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155 ANIVERSARIO DEL NATALICIO DE RUBÉN DARÍO, PRINCIPE DE LAS LETRAS CASTELLANAS

El 18 de enero de 1867, empezó la vida azarosa del poeta Félix Rubén García Sarmiento, fruto de un matrimonio que no llegó siquiera al día en que nació en la casa de su Tía Josefa, en la aldea de Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa.   Amor no le faltó al niño Rubén, que desde su tierna infancia fue cobijado con el afecto de su tía abuela Bernarda Sarmiento, esposa del coronel Félix Ramírez Madregil. 

En palabras del poeta, en la autobiografía que escribió en Buenos Aires, cuenta el poeta de su primera infancia:

“En la catedral de León, en la América Central, se encuentra la fe de bautismo de Félix Rubén, hijo legítimo de Manuel García y Rosa Sarmiento.  ¿Cómo llegó a usarse en mi familia el apellido Darío? Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad me han referido, un mi tatarabuelo tenía por nombre Darío; en la pequeña ciudad todo el mundo conocíale como don Darío; a sus hijos e hijas por los Daríos, las Daríos.  Fue así despareciendo el primer apellido, a punto tal que mi bisabuela paterna firmaba ya Rita Darío; y el convertido en patronímico llegó a adquirir calor legal, pues mi padre, que era comerciante, realizó todos sus negocios ya con el nombre de Manuel Darío; y en la catedral a que me he referido, en los cuadros donados por mi tía doña Rita de Alvarado, se ve escrito su nombre de tal manera.

El niño con pocos meses de nacido fue llevado por el coronel Félix Ramírez, a instancias de la Tía Bernarda, a la casa de León, donde fue criado con ternura.  El coronel le enseñó a montar a caballo, y gracias a él conoció el hielo, los cuentos ilustrados infantiles, las manzanas californianas y el champaña francés.  Fue Rubén Darío, un niño prodigio que a los tres años ya sabía leer y escribir.   Y en los años de escuela, siendo niño, conoció los viejos libros que alimentaron su espíritu: El Quijote, Las mil y una noches, la Biblia, los Oficios de Cicerón, la Corina, las obras de Moratín y muchos otras obras.  Lecturas, estudios y romances juveniles marcaron sus años en León de Santiago de los Caballeros.

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A los quince años empezó su vida errante.  Viajó a El Salvador, adonde lo enviaron amigos y familiares para librarlo de un temprano matrimonio.  “Yo tenía quince años y una estrella en la mano”, recordaba el poeta.   Regresó a la patria y publicó en Managua su primera producción poética con el titulo de Primeras notas, en la que ya se anunciaba de forma incipiente la revolución poética que le tocó liderar en América Latina y Europa pocos años más tarde.  A mediados de 1886 llegó a Chile, primero a Valparaíso y desde allí Santiago. En Chile fue premiado su libro Abrojos, y su Canto épico a las glorias de Chile; en 1889 publicó Azul, con el que anunciaba la llegada del modernismo.

Regresó a Nicaragua en el mismo 1889, a bordo del crucero brasileño Almirante Barroso, siendo recibido con honores y elogios.  En 1892 fue designado por el gobierno de Nicaragua para viajar a España como miembro de la embajada enviada a la celebración del cuarto centenario del “descubrimiento” de América.  Después vinieron los años de intensa actividad diplomática, periodística y poética. Incansable creador, cronista certero en la España de fines de siglo.  Rubén Darío, omnipresente en Nicaragua, que reivindicó su origen indígena chorotega, como después lo hicieron Augusto Nicolás Sandino, el General de Hombres y Mujeres Libres, y el poeta obrero Salomón de la Selva, precursores en la poesía y en la lucha revolucionaria de la multiculturalidad nicaragüense.  

En su vida errante, siempre llevó a Nicaragua en su corazón.  Siempre, hasta su regreso definitivo, cuando venía en busca del cementerio de su tierra natal, como escribió a su amigo, el cronista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo.    El 8 de febrero de 1916, murió Rubén Darío, en santidad poética en la ciudad de León, la tierra solar que le dio carne insigne y espíritu divino.

“En verdad, vivo de poesía. […]. No soy más que un hombre de arte. No sirvo para otra cosa”. 

Fuente:

Rubén Darío. Obras Poéticas Completas.  Librería El Ateneo, Argentina. 1953.