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Benjamín Zeledón: Legado de un Héroe Nacional

Escrito por : Luis Guerrero 4 de octubre de 2025

“Hay un Monumento en un Cerro que se llama El Coyotepe, que es donde se atrincheró Zeledón con sus tropas y donde los gringos mandaron a Altos Oficiales de sus tropas que ya tenían cercado, a decirle a Zeledón que se rindiera y que le ofrecían ‘el cielo y la tierra’.

Pero Zeledón respondió con una Carta que le mandó a su esposa, donde le decía que él, por honor a ellos, a su Familia, a la Patria y al Pueblo, no se iba a rendir, y que entendiera que su muerte era un deber antes que rendirse. Y el 4 de Octubre, día de su Cumpleaños, matan a Zeledón, y lo pasean los yanquis por las calles de los Pueblos, para que los Pueblos se aterroricen y no sigan peleando contra los yanquis”.

Comandante Daniel Ortega, 26 de agosto 2024.

Hablar de Benjamín Zeledón es hablar de dignidad, valentía y amor profundo por Nicaragua. Su vida y su muerte trascienden la historia oficial, y es más que significativo que ambos hechos hayan ocurrido un 4 de octubre, naciendo y cayendo en combate exactamente en la misma fecha. Zeledón se convierte así en un ejemplo permanente de resistencia y patriotismo, un hombre cuyo compromiso con la patria no conoció límites y cuya memoria sigue viva en cada rincón del país.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, Nicaragua vivía tiempos convulsos. La intervención de Estados Unidos en los asuntos internos del país, combinada con las divisiones políticas entre liberales y conservadores, amenazaba la soberanía y la estabilidad nacional. La renuncia del General José Santos Zelaya López el 1 de diciembre de 1910, tras la infame Nota Knox, y la renuncia de su sucesor, el Dr. José Santos Madriz Rodríguez, en agosto de 1910, dejaron al país sumido en la inestabilidad. Fue en este contexto que Zeledón partió al exilio junto con la intelectualidad liberal, pero su amor por la patria lo haría regresar cuando más lo necesitaba.

Al frente del Ejército Libertador

En 1912, ante el gobierno conservador y entreguista de Adolfo Díaz, Zeledón retorna a Nicaragua para encabezar como General en Jefe al Ejército Libertador. Su liderazgo se hace sentir desde el primer momento: logra tomar Tipitapa, pero no puede marchar sobre Managua y debe replegarse a Masaya, donde se atrinchera desde agosto hasta octubre. La intervención directa de Estados Unidos cambia la ecuación: ocho buques de guerra desembarcan en Corinto el 15 de agosto, transportando 800 soldados norteamericanos y coordinando a dos mil conservadores.

El General Luis Mena, también alzado contra el gobierno, claudica en Granada y es deportado a Panamá. Zeledón queda prácticamente solo, con sus tropas reducidas, sin armas suficientes y enfrentando a un enemigo mucho más poderoso. León y Jinotepe caen el 3 de octubre, y Masaya cede sitio. Al amanecer del 4 de octubre, los enemigos toman el Coyotepe, marcando la etapa final de su resistencia. Varias versiones narran que Zeledón cae acribillado por caballería enemiga que le exigía rendirse, mientras otros dicen que fue herido, capturado y fusilado como reo de guerra. Lo cierto es que su sacrificio inmortaliza su nombre y refuerza su figura como símbolo de valentía y patriotismo.

La carta a Esther: amor y patria

Un día antes de su muerte, el 3 de octubre de 1912, Zeledón envía una carta a su esposa Esther que revela la profundidad de su compromiso con Nicaragua. En ella expresa su dilema entre la familia y la patria, dejando claro que su deber es con la nación: “Desde que lancé mi grito de rebelión contra los invasores y contra quienes los trajeron, no pensé más en mi familia, sólo pensé en mi causa y mi bandera… todos hemos jurado no rendirnos… moriré tranquilo, porque cada gota de mi sangre derramada en defensa de mi patria y de su libertad dará vida a cien nicaragüenses que, como yo, protesten contra el atropello y la traición”.

Sus palabras reflejan la integridad y el valor que lo definieron, y su decisión de no rendirse se convierte en ejemplo para generaciones posteriores.

Inspiración para Sandino y legado nacional

El impacto de su muerte fue inmediato y profundo. Augusto C. Sandino, siendo un joven de 17 años, quedó marcado al ver el cuerpo de Zeledón arrastrado por Catarina en una carreta de bueyes, un acto que lo impulsaría a encabezar años después la lucha antiintervencionista y la defensa de la soberanía nacional. Zeledón no solo ofreció su vida por la patria; sembró la semilla de futuras luchas por Nicaragua libre y soberana.

En reconocimiento a su gesta heroica, Benjamín Zeledón fue declarado Héroe Nacional el 1 de octubre de 1980 por la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, honrando su sacrificio en defensa de la dignidad y la independencia de Nicaragua.

Hoy, recordar a Benjamín Zeledón es revivir la fuerza de un hombre que nunca negoció su conciencia ni su amor por su país. Su ejemplo de patriotismo, sacrificio y coherencia sigue inspirando a los nicaragüenses a mantenerse firmes frente a cualquier intento de sometimiento, reafirmando que los verdaderos héroes no mueren: guían y motivan a quienes vienen después.