Hace unos días falleció Doña Irene López, reconocida como la maestra del folclore y toda una institución en la promoción de la cultura nicaragüense. Su vida estuvo marcada por la pasión, la disciplina y el compromiso de preservar y difundir las tradiciones de su país. En una de sus últimas entrevistas, Doña Irene expresaba con firmeza y orgullo: “Tengo que, como me gustaba a mí, que era lo que pasaba, que teníamos que tener cuidado en no desvirtuar el folclore. Esa ha sido mi lucha y vamos a seguir en eso”. Estas palabras reflejan el corazón de una mujer que dedicó su existencia a mantener viva la identidad cultural de Nicaragua.
Desde niña, Doña Irene mostró un profundo amor por la danza. Inició sus estudios a los nueve años y rápidamente se convirtió en pionera de los conjuntos folclóricos del país. Ella misma contaba: “Fui la pionera, porque después vinieron ya los demás, por ejemplo, como Haydee, como Ronald, como todos ellos, que fueron tomando conocimientos de los que yo iba a ponernos en escena y todo. Ellos los enriquecían o los cambiaban y todo, hubo discusiones, hubo… Pero fue una época muy rica para el folclore”. Su capacidad de innovar y al mismo tiempo respetar las raíces del folclore la convirtió en un referente para artistas y docentes.
Su creatividad y búsqueda de nuevas formas de expresión le permitieron experimentar con ritmos y fusiones musicales. Recordaba con nostalgia sus primeros años junto a Camilo Zapata: “Empezamos a practicar juntos lo que íbamos descubriendo. Por ejemplo, él sacaba música, yo lo montaba en música folclórica. Por eso le digo que fue una época que tuvimos el placer y la dicha de practicar nosotros, de enseñar nuevo ritmo, porque nació nuevo ritmo”. Esta combinación de tradición e innovación fue uno de los sellos de su carrera, logrando que el folclore nicaragüense se mantuviera vigente y atractivo para las nuevas generaciones.
A lo largo de su vida, Doña Irene recibió innumerables reconocimientos. En sus propias palabras, “Hasta ahorita llevo contado… 229 reconocimientos que me han dado, que me han autorizado, que me han dado y todo. Y yo me siento orgullosísima porque si bien es cierto que estuvieron los demás compañeros que hacen folclor, pero no pasaron de ahí, no pasaron del ritmo del folclor. Yo avancé con el ritmo del folclore y con los demás ritmos de los demás compositores”. Cada premio y distinción reflejaba no solo su talento, sino también su entrega y compromiso con la cultura nacional.
Entre sus momentos más memorables, destacaba la satisfacción de ver a sus alumnos en escena: “Lo más lindo que me pasa cada vez que yo presento una nueva obra es ver en escena ya todo terminado todos los muchachos… le regresé al folclore nicaragüense su historia”. Doña Irene no solo enseñaba pasos de baile; transmitía la historia y la esencia de Nicaragua a través de coreografías que incorporaban elementos del folklore, como en sus obras “Los hijos del maíz” y “El gran pícaro”, basadas en la historia del Güegüense : “Yo hice una historia donde los niños aprendan qué cosa es el Güegüense , quién es el Güegüense , cómo se llama el Güegüense de verdad… y entonces yo agarré la parte más rica del Güegüense y fuimos poniéndole musiquita de la misma música del Güegüense ”.
Su enseñanza trascendió generaciones, llegando a formar cinco generaciones de bailarines, incluyendo los conocidos “diablitos” de Masaya, Granada, Carazo, León y Chinandega. Sobre sus alumnos, Doña Irene decía con cariño: “Todo eso que van juntando mi vida junto con mi cara, junto con mi baile, junto con todo lo que yo tengo y con toda mi familia… ya les estoy dejando un legado”. Para ella, el folclore no era solo un arte, sino un vehículo para educar y transmitir valores culturales: “Si le metía a ustedes el folclore nada más, no les gustaba a los niños el folclore solamente. Había que enriquecérselos como estamos haciendo el día de hoy”.
Doña Irene también se dedicó a rescatar y documentar elementos tradicionales del folclore, incluyendo los bailes de marimba y personajes icónicos como “el viejo y la vieja”: “El personaje, hombre-mujer, se vuelve manifestar en otro estilo de las danzas de marimba… Ambos van con el torso poco agitado y se vuelven buscándose constantemente”. Además, impulsó la enseñanza de la marimba y la indumentaria tradicional a través de libros y guías, asegurándose de que las generaciones futuras comprendieran el valor histórico y cultural de cada detalle.
El impacto de Doña Irene va más allá de la danza. Sus alumnos recuerdan cómo les enseñó a amar su cultura y a mantenerla viva: “Ella me ha enseñado mucho, me ha enseñado a querer mi cultura, porque para mí la cultura nicaragüense es la mejor… pienso continuar con el legado de ella, para que no la olviden y que siempre se mantenga firme” indicó una de sus alumnas. Su vida y obra consolidaron el folclore como un arte vivo, capaz de transmitir identidad, historia y creatividad a quienes lo practican y lo observan.
Doña Irene López deja un legado imborrable. Su pasión por la cultura, su disciplina y su compromiso con la enseñanza del folclore nicaragüense marcaron una época y siguen inspirando a generaciones de artistas y amantes del arte nacional. Como ella misma expresó con firmeza y amor por su país, “ya les estoy dejando un legado”, un legado que seguirá vivo en cada coreografía, en cada alumno y en cada niño que aprenda a bailar y amar su folclore.
