Los partidos políticos que participan en las elecciones municipales de este 6 de noviembre, fecha que está a la vuelta de la esquina, son un todo en una misma boleta electoral en la que nosotros los nicaragüenses vamos a decidir el futuro de esta Nicaragua que no es de nadie en lo particular, sino que nos pertenece a todos y a todos los que, en la intimidad de la urna, con nuestra conciencia, vayamos a votar por “X o Y” candidato o candidata, somos los que legitimaremos los resultados que emanen de nuestra voluntad.
Desde hoy a lo que resta para llegar al 6 de noviembre solo nos separan 13 días y si restamos los tres que nos impone el silencio electoral nos quedan únicamente 10 para hacer campaña proselitista y convencer a los que se dicen independientes, que ya son pocos y que orgánica o partidariamente no están ni con uno ni con el otro.
Aunque a algunos les estalle en el oído que yo diga que aquí las elecciones atrasan porque los resultados ya los conocemos, -tal será la barrida de la Alianza Unida Nicaragua Triunfa– voy a centrarme en la importancia del voto útil y lo que significa a fin de que nadie desperdicie el privilegio que constitucionalmente tenemos de decidir directamente por las autoridades edilicias que nos gobernarán a partir del 10 de enero de 2023.
Fíjense bien que digo privilegio de decidir directamente porque allá en Estados Unidos, desde donde se pretende acuñar que ellos son la máxima expresión democrática del planeta, quienes deciden no son los ciudadanos sino un tal colegio electoral que en realidad es una marioneta de los grandes capitales financieros que nos quebraron en el 2009 con la crisis mobiliaria, Wall Street que es la bolsa bursátil de las operaciones globales del imperio y por supuesto los ejes de poder establecidos como la CIA, el Pentágono, el Congreso, que en la suma imponen, de acuerdo al interés coyuntural, al títere que por cuatro u ocho años puede llegar a ser un inquilino más de la Casa Blanca.
Sobre este tema de la falsa democracia norteamericana, donde el voto ciudadano es menos que la decisión que tome el colegio electoral hay que decir que 6 elecciones en Estados Unidos fueron impugnadas y una terminó en guerra. En lo más reciente, bien fresquito aún, recordemos que, durante la campaña presidencial de Estados Unidos de 2016, el entonces candidato Donald Trump rehusó comprometerse a aceptar los resultados de las elecciones. Igualmente, en 2020, sus continuos ataques contra la fiabilidad y legitimidad del voto por correo allanaron el terreno para cuestionar una derrota por fraude electoral y así se convirtió en el primer presidente en no acatar resultados que fueron contados una y otra vez para que al final decidiera irse sin entregar formalmente la presidencia, dejando que Joe Biden, el supuesto vencedor, se entregara así mismo el “poder”. Este episodio sin embargo no es único porque el pretendido adalid de la democracia, Estados Unidos, tiene una larga historia de elecciones impugnadas y de ciudadanos a los que jamás se les respetó el voto porque el llamado Colegio Electoral se los inutilizó.
Te puede interesar: Fabrizio Casari: La implosión de Europa
En 1824, Andrew Jackson ganó la votación popular contra John Quincy Adams y otros dos candidatos, pero no obtuvo la mayoría necesaria del Colegio Electoral. Una vez más, la Cámara Baja aplicando un procedimiento en la Constitución, seleccionó a Adams como ganador sobre Jackson.
La elección de 1876 entre Rutherford B. Hayes y Samuel Tilden fue impugnada porque varios de los estados del Sur no pudieron certificar claramente un ganador. Esto se resolvió a través de negociaciones interpartidistas conducidas por una comisión electoral establecida por el Congreso. Mientras Hayes llegó a la presidencia, se le hicieron concesiones a los estados del Sur que efectivamente pusieron fin al período de Reconstrucción.
La contienda entre el demócrata John F. Kennedy y el republicano Richard Nixon en 1960 estuvo plagada de denuncias de fraude, y los simpatizantes de Nixon presionaron agresivamente para que muchos estados hicieran recuentos. Al final, Nixon aceptó la decisión a regañadientes en lugar de arrastrar el país a un malestar civil durante las intensas tensiones de la Guerra Fría entre EE.UU. y la Unión Soviética.
En el año 2000, el candidato republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore se vieron envueltos en una disputada votación en Florida. La Corte Suprema puso fin a un recuento y Gore concedió la derrota públicamente, reconociendo la legitimidad de la victoria de Bush diciendo, «Mientras estoy firmemente en desacuerdo con la decisión de la Corte, la acepto».
Recuérdese igual que Donald Trump llegó a la Casa Blanca por la decisión del colegio electoral porque si del voto popular se trata la demócrata Hilary Clipton lo venció con tres millones de votos arriba lo que demuestra que en el imperio, en la falsa capital de la democracia el voto del ciudadano no cuenta sino únicamente lo que derive de la voluntad incuestionables del “establishment” que es un conjunto de personas, instituciones y entidades influyentes en el imperio que procuran mantener y controlar el orden establecido, es decir el poder de dominio.
En Nicaragua las cosas no son así y aquí decidimos por el voto directo y en el actual contexto electoral, que es más que determinante e histórico, la tendencia decidida de quienes concurriremos a las urnas el próximo 6 de noviembre, es que hasta los llamados independientes o bolsón de los indecisos o de los sin partido, que ya está bastante adelgazado a tan solo 13 fechas del día “D”, votaran a favor del FSLN, tal es el valor que se le está concediendo al “voto útil”.
El “voto útil” es aquel que rescata del desperdicio toda decisión que se tome desde las vísceras y cuando se trata de hacerlo por el bienestar del país con mucha mayor razón porque entonces lo que se determina no es la suerte o lo torcido de una persona sino de toda una nación y la verdad siempre nos determina que si la mayoría se junta para generar valor a la colectividad, entonces la colectividad concederá bienestar a la individualidad y de ahí la importancia de que al margen de sus preferencias ideológicas o políticas hagamos que nuestro voto sirva, que construya, que sea útil por lo que vemos, no por las mentiras que se dicen desde afuera.
El “voto útil” lo debemos conceder a quien lejos de ofrecer, hizo. A quien se convirtió en el gran constructor de una nación que empobrecida históricamente por reductos minoritarios fue saqueada por las dinastías de los Chamorro, los Somoza y los servidores de estos; debe ser para quien creó las condiciones que nos permitiera ir a la guerra contra nuestro único enemigo, la pobreza; para quien hizo de la salud y la educación un derecho, no un negocio; Para quien hizo de la producción nacional el granero de Centroamérica confiriendo al labrador de la tierra las facilidades para que pasase del sueño a la realización; para quien decidió devolver el derecho humano al postergado a través de más de 40 proyectos sociales; Para quien duplicó en tal solo 15 años las carreteras, los caminos y las calles que desde 1821 hasta el 2007 se hicieron en Nicaragua; para quien energizó al país y para quien le devolvió la dignidad a esta nuestra Nicaragua que históricamente había sido manoseada, saqueada y gobernada por países extranjeros que nos quisieron imponer el modelo hipócrita de una democracia caracterizada por la exclusión del ser humano.
Esos inmensos avances que ubican a nuestro país en el mejor momento de su historia, a pesar de lo que las miserias humanas nos hicieron desde siempre, es lo que el nicaragüense puso en la balanza de sus decisiones y es lo que inclina su voto por la paz, la estabilidad y la seguridad que son los factores que nos están garantizando que este 6 de noviembre el “voto útil” sea el arma de aquellos independientes que ya tomaron su decisión de votar por la Alianza Unida Nicaragua Triunfa, que encabeza el FSLN porque son es quien hizo sin decir que lo haría y acción desde la cual fundamentó el éxito de una profunda transformación que únicamente rechaza el vende patria y el agresor de la patria.