Barricada

El viento del norte es rojo y aquí sopla con un rojo intenso

El día de hoy, el Equipo de Barricada propone a sus lectores el poema “Pancasán”, que Ricardo Morales Avilés escribió en el agosto de 1971, desde la Cárcel de la Aviación, para conmemorar esa gesta heroica.

El Comandante Ricardo Morales Avilés fue fundador de la Escuela de Psicología de la UNAN Managua. Lúcido intérprete del proceso revolucionario, destacó por sus cualidades excepcionales como maestro, poeta, estratega, ideólogo e intelectual.

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Fue capturado y asesinado por la Guardia Nacional el 18 de septiembre de 1973, cuando era el Segundo Responsable del FSLN en Nicaragua.

 

Pancasán

I

¡Quiero anunciarlo como la construcción de algo gigantesco!

Porque la vergüenza ha sucumbido

y el orgullo y la insurgencia han conquistado sus tiendas.

Porque los hombres le han quitado de los ojos las legañas

y barrido las doctrinas holgazanas.

 

Ahora que los hombres del trabajo han salido a plena calle

y han visto que están ahí sin más cosa que mirar

que sus brazos y su fuerza

y observar que la lucha quita la niebla usada

sobre sus cabezas.

 

Porque ahora gozamos nuevas inquietudes

y somos la espada revuelta al aire;

y una sola palabra contra el lenguaje que no entendemos

y el tiempo bajando a nuestros pies como paso de gigante

¿Qué necesidad no se ve venir a nuestro encuentro a la manera de la guerra?

Nadie ha de volver a ninguna parte.

Somos los mismos y somos los de ahora

la prolongación, de aquellos del odio y del amor.

Nadie ha de hablar más con las palabras del silencio

si no es con la terrible voz que se lleva dentro

cabalgando sobre el monolítico combate.

Porque no es la palabra sola y única

que tiene que ser dicha y levantada

como pequeño fuego en consigna que incendia la pradera.

Es la decisión tomada por el pueblo

que no sabe qué hacer con la palabra sola.

Es la decisión y la palabra del ¡Basta Ya!

coreada como golpeando la cosa titular

y con estridente furia:

la cuida y el campo caminando hacia el sol.

Es la decisión y la palabra del ¡Basta Ya!

coreada como golpeando la cosa titular

y con estridente furia:

la cuida y el campo caminando hacia el sol

hasta los alcances de la necesidad;

modo de caminar con maldiciones, ademanes violentos.

Agujas en los ojos, en el cuerpo, en el vientre.

No una palabra sola, tal vez el incendio definitivo de nuestras

manos,

las vacilaciones se sujetan al mediodía

cuando nos quedamos frente a la verdad,

frente a la bestia rubia cargada de dinero,

frente a la mula criolla en la calle dando la noticia

y seguimos adelante sin la piel que teníamos hace un momento

como si la muerte se hiciera extraña en nosotros

y alguien nos dijera que al final está el principio de todo.

Caminanos pero no en silencio

sino con ese grito de protesta que llevamos como estigma

a todas partes,

con ese grito a pesar de todo

contra el cual nos conspira el silencio.

 

Solo la vida nos hace caminar

Difícil es contemplar como los hombres

Exponen sus asuntos

y pasar de lado como sombra más consciente

que nosotros mismos.

Más fácil resulta lanzar una piedra o caer en el intento

cuando alguien se ha iniciado y comienza a hacerlo

y cuando no se llega, al menos la intensión en movimiento.

 

Nosotros estamos aquí entre la misma contradicción

que nos impulsa

y preferimos seguir con las manos ávidas

esa lucha espiral por la vida que nos falta

sin impulsar siquiera la propia vida que se deja.

 

Los hombres del pueblo ya no más están solos

y se camina como cuerpo gemelo al parejo.

Este país es otro, otra vida es ésta

porque el signo de la lucha es otro;

es el tiempo del grito en el estadio,

el levantamiento de odio de jóvenes con amor

lo que somos nosotros cuando levantamos los puños

por encima de toda vieja consideración ,

lo que somos en el viaje a la montaña

siempre que se tiene que dar el paso a que nadie se atreve.

El viento del Norte es rojo

y aquí sopla son su rojo intenso

y despeina figuras compuestas.

 

II

Veo venir los cambios.

Porque el pueblo no quiere ser el de antes,

Y la clase gobernante no puede ser la de antes.

 

En otros tiempos oímos

cuando el nombre de la tierra no habíamos siquiera pensado

ni habíamos sido nombrados por nombre

ni nuestra suerte habíamos determinado.

En largo días les servimos

no dando a nadie escandalo alguno

porque es cierto que teníamos paciencia,

estanque donde la angustia nos hizo guardar

los presentimientos;

y callamos las sensaciones y las frases indispuestas

en hambre, en cárceles, en trabajo, en espíritu santo.

 

Entonces vivimos como queriendo

Y conocimos como hombres ignorados

por la poca costumbre de mirar más hondamente

y no explicar en definitiva los desbarajustes de la desnudez

y por aquello de hacer y no decir nada,

o por aquellas palabras nuestras

eran como para hablar entre sueños.

Productores de virtud para burgueses,

Los edificios construidos y el humo de las torres

dan áspera noticia de nuestro paso por la tierra.

Cada día se vendía riqueza en las esquinas

¿Pues qué son nuestro brazos y nuestras uñas

y el hoyo de nuestras bocas?

¿Y en qué lugar dejamos todas esas cosas?

 

Pegamos los ojos sobre los cúmulos de la tierra

y avanzamos como visitantes entusiasmados

y se abrían las aguas como los párpados o las puertas de las

fábricas.

Pero a pesar de nuestros ruidos el muro seguía allí

Y la oscuridad dominaba la procesión.

Somos los brazos cargados cargados de sorpresa

Sobreviviendo a los desplantes del esfuerzo

para que sean otros quienes miren por arriba de las cabezas

y tomen el sol sin partes y lo guarden en casa,

porque junto al trabajo hay algo que nos ha hecho

divididos y distantes,

porque en todo esto, nosotros no somos más que esa condición

exitosa,

el indicio del trabajo y la riqueza unidos en otro tiempo.

¿Acaso no ha sido la riqueza el valor más importante

para los hombres burgueses?

Aquella música, aquella sonrisa, aquella belleza

no tiene la virtud intrínseca del dinero,

porque si no es la pasión del oro por mercancías

y las mercancías por oro.

 

Todo es débil sabiduría

y el que busca esa sustanciosa verdad tiene que andar

múltiples caminos y arreglar negocios chuecos.

Nuestra sabiduría es pobre, porque permanecimos

con los pies desnudos como única provisión para el frío.

 

¿En qué consiste pues la sabiduría?

La actividad productiva de los hombres

es la base fundamental de la existencia

Seguridad para la ciudad en su tiempo para la paz,

facilidades para el amor,

abundancia en la producción, en la siembra y en la cosecha,

hazaña para el convencimiento de la vida;

bajo las luces del sol y de neón se elaboran

las hierbas de los campos y se construyen las islas de oro

y se trabaja como quien dice sólo la verdad;

así vemos pasar el carruaje de las maravillas

y olvidamos que estamos conduciendo

y llegamos a la contemplación

para saber qué sombra nos lleva a la distancia;

es como si olvidáramos el biberón que pusieron en nuestras manos

y miramos nuestras caras hechas de fibras sintéticas

y no sabemos nada,

nosotros mismos aguardaremos para entendernos luego

pero en los ojos se dibuja el humo de las fabricas

y comenzamos de nuevo y olvidamos

y queremos sólo lo inmediato ;

todo esto es como el paso del sol en un día de campo

o también como una mirada gris sobre el mundo,

algo como el amor que se detiene a las puertas del oro.

¿Es que hay alguien en este tiempo que no sepa los mecanismos

de la alienación,

o que ignore que cuanto más se desarrolle la producción

de mercancía, más crecen las fuerzas sociales

sobre las cabezas de los hombres y más invisibles se vuelven

las relaciones sociales?

Siempre la burguesía trata de mistificar el hecho

la contradicción oculta inherente a la naturaleza de las cosas,

incluso el traje apenas abonado,

la conversión en objeto de la mujer y de la moda,

la acumulación de capital y la pauperización absoluta y relativa

y la mañana aquella en que los hombres necesitan algo,

las lecciones aquellas para formar desde la infancia

o la boca hambrienta en la grieta de los panes.

Esto es viejo con la vejez de multitudes

y solo lamentamos la memoria desleída de los muertos.

Pero solo el periodo burgués de la historia

tiene por misión crear la base material del mundo nuevo,

sólo que ahora el horroroso ídolo pagano

dejará de beber néctar en el cráneo de sus víctimas.

 

Ahora podemos mirar nuestros rostros

inclinados todavía de tristeza,

y observar la línea imperfecta de la cara

palpar ese gesto feo y de dolor desde los ojos a las orejas

inclinados todavía de tristeza,

y observar la línea imperfecta de la cara

palpar ese gesto feo y de dolor desde los ojos a las orejas ,

aquello de astro picado de viruela.

 

Podemos andar por ahí

como cometa desatado encendiendo distancias

porque aquello de los ojos arenosos por el transcurrir de las noches

fue barrido por el viento de las calles.

 

Atrás la noche fatigada del sumiso,

el horizonte se corta con una luz roja que pasó en octubre.

Es como si tuviéramos todo el universo en el cuerpo,

y la insistencia es empeñosa y terca como la verdad de la lucha

organizada,

porque después de esto nos preparamos hasta el martirio

y esperamos arrancar con nuestras manos las heridas;

desde que todo y nada esta perdido

asombra más este propósito largamente calculado.

De los dos rostros de la misma cara

uno sujeta al viento del ultimo abismo

y el otro acosado de violencias se condena a destrucción inexorable.

Esto no ha sido espontaneo si con compases de saltos de repente,

como cuando hacemos grietas en los espejos

que nos permiten estremecer blasfemias.

Esta nueva naturaleza nace con nosotros desde afuera

acompañada de los hombres rojos

con los que fuimos conocidos y nombrados.

 

 

III

Algo se destruye en alguna parte.

En algún sitio de la sitio de la noche viene abismándose

y hay vacilación y atropellamientos y crujidos

como los vidrios rotos.

 

Hay algo tenso en el modo como se cierran las puertas.

Algo funciona mal, algo se ha descompuesto

en todo este ruido terco de ruidos de grillos,

porque una rajadura se deposita en los cuerpos y en todas partes

como una escisión profética

usada con cuantos asombros se requieren para pronunciar

los cataclismos.

Esta mañana quien sabe por qué nada es lo mismo.

¿Qué están martillando? ¿A quién están enterrando?

La violencia es la tierra y es el elemento de dominio

de la burguesía.

 

Trituradlos, haced el yugo más pesado,

montad en cólera para hacerle amar a sus amos;

es la voz que sale por todos los agujeros de sus cuerpos

lanzada por un vértigo de su más recóndito espanto,

porque los siervos no se contentan mas con ser cargados

como burros,

mirando con ojos nuevos que el cielo es tan bajo

como la tierra.

Si una vez pudo la burguesía engañar al pueblo

eso quedo en los límites del tiempo

y en la firmeza de los silencios de los vínculos íntimos.

Se han echado a los ojos los cristales

Cuando los misterios no persuaden a nadie

y los hombres del trabajo no claudican

y hacen temblar su miseria

para desprenderse del reino devorado.

Allí donde abundaba la noche

y se movía distraídamente bajo los pies,

qué bien cumplía la mentira,

qué eficaz realizaba su tarea.

El mito tiene la talla de la lucha contra el sueño

y la limitación del tiempo y del espacio cogidos en el hueco,

basta con voltear el movimiento

para trazar la realidad perfecta;

por eso la fugacidad de aquello que se dijo

porque aquello tenía un solo sentido

como la noche tiene un solo abismo.

 

Se trataba de que todos vaciaran su odio en el olvido,

convencer a los pobres de vivir su servidumbre como libres;

supresión imaginaria de las relaciones de clase

y sus antagonismos contenidos.

Pero por extraño que parezca

el levantamiento de tierra ha censurado este tema,

y a pesar del aguardiente y de las casas de juego,

del aullido de las fábricas y del paso agujereado de las calles,

del miedo a los vacíos,

de la macana

y del padre nuestro.

 

¿Qué otra cosa puede vislumbrarse de la indiscriminada

unidad de propósitos una y mil veces cacareada?

Pero el discurso no completa el terror de lo que pasa.

Si el hombre burgués tuvo legalidad e sus contornos

lo hizo al menos para cobijar desafueros.

Si tuvo que vestirse de cordero

lo hizo para ocultar la piel de lobo que lo armaba.

E intento el juego de la democracia

para ser consecuentes con los hombres que pasaban y miraban

y no comprenden nada.

Pero cuando desgarramos el secreto de las leyes

y entendimos como la esclavitud tuvo sus hijos,

de qué manera se hizo el hambre de los niños

y todas esas cosas parecidas,

entonces vio el peligro en sus dominios

y prefirió la fuerza bruta al código más puro.

Los sentimientos generados por la ilusión de los iguales

se esfumaron a través de los cortados espejos de la violencia y la

guerra.

Cualquiera podría jurar ahora este secreto.

La clase gobernante no tiene posible paz en sus entrañas;

cargamentos más profundos que el incendio de las estrellas

caen en la sima más honda de la época.

Débil sus ademanes danzan quejándose penetrar el miedo,

y se pretende estatua de fuerza presidiendo

la duración de la vida.

 

La noche y la jauría del espanto arrumbados en los sentidos.

Los oligarcas no transan

con la frustración de la hegemonía

ni con el vaciamiento de sus depósitos de mercadería s

ni con la perdida de sus privilegios reales,

y aprovechan los resquicios que dejan los olvidos.

Un 22 de enero hizo su intento la oligarquía

y todo sucedió como se sabe,

la muerte para el pueblo,

los frutos del engaño en el Congreso,

la silla para el mismo

con su puro y su sonrisa.

Si alguna vez alguien tuvo que llorar

solo el pueblo lo hizo amargamente.

La burguesía es ducha en sus faenas de labrar mentiras,

no termina de iniciar promesas incumplidas

ni de incendiar los ojos de los pobres

que solo saben del secreto de la crucifixión en las calles,

¿Qué fue si no la tragedia la UNO a fuerza de extravíos ungida?

 

A dar unidad a dos decidieron los burgueses,

que con UNO solo basta

porque la distancia real de los hombres lo dijeron,

nace de una simple diferenciación de criterios,

y una sola naturaleza ha sido dispuesta

que todo es UNO y la misma cosa,

que no hay dos oposiciones, sino por necesidad UNO,

que yerran perdidos los que creen que el ser no es UNO

porque UNO es el ser y a la vez no puede ser no ser.

Luego, lo mismo es ser que aquello por lo que se es UNO.

Y hubo aquellos quienes creyeron que esto era el orden de las cosas

y se olvidaron de todo ese movimiento áspero y rencoroso,

y la queja dormida en los puntos terminales del tiempo

y se encerraron en ataúdes los fantasmas pegados

a la muerte de tu padre y tus hermanos y tus hijos,

solo saciados de sí mismos y negados de fortuna

y se ignoró la cólera del caído empeñosa y tosca,

ahuyentada como en sopor interminable

para no sentir más acá del desamparo de los pobres.

Se estrelló en secreto ese dolor de morirse joven

o de sentirse desde la infancia viejo,

con las manos llenas de la explotación y la miseria de los hombres.

Ebrios de transformar la sociedad burguesa

se olvidaron de la lucha de clases

y la toma del poder para la clase obrera.

 

Horrorizados de violencias se cobijan a la sombra

entumecida del tiempo

con el oportunismo del guardián de los vientos y cascajos,

llegan como el náufrago de tumbo en tumbo

para dictar aludes sobre el amor y la hermandad entre los hombres.

 

En algún soplo moribundo se afirma la cooperación

como el elemento más ligero para el caminar de multitudes,

y la realidad suelta sus disparos

para despedazarnos al ritmo de cien palpitaciones enemigas

como si en el tumulto de la horca nos convidaron canciones y rosas.

La cooperación seria la consumación de las palabras buscándose en

los sueños,

donde la paz de clases o paz civil de los burgueses

habita en el sitio de los relámpagos y de las tormentas,

aquello donde las contradicciones pasan inadvertidas

como una lágrima triste.

 

Pero sabemos cómo denunciar lapidas y muertos.

El coro de los hipnotizadores pertenece al coro de los criminales.

Mientras existan las clases divididas

la guerra en el estado continuo

y la lucha es la verdadera justicia.

Porque hemos escapado a la rueda de la miseria

-la rueda era el instrumento para torturar esclavos-

y la altura de nuestro segundo paso por la tierra

los hombres rojos nos dieron un camino y una piedra

para cazar chacales y semejar panteras.

Tocados con la espada del que cambio la sonrisa

por el gesto fiero,

escogimos una frase en consigna para decirla en vilo

como golpeando la oscuridad,

como golpeando el aire:

Contra la violencia reaccionaria la violencia revolucionaria.

 

¿Qué queda de aquella tardanza

para beneficio de los mercaderes?

No es una simple historia

la excresencia crepuscular de la II internacional.

Todo pasa frente a los ojos nuevamente

como para no olvidar nada

pero la tentativa de desvío en el camino termina ahora.

 

IV

Dijo Lenin: Todo para el frente, todo para la victoria

y Fidel tradujo: Todo para la montaña.

Sandino solitario descubría senderos

y fue como un grito en salón de fiesta y en el pánico de los

mercaderes.

 

Nosotros estábamos al filo de la noche

y abandonamos la inútil mansedumbre

reclinados en la conquista del poder a través de los fusiles

¿Qué pasaba mientras alguien peinaba sus cabellos,

Mascaba su chicle y dormía su indiferencia en su cama?

Abrimos enormes agujeros al silencio

y abollamos el carro de la guerra,

marchamos como quien avanza sin interrogar a los arboles

por un pasillo distinto donde se ejercitan desconocidos

desplantes del alma;

porque ya no éramos sino la pasión del guerrillero

dos o tres o más trillos dando clara noticia de las estrellas.

Morimos tantas veces que cerramos los parpados a la memoria

y hemos amortajado con sueño nuestras millones de heridas,

que ya la muerte no existe,

que calibramos sobremedida la magnitud del miedo

y que no habrá alegría suficiente para celebrar la bienvenida

de tantos miles y miles de brazos que se agitan

y de tanto odio para clavar entre espina y espina.

Gesto para colgar en el pulso del hombre.

 

¡PANCASÁN!

Un pueblo alumbra su historia.

El viento del norte es rojo

y aquí sopla con un rojo intenso.

 

Ricardo Morales Avilés

Cárcel de la Aviación, agosto de 1971