Tan malo es no sentir lo que vemos como para NO encontrarle una buena intención…
Garvel
Un poema de invierno: A esta hora llueve
A esta hora llueve de arriba para abajo
De lado y con viento.
Llueve como si Dios se desgastara llorando por
sus deslices, llueve como un insolente alarido rabioso
Llueve franco y fino haciéndose masa con el polvo
artísticamente charco. Desde la viga malabarista
gotas estampan su brusca tarea en el trampolín de sus
goteras, llueve con relámpagos de culpa, con pesares
que son diluvios.
Inundadas palabras brotan de tu arroyo café.
Todo es tan distante tan florecido y tan pantanoso,
a esta hora llueve sobre los hombros que abrazamos
llueve sobre los marañones y sobre las orugas,
en las tejas corren cascadas que van a dar a la
hondonada.
Afuera llueve, ya te dije.
llueve de arriba para abajo
llueve con el pretexto del calor
llueve como un insolente
llueve con culpas y relámpagos.
Pero aquí adentro, sin tu pelo y sin sus mortajas
en esta cueva arrendada de fantasmas. Todo sigue seco,
Sin embargo a esta hora llueve.
¡Hágalo y ya!
Enamórese de lo sencillo de jugar
tablero y echarse un mañanero,
con cautela o sin razón usted
enamórese, enamórese de las
nubes blancas o grises, de las
lluvias recias y los soles picantes
Enamórese del buen café y la buena
vista, enrédese a nomás poder del
escandaloso estornudo que nos dejan
las buenas risas, vacíe los gritos y no
se le volverán tumores de soledad
Enamórese de las buenas pláticas, de los
tragos fuertes y aquietantes, de inquietantes
soñadores, enamórese de los amores tunantes
y de las vírgenes liberadoras, de lo clásico y
su acabado.
Enamórese de las nuevas voces pero no
de sus dioses, enamórese de su primer
amor sin que sea el último, aliñe la cama
y acaricie a su perro, tal cual necesitan amor
Camine solo y enamórese de la siesta sin
descuidarse en regresar, enamórese de la fidelidad
de sus enemigos, de lo prohibido; El castigo
nos apremia con sus bajezas y enteras envidias
Enamórese de lo torpe y lo ciego que nos hace
andar la intensión, no se guarde la pasión enamorada,
enamórese del pecado y sus juzgados, disfrute usted
del amor y sus vagones ¡hágalo y ya!
Pesares para un bastardo
Rarezas han caído entre nosotros, quienes lidiamos con su temple y
su fragilidad. Mártires, héroes, villanos, melancólicos y alcohólicos.
Padecen de esas ausencias amorosas que no curan las mejores
madrugadas ni los peores sacrificios. Demonios en su laberinto,
atrapados por alguna musa o una prenda que les destiñe la sien
y sus canas.
Se pierden entre la gente, estando invisibles se ven mejores,
murmullan sobre la ciudad, los duendes, la guerra y su sexo.
Fuman desaseadamente, incansables suben las escaleras
de humo y se ahogan como pequeñas moscas en el azúcar.
Saltan desde la terraza de vagos imaginarios, caminan
atravesando las calles, con desgarrados espectros y aspectos.
Boina por solideo, quizás así se sienten bendecidos arrancándole alas a
los ángeles de la palabra, endiosan su ego y arrogancia. Apestan a
desmanes de aventuras, se enlutan con los colores más pasteles del día.
Podrían ser tan sinceros que sus mentiras son una romántica verdad,
encampanan como sirenas a través de la tinta minuciosa y perfecta
de la imaginación, derriban gigantes, asaltan palacios, alcanzan lo infinito
pero nunca tienen paz.
Escrito por: Garvel
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