El desarrollo integral de la juventud en un país como el nuestro es un tema que se debate entre lo que se quiere para el país viendo hacia el futuro y la simple manipulación de integrarla a espacios de decisión, pero solo como sujeto de manipulación.
La juventud es el principal activo humano para el desarrollo de Nicaragua y de cualquier nación y esta máxima no cambiará nunca porque siempre detrás de los que vamos saliendo empuja la sangre joven que tiene todo el derecho a exigir un sitial preferencial en la construcción de la sociedad.
La juventud fue siempre un factor determinante en todos los procesos políticos, sociales, económicos y culturales sobre los cuales ha sido escrita nuestra historia y siempre fue la que más aportó y es su sacrificio, su arrojo y valentía la que hizo posible haber llegado hasta aquí y lo que aún falta por andar.
Los factores comunes de la juventud se fundamentan naturalmente en ideales, sueños y deseos por un mundo mejor cuando en la aspiración se logró fecundar una gran conciencia social porque todo eso se nutre de valores que se heredan, que se enseñan o que simplemente percibimos y absorbimos a través de las experiencias de la vida misma.
La juventud que fue influida en su desarrollo por lo que vivió en familia, por lo que escuchó en su mundo exterior o por lo que desde lo personal experimentó, siempre tuvo una relación íntima con lo correcto y eso lo testificamos los que venimos de vuelta sobre todo los que ahora podemos dar un consejo sobre las mil cosas por las que pasamos para poder acercarnos a la imagen más palpable que queríamos tener de la Nicaragua que seguimos habitando y perfeccionando.
Por supuesto la juventud es un estado de la vida. Es el período que normalmente toma lugar entre la niñez y la adultez y podríamos decir que esto ocurre entre los 15 y los 25 años, siendo por lo tanto una de las etapas más importantes de la existencia humana porque es el tiempo que define intrínsecamente a la persona, sus intereses, sus proyectos y sus relaciones con el mundo que la rodea.
Cada país tiene sus propias particularidades históricas y las nuestras, para bien o para mal, son una fuente inagotable de experiencias donde siempre la juventud jugó un papel determinante como parte de un todo. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que hoy el mundo es distinto y que la modernidad y la tecnología introdujo a nuestro habitad mecanismos muy seductores que han arrastrado a la juventud a un interés más identificado con lo material que por lo social y de ahí que el mundo se esté desnaturalizando y sea más proclive a la violencia y al irrespeto porque hay plataformas cibernéticas que se diseñaron para ese fin.
Te puede interesar: Moisés Absalón Pastora: La educación a secas
La Nicaragua que hoy tenemos, aunque va en un franco y evidente proceso de recuperación, no es mejor a la de abril de 2018 y jamás dejaré de decirlo, porque un aspecto negativo que afectó las proyecciones que teníamos trazadas hacia el futuro fue la manipulación que de algunos jóvenes hizo para entonces una minoría política que desde las plataformas cibernéticas, operadas por chavalos, artificialmente crearon condiciones que empujaron a un golpe de estado, que aunque fallido, fue al final la negación de los valores democráticos para la juventud de ayer, de hoy y de siempre.
Ese oposicionismo perverso, que envenenó a la medida de sus caprichos y berrinches, la mente de algunos jóvenes, en aquel momento se llenó la boca como defensor de los intereses y espacios de la juventud, pero a la vuelta del tiempo no los quieren, descubrieron que son estorbos, que son bultos con los que no quieren compartir nada y por ello los que fueron manipulados despertaron y decidieron separarse de la miasma, de esas emanaciones tóxicas, fétidas y estancadas que representan a esos vejestorio momificados que en el bautizo quieren ser el niño, en la boda el novio y en la vela el muerto sin que cedan nada para aquellos a los que demagógicamente saludan como el relevo generacional, pero sin que asome la antorcha del bendito relevo a fin de conceder al joven la oportunidad de construir sus propios espacios de futuro.
Pero lo más triste no es solo que las momias del oposicionismo manipularon a su conveniencia a los jóvenes que en algún momento les acompañaron sino que además generaron sobre ellos una opinión negativa de la sociedad porque los convirtieron en terroristas que cometieron crímenes de odio contra el país algo que nada tiene que ver con la conciencia social en la naturaleza que forma al chavalo o al estudiante que pretenda la transformación en beneficio de las grandes mayorías y sobre todo del que menos tiene.
La oligarquía que encabezó el fracasado golpe de estado de abril de 2018 uso a los jóvenes en el diálogo nacional para vulgarearlo y acabarlo, los usaron como lectores de proclamas que estimulaban el odio que mató, quemó, violó, saqueó y torturó en aquel contexto diabólico sin que ninguno de esos obispos, empresarios, rectores, falsos representantes de la sociedad civil, politiqueros y cualquier otra cosa, arriesgara nada, porque en el contexto hasta los hijos de papi y mami eran mandados a Miami con gastos pagos para no exponerlos porque a los que usaban como carne de cañón era a otros, que nunca pudieron contar el cuento.
Pobres por esos muchachos que no tuvieron la visión, por falta de una conciencia social, de darse cuenta que solo eran carnes de cañón y que lo que hicieron en aquellos tristes días era solo para allanar el camino de quienes únicamente pretendían retomar el poder por la sangre que nunca estuvieron dispuestos a dar y para qué? si ahí estaban los chavalos briosos que creyeron que hacer política era insultar y vociferar ante las cámaras y contra toda la razón que advertía que estaban destruyendo al país.
El futuro no es para los que vamos de salida. A los que pintamos canas nos corresponde vivir el presente compartiendo las experiencias que eviten, a los que nos vienen empujando los errores que ya nosotros cometimos. Eso significa que nuestra responsabilidad no acaba por el solo hecho de ver que estamos frente al inexorable retiro, sino que nos corresponde enseñar y mostrar el camino a los que son el relevo, a los que nos van a gobernar en un futuro no tan distante, a los que serán nuestras autoridades, a los que vamos a respetar en la medida que hayamos sido capaces de entregarles una formación sana y noble y eso solo se logra tocando el corazón de esa juventud con ejemplos de honor, dignidad y de un amor por la patria que nada tenga que ver con el odio y la muerte.
Nicaragua necesita una juventud que no pase sus días gimiendo desgracias, ni pronosticando tragedias imaginarias que asusten a los demás con males que seguramente jamás llegaran si fecundamos nuestros valores auténticamente en lo que Dios nos muestra. Necesitamos hacer nacer en la juventud el espíritu de la felicidad o no de la maldad que únicamente persigue tristezas, desencantos, errores y todas esas malas jugadas estimuladas desde la perversidad de los corazones corrompidos.
Necesitamos hacer ver al joven que el bienestar no está solo en la riqueza material o en los placeres o en añorar todo lo que nos falta, sino en que sepan acoplar la vida con lo que se tiene y lo que no se tiene.
Los instrumentos con los que nuestra sociedad cuenta para formar a los jóvenes de hoy deben acentuar que el futuro que queramos construir no depende tanto de lo que exista o pase a nuestro alrededor sino de lo que sucede dentro de nosotros mismos donde habita la conciencia que es el mejor juez para determinar lo que está bien o lo que está mal para nuestro principal círculo de interés que es la familia y después para la nación porque lo primero construye la sociedad y la sociedad lo hace con él país.
Aquí en Nicaragua tenemos dos tipos de juventud. Aquella que cuando es convocada va a los barrios más pobres a distribuir paquetes alimenticios a los que no tienen que comer; la que entrega sillas de ruedas a los discapacitados; la que descarga materiales de construcción en cada casa donde una familia sufrió los embates de la naturaleza y vio destruida su vivienda y además se convierte en mano reconstructora; la que va al campo y reforesta para proteger el medio ambiente y ser parte de la cultura ambientalista; la que va al campo y conoce en el terreno la realidad campesina; la que en su colegio y en las universidades estudia a cabalidad porque piensa en una misión de servicio; la que interesada en la política deduce que puede ser un factor de transformación, pero cierta que solo lo logrará conociendo las necesidades de los demás y esa juventud es la Juventud Sandinista 19 de Julio, uno de los músculos partidarios más poderosos en los que descansa un país porque además todo ese mar de muchachos y muchachas representa todo un frente de defensa para nuestra democracia.
Pero además hay otro grupo de jóvenes, insignificante por lo que tenemos a vista, que tienen en su vida valores inversos y esos son aquellos que de la noche a la mañana, por el solo hecho de ser inducidos a mascullar un discurso de odio y violencia, sin que les haya costado nada más que ser hijos de papa o de haber acariciado unos cuantos minutos de fama en el contexto de actos terroristas creen que eso fue suficiente para pensar en que algún día podrán ser presidentes o que los avala para cualquier otro cargo público.
Estos son muchachos deshumanizados, rebeldes sin causa que se equivocaron tanto en las siglas en las que se dispersaron, a raíz de los eventos de abril de 2018, que ni aquellos que los manipularon y después los escupieron como bagazo, fueron capaces de soportarlos y ahora sin ser ni merecer se ven excluidos de cualquier parte y excluidos fundamentalmente por una sociedad que como la nuestra trata de explicarse como en el oposicionismo hayan jóvenes amargados e irreverentes que lanzados contra su país son la negación de un estudiante al que alguna vez se le enseñó que los símbolos de nuestra nacionalidad se veneran, no se mancillan.
Cuando el gobierno que el Presidente y Vicepresidente de la república de la República, Daniel Ortega y Rosario Murillo, hace actos de alta envergadura, donde se va anunciar algo trascendental para la nación, el escenario no lo compone el gabinete de gobierno, sino la Juventud Sandinista 19 de Julio, porque una experiencia así, en cada uno de esos cuadros emergentes, representa una universidad política que construye futuro y eso me parece es una iniciativa de formación que entusiasma al chavalo o a la chavala porque se siente parte de la transformación que edifica valores de amor, paz y prosperidad para el país y para el ciudadano.