Por: Moisés Absalón Pastora
De la geopolítica se dice, es la que estudia cómo un Estado se manifiesta desde el territorio que le corresponde y qué incidencia y peso tiene desde su actuar político. El objetivo de la geopolítica es comprender las decisiones internas y externas de una nación partiendo del conocimiento que hay de ella y de su historia. De esta manera la geopolítica es útil para contar con ciertos patrones de análisis que considerando particularidades, coyunturas y situaciones puedan generar perceptivamente análisis juicios y sobre consecuencias, que derivadas de acciones políticas, puedan atraer a su entorno conflictos como los muchos que reciben a este 2025 y que además de mantenernos en vilo apuntan hacia un impacto global y que tristemente no parecen generar treguas, por el contrario se capta un interés por atizar el fuego de los cañones donde lo que se exhibe fundamentalmente es la inocultable lucha entre quienes se arrogan el dominio del mundo y entre la visión de un mundo que no quiere ser esclavo de ningún emperador y en consecuencia empuja hacia un nuevo tipo de relaciones.
Debo decir con mucha franqueza que este asunto de la geopolítica está más que enredado. Entiendo que al margen de cualquier conjetura que de ella se desprenda se tenga a la geopolítica como una herramienta de análisis, aunque cuando uno escucha supuestamente a los más versados en el tema lo único cierto, lo que coincide, lo que no necesita de una bola mágica de predicción, es que la cosa va escalando y todos, como para resultar más atractivos, te dicen que vamos hacia una tercera guerra mundial y tristemente creo que es cierto.
Actualmente existen muchas regiones y Estados tensionados en los cinco continentes, pero particularmente en Europa y el Medio Oriente y sin duda alguna este 2024 recién pasado podemos, inequívocamente, tenerlo como el más prolijo en cuanto a las explosiones bélicas que sacudieron al mundo y este 2025 perfila un horizonte de crisis idéntico al pasado año dónde únicamente la industria militar sacó ganancias sobre un tablero de muerte y destrucción dónde la guerra sustituyó la estructura convencional que de ella se tenía y abrió paso a un poder de letalidad que es más peligroso por la mente de quienes la dirigen naciones con fines nazistas o sionistas que por las cargas explosivas de sus ojivas o el destello de los cruceros hipersónicos.
Por supuesto que en esto de la geopolítica cada quien tiene su propio análisis del génesis que cada conflicto pinta, pero aquí hay evidentemente aspectos de fondo que nos indican claramente quien es aquel que detrás de cada escenario movió a sus marionetas, las lanzó sobre su enemigo político e ideológico, las obligó a desprenderse de una porción de su PIB para hacerle la guerra al Oso Ruso, utilizando a un triste comediante que ya no es el presidente de Ucrania y locura que condujo a la quiebra económica de Europa y solo para ver a la OTAN vencida y a la cabeza de ella al más grande derrotado; Estados Unidos.
Por esa situación vivimos un mundo bélicamente cada vez más violento. A Estados Unidos, y a sus socios, que perdieron el valor del respeto por ellos mismos, no les basta la violencia que la indolencia social del capitalismo salvaje que representan ha causado sobre aquel que padece hambre, que no tiene techo, que vive bajo los puentes o vagando por las calles, que se muere porque no tiene medicina, que no es nada porque nunca tuvo educación, que peregrina en éxodo porque las bombas devastaron lo que alguna vez fue una ciudad, no, nada de eso les importa, pero sí ser compradores compulsivos de la industria militar que curiosamente gerencia el mismísimo imperio norteamericano.
¿Qué me dice la geopolítica arrancando este 2025? Cosas que francamente no quisiera estén sucediendo y aunque las vivo no puedo hacer nada contra eso, puedo expresar una opinión, a lo mejor tendría más peso si otros dejaran de decir a mí que me importa, pero deberían porque son factores que ya nos están afectando porque este mundo ya no es el que conocíamos, aunque claro todos sabemos que el planeta está en guerra.
Hay una parte ya madura y entrada en años que sabemos de guerra porque estuvimos en ella peleándolas absurdamente porque nunca debieron haber empezado porque nos empujaron a sufrirlas y llorarlas, pero hay otra parte, creo que mayoritaria a mi generación, la nacida después de los 90s, que solo las conoce porque las leyeron en nuestra historia o porque las vieron desde el séptimo arte Hollywoodense donde curiosamente el yanque o el gringo siempre resulta ser el bueno y los demás los malos, los terroristas, tal como pintan a China, Rusia, Irán y otras naciones que no pensamos como el verdadero asesino, el genocida, el invasor, el pirata, el policía del mundo o el “demócrata” que se molesta contra pueblos que no pone en el gobierno a los serviles que son los paladines de Washington en la medida que le besen los pies al emperador.
En un gran contrasentido la guerra forma parte de las relaciones humanas desde los inicios de la civilización. Muchos cambios políticos, económicos y sociales fueron consecuencia de guerras. Nosotros los nicaragüenses por más de dos siglos, desde nuestra independencia hasta el 25 de abril de 1990 que el FSLN estableció por primera vez la sucesión presidencial en paz, reconociendo democráticamente la voluntad popular, nos acostumbramos a solucionar nuestros conflictos por las balas, por las guerras y cuando quiso hacer su reaparición en el 2018 el mismo pueblo se encargó de poner en su lugar a quienes la querían imponer a sangre y fuego y fue así porque supimos de las consecuencias de lo que representa el horror, el espanto, el llanto, la muerte, el desplazamiento de poblaciones y la destrucción material y moral porque una guerra jamás termina con un armisticio, un pacto, una capitulación, sino que se prolonga en la siquis del ser humano que muchas veces tiene que volver a empezar o nacer de nuevo porque en muchos casos que no son pocos se pierden familias enteras y eso mismo en escalas increíbles está sucediendo ahora en Gaza y en Europa donde la industria militar “ayuda” enviando misiles, blindados, y millonarios presupuestos que increíblemente pagan aquellos que parecen repetir aquella frase de “ Ave, Caesar, morituri te salutant”.
El costo de una guerra puede ser difícil de medir, pero se puede estimar en términos económicos y de consecuencias humanas: Sin poner en peligro la vida de ninguno de sus militares, como ha sucedido en anteriores contiendas, ámbitos relevantes de la economía de Estados Unidos están obteniendo resultados récord gracias a la guerra que tiene contra Rusia utilizando a sus perros de pelea en la OTAN con el pretexto de una Ucrania que ya está vencida y que cada día que pasa pierde más territorio.
El más beneficiado es, lógicamente, el sector de defensa estadounidense que sostiene unos 800.000 empleos directos. Los datos no dejan lugar a dudas: las exportaciones de armamento americano se dispararon en un 49,1% hasta superar los 200.000 millones de dólares. En gran medida se debe al espectacular crecimiento del presupuesto militar de Kiev, que se multiplicó por siete y pasó de apenas 6.000 millones en 2021 a 36.000 millones de euros en 2024 al margen de las donaciones que Washington hace de armamento a Zelenski, pero gran parte de lo que sus militares disparan contra el enemigo ruso es comprado, para hacer más robustas las fortunas de quienes realmente mandan en Washington y que francamente tienen al mundo desangrándose y sin esperanzas.
Así pues, vivimos el contexto, a lo mejor no de una geopolítica confusa como título a este escrito, sino ante la presencia loca de dirigentes y sirvientes mundiales del imperio norteamericano que encarnan a los jinetes del apocalipsis porque cuando uno observa la nueva forma de hacer las guerras concluye que aquí no quedará piedra sobre piedra en un mundo que dejó de pertenecer a la humanidad y que nos fue arrebatado por la muerte misma.
En tanto podamos disfrutemos la paz que tenemos los nicaragüenses porque equivale a un tesoro inmenso que otros pueblos, que no son pocos, quisieran. Por eso mismo defender la paz debe ser fundamental para nosotros y el mensaje que enviamos a los que hablan de guerra porque no la conocen es que aquí estamos preparados para todo menos para rendirnos o cruzarnos de brazos ante los que piensan que aquí puede haber un retorno al pasado.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA