El 12 de junio de 1979, hace 40 años, cayó en combate el monimboseño Teófilo Alemán “Teodoro”. Era el segundo responsable de las milicias populares en Masaya. Fue un extraordinario guerrillero urbano. Un mes después de su caída, las palabras de Teófilo fueron proféticas: “Vamos a morir muchos, pero se va a ir Somoza y sus secuaces”.
El Equipo de Barricada/Historia recuerda hoy a “Teodoro” con algunos extractos del libro “Porque viven siempre entre nosotros”, publicado en 1982. Y en realidad estamos convencidos, como dice el título del libro, que nuestros Héroes y Mártires siguen viviendo entre nosotros y su ejemplo de convicción revolucionaria nos motiva e inspira cada día.
Monimbó, uno de los barrios más combativos de Masaya, es cuna de muchísimos compañeros revolucionarios, hombres y mujeres de gran sensibilidad que vivieron las injusticias del sistema social y económico detentado por Somoza y su camarilla y que, en determinados momentos, identificaron sus anhelos de construir una nueva sociedad con los ideales del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Teófilo González Alemán es uno de ellos.
Teodoro es reclutado para el FSLN en 1976 por Francisco Castellón Peinado, quien supo descubrir, entre los muchachos de su barrio, a aquellos que llevarían su compromiso hasta las últimas consecuencias.
Teófilo nace en el seno de una familia numerosa de Monimbó, el 20 de junio de 1955. Es hijo de Máximo González, un pequeño agricultor, y de Dolores Alemán, vendedora ambulante […]
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[Un día] los vecinos le dicen que la Guardia andaba cateando el barrio. Sus hijos Teófilo y Miguel, que por las noches salían a tirar bombas y a hostigar a la G.N., se encontraban desvelados y estaban en casa descansando. Los esbirros llegan y los registran, descubriéndole a Teófilo un raspón en el brazo. Por esto lo acusan de ser uno de los responsables de la muerte de un teniente. Buscando cómo justificar su herida, les dice que se la hizo en una caída por andar bebiendo licor; su madre para protegerlo, afirma que es cierto, “que como ha tenido problemas con su esposa, se ha dedicado a beber y por eso se cayó”. Los esbirros no creen en la excusa y se los llevan presos a todos.
Durante los 22 días de prisión, la Guardia los somete a los más crueles métodos de tortura. Esta dolorosa experiencia, Teodoro la comunica en varias ocasiones a sus compañeros:
“… Cuando veo a la Guardia y recuerdo las torturas que le hacen a los presos políticos en la cárcel, me da más coraje. A mí me obligaron a comer jabón, me arrancaron las uñas, me colgaron de los pies y otras barbaridades. Son situaciones que si queremos que se terminen, tenemos que seguir luchando hasta el final…”
Las torturas de la cárcel no lograron quebrantar su sentir revolucionario más convencido de los oprobios del sistema somocista, se integra totalmente a la lucha de liberación.
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Los conocimientos de pirotecnia que había adquirido en los talleres del barrio, los puso al servicio de la causa sandinista. Dentro de sus tareas militares se dedicaba a fabricar y perfeccionar el arma popular que todo el mundo sabía manejar: la bomba de contacto. Sus compañeros dicen que las hacía de todo tamaño; por la práctica se convirtió en un experto en explosivos. En esta tarea participada activamente tosa su familia. Su madre también aprendió a fabricarlas.
Responsable de las escuadras de Monimbó
Los hostigamientos en diferentes puntos de la ciudad inician a la una y media del día y, poco a poco, las fuerzas sandinistas se van concentrando en torno al cuartel de la G.N.
Del barrio Monimbó bajaron dos columnas que entraron por el lado sur, comandadas por Bayardo López, Domingo, y Teófilo González A.
Ese mismo día, poco antes de iniciarse el ataque, la Guardia asesina a once combatientes que se encontraban en una casa de seguridad en La Reforma. A pesar de este duro golpe, el FSLN mantiene la ofensiva. El enemigo se ve obligado a replegarse y a defender el cuartel, apoyado por una tanqueta. Debido que la G.N. recibe un gran refuerzo de Managua, tres días después de iniciada la insurrección los compañeros abandonan temporalmente sus posiciones alrededor del cuartel, y se retiran al lado sur de la ciudad y sus alrededores para organizarse y apertrecharse de municiones. Teófilo es uno de los principales organizadores de esta retirada.
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El día once, las fuerzas del FSLN regresan al contra-ataque, y esta vez las escuadras de Monimbó luchan bajo la responsabilidad de Teodoro. Siguen días de lucha continua y sin tregua; los heroicos combatientes no ceden ante la fatiga y el hambre; ni la muerte lo hacen retroceder. Doña Lola, madre de Teófilo, en una frase sintetiza la caída en combate de nuestro hermano sandinista:
“… el 12 de junio me lo mató un francotirador por la Cruz Roja; tenía 24 años… Entonces recordé lo que mi hijo tantas veces me decía: El día en que la guerra final estalle, no te vaya a asomar, porque si muero, alguien vendrá a decírtelo. Si me podés enterrar está muy bien; si no, tendrás que conformarte…”
Un mes después de su caída, las palabras de Teófilo fueron proféticas: “Vamos a morir muchos, pero se va a ir Somoza y sus secuaces”.
Extractos del libro:
Porque viven siempre entre nosotros
Edición al cuidado de Leonel Espinoza y Manuel Mejía
Editorial Nueva Nicaragua, 1982
Digitalizado por: Cecilia Costa
Agradecimientos:
El Equipo de Barricada/Historia agradece la valiosa colaboración de la compañera Caridad Monge y de los otros compañeros, que nos facilitaron los extractos del libro que publicamos el día de hoy.
Esperamos que su ejemplo motive a otros lectores a compartirnos material histórico sobre los hechos y los protagonistas de la historia del FSLN.