Barricada

Moisés Absalón Pastora: Trebajados Invencibles

Siempre me he desligado o distanciado, cada vez y cuando hay un acontecimiento de relevancia mundial como el Día Internacional del Periodista, el Día Internacional de la Mujer o el Día Internacional del Trabajador, solo por recordar algunos de esos eventos conmemorativos, de aquellas voces que siempre te dicen no hay nada que celebrar, y aunque existan avances que pueden ser palpables, los que hacen politiquería con esos temas se quedan solo en la tragedia o gestas que originaron esas fechas, pero jamás en lo que el presente hace para que no se vuelvan a repetir o para que sí se estimulen porque ni todo es bueno ni todo es malo.  Este próximo Primero de Mayo los trabajadores conmemoran el día del movimiento obrero mundial, pero muchos desconocen por qué se recuerda esta fecha y porque tanta sangre se derramó por ello porque en realidad este es un homenaje a los consagrados Mártires de Chicago que se inmolaron por derechos que nos prevalecen desde su legado como sujetos humanos.

Hablamos de sindicalistas que fueron ejecutados en Estados Unidos, en el Imperio, por participar en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de 8 horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido 3 días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket. A partir de entonces se convirtió en una jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores en sentido general que se conmemora en mayor o menor medida en todo el mundo. Algunos países se niegan a dar este reconocimiento a la lucha obrera. Por ejemplo, en Estados Unidos no se celebra porque fue la voluntad imperial la que ejecutó la masacre.  

La historia recoge que, a fines del siglo XIX, Chicago era la segunda ciudad en número de habitantes del imperio y miles de los brazos laborales que se fueron al paro en demanda de reivindicaciones básicas de los trabajadores se impusieron luchar por una jornada laboral de ocho horas. Uno de los objetivos prioritarios era hacer valer la máxima irrenunciable de: «Ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso». 

Así las cosas, el 1 de mayo de 1886, 200.000 trabajadores iniciaron una huelga. En Chicago, las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la de maquinaria agrícola McCormic, en huelga desde el 16 de febrero, y donde la producción se mantenía a base de esquiroles o rompe huelgas. 

El día 2 de mayo, la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50.000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas; cuando estaba en la tribuna el anarquista, así llamaban a los sindicalistas, August Spies, sonó la sirena de salida de un turno de los rompehuelgas. Entonces una compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente produciendo 6 muertos y varias decenas de heridos. 

La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el día siguiente, el día 4, a las 16:00 horas, en la plaza Haymarket. Se consiguió un permiso del alcalde para hacer un acto a las 19.30 en el parque Haymarket donde lo que sucedió fue una masacre que quedó para la historia.  

Entonces se declaró el estado de sitio y el toque de queda deteniendo a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato de un policía. Los sucesos de Chicago además costaron la vida de muchos trabajadores y dirigentes sindicales; no existe un número exacto, pero fueron miles los despedidos, detenidos, procesados, heridos de bala o torturados. La mayoría eran inmigrantes europeos: italianos, españoles, alemanes, irlandeses, rusos, polacos y de otros países eslavos. 

A finales de mayo de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros y desde entonces la fuerza conjunta de la clase trabajadora, asumió desde una posición de clase, una lucha inclaudicable contra la clase empresarial o la patronal sin cuartel y sin detentes a través de una organización sindical que los convirtió en un poder que supo humanizar un poco a tanta explotación, que aun después de la masacre contra los Mártires de Chicago, se niega a conciliar que no hay desarrollo ni crecimiento de capital sin la fuerza indiscutible de los trabajadores. 

En el caso específico de Nicaragua es innegable que el sindicalismo en sus diferentes etapas ha logrado avances significativos por efectos de una visión social cultivada desde la revolución de 1979, que fue posesionándose o arrancando espacios en los gobiernos de Violeta Barrios, de Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños y que encontró su mayor nivel de conquista y satisfacción con la retoma del poder de Daniel Ortega en el 2007. 

Desde aquel 2007 la clase trabajadora en Nicaragua se vio menos desempleada, alcanzó mejoras salariales periódicamente revisadas por ley, fue incorporada por mandato constitucional como parte de una trilogía donde además están los empresarios y el Estado como esencia creadora de las condiciones que permitieran el desarrollo del país donde gana la familia, el hogar y la sociedad integralmente porque la convicción de la clase trabajadora por sentirse realizada se refleja en la estabilidad laboral en la inmensa mayoría de las empresas donde pocas huelgas las afectaron porque la negociación fue privilegiada como política integral y no la fuerza en la lucha de clases que es menos acentuada. 

Desgraciadamente debo reconocer que, para los trabajadores, todo eso que caminaba tan bien, a partir de ese año trágico, 2018, que marca un antes y un después para Nicaragua, se vino al suelo porque cada primero de mayo es inevitable recordar los saldos trágicos en vidas humanos y pérdidas económicas que el gran capital, los explotadores de ayer y de siempre, ocasionaron a la clase trabajadora que perdió miles de empleos solo por el capricho asesino y homicida del egoísmo y el odio. 

Este Primero de Mayo los trabajadores a través de sus líderes sindicales se lamentan por los desempleos que por miles se cuentan gracias a la infamia terrorista de 2018 y que por las mismas razones miles están de baja aun en el seguro social porque si no estás empleado tampoco estas asegurado; Hoy los trabajadores lamentan que el salario mínimo se dejó de ajustar en 2019, 2020 y 2021 como correspondía porque los golpistas dejaron a nuestra economía en cuidados intensivos y lógicamente el acto criminal evitó un resultado más condescendiente para los trabajadores en las rondas de negociación con los empresarios donde era prioridad asegurar los empleos.    

Los trabajadores hoy han sido un elemento fundamental para asegurar la paz en los hogares nicaragüenses a pesar de la conspicua estupidez de aquellos que ven en la  paralización del país su mejor estado de confort y gozan cuando la seguridad social se debilita y celebran cuando la inversión pública se pone tibia o cuando presupuestariamente nos reducimos y muchas otras cosas que no debemos padecer pero que propician los que suspiran por retornar al poder, lo que no veo cómo suceda, si a la realidad política y social nos tenemos.  

Los trabajadores de Nicaragua sin embargo no dejarán de conmemorar éste Primero de Mayo porque están inspirados en sus propias epopeyas y menos ahora dejaran de hacerlo cuando se saben jubilosamente victoriosos sobre aquellos empresarios, sobre el gran capital que solo sabe sumar a sus arcas y por el desaparecido COSEP donde se guarecían aquellos empresarios de maletín que nacionalmente fueron los ejecutores de del terror financiado por el amo extranjero que reside en la Casa Blanca donde despacha el enemigo de los trabajadores del mundo libre. 

Pero más allá de las palabras que por supuesto suenan huecas en aquellos que hablan y hablan pero sin dar razones, los trabajadores nicaragüenses tienen que celebrar porque cuentan con salud y educación gratuita; porque sus hijos tienen un bono como bachilleres; los campesinos un bono productivo; porque para las trabajadoras hay un programa de usura cero; porque tienen becas en todos los niveles; porque cuentan con paquetes escolares; porque tienen un plan techo; porque sus infantes cuentan con la merienda escolar; porque tienen casas maternas; porque a pesar de los altos costos de los combustibles tienen a mano el subsidio al transporte colectivo; porque saben que aquí hay equidad de género; porque los gobiernos municipales les dignifican la vida en los barrios con calles para el pueblo; porque se les garantiza la seguridad jurídica con títulos de propiedad; porque saben que están a su alcance Centros de Desarrollo Infantil por todo el país; porque hay una visión turística nacional diseñada para que el trabajador tenga espacios de diversión y esparcimiento; porque tiene una policía nacional que le garantiza la seguridad ciudadana; porque el trabajador costeño sabe que está plenamente incorporado al territorio nacional y cuanta además con su propia autonomía; porque sus hijos tienen a disposición el 6% que les permite una formación profesional gratuita en las universidades; porque hoy como nunca en su historia tiene polideportivos, estadios iluminados y parques de feria para disfrutar en familia; porque tiene energía y luz hasta en el último rincón del país; porque tienen carreteras de primer mundo; porque cuentan con navidades felices con juguetes para sus niños y sobre todo porque se sabe gobernante de una nación que va hacia adelante con una visión efectivamente cristiana, solidaria y socialista. 

VIVAN LOS TRABAJADORES DE NICARAGUA Y QUE DIOS NOS BENDIGA A TODOS. 

“TRABAJADORES INVENCIBLES” 

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