Barricada

La Batalla de San Jacinto, defensa de la dignidad y soberanía de la patria

El Licenciado don Jerónimo Pérez, nacido en Masaya el 30 de septiembre de 1828, fue testigo directo de la Guerra Nacional contra los filibusteros de William Walker.

En sus Obras Históricas completas, el historiador Jerónimo Pérez documenta minuciosamente todos los acontecimientos bélicos que de 1855 a 1857 conmovieron Nicaragua, la lucha política, traiciones, deslealtades, escaramuzas y grandes batallas en Masaya, Granada y Rivas, hasta la expulsión de los filibusteros.

Aquí les dejamos su relato de la acción de San Jacinto:

“El General Tomás Martínez, antes de partir para León, mandó al Coronel don Dolores Estrada con una compañía de buenos soldados a recorrer las haciendas del Llano, tanto para facilitar la presentación de los adictos, como para disminuir los recursos que de ella sacaban constantemente los enemigos.

            Estrada tenía instrucciones de no presentar acción, sólo en el caso de no tener segura retirada.  Sin embargo, sentó sus reales en San Jacinto, hacienda situada al Norte del llano de Ostócal, y a una jornada de Granada, asiento de filibusterismo.  Sin agua en las inmediaciones y colocada la posición al pie de unas alturas, es un punto nada militar.

            Walker carecía de noticias exactas relativamente a esta fuerza porque los habitantes de esta comarca eran muy enemigos de los yanquis, en tal extremo que habiendo llegado a Tipitapa uno, que los vecinos tuvieron por espía, lo amarraron y condujeron a la presencia de Estrada, que en el acto lo mandó fusilar.

            Para cerciorarse, pues, el mencionado Walker de la realidad del cantón de San Jacinto, mandó una guerrilla exploradora, la cual se dejó ver en el abra de la hacienda el amanecer el 5 de setiembre (1856) dirigiendo un ligero tiroteo sobre el flanco derecho que estaba guarecido por un cerco de piedra, y cuando creyeron llenado su objeto, se retiraron sin mayor estrago, salvo una herida de gravedad que recibió el oficial, don Carlos Alegría, uno de las mejores que contaba el referido cantón.

            Esta escaramuza era anuncio de un ataque formal; pero Estrada no quiso levantar el campo conforme sus instrucciones, a pesar de que no tenía elementos para resistir.  Escribió a Matagalpa pidiéndoles con insistencia, protestando que moriría antes que retirarse porque había tomado a honor el conservar el puesto.

            Con efecto, se le mandó una parte de los muy pocos que había, y que afortunadamente recibió el 13 del mismo mes.

            El día siguiente, al alba, 120 rifleros al mando de Byron Cole, se presentaron en el abra marchando sobre la fortificación.

            Estrada, tenía 160 hombres de tropa granadina, Masaya, Managua y de otros puntos con varios oficiales selectos, formados en la guerra del 54.  El centro lo colocó en la casa principal de la hacienda; el ala derecha sobre el corral de piedra mencionado, y la izquierda entre un corral de madera que había al Oriente de la posición.  Al Sur se extendía un abra espaciosa que tocaba con la gran llanura de Ostócal, en cuyo derredor están situadas las haciendas que llaman del Llano.

            Al mando del ala izquierda fue confiado a un oficial recluta, Ignacio Jarquín, vecino de Metapa.  Le apoyaban otros dos oficiales con guerrillas, Salvador Bolaños y Venancio Zaragoza, también reclutas.

            Estrada fue sorprendido; no tenía espionaje, y cuando le anunciaron al enemigo fue a corta distancia, porque, aunque la campaña era tan limpia, las brumas de la mañana impedían ver los objetos de lejos.  Sin embargo, dio la orden de no dispararles, sino a quema ropa, sin duda para economizar el parque de que andaba escaso.

            Los filibusteros cargaron sobre el ala izquierda; el oficial Jarquín da la voz de fuego, y todos los soldados disparan a un tiempo, de suerte que aquellos toman las trincheras sin recibir otra descarga; matan a Jarquín, Bolaños cae mal herido, Zaragoza huye, y muchos soldados perecen al incesante fuego de los rifles y de los cilindros y revolvers americanos.  En este lance un sargento managua, Andrés Castro, se portó tan bizarro que, no teniendo tiempo de cargar el arma, alzó una piedra y derribó un soldado que saltó una trinchera para cargar sobre los nativos.

            Tomada esta alta todo se habría perdido, si los oficiales don Alejandro Eva, don Miguel Velis, don Adán Solis y don Manuel Marenco no se hubieran resuelto a morir disputando a los extranjeros el paso sobre el centro.  El oficial Marenco cayó herido en una pierna, pero aun así animaba a los soldados al combate.

            El Capitán Liberato Cisne, el Teniente José Siero y el oficial Juan Fonseca, salieron con tres guerrillas por la retaguardia, y por entre el monte al pie de la serranía, que se levanta en ese lugar, aparecieron por la espalda de los aventureros que ya se creían victoriosos.  La sorpresa y el hallarse entre dos fuegos les hizo desbandarse, y una vez dispersos se pusieron en fuga precipitada.  Dejaron ocho muertos en el puesto y cuatro más en la fuga.  Muchos de los derrotados se dispersaron en los montes.  Byron Cole, jefe de la expedición, fundador del filibusterismo, el mismo que contrató con Castellón la falange, perdió el camino y cayó en manos de unos nativos, que le asesinaron en el momento.  La muerte de Cole resonó en el extranjero, y creyendo que la derrota era de mayor magnitud, escasearon los enganches de aventureros, que antes eran tan frecuentes.  Los soldados de Walker se aterrorizaron, y los centroamericanos comenzaron a estimularse y a convencerse que aquellos no eran tan superiores en la guerra”.

Las bajas de los patriotas fueron de 55 entre muertos y heridos, sangre santa derramada en la Batalla de San Jacinto, en la victoria que moralizó al ejército aliado que recibió con júbilo la noticia del triunfo.  El día 6 de octubre la tropa orgullosa del Coronel Estrada, organizada como Batallón San Jacinto, entró triunfante a Masaya con sus armas coronadas con ramas y flores.  Marcharon ente dos filas de soldados aliados que les rendían honores y les vitoreaban.

El ejército aliado, con entusiasmo coraje y patriotismo, confe en el triunfo, casi de inmediato marchó contra los filibusteros hasta lograr su capitulación el 1 de mayo de 1857.

Fuente: Jerónimo Pérez. (1993) Obras Históricas Completas.  Serie histórica, Colección Cultural Banco Nicaragüense.  Managua

Los indios flecheros de Matagalpa, Héroes de San Jacinto

Con gente de Segovia, Matagalpa y otros departamentos, se formó una división que se llamó Ejército Septentrional en respuesta de la solicitud de auxilio que dirigió el Coronel José Dolores Estrada al General Tomás Martínez.   En este ejército participaron indígenas expertos en el manejo del arco y la flecha, la mayoría nativos de las cañadas de Yucul, San Pablo, San Dionisio, Matagalpa, y otras comunidades. Una carta firmada por el oficial Carlos Alegría documenta que el 11 de septiembre de 1856 llegó a la Hacienda San Jacinto una división de 60 indios flecheros provenientes de Matagalpa a cargo del mayor Capitán Francisco Sacasa, con los oficiales Ceferino González, Miguel Vélez, José Siero, Francisco Avilés, Miguel Marenco y Estanislao Morales.   Al momento de llegar un soldado que hacía guardia dijo en voz alta: ¡Alto! ¿Quién vive?  El Capitán Sacasa contestó: ¡Tranquilos soldados!  Soy el Capitán Francisco Sacasa y traigo refuerzos para la guarnición de San Jacinto.  Vengo desde Matagalpa con sesenta indios flecheros, tan dispuestos como nosotros a expulsar al enemigo.   Salieron a pie de Matagalpa el 9 de septiembre, llegaron a San Jacinto el día 11 y combatieron en la Batalla del 14.

Muchos años fueron los que permanecieron en el olvido los héroes indígenas, los indios flecheros de Matagalpa, siendo justamente reconocidos mediante el Decreto No. 808 del año 2012 de la Asamblea Nacional de Nicaragua como “Héroes de la Batalla de San Jacinto”.

Fuente: Pueblo Indígena de Matagalpa.