La conclusión de la cumbre de la OTAN en Madrid abrió oficialmente una nueva etapa de la historia en la que el unipolarismo imperial occidental, sin ninguna diplomacia, declara la guerra al multilateralismo. Con el nuevo Concepto Estratégico, la organización atlántica abandona cualquier ambición de garantizar la paz y el equilibrio internacional, como rezaba su estatuto fundacional; elige la guerra, o al menos la amenaza de ella, como eje central de sus relaciones internacionales. Un aumento de soldados y armas en Europa y en la región del Pacífico, un incremento de la presión política y militar: se oficializa una nueva política dedicada al desequilibrio, a elevar las tensiones con posturas amenazantes y provocadoras y con el alistamiento de cualquier país que, por su ubicación territorial, pueda ejercer presión o incluso suponer una amenaza para las naciones que la OTAN considera hostiles. La adhesión de Suecia y Finlandia, de hecho, indica cómo Washington ya no contempla ni siquiera formalmente la existencia de países neutrales destinados a amortiguar el choque bipolar, y decide en cambio unir militarmente a todo Occidente.
En la asunción, incluso formal, de lo que antes era sólo sustantivo, es decir, de una organización ofensiva con rasgos agresivos, se confirma cómo la OTAN se ha convertido en la prolongación de la política estadounidense, en el anillo de seguridad de sus intereses. Otro postulado hipócrita de que Estados Unidos era el garante de la seguridad de Occidente ha desaparecido, ya que ahora es Occidente el que se dedica a la seguridad de Estados Unidos. Su nueva función es clara: abrir el conflicto con cualquiera que amenace la posición de Estados Unidos. Que, además de encontrarse con un sistema militar internacional para salvaguardarlo, también tiene un elemento de utilidad economica, dado que el aumento de las tensiones militares provocará un incremento global del gasto militar. Y mientras que para todos los países del mundo representan una distracción del gasto público en detrimento del bienestar, una piedra de molino para las políticas de avance socioeconómico, para Estados Unidos son el motor fundamental de su crecimiento económico.
En el documento no queda claro cómo piensa actuar la OTAN en una posible guerra directa contra Moscú y Pekín. El plano militar es incierto, además de loco, y el plano económico parece complicado, ya que sus miembros no pueden basar su esfuerzo bélico en un sólido aparato industrial y manufacturero. La desindustrialización de las últimas décadas y la financiarización de la economía han minado la capacidad de Occidente para sostener una producción bélica que permita un enfrentamiento con potencias como Rusia y China. Un marco económico y militar que debería empujar a la organización atlántica a una mayor prudencia, pero que prefiere descartar con amenazas de guerra cualquier hipótesis de acomodo con las legítimas necesidades de seguridad de Rusia y los proyectos de crecimiento e integración multipolar de China.
¿Quién amenaza a quién?
En la desbordante retórica del nuevo Concepto Estratégico, Rusia y China serían los regímenes autoritarios que, junto con otros, quieren destruir el sistema occidental. Especialmente hilarante es la afirmación de que es China la que amenaza a Estados Unidos: como es bien sabido, hay unas 800 bases militares estadounidenses en todo el mundo, de las cuales unas 20 amenazan directamente a Pekín. En el Pacífico, 137.000 soldados estadounidenses están estacionados en la veintena de bases de Hawai, Corea del Sur, Japón, Guam, Singapur, Tailandia, Australia y Filipinas, donde opera la Séptima Flota de la Marina de los Estados Unidos y también hay tropas estadounidenses en Hong Kong, Malasia e Indonesia. En particular, las bases de Guam (Marianas) y Yokosuka (Japón) son las mayores en términos de tamaño, equipamiento militar y armas nucleares del mundo. China no posee ni una sola fuera de su territorio. ¿Y es China la que amenazaría a Estados Unidos?
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Un razonamiento idéntico podría hacerse sobre la ampliación de la OTAN hacia el este para rodear a Rusia, mientras que no hay bases rusas en las fronteras de los países de la OTAN, sólo tiene dos en Siria.
Por ello, ante tanto macartismo de vuelta, es difícil intentar un análisis objetivo de las tendencias que se mueven en la escena mundial: el nuevo Concepto Estratégico no tiene ninguno de los conceptos ni la estrategia necesarios para la convulsa fase de tensiones y guerras que vive el planeta precisamente por la agresión estadounidense, que ve amenazado su dominio.
Pero al margen de la retórica propagandística sobre la supuesta amenaza ruso-china a la identidad occidental, identificar a Moscú y Pekín como los dos antagonistas hacia los que elevar el nivel de la amenaza militar es no sólo una demostración de miedo e impotencia para competir en múltiples terrenos, sino también una verdad instrumental. Los adversarios de la OTAN, que ahora se ha convertido en el representante político de todo Occidente, no son sólo China y Rusia, sino el conjunto de países definidos como “emergentes”; es decir, aquellos que en los cuatros continentes muestran un crecimiento económico y tecnológico constante y no están dispuestos a ceder recursos y soberanía política a Estados Unidos y sus socios minoritarios.
Estados Unidos, a estas alturas sumido en una profunda crisis de modelo en lo económico y en lo social, y rezagado en lo tecnológico y en lo militar, ha identificado el imperioso crecimiento de China, el peso militar de Rusia y el valor económico de los países emergentes (India sobre todo) como el obstáculo a remover para evitar una confrontación de libre mercado que haría perder a Occidente.
Adiós Europa
El otro aspecto predominante de la cumbre de Madrid es que sancionó el fin de Europa como proyecto político y económico basado en los intereses del continente y que pretendía, desde su inicio, crear una zona de paz en el continente donde nacieron dos guerras mundiales debido al expansionismo alemán. Bruselas tiene ahora un papel similar al del Reino Unido, Canadá y Australia, es decir, de mero apoyo a la extensión del dominio imperial estadounidense. Pone su identidad política, su historia, su crecimiento económico, su territorio y su población a disposición de la expansión del imperio estadounidense, que incluye guerras nucleares tácticas que Washinton necesita para probar las acciones y reacciones de sus adversarios.
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¿Un ejemplo de ello? La entrada de Suecia y Finlandia fue saludada a bombos y platillos, pero queda por demostrar que su entrada en la OTAN es una idea conveniente desde el punto de vista militar. Ambos países, de hecho, comparten una frontera de 1.340 kilómetros con Rusia, que, sin embargo, controla el Báltico y el Ártico con su base militar de Kaliningrad. La cual es es una parte del territorio ruso en medio de la Unión Europea, un puesto militar de 15.000 kilómetros cuadrados enclavado entre Lituania y Polonia y situado a 1.400 kilómetros de París y Londres, 530 de Berlín y 280 de Varsovia. Se encuentra en una posición clave por dos razones: el puerto del Mar Báltico, que alberga la base de la flota naval rusa, está situado en una de las pocas zonas donde el mar no se congela. Además, al controlar el corredor de Suwalki – que conecta el óblast con Bielorrusia y es el único paso terrestre entre Polonia y los países bálticos – Moscú podría aislar a Letonia, Estonia y Lituania de un solo golpe e imponerse rápidamente a Varsovia.
Además, Europa se convertiría en un objetivo aún más importante en caso de conflicto, ya que Kalinigrad alberga los sistemas Iskander, misiles balísticos tácticos de corto alcance capaces de transportar cabezas nucleares, con un alcance de hasta 500 kilómetros con los cuales Moscù respondió al despliegue de las bases estadounidenses de defensa antimisiles (ABM) en Rumanía y Polonia. Los Iskander lanzados desde rampas o submarinos pueden alcanzar gran parte de Europa. En resumen, en contra de lo que se podría sugerir, la entrada de Suecia y Finlandia no representa un refuerzo del nivel de seguridad del continente, sino un aumento del riesgo de conflicto, y el nuevo ajuste balístico de Rusia aumentará la fragilidad militar de Europa.
Luego están las repercusiones económicas. La devastadora crisis que azota (y más aún lo hará en invierno) a la UE, hundirá las tenues suposiciones de la recuperación pospandémica, mientras que EE.UU. se beneficiará, porque la menor fortaleza económica de la UE reducirá el peso de un peligroso competidor en los mercados comerciales y de divisas. Estados Unidos tendrá una buena oportunidad de imponer sus productos en un mercado en el que la UE no podrá competir debido al bloqueo parcial, pero significativo, de su capacidad de producción y de su red de distribución, arrastrada por la reducción del suministro de energía y la espiral de precios, de la que Moscú se beneficia a cambio.
En Madrid se acabó el concepto de diversidad dentro de la Alianza, de la idea de mantener la seguridad colectiva teniendo en cuenta las necesidades respectivas de cada uno de sus miembros. Ya no hay lugar para las necesidades nacionales o regionales. El sistema de defensa militar del capitalismo está centralizado y prepara el escenario para el choque global entre el imperio occidental dirigido por Estados Unidos y el resto del mundo, que ve en el sur y el este del planeta la afirmación de un nuevo grupo de países que aspiran a una gobernanza planetaria compartida. No es una una pretensión errónea, tienen todo el derecho, incluso el deber, de ocuparse del gobierno del mundo, ya que los BRICS (y no sólo ellos) son países estratégicamente importantes, económicamente exitosos, políticamente influyentes, militarmente fuertes y demográficamente mayoritarios. A la espera de la próxima entrada de Irán y Argentina, ya representan el 40% de la población mundial, el 25% del PIB y el 18% del comercio, y más de la mitad del crecimiento económico del planeta. Esto es lo que asusta a Washington.
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La OTAN se despojó en Madrid de la máscara de la alianza militar defensiva, desgastada por las derrotas militares y políticas, y ahora se coloca abiertamente en una condición beligerante contra el resto del mundo. La representación de unos 800 millones de personas decide enfrentarse incluso militarmente a los más de 5.000 millones de habitantes restantes de la tierra para no compartir la gobernanza del planeta. ¿Por qué? Porque esto obligaría a Occidente a retirar el expolio de recursos y materias primas necesario para mantener un Occidente que ya no produce nada de lo que requiere el desarrollo del planeta y que, por el contrario, condena su futuro a una guerra inevitable para acaparar recursos vitales como el agua, la biosfera, las tierras raras y los combustibles. Los eslóganes, las amenazas y las exhibiciones musculares sirven de poco. La voracidad de la OTAN está fuera de tiempo: David crece y se fortalece, Goliat no tiene nada de qué alegrarse.