Por: Stalin Vladímir Centeno
Ya no es un secreto, que dentro del Vaticano, nadie pega un ojo y no duermen porque las 24 horas del día se viven luchas intestinas y encarnizadas por el poder, entre diferentes bandos por eso la conspiración siempre es el plato fuerte del día y hasta el más dundo que menos corre, alcanza un venado.
Y aunque no puedo afirmar que este sea el caso, tampoco me atrevo a descartar porque no son «santos sino demonios con sotana» los implicados en esta posible trama ejecutada en contra del único líder de la iglesia católica que ha tenido Nicaragua. El Cardenal Miguel Obando q.e.p.d. Por tanto, me remitiré a describir cómo ocurrieron los acontecimientos, en otras palabras los hechos, lo cual ya le da un peso inmensamente creíble.
Según el Derecho Canónico y esto se aplica para todos sus miembros. El Arzobispo de Managua y el Cardenal Miguel Obando, debían presentar su renuncia ante el Papa Juan Pablo II al cumplir 75 años de edad, como, en efecto, lo hizo en tiempo y forma.
Pero el Papa, era muy amigo de nuestro Cardenal Obando, le tenía mucho cariño y no se la aceptó, por el contrario, mandó a llamarlo, le dio una cita en su despacho del Vaticano y en persona le reafirmó que siguiera en el cargo al tiempo que lo felicitó por su buen trabajo que estaba realizando. Y así fue, el Cardenal continuó desempeñándose por 4 años más como Arzobispo de Managua.
Pero en el 2005 la salud de Juan Pablo II se agravó a tal punto que sus ojos estaban prácticamente cerrados, su parkinson había avanzado, por lo tanto, ya no podía firmar ningún documento, es decir, nada, tampoco podía gesticular palabras, sufría déficit nutricional y marcada debilidad.
Durante sus últimas semanas de vida, el Papa, de 84 años de edad, recibía comida procesada a través de un tubo nasal. También tenía problemas para respirar, sumado al problema de ingesta de alimentos, todo ello por sus complicaciones de Parkinson.
Cómo quieren que nos traguemos el cuento de que ese Papa en estado agónico que no podía hablar, ya no abría los ojos, no podía firmar, no comía por cuenta propia, tenía estado de inconsciencia, en su habitación no entraba ni una mosca con costo solo entraban el secretario del Vaticano las monjitas que le rezaban y los médicos que le asistían, un Papa que vivía sus últimas horas de vida estando en Europa y desde el Vaticano ¿iba a estar preocupado y apurado por aceptar la renuncia de un Arzobispo, que era de allá de un pueblito en Centroamérica llamado Nicaragua?
Ningún cuento de Pancho Madrigal ni de Lencho Catarrán se atrevieron a tanto, pero el entonces Nuncio Apostólico Jean Paul Gobel estando en Managua llamó por teléfono el 31 de marzo del 2005 a las 3 de la mañana al Cardenal Obando y olímpicamente le dijo que el Papa había aceptado su renuncia y que además había nombrado en su cargo de Arzobispo de Managua a Monseñor Leopoldo Brenes.
El Cardenal Obando le refutó que ese no era el procedimiento que se estilaba por parte de la Santa Sede en estos casos y que él no había recibido ningún documento oficial, con sus respectivos sellos provenientes del Vaticano, en donde formalmente le notificarían la aceptación de su renuncia. Pero el Nuncio Jean Paul Gobel, envuelto en un manojo de nervios, solo repitió que esa era la decisión que se tomó.
Lo más sospechoso de este asunto que «huele a conspiración» fue el hecho que ese Papa que según el Nuncio Jean Paul Gobel había aceptado la renuncia del Arzobispo Obando, fallecíó en abril 3 días después, lo que indica que para el día 31 de marzo el Papa estaba muy grave y no podía ser posible que milagrosamente se mejorara de su estado agónico solo para firmar la aceptación de renuncia de Obando Bravo y tener a la mano de pura casualidad el nombre de Monseñor Leopoldo Brenes y nombrarlo como el nuevo Arzobispo de Managua, así de fácil como cuando el mago saca del sombrero un conejo.
El ahora San Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005 a las 9:37 p.m. (hora de Roma) en la víspera del Domingo de la Misericordia, una fiesta establecida durante su pontificado. Sufrió un «choque séptico con colapso cardiocirculatorio debido a una infección, ya detectada, de vías urinarias».
El mismo día en que se hizo pública la controversial aceptación de la renuncia del Cardenal Obando, yo trabajaba para un Canal de TV y recuerdo me dirigí a la Unica, llegué y entré al despacho del Cardenal Obando con el cual tuvo el privilegio de construir una sólida y sincera amistad por muchos años.
Recuerdo que no lo entrevisté, solo le manifesté mi cercanía y apoyo sincero, el Cardenal Obando me sonrió, se mostró tranquilo, sereno, en paz con Dios y su conciencia, ahí reafirmó que para el Cardenal Obando los cargos de poder y lo material no tenían gran importancia y no se apegaba a nada eso.
Pero también pude leer e interpretar el silencio del Cardenal y darme cuenta que él, sabía que podía haber sido víctima de un «Arzobispaso», proveniente de un sector extremista que maneja los hilos del poder dentro del Vaticano, pero no quiso denunciarlo públicamente para no provocar un terremoto en una iglesia católica cada vez más desprestigiada, politizada, golpista y alejada de Dios.