¿Quién dirá que las savias dormidas no despiertan entonces en el tronco del roble gigante?
Rubén Darío
Edwin Sánchez
Abril no fue la primavera que se esperaba.
Sus flores resultaron ser estudiantes de pétalos extendidos de solidaridad.
Polen que se esparció a casi todas las universidades de Estados Unidos.
Fragancias de paz y no del fétido azufre de la pólvora y del supremacismo.
¡Qué pólvora para descender a los instintos, ceder al aborrecimiento y encender el dolor colectivo!
¡Qué fuego para hacer arder la convivencia, en vez de resolver lo que es imperativo en el siglo XXI, con la palabra, con el diálogo, con la sensatez!
Este es el enfrentamiento entre los que quieren un mundo justo y los que se empeñan en reciclar el siglo XX de la intolerancia, la supremacía y el hegemonismo.
Se pensaba que todo seguiría igual que en el milenio anterior, con almas perdidas pero enriquecidas con pecados mortales genéticamente modificados.
Mas Abril 2024 resultó muy distinto. Allá en Estados Unidos.
Los que pretenden el dominio absoluto se alzan sobre los hombres y mujeres de buena voluntad, sobre los estudiantes, sobre los que aman la Paz, con la fuerza, las armas, la sinrazón de la potencia militar, la prepotencia económica y el ultimátum.
Cuando el cuarto mes del año se desprendió del papel, de las hojas del calendario, llegó a los campus a tomar…, tomarse, y tornarse, una bandera estudiantil, una causa, una protesta. Y Abril abrió los campamentos. Y brotaron los plantones.
Y deshizo el unicolor relato del V.I.P. en Medio Oriente.
La culpa es de las flores. Flores de todos los colores.
Abril llegó cargado de amores. Y flores de mayo.
Ya el mundo dejó de ser monocromático.
Hay que aceptarlo.
Y no es ninguna declaración de guerra, sino declaración de Armonía, de Concordia.
De Luz.
Primavera que fluya e influya en los poderosos para que se animen a estrenar su condición de humanos.
Que demuestren que son parte de la Humanidad.
Es la Primavera natural, no la postiza que ya han fabricado, en otros tiempos y lugares, los agentes del desorden, de la inquina, de las intrigas y del rencor sin fecha de vencimiento, con el objetivo perverso de engendrar disturbios, asonadas, fake news y golpes de Estado “blandos”.
Primavera natural en el otoño del establishment.
Primavera que salió de la empatía, del humanismo, del mero corazón juvenil.
Y de profesores. De graduaciones anteriores.
Las flores se aglomeran en cientos de buqués no para decorar eventos ni embellecer un mundo que, como está y quieren que siga, ya no adorna ni al sistema solar, peor la Vía Láctea.
Florece el cambio.
Floración de la transformación.
Son las flores del bien, aunque no suene muy baudeleriano.
Flores de abril en Estados Unidos, tan distintas a la desastrosa eclosión de las plantas carnívoras de 2018 que algunas potencias “democráticas” sembraron con alevosía en Nicaragua.
Olor y hedor, he ahí la diferencia entre la Primavera natural y la artificial.
Una oleada de bienaventurados pacificadores perfuman el centro de Norteamérica, 2024.
Una legión de patrañeros, de máscaras, sadismo y barbarie sometieron a su hediondez al centro de Las Américas, 2018.
Las flores universitarias apenas hacen sus manifestaciones con carteles y voces.
Unos se tomaron el histórico Hamilton Hall de la Universidad de Columbia, devolviendo a la primera plana las protestas contra la guerra en Vietnam y el racismo, precisamente el 30 de abril de 1968.
Pero en la Universidad no hay tranques. Ni gente armada.
No empuñan fusiles ni agendas escondidas, ni infamias.
Empuñan carteles, mantas, razones y corazones. Entonan cantos. Se pronuncian sin violencia contra la violencia.
No empañan sus luchas con dinero de ningún país, porque no es una primavera injertada por la putrefacción.
No son “autoconvocados” a control remoto.
Son plantones, o eran, porque fueron desalojados por la policía.
Expulsados con rudeza, aunque los universitarios no dejaron el saldo sangriento de 22 policías asesinados por “manifestantes pacíficos” como en Nicaragua.
Nueva York siguió, en todos estos días, su dinámica normal; los directores, productores y actores de Hollywood hacen sus películas; la Quinta Avenida intacta, multitudinaria, turística; el puente de Brooklyn traficado y el Times Square siempre multidimensional, concurrido, bullicioso…Ninguna vida está o estuvo en peligro.
Los estudiantes no prendieron fuego a ninguna instalación del perímetro universitario, ni ultrajaron a ninguna catedrática, como fue constatado en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Recinto Rubén Darío.
El Hamilton Hall sigue completo, no así la sede de la UNAN-Carazo, cuando hace seis años arrasaron con los laboratorios, la biblioteca, aparte de la destrucción de lo que encontraron a su paso los vándalos “democráticos”.
Las flores que aromatizan el ambiente académico de EEUU no le pegaron fuego ni a una sola página de los más de “7 millones de volúmenes que se localizan en 22 bibliotecas, cada una apoyando una disciplina profesional o académica”, tal como se lee en la página de la referida Casa de Estudios.
Sin embargo, en León, el 20 de abril de 2018, los protegidos de los contratistas de “Derechos Humanos” de Luis Almagro, incendiaron el Centro Universitario de la UNAN-León, con un estudiante dentro: Cristian Emilio Cadenas.
No les importó.
Fue apenas uno de los incinerados vivos durante aquellos diabólicos días que sus patrocinadores ensalzaron como “primavera democrática”.
Ninguna de las universidades de los Estados Unidos ha sido convertida en cuartel ni base de operaciones de intereses extranjeros —como aconteció en Nicaragua—, para echar de la Casa Blanca al titular Joe Biden.
De ninguna universidad centronorteamericana (Norteamérica la integran Canadá, Estados Unidos y México) han salido cuadrillas de criminales a calcinar edificios, apartamentos con familias en su interior, sedes de agencias gubernamentales, ayuntamientos, módulos de construcción, vehículos, bienes estatales.
No llegaron a los extremos niveles del terrorismo y rodear, hostigar y disparar con armamento de guerra las delegaciones de la policía, tal como ejecutaron en Nicaragua.
II
Las campanas de la Catedral de San Patricio no repicaron ni multiplicaron el odio.
Ningún obispo de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos ha ido a las universidades a instigar la caída del gobierno constitucional del presidente Biden.
Ningún prelado ha intentado hacer un facsímil de la “alianza cívica” de ocupación, que organizaron ciertos religiosos en Nicaragua para ensuciar nuestra Bandera Azul, Blanco y Azul.
Las flores de Estados Unidos no necesitaron utilizar las barras y las estrellas ni el incienso de los malignos para darle cuerpo, estatura y esencia nacionales a lo que ya de por sí son: un movimiento genuino y aromático, no áridas siglas, ficticias, apenas reales en su estulticia alquilada.
En ningún momento los más de 300 millones de habitantes de Estados Unidos han sufrido asedios, amenazas, ni visto perjudicada su libre circulación, ni interrumpida su cotidianidad, ni provocado el derrumbe de la economía.
A ningún miembro de la comunidad académica se le ha ocurrido ocupar el centro residencial East Campus de Columbia, el más alto del Alma Mater, como el lugar idóneo para apostar francotiradores con la consigna expresa de asesinar a los agentes del Departamento de Policía de Nueva York, NYPD por sus siglas en inglés.
Las flores estudiantiles no han puesto en riesgo a ningún ciudadano de la Gran Manzana, pero las plantas carnívoras en Nicaragua utilizaron el Torreón Universitario de la UNAN-Carazo para que sus francotiradores mataran a los efectivos de la Estación de Policía de Jinotepe.
Las protestas en EEUU 2024 son de paz por la paz.
Ninguna metrópolis las financia.
Ninguna embajada latinoamericana las chinchinea.
Ningún embajador ni organismo no gubernamental o internacional se rasga las vestiduras “por la represión”, la “violación de derechos humanos”, y el bla-bla-blá de costumbre.
Las “protestas primaverales” en Nicaragua 2018 fueron un intento brutal de derrumbar al Gobierno, pero fracasó porque se trataba de un Golpe de Estado en Descomposición que apestaba…
Los que se “manifestaron” portaban armas de asalto, AK, pistolas, fusiles de alta precisión y tiro efectivo. Todo bajo la mampara mediática de “jóvenes indefensos” que “solo” tenían morteros caseros, piedras y palos.
Era la primera vez en la historia que Goliat se disfrazaba de David.
Y la primera vez que la “izquierda” del Broadway latinoamericano aplaude la “gran obra” teatral importada.
III
El presidente Joe Biden condenó las protestas, porque “El vandalismo ingresó sin permiso, rompiendo ventanas, clausurando campus, forzando la cancelación de clases y graduaciones y nada de eso es protesta pacífica”.
¿Qué tal si solo el 1% de las atrocidades que se cometieron en los centros de tortura llamados “Tranques” en las ciudades en manos de tipos armados, se hubiera perpetrado en la Unión Americana?
¿Cómo actuaría la Casa Blanca? ¿Qué haría el Pentágono? ¿La Policía se quedaría en sus delegaciones? ¿El FBI se cruzaría de brazos? ¿Los detectives, los expertos en criminalística y balísticas se irían de compras? ¿La Fiscalía miraría hacia otro lado?
Ninguna ciudad de EEUU ha sido tomada violentamente durante estas jornadas.
Manhattan no quedó incomunicada por bloqueo de carreteras, túneles, puentes y puerto. El ferry de Staten Island mantuvo su servicio fluvial sin interrupciones.
No hay registro de ultrajar a ningún individuo por el hecho de trabajarle al condado, a alguna oficina gubernamental o por ser miembro del Partido Demócrata, hoy en el poder.
No se ha conocido que algún miembro de la NYPD haya sido plagiado por estudiantes, torturado y quemado vivo, como sucedió en Nicaragua.
Aunque nada de esto, gracias a Dios, ha sufrido el pueblo de Estados Unidos, las autoridades han respondido de acuerdo a sus leyes, leyes que también hay en Nicaragua, pero por aplicarlas, ha recibido agresiones económicas y condenas de las metrópolis.
La orden dada fue desmantelar los plantones.
Desarticular lo que los universitarios llaman, y cumplen al pie de la letra, “resistencia pacífica”.
A pesar de que los protestantes abogan abiertamente su causa por el cese al fuego en Gaza, y no usan el tema de pretexto para desestabilizar Washington, y exigir la rendición de la Casa Blanca, los medios de prensa reportaron que “La toma de la Universidad de Columbia fue reprobada por el mandatario Joe Biden”.
Allí no han siquiera rasguñado a nadie, salvo los contra manifestantes que asaltaron campamentos pro paz en la Universidad de Los Ángeles, California, UCLA.
En Nicaragua 2018, no se tomaron solo una universidad. Quisieron tomarse el país entero a la fuerza. Secuestraron ciudades, las principales como León, Masaya, Granada, Jinotepe, etc.
Hubo millones de dólares que abonaron a las plantas carnívoras que se alimentaron de sangre humana, de personas echadas literalmente a la hoguera, de ciudadanos ultrajados por ser empleados de las municipalidades.
Nicaragua fue víctima del terrorismo, de la matanza, de la violencia sin ton ni son, combinados con el accionar de elementos del narcotráfico para derrocar al Gobierno Constitucional de la República, “el objetivo final”.
Era necesario “incluir a todos los opositores al gobierno, aunque haya sospecha de ser oportunistas, abortistas, homosexuales, narcotraficantes…para lograr el objetivo final…”, arengaba un jerarca de la Iglesia Católica.
Tras el desalojo policial que sufrieron los estudiantes de la UCLA, el presidente Biden expresó: “Permítanme ser claro: en Estados Unidos (…) las protestas violentas no están protegidas; las protestas pacíficas sí lo están. Cuando ocurre violencia, eso viola la ley. La ley debe prevalecer”.
“Existe el derecho a la protesta, pero no a generar caos”, dijo.
Y destacó que “Tampoco somos un país anárquico”.
Por supuesto que Nicaragua tampoco es un país donde alegremente se permita introducir la sanguinaria mercancía de la anarquía.
Si el señor Biden defiende “el derecho de caminar por un campus sin temor a ser atacado”, también los nicaragüenses cuentan con ese derecho salvaguardado por la Constitución, de caminar libremente en Nicaragua, pero en 2018, durante tres largos meses, se perdió el derecho de andar, porque los “líderes” de la carnicería (que nunca se había visto en la nación), subyugaban las ciudades.
Biden dijo: “No debería haber lugar en ningún campus, ningún lugar en Estados Unidos para el antisemitismo o las amenazas de violencia contra estudiantes judíos. No hay lugar para el discurso de odio, ya sea antisemitismo o islamofobia, ni para comentarios contra israelíes o palestinos en Estados Unidos”.
Se entiende que si su declaración es de una sola moral y un único rasero, le faltó agregar que tampoco hay lugar para las invectivas y canalladas contra Nicaragua, ni espacio para alimentar, con dinero de los contribuyentes estadounidenses, la sandinofobia.
Si en Estados Unidos no hay lugar para las flores, menos que en Nicaragua haya lugar para las plantas carnívoras de la paz.
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