Barricada

Héroes y mártires de la revolución testimonios vivos de la causa del pueblo

La revolución nicaragüense está marcada por la huella imborrable del sudor y la sangre de hombres y mujeres  del pueblo, que desde una organización y conciencia revolucionaria, hicieron miles de actos heroicos y de sacrificios en diferentes escenarios de lucha, que hoy, más que nunca están como fuego que arde en cada nicaragüense que ama la patria.

Las nuevas generaciones de militantes sandinistas deben estar claro que detrás de lo que vivimos hoy en día, hay una gran nube de testigos que hicieron posible que el programa revolucionario se concretara el 19 de Julio de 1979. Una revolución impregnada por el heroísmo y el martirio de miles, que sabiendo que sus acciones los podían llevar hasta la muerte, decidieron de manera firme y consciente, enfrentar situaciones totalmente adversas y difíciles tanto para su seguridad personal como de sus familias y amigos.

Hablar de héroes y mártires es referirnos a todos aquellos que decidieron asumir una causa y se hicieron testigos de la realidad que vive el pueblo, como consecuencia, sus vidas se constituyeron en testimonios vivos de la causa del pueblo que los impulsaba a darlo todo por sus convicciones e ideales; por tal razón, muchos fueron perseguidos, torturados para hacerlos desistir, renegar o traicionar la causa o asesinarlos para callarlos.

El héroe y mártir es interpelado en su fuero interno por la realidad de opresión, miseria y pobreza en que vive el pueblo, eso los mueve y los hace desear con todas sus fuerzas el hacer algo para transformación de dicha realidad de oprobio. De los que nos han dejado por escrito su pensamiento y programas de lucha, tienen en común las palabras que figuran la fuerza de sus convicciones, sentimientos patrióticos, los deseos intensos indeclinables de liberación del pueblo, en una mezcla de redención-muerte-sangre, del deber y sacrificio.

En 1912, en tiempo de la ocupación norteamericana y de la lucha intestina de conservadores y liberales, El general Benjamín Zeledón toma su propio camino, asumiendo la causa del pueblo, no por conveniencia política sino por la toma de conciencia que le conmociona el alma al ver la triste realidad de opresión, miseria y de vergüenza en que vivía la gran mayoría del pueblo nicaragüense.

En una carta de Benjamín Zeledón del 3 de octubre de 1912(citado por “El general Benjamín Zeledón y sus valientes, 2014) dirigida a su esposa Esther Ramírez deja claro lo que siente:

“Para los que tenemos la dicha de sentir arder en nuestros pechos la llama del verdadero patriotismo, para quienes sabemos que quien sabe morir, sabe ser libre, y, aunque veo por los preparativos que se hacen que yo y mis bravos y valientes compañeros vamos derecho a la muerte porque todos hemos jurado no rendirnos, no dejo de pensar en ti, mi noble y abnegada compañera, que con valor espartano me dejaste empuñar nuestra bandera de libres y patriotas, porque tú también has sentido el ultraje del invasor y la infamia y traición de quienes lo trajeron, para eterno baldón suyo y vergüenza de los nicaragüenses” (p.38).

En otro escrito “carta testamento”expresa su deseo profundo para el pueblo:

“Queremos que el pueblo no se muera de hambre, que desparezcan los explotadores, los hombres que envilecen. Queremos que haya verdadero bienestar para todos los hombres, para los del montón, para los anónimos, a quienes la oligarquía llama despectivamente “carne de cañón”. Queremos que todo el mundo goce de libertad; que el artesano disfrute de su trabajo, que el labrador cultive sin peligros la tierra, y que la fraternidad por doquiera, como una bendición de Dios, dé sus benéficos resultados”(citado por: Sáenz, Enrique, 2014, p.56).

Todo el que asume la causa del pueblo y testifica de ella, está totalmente claro que la muerte le acompaña muy cerquita, así su reflexiones nunca falta la alusión a la “sangre” símbolo de la vida-muerte Cada gota de mi sangre- dice Zeledón- derramada en defensa de mi Patria y de su libertad, dará vida a cien nicaragüenses que, como yo, protestarán a balazos el atropello y la traición de que es actualmente víctima nuestra hermosa pero infortunada Nicaragua.» (p.44).

De igual manera el general Augusto C Sandino se siente interpelado por el testimonio vivo de Zeledón al punto que siendo adolescente dejó huellas profundas en su memoria el martirio que sufrió Zeledón en manos de los soldados.

Sandino da testimonio de la causa que lo invade  la cual lo empuja a hacer algo por la defensa de la patria aún a costa de su propia vida.  En su “manifiesto político” de 1927 afirma su juramento “ante la Patria y ante la historia, que mi espada defenderá el decoro nacional y será  redención para los oprimidos”. (Sandino, Augusto, 1980, p.76).  Estaba claro que la “causa del pueblo, era la causa de todos los oprimidos”.

Envuelto en un sentimiento de firmeza y claridad nos dice: “Nuestros pechos serán murallas donde se estrellen sur hordas, pues tengo la firme convicción de que cuando hayan matado al último de mis soldados, más de un batallón de los de ellos habrá mordido el polvo de mis agrestes montañas.” (Sandino, Augusto C, 1984, p. 76).

Nosotros iremos  hacia el sol de la libertad o hacia la muerte; y si morimos, nuestra causa seguirá viviendo. Otros nos seguirán” (Sandino, Augusto C, 1984, p.117).

Sandino y Zeledón darán su fruto, así, en 1956, durante la criminal dictadura Somocista,  el patriota nicaragüense Rigoberto López Pérez asumiría la causa del pueblo a tal punto que lo lleva a tomar una decisión radicalmente heroica y de martirio, aniquilar de un tajo el régimen somocista.

En una carta que escribe el 4 de septiembre de 1956 a su madre Soledad López dice:

Aunque usted nunca lo ha sabido, yo siempre he andado tomando parte en todo lo que se refiere a atacar al régimen funesto de nuestra patria y en vista de que todos los esfuerzos han sido inútiles para tratar de lograr que Nicaragua vuelva a ser (o sea por primera vez) una patria libre, sin afrenta y sin mancha, he decidido aunque mis compañeros no querían aceptarlo, el tratar de ser yo el que inicie el principio del fin de esa tiranía. Si Dios quiere que perezca en mi intento, no quiero que se culpe a nadie absolutamente, pues todo ha sido decisión mía (citado por Barricada, Sept., 21, 2018).

Los héroes y mártires interpretan todo lo que hacen por la patria no como un sacrificio sino como un deber que causa la mayor satisfacción, Rigoberto lo expresa al decir:

Lo mío no ha sido un sacrificio sino un deber que espero haber cumplido. Si usted toma las cosas como yo las deseo, le digo que me sentiré feliz. Así que nada de tristeza que el deber que se cumple con la patria es la mayor satisfacción que debe llevarse un hombre de bien como yo he tratado de serlo (Citado por Barricada, Sept. 21, 2018).

Rigoberto muere acribillado por las balas de la guardia de seguridad de Somoza, luego de ajusticiarlo. Es un héroe y mártir que muere porque testifica de la verdad.

Luego surgiría Carlos Fonseca Amador quien se convierte a  la causa del pueblo y llega a tomar conciencia que el camino es el de Sandino con su testimonio de lucha, el camino del compromiso, de amor y de la lucha por la liberación.

En un escrito mecanografiado “la lucha por la transformación de Nicaragua”de 1960 Carlos afirma con claridad su apropiación de la lucha de Sandino por el pueblo:

 Somos los descendientes de Sandino, los que estábamos muy niños o no habíamos nacido cuando vilmente lo asesinaron. Ahora hemos crecido y ya somos hombres. Luchemos como él luchó, sinceramente, sin escatimar sacrificios, para que su sueño en una Patria Libre y en un pueblo feliz se haga realidad. (p.14).

Igual que Zeledón y Sandino y Rigoberto, Carlos en  expresa el  impacto que le provoca la condición del pueblo:

La miseria y el hambre, el analfabetismo y la persecución se han concentrado en las espaldas de los hombres sencillos del pueblo. Nuestros campesinos solamente penas conocen en la vida que llevan. La clase obrera de Nicaragua sufre una pavorosa desocupación crónica. Diariamente quedan empobrecidos a media calle multitud de comerciantes medios (p.5).

Carlos sabe que junto al deseo de liberación del pueblo se asume la  muerte, ella los acompaña siempre. Y eso lo sabe el pueblo, -dice Carlos Fonseca- “que los revolucionarios sandinistas somos combatientes que anhelamos la felicidad de todo el pueblo. En esta senda hemos derramado nuestra propia sangre y hermanos nuestros han ofrendado heroicamente la vida.( Fonseca, Carlos, 1960, p34).

Carlos héroe y mártir muere acribillado por las balas de la guardia en las montañas de Zinica 1976.

Para 1971 yace Ricardo Morales Avilés en la cárcel de la aviación y en una pavorosa y terrorífica cárcel custodiada por sus verdugos, nunca lo hicieron rendirse, nunca claudicar sino sólo  confesar “ser militante de la causa sandinista, que es la causa del pueblo”.

En sus escritos de 1968-1971, titulados  “pensamientos escritos  durante su prisión” (Morales, 1980) nos expresa firmeza, coraje y convicción diciendo de manera auto- reflexiva:

Ahora estoy aquí. Prisionero porque lucho por una causa justa. ¿Cuál será mi destino? Lo importante es que estamos al lado del pueblo y que estamos  haciendo su historia. Parece extraño. Siento como si hace años me hubiera preparado para eso. ¿En qué tiempo estuve moldeándome? Mientras tanto espero confiado, porque la ira cabalga el viento de mi pueblo (p.51).

El deseo intenso de liberación del pueblo anima a todo héroe y mártir, les da esperanza, aunque bien saben que posiblemente no podrán ser testigos de tal liberación “¿Cuál será nuestro legado? Lo que dejemos detrás nuestro será el resultado de las cosas grandes  y o pequeñas que hagamos en nuestra vida. Lo importante es que las cosas, por mínima que sean, las hagamos como si fueran grandes” (p.51).

Un joven que vendrá a ser testimonio vivo de la causa del pueblo, transformándose  en ícono de la resistencia heroica será Julio Buitrago, éste perteneció a la cantera de jóvenes y adolescentes entre los 14 y 18 años, que en 1963-1964 se integran al FSLN. (Biografía del Comandante Julio Buitrago, 2013, p.10). En un poema dedicado a su mama, titulado “Madre” expresa con gran claridad sus convicciones y compromiso radical con el pueblo y que a pesar de ser muy joven está claro de la situación límite que puede vivir en cualquier momento.

Si mañana, madre mía, la muerte me doblara en la trinchera, no llores. La honra de tu vientre será mi cadáver. Mi sangre se convertirá en abono y mi vida será un grito hecho bandera. Si mañana los esbirros entregaran en tus manos mi cuerpo masacrado, no llores. Siente que te da orgullo que tú dieses a la Patria un hijo que no quiso ser esclavo, que prefirió el silencio de los siglos antes que vivir bajo el látigo de los verdugos (citado por Biografía del Comandante Julio Buitrago, 2013, p.9).

15 de Julio de 1969, Julio Buitrago- según Carlos Fonseca- después de dos horas de combate cayó acribillado por la guardia somocista (Fonseca, 1970, p76). Por eso se le llamó el Padre de la resistencia urbana”.

Poco tiempo antes de su caída había escrito:“no sé si uno aprende a saber cuándo ronda la muerte; pero en todo caso tenemos que acostumbrarnos a escuchar sus pasos y a huir de ella no como cobardes, sino después que hayamos cumplido con nuestro deber”(Biografía, p.23).

De igual manera Leonel Rugama, a quien la historia lo recuerda por su vida de convicción y resistencia “que se rinda tu madre” es símbolo de entrega a la causa del pueblo, que no admite rendición, ni traición.Su muerte, «heroica y conmovedora», provocó que Rugama adquiriera la categoría de héroe y mártir de la revolución.

En Leonel Rugama se plasma con toda claridad la posición de poeta cabal, completo y de héroe y mártir, de revolucionario, que además de encarnar la revolución en su poesía y en su vida, la vive plenamente y la da en su poesía, visión de la revolución y expresión poética verbal. (Urtecho, José Coronel en Leonel Rugama “la tierra es un satélite de la luna”, 2019, p.11).

En su ensayo “el estudiante y la revolución”, escrito en 1969, Leonel Rugama  expresa con gran convicción y seguridad del qué significa entregarse a la causa del pueblo:

Aun no logramos comprender que la entrega total de nuestra vida orientada a la liberación del pueblo representa nuestra Muerte, pero que con ella estamos dando VIDA. El deber del revolucionario es hacer la revolución, sin saborear la idea de ver el triunfo (Rugama, Leonel, 2019)

Leonel muere junto a sus compañeros –también héroes y mártires- Mauricio Hernández y Roger Núñezresistiendo a la guardia que los tienen acorralados en una de las casas de seguridad del FSLN en Managua. Leonel Murió joven, con tan sólo veinte años de edad, abatido por las balas de un batallón somocista, en un barrio de Managua, el día 15 de enero de 1970.

La actitud de testimonio firme, la apropiación de la causa del pueblo en una vida encarnada de amor, es el testimonio vivo de los héroes y mártires que debe estar siempre entre nosotros como una presencia movilizadora, siempre vivas en la mente y corazón de todas las generaciones de revolucionarios del presente y del mañana.

Escrito por: Herbet Alberto Bonilla L.