Barricada

Moisés Absalón Pastora: Estadio Nacional

“No hacer leña del árbol caído” es una frase que nos conduce siempre a reflexionar porque tristemente la naturaleza humana es propensa a devastar la desgracia ajena porque nos desobligamos de la compasión cuando decidimos desmembrar la dignidad de aquella persona que por sus propias acciones se convierte en el festín de quienes muchas veces nos ponemos la toga de jueces para convertir en leña a quien seguramente debe ser tratado así, pero a lo mejor, su humanidad merece algo de respeto por lo bueno que en algún momento pudo hacer por algún prójimo, por la sociedad o por su país.

El árbol caído representado por quien cayó en desgracia termina siendo un objetivo en la mira de todo franco tirador que aprovechando la oportunidad quiera hacer leña a modo de justicia para lanzarla al fuego hasta convertirla en ceniza y así consumar una venganza por el daño personal recibido o por el colectivo causado a la nación.

Hay individuos que “tropiezan”, que dan tremendos pencazos cuando caen e inmediatamente se convierten en perdedores, en parte de ese club del que nadie quiere ser miembro y esto hay que decirlo claramente porque es una reacción que gusta a mucha gente que se dispone a desollar, humillar, “hacer leña” de una vida que ha mostrado su punto más débil, o que tal vez ha dado un mal paso y ha sido descubierta en un escándalo o en un delito despreciable.

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Es fácil arrojar piedras sobre quien está caído. Es fácil, sobre todo, inventar acusaciones, promover rumores, sacar a relucir historias del pasado difícilmente comprobables, con tal de destruir la fama de un personaje que resulta incómodo. Es triste ver a quien se alegra de la derrota ajena y eso lo entiendo tanto que comprendo a su máxima expresión eso de “No hacer leña del árbol caído“, pero sí y solamente sí cuando sea para alguien que no sea un mal agradecido, un oportunista, un traidor que se valió de la fama y del respeto que alguna vez le tuvo todo un pueblo al que traicionó cuando se coludió con el enemigo de la patria para que fuésemos agredidos.

Quiero decirles que por allá del año dos mil, cuando mi espacio vespertino en Radio Corporación se llamaba Radio Periódico El Momento celebré su décimo aniversario con una recepción que entregó reconocimientos a personalidades en el país por lo que representaban, por sus acciones, por sus cualidades ciudadanas o que por poner el nombre de Nicaragua muy en alto, más allá de nuestras fronteras, eran fuentes inspiradoras de mis enfoques editoriales y entre esos reconocidos estaba Denis Martinez, “El Chirizo”, el que por creer que podía ser primer ciudadano de este país se creyó el cuento del apodo que alguien le puso desde el periodismo deportivo como “El Presidente”.

Dennis Martínez específicamente en el deporte es indudablemente una vieja gloria de nuestro beisbol, fue una celebridad, fue un alcohólico que lo sacó del gran circo y al vencerlo se convirtió en un atleta que logró tejer el máximo sueño más grande de todo lanzador, el juego perfecto y además en su momento fue el pitcher latino más ganador en la historia de las grandes ligas y claro todos nos sentíamos orgullosos por eso.

Por favor Dennis Martinez fue parte de la selección nacional del 72, fue el precursor de los peloteros nicas en la MLB, jugó con los mejores equipos, estuvo en series mundiales y claro ese fue suficiente para que fuese aclamado, amado, vitoreado por el pueblo y nos mereció tanto respeto que el gobierno sandinista que retornó en el 2007 y no los de antes que jamás lo tomaron en cuenta, ya retirado y viejo, desvinculado de sus hazañas pasadas, lo incluyó en las estructuras de nuestro beisbol, le dio millonadas para que fortaleciera las pequeñas ligas, lo hizo manager de nuestra selección nacional y como si fuera poco, como el más grande reconocimiento al nombre de Nicaragua que puso por las alturas, le quitó el nombre al viejo estadio nacional y se lo puso al nuevo, a ese majestuoso coloso que fue inaugurado con una tremenda pompa y todos los que fuimos testigos de ello vimos al “chirizo” explotando de júbilo, al lado del Presidente Ortega que lanzó la primera bola, al lado de la vicepresidenta Rosario Murillo con la que estaba embelesado y claro dando declaraciones porque jamás, decía, el beisbol había sido tan apoyado y él en lo personal reconocido y con creces.

El problema de Dennis Martinez, Dennis lo escribe con doble “N”, tipo anglosajón porque se cree americano, es que ese cronista deportivo que lo enganchó como “El Presidente” es que se lo creyó y en varios momentos, tanto, que exploró en el zoológico oposicionista si él podía ser candidato como si eso fuera tan fácil como tragarse los vigorones que nunca le pagó a la “Marucha” cuando le fiaba en tiempos aquellos en los que caminaba con cara de hambre.

¿Qué hizo Dennis para que ahora muchos no tengamos compasión con el árbol caído?

Lo primero que hizo fue volar en pedazos su propia imagen y si por propia mano la estrelló contra el suelo, ¿entonces porque el pueblo va a ir a recoger los tucos de aquel tronco que ahora son propios para la leña?

Desde el 2018 Dennis Martínez dejó de ser el deportista y se convirtió en politiquero y no cualquier politiquero, sino en uno oportunista, mal agradecido, estafador, ladrón y terrorista que llegó a celebrar que el estadio, que llevaba su nombre, fuera incendiado por las hordas que él apoyó.

Perdónenme, pero discúlpeme, a este tipo de la forma en que se le trató solo sarna le hacía falta. A él se le dieron 250 mil dólares para fortalecer las pequeñas ligas y las pequeñas ligas no vieron un solo dólar de esa cantidad de plata y cuando le preguntaron por ella se hizo el arrecho; Imagínense al nuevo Estadio Nacional que bien pudo llamarse Roberto Clemente por la vida que entregó ese gran pelotero por ayudarnos tras el terremoto del 72 le pusieron su nombre; lo nombraron manager de la selección nacional y fue un total fracaso y solo alardes y fachentadas mostraba ante los peloteros que dirigía; el fue quien trató de influir, jamás lo logró, para evitar que la selección puertorriqueña de beisbol viniera a nuestro país a foguearse con la nuestra y a la que trató de sugestionar con mentiras que fueron negadas por la realidad que conocieron los deportistas de la Isla del Encanto; nunca le salió, ni siquiera por ocurrencia sacarse de su dolarizada y millonaria bolsa un miserable chelín para comprar, aunque fuese una bolsa de cemento para cualquier cosa que requiriera Granada dónde nació; es el que cuando alguien le pedía el favor de gestionar para que ingresara al país algún conteiner con donaciones deportivas para las pequeñas ligas lo primero que decía era que sí, pero que la mitad era para él y así un montón de cosas más que cuando se van descubriendo chorrea sangre y saben cuándo indigna más cuando el diario terrorista y cibernético La Prensa, le publica artículos que sí, él firma, pero se los hace otro, -no le da para tanto-, y entonces empieza a decir un montón de sandeces donde el factor común es la traición y el servilismo imperial del cual asumió su otra nacionalidad para acuchillar la de su verdadero origen.

Hace dos años atrás inicié una campaña para que se le cambiase el nombre al ahora Estadio Nacional, así a secas, nada de Dennis Martínez, y créanme que con mucho gozo celebro que el deseo mayoritario de los nicaragüenses y en especial de los managuas hoy sea una realidad porque una belleza infraestructural y deportiva como esa, el mejor de Centroamérica y uno de los mejores de Latinoamérica no podía llevar el nombre de un traidor como Dennis Martínez y no hablo de traición al gobierno sandinista, en tal caso seria un mal agradecido y en eso nadie le mete la mano, sino que hablo de traición a la patria, que es doble viviendo de un supuesto deportista, que después de lo reconocido que fue por el pueblo que un día lo vitoreo, sea peor que aquel animal capaz de comerse a sus propia crías.

Yo soy una voz de miles de voces que demandaban el cambio inmediato del nombre de nuestro majestuoso coloso y los nicaragüenses, que nos fascina el beisbol, lo estamos celebrando y las expresiones de júbilo no se hicieron esperar en las redes sociales y programas deportivos de radio y televisión.

Así que yo si hago leña del árbol caído y si por esto a alguien le pica que se rasque porque nuestro Estadio Nacional seguirá siendo la Casa del Juego Perfecto, no por el que lanzó “El Chirizo” sino porque el beisbol es nuestro deporte rey y no merece, jamás mereció llevar el nombre de un oportunista, estafador, ladrón, pretensioso, terrorista y politiquero como Dennis Martínez.