Barricada

Brics: El viento de Kazán sopla en el Sur Global

Por: Geraldina Colotti

Hay muchos aspectos en los que centrarse con respecto a la cumbre de los Brics, que concluyó en Kazán, Rusia, pero se puede decir que uno los resume todos: el cuestionamiento general del dominio del “primer mundo” por parte de lo que alguna vez fue considerado el “tercer mundo”, y que ahora se denomina “Sur Global”. Y si es una buena práctica, dada la complejidad de la dinámica planetaria en curso, no tomar “la parte por el todo”, dando por sentadas las tendencias y proyecciones, de la declaración de 134 puntos y 43 páginas, aprobada al concluir la la cumbre y titulada “Fortalecimiento del multilateralismo para un desarrollo y una seguridad globales justos”, es claro el alcance que está adquiriendo la nueva alianza a nivel global.

La declaración se centra en tres ejes principales: crear un orden mundial más justo y democrático, mejorar la cooperación para la estabilidad y la seguridad mundiales y regionales, fomentar la cooperación económica y financiera, fortalecer los intercambios entre pueblos para el desarrollo social y económico. Objetivos que implican un cambio de rumbo respecto de los acuerdos de Bretton Woods (por tanto, una modificación de la arquitectura financiera internacional establecida al final de la Segunda Guerra Mundial e impuesta por Estados Unidos) y entonces la implementación de normas más representativas de los intereses de los países en desarrollo; el rechazo de las medidas “proteccionistas unilaterales, punitivas y discriminatorias” relacionadas con el cambio climático, y el apoyo a una transformación completa de las Naciones Unidas (incluido el Consejo de Seguridad) para que se adapte a los tiempos, como llevan años pidiendo los países del Sur.

Nacidos en 2009 como Bric (Brasil, Rusia, India, China), los cuatro grandes países añadieron la S al acrónimo, debido a la entrada de Sudáfrica en la alianza. Y este año, cuando la presidencia pro témpore del organismo recae en Rusia, se han convertido en Brics+ con la entrada de otros cinco países: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Irán, Etiopía. Si consideramos que 59 países han solicitado su adhesión, y que provienen de Asia, África, América Latina y también de Europa del Este (Serbia), entendemos que el impacto del organismo traspasará los equilibrios globales, considerando además que Turquía, miembro de la OTAN que aspira a unirse a la UE, también ha pedido formar parte de los BRICS+.

En América Latina, son candidatos importantes países miembros del ALBA, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, fundada por Cuba y Venezuela en oposición al entonces proyecto neoliberal estadounidense, el ALCA (Alianza de Libre Comercio). Bolivia, Cuba, Nicaragua, Venezuela, cuyos gobiernos sobrevivieron al “pico” imperialista que empujó a otros países miembros a girar hacia la derecha, tienen una orientación común tanto en términos de integración regional (económico-financiera, política y social) como de integración ideológica y de perspectiva.

En los últimos años, durante la fuerte ola de gobiernos socialistas y progresistas, tanto la propuesta de una moneda única -el Sucre- como la de una nueva arquitectura financiera, capaz de articular propuestas alternativas y escapar de la trampa de la deuda internacional, y también a la de la evasión fiscal, que se produce en los paraísos fiscales, se encontraban en una etapa avanzada. Lo que queda de el Alba, por tanto, molesta a los gobiernos más moderados, mientras que otros que antes formaban parte del bloque regional, como Ecuador, han vuelto ahora al servicio de EE.UU., y la Argentina de Milei ha decidido salir de los Brics, en el que fue admitida cuando el progresista Alberto Fernández estaba en el gobierno.

Por supuesto, las naciones occidentales controlan importantes organismos internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, que prestan dinero a los países, vinculándolos a nefastos “planes de ajuste estructural”. Y, según datos del Banco Mundial, aunque ha disminuido en comparación con años anteriores, el PIB combinado de las principales economías todavía representa al menos el 46% de todo el PIB mundial. Además, es necesario considerar el diferente desarrollo de las economías emergentes individuales que forman parte de los BRICS, las rivalidades comerciales y las diferencias en la orientación política en las relaciones internacionales con las organizaciones occidentales por parte de los estados individuales.

Lo vemos, por ejemplo, en esta ocasión con Venezuela que, al igual que Cuba y Nicaragua, está a la espera de unirse a los BRICS. El gobierno bolivariano tiene que lidiar con las controversias postelectorales en las que está involucrado Brasil, probablemente con la intención de ser el único centro importante del continente latinoamericano, en el cruce entre el norte y el sur del mundo.

Brasil, el quinto estado más grande del mundo, asumió en 2024 tanto la presidencia pro témpore anual del G20 como la del Mercosur, organismo que negocia un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Más bien débil en su país, tanto por la fuerza de la derecha como por la fragmentación del marco institucional, Lula pretende mantener un perfil internacional, posicionándose como “árbitro” y punto de mediación.

Que en apenas unos meses el presidente brasileño haya cambiado radicalmente de opinión -desde mayo, cuando declaró sus buenos oficios para la entrada de Venezuela en los BRICS, hasta hoy, cuando su portavoz, Celso Amorin, expresó su oposición- ha suscitado interrogantes y críticas: más aún teniendo en cuenta la colaboración activa entre organizaciones populares brasileñas, en primer lugar el Mst que, con uno de sus exponentes históricos, Joao Pedro Stedile, está llevando a cabo importantes proyectos de intercambio a nivel agrícola y productivo en Venezuela.

Incluso en esta situación, llama la atención la tranquilidad con la que la Venezuela bolivariana ha reaccionado ante los ataques, los golpes bajos (y las ingratitudes), tendiendo siempre la mano al diálogo y continuando por el camino trazado por Chávez, el de una diplomacia de paz con justicia social. Y mientras tanto, toma otras medidas concretas para construir nuevas relaciones rentables y de apoyo integracionista. El presidente, Nicolás Maduro, se sumó a la delegación de su país que lo precedió en la cumbre de Kazán, y que ya había firmado importantes acuerdos comerciales.

Entre ellos, el acuerdo entre la televisión nacional venezolana y la de los Brics, ya que la lucha contra los latifundios mediáticos y la censura impuesta por los EE.UU. y sus plataformas es una batalla común a todo el Sur global. Maduro se reunió con su homólogo ruso, Vladimir Putin, y otros jefes de Estado que sufren ataques a su soberanía, y que tienen interés en construir un espacio no subordinado a los dictados del imperialismo estadounidense.

Además, el presidente ruso no dejó lugar a dudas sobre su apoyo a Venezuela, bromeando sobre el líder opositor que, “alzando los ojos al cielo”, salió a la calle para declarar que era el ganador de las elecciones presidenciales del 28 de julio. Putin afirmó haber hablado de esto con funcionarios del gobierno estadounidense quienes mostraron una sonrisa engreída, pero nada más. Por lo demás, silencio. Cualquiera, dijo Putin, puede poner los ojos en blanco y declarar además que es el Papa, pero eso no cambia la verdad de los hechos: es decir, la legitimidad y transparencia de la victoria electoral de Nicolás Maduro, que Rusia reconoce y apoya. “No estoy de acuerdo con las posiciones del presidente brasileño, con quien también tengo excelentes relaciones – dijo Putin – pero no comparto sus opiniones sobre Venezuela”.

Más claro no canta un gallo.

“Elegimos nuestros caminos de desarrollo independientes, defendemos conjuntamente nuestro derecho al desarrollo y marchamos al unísono hacia la modernización”, afirmó el presidente chino, Xi Jinping. Como atestiguan los documentos de refundación de la OTAN y como ocurre en los planes de cerco geopolítico en marcha a nivel global, China es el obstaculo principal a la busqueda de dominación de un imperialismo en crisis de hegemonía, y Rusia es la pieza que lo precede. Por ello, los Brics expresan preocupación por los conflictos en diferentes regiones del mundo y prometen comprometerse con una solución pacífica y con la eliminación de las causas que los producen. Con respecto a Oriente Medio, apoyan el pleno reconocimiento de Palestina en la ONU y piden un alto el fuego inmediato en Gaza.

A pesar de los obstáculos a superar, no hay duda de que el potencial combinado, en términos económicos y geopolíticos, deja clara la crisis de hegemonía estadounidense a nivel global. Mientras tanto, porque los nuevos entrantes de 2024 han añadido otros 3 billones al PIB de los Brics, elevando la cifra global a casi 30 billones de dólares, pero también porque la perspectiva de que el dólar ya no sea la principal moneda comercial en el mundo, como se considera el más sólido y confiable.

Al respecto, uno de los puntos aprobados establece: “Saludamos la iniciativa de crear una nueva plataforma de inversiones que permita utilizar de manera más eficaz la infraestructura institucional existente del NBD (Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS) para aumentar el flujo de inversiones en los países del BRICS y los mecanismos del Sur global”, en línea con los esfuerzos para expandir el papel del NDB (Nuevo Banco de Desarrollo) del bloque “en la promoción de la infraestructura y el desarrollo sostenible” de los países miembros, y el aumento de la cooperación en medicina en una amplia gama de áreas, desde la salud tradicional y digital hasta la medicina nuclear, los radiofármacos y las vacunas.

Asimismo, en el acuerdo se plantea: “el uso de monedas nacionales en transacciones entre los países BRICS y sus socios comerciales”, y se llama a “fortalecer la corresponsalía bancaria entre los países BRICS y a garantizar la posibilidad de realizar pagos en monedas nacionales de acuerdo con la BCBPI (Iniciativa de Pagos Transfronterizos de los BRICS)”.

La declaración también respalda el compromiso de los miembros del bloque a continuar las negociaciones sobre el ambicioso sistema de pago y depósito transfronterizo BRICS Clear , saluda una mayor exploración de “oportunidades para establecer una plataforma logística para coordinar y mejorar las condiciones de transporte para la logística multimodal entre los países BRICS, y da la bienvenida a la propuesta rusa de crear la Plataforma de Intercambio de Granos BRICS para asegurar la seguridad alimentaria mundial.

La imagen del presidente ruso Vladimir Putin recibiendo el nuevo billete de los Brics ha dado la vuelta al mundo. La introducción de una moneda conjunta fue debatida por los países miembros de los BRICS ya en agosto del año pasado, durante la cumbre en Johannesburgo, Sudáfrica. Sin embargo, Putin dijo que la introducción de la moneda de los BRICS aún no se ha planteado, ya que la organización tiene que actuar gradualmente. “En estos momentos, estamos estudiando las posibilidades de ampliar el uso de las monedas nacionales y de crear herramientas que hagan segura esa labor”, afirmó el presidente ruso.

La semana pasada, en el Consejo Empresarial de los BRICS, celebrado en Moscú, fue presentado BRICS Pay, un sistema de pago sin efectivo por código QR para extranjeros que podría entrar en funcionamiento en Rusia a finales de este año. El servicio permitirá pagar con las tarjetas de Visa y Mastercard dentro del país, y en el futuro en el extranjero con el sistema de pago MIR.

En lo que respecta a la economía venezolana, que tuvo que abrir el mercado monetario para escapar de las garras de la inflación inducida, un cambio de rumbo hacia una desdolarización progresiva sólo revitalizará aún más el motor del crecimiento, que ya ha puesto en marcha positivamente, en base al incremento de la producción nacional. La acción de los Brics, que se han manifestado enérgicamente contra las medidas coercitivas unilaterales, está haciendo perder fuerza a este mecanismo perverso, utilizado como arma de guerra para imponer gobiernos agradables a los Estados Unidos a pueblos que no se someten, como Cuba y Venezuela.

Hoy en día, se estima que más de un tercio de la población mundial sufre la imposición de medidas coercitivas unilaterales e ilegales, y que éstas provienen principalmente de los EE.UU. (entre el 40 y el 50%), la UE (entre el 25 y el 30%); y del Reino Unido (entre el 5 y el 10%). La desdolarización del comercio internacional y el abandono de las plataformas occidentales de cambio de divisas (empezando por Swift), efectivamente puestas en marcha por Rusia, están privando a los EE.UU. y a sus aliados de un poderoso medio de presión: que, como muestran los datos, también resultó en un boomerang para las propias economías capitalistas occidentales, empezando por las europeas.