Por: Stephen Sefton
Aunque es innegable el colapso del poder e influencia de los Estados Unidos norteamericanos y sus aliados occidentales, no es uniforme y tiene diversas modalidades o expresiones. Ahora, la fuerza y eficacia de los componentes del orden imperial establecido después de la Segunda Guerra varia en dependencia de las condiciones en desarrollo en las diferentes regiones del mundo. En la enorme región eurasiática, la colaboración desarrollada entre la Federación Rusa y la República Popular China ha fomentado la confianza en la región que es posible promover la cooperación basado en los principios del respeto entre iguales y la cooperación para el beneficio mutuo dentro de un marco institucional y económico capaz de incluir a los gobiernos de países históricamente antagonistas.
Quizás el mejor ejemplo de esta realidad es la membresía de Pakistán y la India de la Organización de Cooperación de Shanghai. Otro es la integración de Arabia Saudita y la República Islámica de Irán en el grupo de países BRICS+. Vale la pena recordar que los gobiernos de Rusia y China empezaron explorar la iniciativa del grupo de Shanghai, junto con las repúblicas de Asia Central Tayikistán, Kirguistán y Kazajstán, en 1996, solo cinco años después de la disolución de la Unión Soviética. Tres años después, en 1999, la OTAN atacó a Serbia, aliado histórico de Rusia, y bombardeó la embajada de China en Belgrado. Desde ese tiempo ha sido muy claro el menosprecio de los poderes occidentales para la voluntad de los gobiernos de Rusia y China de establecer sistemas de seguridad mutua y respeto para sus respectivos intereses.
Puede ser conveniente revisar la falta de coherencia y solidez de los Estados Unidos norteamericanos y sus satélites en el Pacífio y en Europa con una mirada a las diferentes modalidades que expresan la capacidad política de estos países. Se trata de cuatro aspectos principales: la sensibilidad política-afectiva, la inteligencia moral político, el aspecto político-económico y la fuerza político-militar. En la práctica, todos estos elementos son, si no inseparables, ciertamente están íntimamente interrelacionados. Y es notable que el desarrollo del grupo de países de BRICS+ sigue la misma lógica que lo de los países de la Alianza Bolivariana de nuestras Américas que nació en 2004, el mismo momento histórico que la OCS, que se fundó en 2001.
La modalidad política-afectiva determina la disposición de la interacción entre los gobiernos y su propia población y con otros pueblos. Por ejemplo, derivado de la solidaridad sin par del pueblo cubano, el enfoque de los gobiernos revolucionarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela y sus países socios del ALBA es en la persona humana, las aspiraciones de las familias y la juventud y las necesidades en general de sus poblaciones. Es un enfoque holística que filtra de manera osmótica, natural y orgánica a la política exterior. Quizás la dimensión más clara de esta realidad son las políticas de estos gobiernos en relación a la prevención y mitigación de los desastres y sus políticas de salud pública y la educación.
En cambio, en los Estados Unidos norteamericanos y sus países satélites, su enfoque prioriza los intereses empresariales y el desarrollo del mal llamado libre mercado. La reciente Huracán Helene demostró que la población norteamericana prácticamente no tiene un eficaz sistema de defensa civil capaz de proteger la población contra los desastres naturales o de responder de manera humanitaria a sus secuelas. En relación al sistema de salud pública norteamericana se organiza en beneficio de las grandes empresas de seguro médico y las grandes empresas farmaceúticas. Son muchas decenas de millones de personas que no tienen seguro médico o están con un seguro médico inadecuado.
La situación en Europa quizás no es tan extremadamente negativa y anti-humana, pero sigue la misma lógica neoliberal, por ejemplo con los progresivos recortes de financiamiento a los sistemas de salud y de seguro social. Con la aplicación de las miles de medidas coercitivas unilaterales contra la Federación Rusa desde febrero 2022, han habido dramáticas las alzas en los precios de la energía eléctrica que han forzado el cierre de decenas de miles de empresas y negocios de todo tamaño en los países europeos. El gobierno británico acaba de declarar que no va a mantener este invierno la ayuda económica a las personas de la tercera edad para asegurar que pueden cubrir el costo de la energía para su calefacción.
Esta falta de sensatez de los gobiernos occidentales a las aspiraciones y necesidades de sus poblaciones se combina con una falta de apertura hacia la crítica de sus políticas. Las élites gobernantes se cierren en su bunker ideológico que es a la vez una jaula mental que impide una actuación racional a favor del Bien Común de sus propios pueblos y de los demás pueblos del mundo. Esta resistencia a la crítica racional a nivel interno de sus países es todavía mayor y peor en las relaciones internacionales. Allí, el cierre irracional ideológica occidental se combina con una odiosa pretensa a la superioridad cultural lo cual hace imposible para las élites gobernantes occidentales tratar a los gobiernos y pueblos del mundo mayoritario como iguales con el respeto que merecen.
Los efectos contraproducentes de este perfil politico-afectivo occidental, incapaz de aceptar la crítica racional y bajo la contraproducente ilusión de su superioridad cultural, corrompen la vida pública en sus sociedades por medio de un profundo y amplio fracaso intelectual y moral. Las dementes creencias falsas derivadas de la predominante psicología afectiva cultural inducen un sistema de reportaje corrupta en todos los ámbitos de la vida nacional de las sociedades occidentales, caracterizada cada vez más con la intensificación de la censura. Todas las fuentes de información son afectadas, las universidades, los medios de comunicación, los centros de investigación gubernamentales, las organizaciones no gubernamentales de todo tipo. Todas funcionan en una perversa ambiente posverdad alimentada con información basura para generar datos e información al gusto de las clases gobernantes.
Hay innumerables ejemplos de esta realidad, tanto a nivel interno de los países occidentales como en relación a su política exterior. A nivel interno, por ejemplo, existe una demonización constante de la población inmigrante cuando de hecho las economías occidentales dependen para su viabilidad de la mano de obra de esta población inmigrante tanto en términos de sus aportes tributarios como contribuyentes como en términos de su productividad. Otro mito falso es la idea que habrá que mantener los salarios y los impuestos bajos para alentar a las clases más ricas y las empresas a invertir en las economías nacionales o que los bancos prestan dinero desde los ahorros cuando en realidad al hacer préstamos están creando dinero nuevo dentro los parámetros de las autoridades monetarias nacionales.
Estas falsas creencias a nivel nacional sirven para promover las políticas económicas y comerciales favorables a las élites gobernantes. Todavía más nefastos son los efectos del colapso de la integridad intelectual y moral de la sociedades occidentales en la política exterior. En vez de dedicar la riqueza nacional de los Estados Unidos norteamericanos y sus aliados para la inversión doméstica productiva, se desvían enormes montos de dinero hacia aventuras militares y terrorismo al por mayor en ultramar para beneficiar los intereses de élite en vez de defender los intereses de sus pueblos.
La guerra de la OTAN contra Rusia se vendió como la defensa de un pueblo noble, Ucrania, contra una cruel agresión rusa. De hecho, fueron los poderes de la OTAN que fomentaron una agresiva, genocida regimen fascista en Ucrania que atacó y masacró su propia población rusoparlante con el objetivo deliberado de provocar al gobierno del Presidente Putin con la idea de poder debilitar y destruir a Rusia. Se ve el mismo patrón en Palestina. Allí, los poderes occidentales durante décadas han promovido un régimen genocida con la idea de destruir a la República Islámica de Irán y consolidar su control de una región geoestratégica con abundantes recursos naturales. Sin embargo, se vende la absurdamente falsa idea de Israel como un víctima que solo actúa en su propia defensa.
En América Latina también el colapso intelectual y moral del Occidente es más que evidente. Se ha normalizado el genocida bloqueo de Cuba y las ilegales medidas coercitivas unilaterales contra Venezuela y Nicaragua, aunque contravienen los principios más básicos del derecho internacional. La información a nivel internacional describen a Cuba, Nicaragua y Venezuela como dictaduras cuando son los países más democráticas de la región porque priorizan sin descanso las aspiraciones y necesidades de sus poblaciones. En cambio, el falso consenso internacional trata como democracias a los gobiernos fascistas de Argentina, Perú y Ecuador que han atacado de manera agresiva el bienestar de sus propios pueblos.
La cultura occidental política-afectiva y su fracaso intelectual y moral afectan de manera profunda el aspecto político-económico del desarrollo de sus sociedades. La crisis financiera de 2008-2009 se ha transformado en una prolongada crisis de crecimiento y productividad para los Estados Unidos norteamericanos y más especialmente para los países europeos. No pueden competir con la economía de la República Popular China y la consolidación económica de la región eurasiática. Sus hipótesis culturales e ideológicos les impiden superar la crónica falta de inversión productiva y el incipiente declive en su capacidad de innovación productiva y de investigación tecnológica y científica.
Esta realidad es más evidente en el área político-militar donde la incuestionable superioridad de la tecnología militar en desarrollo por la Federación Rusa y sus aliados la República Popular China y la República Islámica de Irán. El Occidente combinado no tiene respuesta a la tecnología de misiles de estos tres países aliados porque su capacidad su capacidad de defensa aérea es completamente obsoleta, como se veía con el reciente exitoso lanzamiento de misiles iraníes contra blancos sionistas en la Palestina Ocupada. En Ucrania, la capacidad militar de la OTAN se ha demostrado completamente desfasada y la OTAN como tal ha sufrido un humillante derrota estratégica de la cual se llevarán décadas para recuperar, si es que sean capaces sus países miembros a recuperarse.
En todos los aspectos, los poderes imperialistas están a la deriva sin tener políticas congruentes y coherentes para lograr para sus pueblos un futuro seguro y próspero. Los gobiernos de Estados Unidos norteamericanos y los países europeos siguen presionando a los países del mundo mayoritario a tomar posiciones contra Rusia y China. Pero los intereses fundamentales nacionales rinden esa presión cada vez menos exitosa. Aun un aliado incondicional norteamericano como el presidente argentino Javier Milei ha hecho una gira de 180 grados en sus declaraciones sobre la República Popular China con que de la manera más grosera había insistido que no iba a mantener relaciones.
Ahora, desesperado para inversiones y recursos financieras para asegurar la liquidez de la economía nacional, el presidente Milei dice que China “es un socio comercial muy interesante” y se alista para participar en la Cumbre China-Celac al inicio del próximo año. Otros países con gobiernos dominados por la derecha como Ecuador, Perú y Chile, siguen la misma lógica. No tienen alternativa si quieren desarrollar sus economías que aprovechar las iniciativas de cooperación de la República Popular China. La visión geopolítica norteamericana y europea es tan cegada que es incapaz de ofrecer una alternativa viable a las amplias inversiones e instancias de cooperación financiera ofrecida por las autoridades chinas en un espiritú de respeto y beneficio mutuo.
Cuando los voceros gubernamentales de Occidente quejan que Rusia o China o el proyecto de los países BRICS+ desestabilizan el mundo, lo que quieren decir es que no pueden competir, porque sus políticas de coacción en las diferentes regiones del mundo mayoritario ya no funcionan como antes. Los países Occidentales tienen la mentalidad política-afectiva de percibir toda iniciativa política o económica independiente como una amenaza. Los dirigentes de los países BRICS+ actúan en base a consenso de una manera conforme con los principios de las Naciones Unidas de cooperación para el desarrollo socioeconómico con todos los países del mundo sin condiciones. Esta manera de proceder es totalmente ajeno a la cultura occidental.
El Presidente Xi Jinping escribió en 2018, “El ascenso colectivo de los mercados emergentes y los países en vías de desarrollo es indetenible… La comunidad internacional enfrenta nuevas encrucijadas y tenemos que elegir entre la cooperación y la confrontación, apertura y política de puerta cerrada, beneficio mutuo y beneficio propio a costa de los demás….Nosotros, los países BRICS, debemos fomentar firmemente una economía mundial abierta, rechazar resueltamente el unilateralismo y el proteccionismo, promover la liberalización y la facilitación del comercio y la inversión y encauzar conjuntamente la economía global hacia una mayor apertura, inclusión, crecimiento equilibrado y ganancias compartidas para todos… Debemos ayudar a los mercados emergentes y países en vías de desarrollo… ”
Las políticas de BRICS+, sin duda la organización más importante para el futuro desarrollo del mundo mayoritario son claras, contundentes y profundamente humanitarias. Pero no hay señales que los países norteamericanos y europeos son capaces de superar su cultura imperialista y su acostumbrado sentido de superioridad. Tampoco reconocen que su poder económico y militar está sufriendo una categórica derrota en Ucrania y en Palestina y El Líbano. Mientras Occidente está a la deriva en este nuevo mundo emergente, los pueblos de América Latina y el Caribe ya tienen marcado su rumbo hacia un próspero destino compartido común gracias a la visión profética de los Comandantes Fidel Castro y Hugo Chavez por medio del ALBA y la CELAC, la cual en su turno reivindica la invocación de nuestro General Sandino del Supremo Sueño de Bolívar.