En tiempos donde la información abunda, pero la verdad escasea, Abraham Istillarte representa un modo distinto de ejercer el periodismo: uno que no se rinde ante la prisa ni el espectáculo, sino que mira a los ojos, escucha, y construye memoria desde el respeto y la sensibilidad.
Durante una entrevista especial, el periodista compartió algunos de los momentos más intensos de su ejercicio profesional, rememorando episodios que no solo marcaron su trayectoria, sino también su forma de ver la vida y entender el periodismo como una herramienta de dignificación.

Contó, por ejemplo, cómo fue trabajar desde los territorios en medio de amenazas, manipulaciones y persecuciones mediáticas, y cómo a pesar del miedo y la presión, eligió siempre estar del lado de la gente. “Hay cosas que no te las enseñan en ninguna universidad”, confesó. “Solo cuando estás frente al dolor real de un pueblo, cuando ves cómo se levantan sin nada, cuando sentís el temblor en la voz de una madre que lo ha perdido todo, entendés para qué sirve tu micrófono, tu libreta, tu cámara”.
Recordó también cómo acompañó procesos de comunicación popular en comunidades remotas, donde lo importante no era tener una señal perfecta, sino fortalecer el tejido humano y político desde la palabra compartida. “Allí aprendí que comunicar es escuchar, y que hay silencios más poderosos que los discursos”, reflexionó.
Istillarte relató cómo una vez, tras cubrir un hecho de represión violenta, fue una señora la que se acercó a agradecerle por haber dicho la verdad, cuando muchos medios decidieron callar. “Ese gesto, esa mirada, ese ‘gracias’… valen más que cualquier premio. Ahí uno se convence de que vale la pena seguir”, expresó.

Como capacitador, también habló del desafío de formar comunicadores conscientes, éticos y críticos en un entorno donde predomina el espectáculo y la banalización de la información. “Yo les digo a mis estudiantes que hay que tener hambre de verdad, pero también hay que tener corazón para saber qué hacer con ella. La comunicación no es solo técnica: es ética, es amor, es sensibilidad”, afirmó.
Durante la conversación, Istillarte expresó un profundo respeto por Nicaragua. Reconoció en este país una fuente de aprendizaje constante, no solo por su historia revolucionaria, sino por la calidez de su gente y la forma en que se defiende la alegría como acto político. “Nicaragua me ha dado mucho. Aquí uno se encuentra con el alma de América Latina. Aquí se aprende de dignidad”, afirmó con sinceridad.

Istillarte estuvo visitando varios departamentos de nuestro país, desarrollando capacidad en jóvenes y periodistas de los medios del poder ciudadano, siempre con un mismo objetivo: comunicar al pueblo con la verdad verdadera, demostrando que la Revolución ha hecho y seguirá haciendo cambios positivos para el pueblo de Nicaragua.
Más allá de su trayectoria, lo que más resalta de Abraham es su autenticidad. No necesita poses ni discursos adornados. Habla desde la experiencia vivida, desde la reflexión madura y desde una ternura que no es común en el oficio periodístico, que es un plus en esta profesión.
La entrevista con él nos deja una sensación de esperanza, una confirmación de que sí es posible ejercer el periodismo con valores, sin renunciar a la verdad ni a la humanidad. Su forma de narrar, de enseñar, de resistir desde la palabra, es una lección viva para nuevas generaciones.
