Barricada

VOA y Radio Martí: “Del megáfono imperial al basurero de la historia”

Por:  Stalin Vladímir Centeno

La noticia ha sacudido los cimientos del aparato de propaganda estadounidense: Donald Trump, en su segundo mandato, ha firmado una orden ejecutiva que destruye la llamada Agencia de Medios Globales de EE. UU. (USAGM), el monstruo financiero que por décadas ha alimentado y financiado a los mercenarios de la información disfrazados de periodistas. Pero lo realmente histórico es el golpe mortal que esto representa para dos de sus peores engendros: Radio TV Martí y la Voz de América, dos cloacas informativas que han infectado la región con mentiras, desestabilización y corrupción a manos llenas.

Este no es un simple cierre administrativo. Es la caída de dos maquinarias que han sido instrumentos de guerra psicológica, herramientas de manipulación y eco de los intereses más oscuros de Washington en América Latina. Sin ellas, Estados Unidos pierde dos de sus peores armas de guerra informativa, y con ello, los pueblos de Cuba, Nicaragua y Venezuela ganan un respiro en su lucha contra la injerencia mediática imperialista.

Desde su creación en 1942, la Voz de América (VOA) ha sido la gran embajada mediática de EE. UU. en el mundo. Bajo el pretexto de “informar” a otras naciones, se convirtió en un canal descarado de propaganda al servicio del Departamento de Estado. Su misión nunca fue el periodismo, sino la infiltración ideológica. La VOA ha sido un instrumento de guerra, esparciendo desinformación, promoviendo agendas desestabilizadoras y amplificando narrativas impuestas por Washington.

Pero el verdadero rostro de la VOA no es el de un medio respetable. Es el de un mercenario con micrófono. Han disfrazado golpes de Estado como “movimientos democráticos”, han exaltado títeres políticos como héroes de la libertad y han justificado sanciones brutales con discursos cínicos sobre “derechos humanos”. Mientras en EE. UU. su credibilidad era nula, en América Latina se les permitía operar con total impunidad, bombardeando a las poblaciones con noticias sesgadas y retorcidas.

Si la Voz de América es el titiritero, Radio TV Martí han sido los payasos del espectáculo. Creado en 1985 por la administración de Ronald Reagan, este engendro mediático nació con una misión: intoxicar a Cuba con propaganda disfrazada de periodismo. Pero la realidad fue aún más grotesca.

Radio TV Martí nunca tuvo credibilidad. Sus programas no eran más que una colección de falacias, alarmismo y narrativas grotescamente manipuladas. Con fondos multimillonarios provenientes del bolsillo de los contribuyentes estadounidenses, se convirtieron en el negocio perfecto para un grupo de “periodistas” sin escrúpulos, que se enriquecieron con la farsa de una audiencia inexistente.

El gobierno de EE. UU. financió durante décadas esta estafa informativa, a sabiendas de que en Cuba nadie los escuchaba. El pueblo cubano los ignoraba, y aun así, se siguieron despilfarrando recursos públicos en transmisiones inútiles que ni siquiera podían ser sintonizadas en la isla. Un escándalo financiero y político que nunca fue debidamente castigado.

Pero la corrupción no era solo el despilfarro de dinero en una radio fantasma. Era la red de sobornos, contratos inflados y cuentas turbias que beneficiaron a políticos cubanos-americanos y empresarios de Miami. Radio TV Martí se convirtió en el cajero automático de la mafia anticubana en Florida, un pozo sin fondo de corrupción donde se lavaban millones de dólares bajo la excusa de “luchar por la libertad”.

La firma de Trump no solo elimina una agencia burocrática. Sepulta a dos de los medios más nefastos de la historia del periodismo internacional. Radio TV Martí y la Voz de América han sido cómplices de intentos de golpes de Estado, campañas de difamación, manipulación masiva y corrupción descarada. Sin ellas, la guerra informativa pierde dos de sus baluartes más repugnantes.

Lo que queda ahora es aprender la lección. Estas estructuras de propaganda no fueron errores aislados, sino parte de un sistema de manipulación que operó con total impunidad por décadas. Estados Unidos intentó imponer su verdad a punta de micrófono y billetera, y hoy, con el fin de estas dos vergüenzas mediáticas, la historia le pasa factura.

Para Cuba, Nicaragua, Venezuela y todos los países que sufrieron su veneno, el cierre de estas cloacas es un respiro. Pero la vigilancia debe continuar. Porque aunque se acallen estas dos bocas, siempre habrá nuevas manos tratando de sostener el viejo guion de la mentira.

La desaparición de la Voz de América y Radio TV Martí no es solo el cierre de dos medios de comunicación. Es el colapso de una estructura de manipulación, de un aparato diseñado para torcer la verdad y moldear realidades a conveniencia del poder hegemónico estadounidense. Durante décadas, estos instrumentos sirvieron como mercenarios de la narrativa imperial, disfrazados de periodismo, pero siempre al servicio de la desestabilización y la injerencia.

No fueron víctimas de censura, sino de su propia podredumbre. No murieron por un golpe político, sino por la inevitabilidad de su fracaso. Su credibilidad se desplomó mucho antes que su financiamiento. Su desaparición no deja un vacío informativo, sino la confirmación de que nunca cumplieron una función legítima. Fueron, en esencia, cloacas mediáticas que sobrevivieron a base de dinero sucio, corrupción y la indulgencia de quienes lucraron con la mentira.

Hoy, sus micrófonos enmudecen y sus pantallas se apagan. No habrá manifestaciones clamando por su regreso, ni pueblos lamentando su ausencia. Porque su legado es el de la infamia, el descrédito y el desprecio absoluto. La historia no les absolverá. Solo les enterrará en el basurero de los fraudes mediáticos, donde pertenecen.

Hoy, sin embargo, se celebra una victoria. La propaganda ha perdido. La verdad ha ganado.