Barricada

La vida de Rigoberto Cruz Argüello: del humilde campesino al legendario guerrillero

El 5 de enero de 1941, en el municipio de La Libertad, Chontales, nació Rigoberto Cruz Argüello, conocido por la historia como “Pablo Úbeda” o el “Cadejo de las Segovias”. Criado en el seno de una familia trabajadora, hijo de Absalón Cruz y Manuela Argüello, su infancia transcurrió entre los estudios y el trabajo como aprendiz de zapatero. Desde joven demostró una determinación que marcaría su vida.

En 1960, dio sus primeros pasos en la lucha revolucionaria al unirse al movimiento de Juventud Patriótica Nicaragüense (JPN), donde comenzó a desarrollar su compromiso con la justicia social. En 1961, Rigoberto formó parte del grupo que fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), junto a figuras históricas como Carlos Fonseca, Tomás Borge y Santos López.

La clandestinidad pronto se convirtió en su realidad. En 1962, mientras recibía formación político-militar, fue capturado por la Oficina de Seguridad Nacional. Ni la prisión logró quebrantar su espíritu. Al ser liberado, regresó a trabajar entre el campesinado, construyendo una red de apoyo vital para la lucha guerrillera. Este esfuerzo sería clave en la preparación de la jornada de Raití y Bocay en 1963, la primera experiencia militar del FSLN.

El 23 de julio de 1963, Pablo Úbeda participó en la toma de Walaquistán, demostrando su habilidad para liderar y conectar con las comunidades rurales. Mientras la Guardia Nacional buscaba al guerrillero idealizado como un combatiente barbudo y uniformado, “Pablito”, como le llamaban cariñosamente los campesinos, se mezclaba con ellos, disfrazado de hombre del campo, llevando medicinas y mensajes de esperanza.

Su carisma y compromiso le ganaron el aprecio de las familias campesinas, quienes lo protegían y ayudaban a organizar la resistencia. También fue conocido como “El Cadejo de las Segovias”, por su habilidad para moverse entre las montañas y evadir a la Guardia, se convirtió en una figura legendaria.

La leyenda de Pablo Úbeda también se alimentó de historias que parecían desafiar la realidad. Los campesinos decían que aparecía y desaparecía entre las montañas como un espectro, guiado por un conocimiento profundo de los senderos y escondites naturales. En más de una ocasión, la Guardia Nacional aseguró haberlo emboscado, solo para descubrir que el guerrillero había escapado ileso, apareciendo en otra región al mismo tiempo.

Durante los momentos más críticos, Pablo Úbeda supo ganarse el corazón de las comunidades campesinas como un líder, curandero y confidente. Armado con un saquito de medicinas y una palabra de aliento, visitaba los ranchos ofreciendo remedios y compartiendo ideas revolucionarias que inspiraban a las familias a unirse a la causa. Estas conexiones humanas cimentaron su legado como un guerrillero del pueblo.

En los días previos a la emboscada en Pancasán, Pablo Úbeda trabajaba incansablemente en la organización de las columnas guerrilleras. Su habilidad para planificar rutas de escape, garantizar suministros y mantener la moral alta entre sus compañeros demostró ser esencial para la operatividad del FSLN en las montañas del norte. Cada paso que daba era una semilla sembrada en el corazón del campesinado, quienes lo veían como un defensor de sus derechos y esperanzas.

El sacrificio de Pablo Úbeda en Pancasán marcó un punto de inflexión en la lucha revolucionaria. Aunque la emboscada de la Guardia Nacional fue un duro golpe para las fuerzas guerrilleras, también galvanizó el movimiento, fortaleciendo la determinación de quienes continuaron luchando. La tragedia de Pancasán se convirtió en un símbolo de resistencia y unidad para el pueblo nicaragüense.

En la década de 1980, fueron creadas por el Ministerio del Interior, las Tropas Pablo Úbeda quienes encarnaron la valentía y el ingenio que definieron la vida de Rigoberto Cruz Argüello. Sus acciones contribuyeron significativamente a la defensa de la revolución frente a las amenazas externas e internas.

Su vida y su sacrificio siguen siendo un ejemplo de entrega y amor por la patria. Las montañas que una vez recorrió como un «cadejo» incansable, hoy resguardan su memoria como un testimonio eterno de resistencia y esperanza.