Un terremoto de magnitud 7,8 que sacudió Turquía y Siria estremece al planeta. El número de muertos por ahora se acerca a las 12.000 personas y aumentará a medida que los rescatistas excavan entre los escombros. Se han confirmado al menos 11 mil 500 muertos y cerca de 75 Mil heridos. Hasta el momento se cuentan unos 8,574 muertos en Turquía, mientras que en Siria ya van 2,562 muertos, además heridos sumamente graves con limitaciones de atención.
Tristemente la cifra de víctimas no para de crecer. Muchísimas personas están atrapadas bajo los escombros y la tembladera continua porque al menos hubo 435 réplicas de menor intensidad en las zonas afectadas.
60.000 personas trabajan sin tiempo ni medida en tareas de rescate y desescombro, en un dispositivo que cuenta con más de cien aviones y helicópteros desplegados. Asimismo, el mega terremoto ha dejado un total de 5.775 edificios derruidos.
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Ya antes de los sismos, Siria sufría su peor crisis humanitaria desde el estallido de las revueltas contra Damasco en 2011 y el posterior inicio de la guerra, con el 90 % de la población sumida en la pobreza, desabastecimientos de productos básicos y millones de personas desplazadas.
Por su parte, las autoridades turcas han logrado realojar en edificios públicos a unas 450 mil personas y organizado el traslado de heridos por vía aérea y mediante barcos a otras provincias.
Las intensidades de los terremotos en Turquía y Siria no fueron tan altas como el ocurrido en Japón en 2011 que fue de 9; el de Alaska en 1964 de 9.2 o el de Chile de 1960 de 9.5, pero sí fue determinante su poder destructivo por la característica de la falla que los cruza y que pavorosamente son amenazas latentes como la de San Andres que atraviesa California o las Placas Coco y Caribe que ya hicieron estragos en nosotros.
La devastación causada por estos terremotos está lógicamente llamando la atención del mundo y sentimentalmente nosotros los nicaragüenses, que sabemos lo que significan jamaqueos de esa naturaleza, esperamos que el mundo pudiente, en el llamado hemisferio occidental, que se interesa más por enviar billonadas de dólares y euros para financiar guerras, que se distingue por enviar aviones, bombas, tanques y ejércitos de infantería para exterminar pueblos, con costumbres e idiosincrasias distintas a las del capitalismo salvaje, hagan un detente en sus apetitos de conquista y apoyen con fuerza y vigor a nuestros hermanos en Turquía y Siria.
Cuando estas sacudidas ocurren, dependiendo de la intensidad, uno mismo como persona, se convierte en un sismógrafo porque o decimos temblor o decimos terremoto y con esa muletilla, además aterrorizados, buscamos dónde protegernos de lo que en realidad es un movimiento brusco de la Tierra o mejor dicho de una porción considerable del planeta que es menor o mayor dependiendo de la profundad u oscilación del fenómeno que se produce y ahora con más frecuencia.
Los entendidos dicen que habitualmente estos movimientos son lentos e imperceptibles y tienen que ser porque siempre tiembla, pero no nos percatamos. Sin embargo, en algunos casos las llamadas placas tectónicas chocan entre sí como gigantescos témpanos de tierra sobre un océano de magma presente en las profundidades de la Tierra, impidiendo su desplazamiento. Entonces una placa comienza a desplazarse sobre o bajo la otra originando lentos cambios en la topografía. Pero si el desplazamiento tiene resistencia entonces comienza a acumularse una energía de tensión que en algún momento se liberará y una de las placas se moverá bruscamente contra la otra rompiéndola y liberándose entonces una cantidad variable de energía que origina el terremoto.
En los últimos 20 años 34 millones de personas en toda la región, especialmente en México y las islas del Caribe, fueron afectadas por estos fenómenos tras computarse 75 terremotos, que dejaron 226.000 muertes y 339.000 heridos que golpearon directamente a 14 millones de personas con daños de 54.000 millones de dólares.
En consecuencia, América Central y la costa oeste del continente sudamericano están situadas dentro del «Anillo de Fuego», un camino ubicado a lo largo del Océano Pacífico caracterizado por volcanes activos y terremotos frecuentes, siendo Chile, Ecuador y Guatemala, seguidos por Costa Rica, Nicaragua y el Salvador los escenarios trágicos donde más frecuentemente se repitieron estos jamaqueos.
No pretendo con estas cifras documentadas en las inagotables fuentes internáuticas alarmar a nadie, pero como popularmente se dice mejor pálido ahorita que colorado después y nosotros los nicaragüenses, que hemos contado ya varios terremotos que literalmente nos han sepultado, retomamos siempre que conocemos de estas noticias de impacto profundo, nuestro contacto con la realidad porque de pronto se nos borra de la memoria, como efecto amnésico, lo que nos pasó con los terremotos del 31 o del 72, que casi nos dejan sin capital porque en cada momento estas quedaron en el suelo o lo que pasó con las sacudidas en el 68 en la Colonia Centro América o de Masaya en el 2000.
No olvidemos sobre qué fallas estamos parados; no olvidemos que, en 1972, hace ya 50 años, que es el recuerdo más fresco de lo que nos puede causar un terremoto, que lo sufrido entonces fue más causa de la irresponsabilidad que teníamos acerca de cómo construir que de cualquier otra cosa; no olvidemos que ya sobrepasamos el llamado ciclo en que la tragedia se puede repetir y tampoco olvidemos que la naturaleza está reaccionando contra nosotros por lo que nuestras garras han hecho contra ella.
Aunque a veces tomamos muy a la ligera lo que en serio se establece institucionalmente para preservar la vida, para salvar la vida que es lo más importante porque lo material se puede reponer, en estos momentos es cuando hay que poner mucha atención a las recomendaciones que el Sistema Nacional para la Prevención Mitigación y Atención a Desastre, (SINAPRED), nos haga no solo en el contexto de las noticias que indudablemente alarman, sino en los ejercicios simulados que para enfrentar las diferentes situaciones emanadas de la misma naturaleza surjan, más cuando nos han golpeado todas.
Ya que hasta ahora no existe ninguna manera de saber cuándo ocurrirá un sismo, lo mejor que podemos hacer es informarnos y prepararnos para actuar de la mejor manera cuando se produzca.
En el antes por ejemplo y en su hogar, determine los objetos que puedan convertirse en un peligro durante un terremoto, como, por ejemplo, cuadros, espejos, lámparas, macetas colgantes, etc. y reubíquelos o asegúrelos de manera que no puedan caerle encima de ocurrir un sismo.
Practique simulacros de terremoto. Con anticipación. Cada miembro de su familia, oficina o escuela debería saber dónde colocarse en caso de un sismo; por ejemplo, debajo de un escritorio o una mesa fuerte.
Conozca dónde y cómo cerrar el paso de la electricidad, el gas y el agua en los interruptores y tomas principales. Acuerde un teléfono de contacto fuera de la ciudad al cual los miembros de su familia puedan llamar para hacerles saber a los demás que están bien en su casa o en un determinado lugar para que no cunda el pánico.
Mantenga una reserva de alimentos no perecibles y agua potable para al menos 3 días. Aléjese de las ventanas y puertas exteriores. Prepare alimentos, recipientes con agua limpia, botiquín y manual de primeros auxilios. Si se queda sin energía eléctrica, coma primero los alimentos que se pueden dañar.
En el momento del fenómeno acuda a las zonas de seguridad ya establecidas. Manténganse alejado de vidrios u objetos que pudieran caer. En lo posible evite el pánico y mantenga la calma. No salga corriendo en zonas de paso vehicular. Si está manejando detenga su vehículo. Si está en un edificio no utilice el ascensor, siempre la escalera. Estar atentos a menores de edad, minusválidos y personas de la tercera edad.
Y finalmente después del sismo verifique el estado de su casa o lugar de trabajo antes de reingresar. Si observa grietas, muros inclinados o escucha crujidos o ruidos de rompimiento no ingrese hasta que la vivienda haya sido revisada correctamente porque en el entre tanto siempre puede sobrevenir otro.
Interrumpa tan pronto sea posible los servicios de gas, agua y electricidad. Reúna a sus familiares en un lugar seguro. Si te encuentras atrapado, avisa mediante gritos, ruidos, pitos o si te es posible a través de tú teléfono celular.
Verifica si están funcionando los teléfonos o celulares, y sólo úsalos por periodos cortos. Si estás en capacidad de hacerlo, aplica los primeros auxilios a las personas lesionadas. Realiza un listado de los recursos con los que cuentas dentro de tú comunidad para la seguridad de todos.
Mientras tanto pidamos al Creador para que ninguna tragedia ocurra y si ocurre, como consecuencia de lo mucho que le hemos hecho al planeta, que la misma capacidad previsora que tengamos nos sirva para amortiguar el impacto.