El mes de marzo dejó una huella significativa en Andalucía, registrándose como el más lluvioso desde 2018, según datos de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). Las intensas precipitaciones han generado un contraste entre ventajas y perjuicios para la región, destacando tanto la recuperación de los embalses como el impacto negativo en la agricultura y las infraestructuras rurales.
Las provincias de Sevilla y el Bajo Guadalquivir han sufrido los mayores daños. En las zonas rurales de Sevilla, los suelos saturados han imposibilitado la siembra de cultivos de secano como el girasol y el garbanzo, mientras que los cereales de invierno enfrentan enfermedades y problemas radiculares que comprometen su producción. Por su parte, en el Bajo Guadalquivir, las hortalizas como coliflores y brócolis han quedado inaccesibles debido al lodo, y los guisantes presentan podredumbre en sus raíces.
A pesar de estas adversidades, las lluvias han traído consigo un respiro a la sequía que castigó a la comunidad durante los últimos años. Los principales embalses, que anteriormente estaban por debajo del 30% de su capacidad, ahora han alcanzado un nivel del 70%. Esto ha llevado a las autoridades a considerar la eliminación de restricciones relacionadas con el suministro de agua.
Sin embargo, el exceso de precipitaciones representa un duro golpe para el sector agrícola. La COAG ha solicitado un plan urgente de apoyo para los agricultores afectados, así como una evaluación detallada de los daños ocasionados por las lluvias.
Aunque la primavera ya inició, las predicciones meteorológicas sugieren que las lluvias podrían prolongarse hasta finales de abril, manteniendo la incertidumbre entre los agricultores y las autoridades de la región.
Con Información: TELESUR