenos de luz, de mujeres que admiramos y amamos por sus actos, y un legado tan grande, en este caso, proviene de una mujer humilde, físicamente pequeña y delgada, de voz dulce, pero valiente, fuerte y con una tenacidad impresionante, nos referimos a la primera mujer médico de Nicaragua y Centroamérica, la Doctora Concepción “Conchita” Palacios.

Concepción Palacios, nació en el Sauce, un municipio rural que es productor ganadero y agrícola, y en el que el Santo Patrono, es el Cristo Negro de Esquipulas, del departamento de León, Nicaragua, un 5 de diciembre de 1893.

De origen humilde, se graduó hasta sexto grado de primaria, pero la falta de recursos, no detuvo su destino, de tal forma, que con una generosa beca proporcionada por la educadora Josefa Toledo de Aguerri, ingresó en la Escuela Normal de Señoritas y logra coronar sus estudios de bachillerato y magisterio.

HOSTIGAMIENTO Y CRÍTICAS

Llena de sed por el conocimiento, ingresó a la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) de León, adelantándose a su época, porque la carrera de Medicina era exclusiva para los hombres en aquel tiempo. Muchos colegas, la atacaban y la rechazaban, llegando incluso, a colocar en los bolsillos de su bata de estudiante de medicina, dedos y testículos, extraídos de cadáveres en las horas de las prácticas.

Incluso, esta valiente mujer, fue criticada desde el púlpito, por monseñor Simeón Pereira y Castellón, quién calificó, de “perverso” el afán de Conchita por estudiar medicina. 

SUS ESTUDIOS Y GRADUACIÓN COMO MÉDICO EN MÉXICO

Producto de ese hostigamiento y constantes ataques, Concepción Palacios, decidió marcharse a México, a continuar sus estudios de medicina ingresando en la Escuela Nacional de Medicina en la ciudad de México de 1921 a 1926. Ingresó a dicha institución de estudios superiores, un 2 de diciembre de 1921.

En 1924 fue practicante adjunta en el Hospital General de México y para 1926, contrajo nupcias con el ingeniero hondureño, Lorenzo Zelaya, con el que procreó una hija, llamada María Elena Zelaya Palacios.

El 28 de diciembre de 1934, presentó para su registro, ante el Departamento de Salubridad el título que la acreditaba como Médico y Cirujano, que le fue expedido por la Secretaría de Educación Pública el 26 de noviembre de 1928.

Fue militante del Frente Único pro Derechos de la Mujer, donde defendió los derechos y la igualdad en beneficio de las mujeres. Fue en esa organización, que conoció a la que se volvería una entrañable amiga, la poetisa, diplomática, profesora y pedagoga chilena Gabriela Mistral, la primera mujer iberoamericana en recibir un Premio Nobel.

También se cuentan entre sus amistades, al médico, guerrillero y dirigente revolucionario, el argentino Ernesto “Che” Guevara, al poeta chileno y dirigente comunista Pablo Neruda y al doctor Salvador Allende, quien llegó a ser el primer presidente comunista que accede al poder, producto de la voluntad popular, a través de elecciones en Chile.

CÁRCEL POR SER SANDINISTA Y SU ACTIVA VIDA EN EL EXTRANJERO

Graduada con honores, regresó a su amada Nicaragua, con el objetivo de contribuir al desarrollo de la medicina en la tierra que la vio nacer, pero su apoyo al general Augusto C. Sandino, contra la ocupación norteamericana, le costó cárcel, durante el gobierno de José María Moncada.

Al ser liberada, decidió regresar a México, pero esta vez como exiliada, donde realizó dos postgrados.   

Posteriormente practicó la medicina en EEUU, donde fue una excelente cirujana y obstetra. Para 1945 y 1946, sirvió como voluntaria en la “Fuerza de EEUU del Teatro de Operaciones Europeo” atendiendo como médico a sobrevivientes de los campos de concentración nazi.

En 1947 intentó regresar a Nicaragua, pero el dictador Anastasio Somoza García, lo impidió, viéndose obligada a regresar a México.

A pesar de que para 1971 fue diagnosticada con leucemia, trató nuevamente regresar a su patria, esta vez, fue el dictador Anastasio Somoza Debayle, quien le negó el ingreso al territorio nacional.

MERECIDOS RECONOCIMIENTOS EN SU PATRIA

Fue hasta el triunfo de la gloriosa Revolución Popular Sandinista, en 1979, que esta extraordinaria médico, regresó a su adorada Nicaragua.

En 1980, su Alma Mater, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, donde inició sus estudios de medicina, reconoció su trayectoria y sus méritos, otorgándole el “Doctorado Honoris Causa”.

También se le otorgó, merecidamente, la orden cultural Rubén Darío. 

Pasó a la inmortalidad, esta singular mujer, un dos de mayo de 1981, a los 88 años de edad.

Actualmente, tanto el Complejo Nacional de Salud del Ministerio de Salud, como un Complejo Deportivo, llevan su nombre, un merecido homenaje para esta pionera, esta abanderada de la dignidad, la capacidad, la fuerza y la inteligencia de la mujer nicaragüense. 

Este breve resumen de la vida ejemplar de esta extraordinaria mujer, sandinista, revolucionaria, médico, científico, profesora, es un regalo para las niñas y las jóvenes de la generación actual, para las estudiantes de primaria, de secundaria, universitarias, de carreras técnicas, para las estudiantes de enfermería, de medicina, para las que tienen un alto sentido de patriotismo, servicio y dignidad en beneficio de todas y todos los nicaragüenses. Sigan el ejemplo de excelencia académica, de humanismo, de pacifismo, de un sandinismo a toda prueba, que les dejó la primer mujer médico de Nicaragua, Concepción “Conchita” Palacios.

Hoy se celebran 131 años del nacimiento de esta ejemplar y legendaria mujer, quiero concluir estas sentidas y breves líneas, con una cita, de ella, de “Conchita”, palabras, que hoy más que nunca, están vigentes, para los científicos y para los médicos en nuestro país, que deben servir al pueblo de nuestra nación:“La ciencia no tiene sexo, ni credo religioso, ni color político, mucho menos estatus social. No miremos solamente luchar, luchemos”. Doctora Concepción “Conchita” Palacios.

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