COMO TÚ
“Yo, como tú,
amo el amor, la vida, el dulce encanto
de las cosas, el paisaje
celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan, de todos.
Y que mis venas no terminan en mí
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
:el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos”.
Roque Dalton García fue poeta, escritor, antropólogo y periodista. Nació en San Salvador el 14 de mayo del año 1935. El estilo de Roque Dalton fue coloquial y socialmente comprometido, fue partícipe de la renovación de la lírica latinoamericana de la década de 1960. Fue asesinado en circunstancias aún por esclarecer un 10 de mayo de 1975. Hoy, 44 años después, recordamos su voz, que fue imprescindible ayer y que sigue siendo necesaria hoy.
Juventud
Desde muy joven manifestó una acusada conciencia social que le llevó a militar en los movimientos revolucionarios que luchaban por las mejoras sociales en Centroamérica. En 1956, mientras estudiaba Leyes en la Universidad de El Salvador, fue en uno de los miembros fundadores del Círculo Literario Universitario, y en 1957 se desplazó hasta Moscú como delegado salvadoreño en el Sexto Festival de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad. Previamente había estado en Chile para cursar estudios superiores de Jurisprudencia (1953), carrera que complementó en su país natal con la de Ciencias Sociales (1954-1959), y en la Universidad de México con la de Etnología (1961).
Por aquel entonces ya era Roque Dalton una de las voces jóvenes más prometedoras de la poesía hispanoamericana contemporánea. Algunas de sus primeras composiciones habían sido galardonadas en varias ediciones del Premio Centroamericano de Poesía (1956, 1958 y 1959). En 1963, con la publicación de uno de sus mejores poemarios, El turno del ofendido, se consolidó como el poeta salvadoreño más relevante de su tiempo. La obra fue distinguida con una mención honorífica en el certamen Casa de las Américas, certamen que siete años después ganaría con el poemario Taberna y otros lugares (1969).
Cárcel y exilio
Su actividad política corría pareja a su dedicación a la creación literaria. Miembro del Partido Comunista Salvadoreño desde 1958, Dalton ya había sido encarcelado en varias ocasiones en su país natal cuando, en 1961, se vio abocado a tomar el camino del exilio. Emprendió entonces un periplo que le llevó a residir y trabajar en Guatemala, México, Checoslovaquia y Cuba, estancias en el extranjero que solía interrumpir con esporádicas visitas a su país natal. Se ganaba la vida con los ensayos y artículos que iba publicando, lo que le permitió viajar también, unas veces por motivos periodísticos y otras por activismo político, a las Repúblicas de Vietnam y Corea, y a numerosos países europeos y sudamericanos.
Una voz crítica
Por desavenencias con los dirigentes izquierdistas de su país, en 1967 abandonó el Partido Comunista y se mantuvo al margen de su militancia política hasta que, en 1973, regresó a El Salvador para alistarse en las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), donde tomó el pseudónimo guerrillero de Julio Delfos Marín. Tras colaborar activamente con esta organización clandestina partidaria del enfrentamiento directo y la lucha armada, por oscuras razones que nunca se han llegado a aclarar fue perseguido, juzgado y ejecutado por sus propios compañeros de armas, que abandonaron su cuerpo en un paraje agreste […]. Esta ejecución desencadenó airadas protestas en los círculos intelectuales, especialmente entre los escritores hispanoamericanos, abanderados en su condena por el argentino Julio Cortázar.
Tres Poemas de roque Dalton
Y SIN EMBARGO, AMOR
Y sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.
Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez en mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a sus antiguos colores;
tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.
Pero ya no habrá tiempo de llorar.
Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón.
Hace frío sin ti,
pero se vive.
Alta hora de la noche
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscando por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
CANTO A NUESTRA POSICIÓN
A Otto Rene Castillo
Nos preguntan los poetas de aterradores bigotes,
los académicos polvorientos, afines de las arañas,
los nuevos escritores asalariados,
que suspiran porque la metafísica de los caracoles
les cubra la impudicia:
¿Que hacéis vosotros de nuestra poesía azucarada y virgen?
¿Qué, del suspiro atroz y los cisnes purísimos?
¿Qué, de la rosa solitaria, del abstracto viento?
¿En que grupo os clasificaremos?
¿En que lugar os encasillaremos?
Y no decimos nada.
Y no decimos nada.
Y no decimos nada.
Porque aunque no digamos nada,
los poetas de hoy estamos en un lugar exacto:
estamos
en el lugar en que se no obliga
a establecer el grito.
(Ah, como me dan risa los antiguos poetas
empecinados en vendarse los ojos
y en embadurnar de pétalos y de pajarillos famélicos
la giba del dolor anonadante
que se encarama sólida
encima del hombro positivo universal
desde el primer amanecer y el primer viento,
y que se olvidaron del hombre)
Estamos
en el lugar exacto que la noche precisa
para ascender al alba.
(Muchos poetas inclinaron sus insomnios antiguos
sobre la fácil almohada azul de la tristeza.
Construyeron ciudades y astros y universos
sobre la anatomía mediocre
de un nido de muñecas cristalinas
y exilaron la voz elemental
hasta planos altisimos, desnudos
de la raíz vital y la esperanza.
Pero se olvidaron del hombre.)
Estamos
en el lugar donde se gesta definitivamente
la alegría total que se atará a la tierra.
(Ay, poetas,
¿Cómo pudisteis cantar infamemente
a las abstractas rosas y a la luna bruñida
cuando se caminaba paralelamente al litoral del hambre
y se sentía el alma sepultada
bajo un volcán de látigos y cárceles,
de patrones borrachos y gangrenas
y oscuros desperdicios de vida sin estrellas?
Gritasteis alegría
sobre un hacinamiento de cadáveres,
cantasteis al plumaje regalón
y las ciudades ciegas,
a toda suerte de tísicas amantes;
Pero os olvidasteis del hombre).
Estamos
en el lugar donde comienza el astillero
que va a inundar los mares con sonrisas lanzadas.
(Ay, poetas que os olvidasteis del hombre,
que os ovidasteis
de lo que duelen los calcetines rotos,
que os olvidasteis
del final de los meses de los inquilinos,
que os olvidasteis
del proletario que se quedo en una esquina
con un bostezo eterno inacabado,
lleno de balas y sin sangre,
lleno de hormigas y definitivamente sin pan,
que os olvidasteis
de los niños enfermos sin jugetes,
que os olvidasteis
del modo de tragar de las mas negras minas,
que os olvidasteis
de la noche de estreno de las prostitutas,
que os olvidasteis de los choferes de taxi vertiginosos,
de los ferrocarrileros
de los obreros de los andamios,
de las represiones asesinantes
contra el que pide pan
para que no se le mueran de tedio
los dientes en la boca,
que os olvidasteis
de todos los esclavos del mundo,
ay, poetas,
¡como me duelen
vuestras estaturas inútiles!)
Estamos en el lugar en que se encuentra el hombre.
Estamos en el lugar en que se asesina al hombre,
en el lugar
en que los pozos mas negros se sumergen en el hombre.
Estamos con el hombre
porque antes muchísimo antes que poetas
somos hombres.
Estamos con el pueblo,
porque antes, muchísimo antes que cotorros alimentados
somos pueblo.
Estamos con una rosa roja entre las manos
arrancada del pecho para ofrecerla al hombre!
¡Estamos con una rosa roja entre las manos
arrancada del pecho para ofrecerla al hombre!
¡Estamos con una rosa roja entre las manos
arrancada del pecho para ofrecerla al Pueblo!
¡Estamos con una rosa roja entre las manos
arrancada del pecho para ofrecerla al Pueblo!
Fuentes consultadas:
Poemas del Alma
https://www.poemas-del-alma.com/roque-dalton-garcia.htm
Biografías y Vidas
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/dalton_roque.htm