El 4 de agosto de 1929, hace 94 años, el General Augusto C. Sandino, suscribió un mensaje al Congreso Mundial Antiimperialista.
En este documento, el General de Hombres y Mujeres Libres expresó su rechazo a la política injerencista estadounidense.
Barricada Historia propone a sus lectores el texto íntegro a continuación
Mensaje al Congreso Mundial Antiimperialista (1929) Señores Congresistas: Vengo ante vosotros, a quienes consideramos la primera autoridad moral de los pueblos oprimidos, para poner en vuestro conocimiento en nombre del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, los abominables hechos consumados por la política imperialista de los Estados Unidos del Norte en Nicaragua, Estado Soberano de la tierra Centroamericana. Sabido es de todo el mundo civilizado, que desde el año de 1909 en que el imperialismo yanqui manifestó el proyecto de construcción de un canal interoceánico por el istmo de Rivas y el Río San Juan en territorio nicaragüense, y el de establecer una base naval en el Golfo de Fonseca, sobre el que tienen condominio las repúblicas de El Salvador, Honduras y Nicaragua, se ha mantenido en nuestro país una situación de constante lucha por el sostenimiento de nuestra integridad territorial, amenazada por ese imperialismo.
Ese proyecto concebido por el imperialismo yanqui cuesta a la nación nicaragüense alrededor de cuarenta mil vidas humanas de ambos sexos y más de cien millones de córdobas en los daños ocasionados a la propiedad de nuestros connacionales.
El imperialismo yanqui en Nicaragua, como en todos los países de nuestra América racial, en los cuales ha intervenido contra toda moral internacional, procedió a formar una pequeña y funesta oligarquía, compuesta de hombres sumisos que no pueden jamás representar el sentir del pueblo nicaragüense, figurando a la cabeza de ella Adolfo Díaz, Emiliano Chamorro y José María Moncada, para con esa oligarquía celebrar tratados indecorosos que redundan en perjuicio de nuestros derechos fundamentales de pueblo libre.
El pueblo nicaragüense desconoce en lo absoluto y ha rechazado con toda dignidad, a costa de su propia sangre, los tratados, pactos y convenios celebrados entre el Gobierno de los Estados Unidos y los oligarcas impuestos por ellos a Nicaragua.
No reconoce el pueblo nicaragüense como gobiernos constitucionales a ninguno de los que han escalado el poder en nuestro país desde 1909 hasta el presente, puesto que esos gobiernos han llegado al poder apoyados por las bayonetas ¬del imperialismo de los Estados Unidos del Norte.
Cuando en 1912 se anunciaron los tratados Chamorro-Bryan, que fueron suscritos en 1916, se desarrolló una sangrienta rebelión que vino a dar por terminada la drástica intervención armada del ejército regular de los Estados Unidos del Norte y como consecuencia de esa intervención, la muerte del autonomista nicaragüense, general Benjamín Zeledón, quien fue aniquilado por la metralla de los soldados yanquis al servicio de Wall Street.
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Con la intención de asegurar en el poder a los renegados nicaragüenses que han puesto en peligro nuestra soberanía: el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, dócil servidor de los banqueros de Wall Street, convocó a los gobiernos de El Salvador, Guatemala, Honduras y Costa Rica y al impuesto por él en Nicaragua, para efectuar unas conferencias en el año de 1922 y en las cuales quedó estipulado entre otros puntos, a iniciativa del Departamento de Estado norteamericano, que no podría ser reconocido por los signatarios del pacto surgido en aquellas conferencias ningún gobierno que en las repúblicas centroamericanas emanara de un golpe de Estado; obligándose el Gobierno norteamericano a seguir igual línea de conducta.
La Justicia se puso de parte de nuestro pueblo, y el entonces llamado Presidente de Nicaragua, Diego Manuel Chamorro, instrumento ciego de los intereses imperialistas, como los demás oligarcas, murió en el poder que había usurpado y el Vicepresidente, que lo era don Bartolomé Martínez, respetando la voluntad popular, entregó el poder a los electos en el Sufragio Libre, señores Carlos Solórzano y doctor Juan Bautista Sacara, Presidente y Vicepresidente de la República respectivamente.
En reconocimiento del civismo con que procedió como gobernante de Nicaragua el señor Bartolomé Martínez, consideramos un deber manifestar que no obstante ser su Vicepresidente ilegal, como la Presidencia de su antecesor Diego Manuel Chamorro, respetó el ejercicio del sufragio y por ello le juzgamos entre los hombres pundonorosos y dignos de la estimación de sus conciudadanos.
El imperialismo yanqui, comprendiendo que la justicia protegía al pueblo nicaragüense, empujó a los hijos espurios de Nicaragua, Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro para que, en connivencia con el poder interventor, dar el cuartelazo del 24 de octubre del 1925, que es conocido en el mundo civilizado con el nombre del “lomazo”, y que dio por resultado el des-pedazamiento de la Constitucionalidad de la Presidencia de don Carlos Solórzano y de la Vicepresidencia del doctor Juan Bautista Sacasa. Emiliano Chamorro se hizo presidente de la República.
El pueblo de Nicaragua se levantó en armas y peleó un año contra la menguada oligarquía. Cuando nuestro ejército constitucionalista estuvo a las puertas de Managua ya triunfante, recibió la intimación más descarada y sin precedente, del Gobierno de los Estados Unidos del Norte, por medio del representante personal del Presidente Coolidge, coronel Henry L. Stimson, actual Secretario de Estado del Gobierno yanqui, a efecto de que nuestro Ejército reivindicador depusiera las armas con que tenía derecho a conquistar la libertad de la patria.
Nuestro Ejército constitucionalista había tenido como principio fundamental el desconocimiento del Tratado Chamorro-Bryan y de todos los otros tratados, pactos y convenios celebrados por el Gobierno de los Estados Unidos del Norte y los gobiernos impuestos por sus bayonetas en Nicaragua.
El hombre que hacía de general en jefe de nuestro Ejército Constitucionalista, faltando a los más elementales deberes contraídos con el pueblo de Nicaragua anhelante de honor y de libertad, o sea, José María Moncada, claudicó ante los yanquis, tentado de sus ocultas ambiciones personales por el ofrecimiento de la Presidencia de la República de Nicaragua, que le fue hecho por los invasores.
La columna de ese Ejército constitucionalista que era al mando del suscrito en aquel entonces, rechazó con virilidad la intimación del coronel Stimson, representante personal del Presidente Colidge, como hemos dicho y agente nato de los banqueros de Wall Street.
Aceptó nuestra columna el reto del miserable invasor y le cupo al que suscribe el honor de haber sido electo jefe de aquel grupo de patriotas que desde hace dos años y tres meses pelea con denuedo contra el poderío imperialista más grande de la tierra en estos tiempos.
Nuestro ejército continúa sosteniendo el principio de la Soberanía absoluta y de consiguiente, desconoce todos los tratados, pactos y convenios celebrados entre los gobiernos de los Estados Unidos del Norte y los de Nicaragua, que vulneran el principio de Soberanía Absoluta proclamado y mantenido por nuestros combatientes. Debemos afirmar una vez más que dichos tratados, pactos y convenios que han celebrados contra la voluntad del pueblo nicaragüense.
Cree nuestro ejército que en los dos años y tres meses que lleva de lucha tenaz contra el imperialismo yanqui, ha logrado adquirir suficiente autoridad moral para que todos los hombres y pueblos libres de la tierra también consideren nulos los Tratados indecorosos celebrados por los Estados Unidos del Norte y los hijos espurios de Nicaragua.
El pueblo nicaragüense, del cual nos sentimos legítimos representantes, permite que se construya el Canal Interoceánico a través de su territorio, y que se establezca una base naval en el Golfo de Fonseca, mediante acuerdo con los condueños del mismo, El Salvador y Honduras, siempre que esas obras sean ejecutadas con los propios recursos de la veintiuna repúblicas de Latinoamérica, y para beneficio de todos los pueblos de la tierra, pero que jamás sea propiedad exclusiva del imperialismo yanqui.
Considera nuestro ejército que al quedar esas obras dentro de la nacionalidad latinoamericana, Nicaragua no recibiría limitaciones en su soberanía, ya que la idealidad de nuestro Ejército está basada en los principios de soberanía absoluta.
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Nuestro Ejército se cree en el imperioso deber de declarar ante el mundo, que tiene a los pueblos de Latinoamérica como una unidad racial con vínculos indestructibles. No es por lo tanto, solamente Nicaragua la que debe resolver los problemas que le presentan las obras en cuestión. Tiene derecho a externar su opinión al respecto, toda la América Latina continental y Antillana.
En todo lo que atañe a sus derechos fundamentales de pueblo libre, tiene la nacionalidad latinoamericana en su aspecto de unidad racial con vínculos indestructibles, con hemos manifestado, el derecho a ser consultada.
Señores Congresistas: Que nos sirva esta oportunidad para dirigir a vosotros, que sois la mayor autoridad moral de los pueblos oprimidos y la más pura representación de sus anhelos, un vehemente y cordial saludo y nuestros respetos y solidaridad para los hombres que integran esta magna Asamblea Mundial Anti-imperialista, así como nuestro mejores deseos por el mayor éxito de vuestras humanitarias labores. En la Tres veces Heroica Ciudad de Veracruz, México, 1929
Patria y Libertad.
A. C. SANDINO.
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