El Canciller de la Federación Rusa, el compañero Sergei Lavrov, repitió en estos días en su discurso en la 78 Asamblea General de las Naciones Unidas la afirmación del Presidente Vladimir Putin en 2022 que Estados Unidos y sus aliados constituyen “un imperio de mentiras”. De hecho, en un sentido directo el Presidente Putin y el Canciller Lavrov refieren a la mala fe de la diplomacia occidental confesado abiertamente por los dirigentes europeos, Angela Merkel de Alemania y Francois Hollande de Francia, quienes, en entrevistas separadas, admitieron que negociaron los acuerdos de Minsk no para lograr la Paz sino para ganar tiempo preparando a Ucrania para una guerra contra Rusia.
Otro aspecto de la descripción “imperio de mentiras” en relación al Occidente es que sus dirigentes y sus poblaciones sostienen dementes falsas creencias. Por ejemplo, afirman que sus países son democráticos, que sus instituciones son superiores a los países del mundo mayoritario y que actúan de buena voluntad con las mejores intenciones. En realidad sus países son oligarquías de corte fascista gobernando corruptos sistemas capitalistas basados en la injusticia, la falta de eficiencia y la desigualdad. Para mantener las ventajas materiales acumuladas en base a siglos de conquista y esclavitud, sus gobiernos actúan para destruir pueblos enteros por medio de la agresión militar y económica, como han hecho durante 60 años contra Cuba, y como siguen haciendo contra Siria, Irán, la República Popular de Corea Democrática, Venezuela y Nicaragua entre muchos otros países más.
Aparte de la mala fe y la demencia, un tercer aspecto de la descripción de Occidente como un “imperio de mentiras” es la permanente, interminable guerra psicológica aplicada por las élites gobernantes de Estados Unidos y sus aliados tanto contra los gobiernos de países que las resisten, como contra sus propios pueblos. Los países miembros de la OTAN mantienen unidades específicamente dedicadas a desarrollar y ejecutar la guerra psicológica, tanto contra países designados como enemigos, como contra su propia población. Así es el caso de la notoria Brigada 77 de las fuerzas armadas británicas. Las fuerzas armadas de Estados Unidos, igual que sus países aliados, mantienen un Comando Cibernético para implementar operaciones defensivas y ofensivas, como han hecho junto con las fuerzas de inteligencia de Israel contra Irán.
Durante muchos años las autoridades occidentales han aplicado amplias y extensas medidas de censura por medio de una estrecha colaboración con empresas como Meta y Google. Ha llegado a ser rutinaria la llamada cancelación de personas críticas de sus propios gobiernos por medio del abuso de sistemas de pago en línea como Paypal o GoFundMe para cortar fuentes de financiamiento. La cancelación de cuentas en Youtube, Facebook o Twitter (ahora X) alcanzó hasta al propio Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Adicionalmente, es notorio el cierre y censura en diferentes países contra los medios rusos RT y Sputnik y el medio iraní Press TV. Y mientras en Norte América y Europa las voces que critican el apoyo occidental a la Ucrania Nazi son prácticamente sofocadas por la masiva y constante ofensiva de censura y desaprobación oficial y mediática, en Rusia las personas y medios críticas al gobierno del Presidente Putin son muy activas y vigorosos.
En el cuento Alicia en el País de las Maravillas, la protagonista Alicia encuentra en su camino el tipo Humpty Dumpty con quien discute sobre el sentido de las palabras. Humpty Dumpty dice, “Cuando uso una palabra, significa exactamente lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos… La cuestión es quién manda, eso es todo.” Desde la disolución de la Unión Soviética, han sido las élites gobernantes de Estados Unidos y Europa quienes, tomando la norma de Humpty Dumpty, han dominado el mundo de las ideas y el imaginario global de la mayoría de la población mundial por medio de la influencia global de sus medios de comunicación y entretenimiento, y ahora por medio de su dominio tecnológico del Internet. Pero también lo han sostenido por medio de su extenso control del mundo académico, de las instituciones internacionales y del sector de las Organizaciones No Gubernamentales.
Con la disolución de la Unión Soviética en 1991, se intensificaba el dominio occidental de los términos y lenguaje en que se manejaban los temas de las relaciones internacionales y su correspondiente manipulación y distorsión. Este período condujo al bombardeo de Serbia en 1999 en que la OTAN, en nombre de la democracia, mató a más de 2500 civiles e hirió a más de 12,000. Luego vino la destrucción de Iraq en 2003 y, en América Latina y el Caribe, los repetidos golpes e intentos de golpe contra Venezuela, Haití, Bolivia, Honduras y Ecuador. Nadie retó en público esta cínica hipocresía occidental de manera contundente hasta 2007 cuando el presidente Vladimir Putin lo hizo en una cumbre sobre la seguridad internacional en Munich.
El presidente Putin criticó la violación por Estados Unidos y sus aliados del derecho internacional, la constante aplicación de la fuerza en las relaciones internacionales y la provocación de la expansión de las fuerzas armadas de la OTAN hacia las fronteras de Rusia. Como si fuera para dar la razón al Presidente Putin, el desenfrenado cinismo e hipocresía occidental culminó en 2011, poco después del colapso del sistema financiero occidental de 2008-2009. Estados Unidos y sus aliados montaron una despiadada ofensiva terrorista contra Siria y, bajo el amparo de las Naciones Unidas, la destrucción de Libia y la campaña terrorista y golpe de estado en Costa Marfil, todo en nombre de la defensa de la democracia.
Junto con el dramático aumento de la agresión militar de Estados Unidos y sus aliados, también hubo una marcada intensificación de su guerra psicológica contra los países con gobiernos que desafiaron el falso discurso occidental de buenas intenciones y defensa de la democracia y derechos humanos. Entre las bárbaras agresiones de 2011 y el golpe de Estado en Ucrania de 2014, esta guerra psicológica se manejaba para justificar la creciente agresión económica contra Irán y Venezuela, por ejemplo, y de 2014 en adelante, contra Rusia después de la decisión de la población de la Crimea de integrarse a la Federación Rusa.
A pesar de todo, las élites gobernantes occidentales no han podido imponer su voluntad contra países resistentes como Cuba, Nicaragua y Venezuela, contra Siria e Irán o, en África, contra Etiopía, Eritrea o Zimbabwe. Mucho menos han podido intimidar a Rusia y China. A nivel doméstico, no han podido resolver el bajo rendimiento y las debilidades crónicas de sus economías, el bajo promedio de la tasa de ganancias, los inadecuados niveles de inversión y la baja productividad. Prensadas entre estas dos ineludibles realidades, la respuesta de las élites occidentales ha sido de aumentar todavía más su capacidad de guerra psicológica por medio del control del contenido del Internet que ahora constituye el principal teatro de la guerra para conquistar el imaginario de la población global.
Ahora ha entrado en vigor en ambos la Unión Europea y el Reino Unido leyes supuestamente dirigidas a promover la seguridad en línea que, entre otras cosas, les permite a las autoridades exigir la colaboración de las grandes plataformas digitales como, Facebook, X, Google, Tik Tok, YouTube, Amazon, Wikipedia, LinkedIn o Snapchat. Los dos tipos principales de contenido designado ilegal son, primero, contenido que promueve la venta de productos ilegales u otra actividad desleal que perjudica a las y los consumidores. El segundo tipo de contenido ilegal cubre categorías como los crímenes de odio, material que interfiere en las elecciones y, en general, contenido designado como desinformación.
Esta taxonomía jurídica para designar lo que es el contenido ilegal refuerza las políticas ya establecidas por las grandes plataformas digitales junto con las autoridades nacionales de los países norteamericanos y europeos para aplicar la censura. Las han aplicado, por ejemplo, en relación al contenido que trataba del Covid-19 o del conflicto militar en Ucrania. Así que, este reciente marco legal viene a reforzar el peligro para la libertad de expresión que borronea todavía más la distinción entre la desinformación y la disidencia legítima.
Las leyes europeas permiten la colaboración oficial con las grandes empresas digitales para sancionar contenido considerado ilegal que sigue disponible fuera de la jurisdicción europea. Países pequeños sin ese nivel de poder económico solamente pueden aplicar leyes contra el crimen cibernético que afectan su jurisdicción nacional sin extralimitarse al ámbito internacional. Por ejemplo, Nicaragua ha implementado su Ley Especial de Ciberdelitos desde 2020 para proteger a su población contra posible actividad o contenido criminal, odioso y dañino pero de ninguna manera está diseñado para permitir controlar lo que piensan las personas. En Estados Unidos, lo más probable es que muy pronto se presentará nueva legislación en el Congreso del mismo tipo intrusivo y de largo alcance que se ha implementado en Europa.
Estas son las mismas autoridades que han criticado durante décadas a la República Popular China por las medidas de control del contenido del Internet que ese país ha implementado desde 1996. En el caso de China, los controles aplicados por las autoridades nacionales y regionales tienen como objetivo evitar la desestabilización de un sistema socialista que en años recientes ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza. Mientras, en América del Norte y Europa las autoridades ahora añade las nuevas leyes restrictivas a los demás diversos herramientas de censura que tienen disponibles para así mantener el control socio-económico y político de las élites corporativas cuyo único interés es maximizar sus ganancias e impedir una verdadera democratización de sus sociedades.
El Presidente Vladimir Putin expresó esta realidad en una reunión con todos los partidos políticos de la Duma de la Asamblea Federal de Rusia, en julio del año pasado. Dijo, “Occidente, que una vez declaró principios de democracia como la libertad de expresión, el pluralismo y el respeto por las opiniones disidentes, ahora ha degenerado en lo contrario: el totalitarismo. Esto incluye la censura, la prohibición de los medios de comunicación y el trato arbitrario de periodistas y figuras públicas… Y, están imponiendo esto al mundo; están tratando de imponer este modelo, un modelo de liberalismo totalitario, incluida la notoria cultura de cancelación y de prohibiciones generalizadas.”
Por su parte, Nicaragua ha expresado el anhelo de todo el mundo mayoritario cuando nuestro Presidente-Comandante Daniel y nuestra Vice Presidenta la Compañera Rosario dijeron en su Mensaje a la 78 Asamblea General de la ONU que urge tener “Un Mundo libre de imposiciones». Un Mundo de Vigor, de Valor, de Valores. Un Mundo con un sencillo, potente, poderoso, Bien Común : El Amor que és más Fuerte que el Odio y que Todo Vence y Todo Puede… El Amor que nos hace tanta falta para construir Confianza e instalar, definitivamente, los Nuevos Horizontes, los Porvenires Prodigiosos.”