Por: Moisés Absalón Pastora.
Uno como país se ve en el espejo de muchas naciones, por cierto, con economías muchísimo más grande que la nuestra y que en el contexto atraviesan situaciones políticas, económicas y sociales muy, pero muy difíciles, y es claro que lo que reflejamos es totalmente diferente.
América Latina, el gran patio del que somos parte, tiene mucho terreno movedizo. Para pueblos como el argentino, asaltado por la locura mediática de un payaso, el ecuatoriano en guerra abierta contra el terrorismo delincuencial, el peruano donde ya pocos se atreven a gobernar, el colombiano que sigue sin saber para donde va, el chileno socialmente en retroceso, el guatemalteco con una crisis que no termina de aceptar a su recién electo y el hondureño obligado a nadar en aguas bravas, son apenas la muestra de una democracia fallida lo que no somos parte, ni queremos ser.
Cité a estos pueblos para no ir lejos porque hay muchos en otros continentes que también tienen problemas que los atan y que no los dejan desarrollar, ni crecer, ni mejorar sus niveles de vida porque el liderazgo que los debe conducir carece de voluntad política para distinguir entre los que sus pueblos necesitan y lo que Estados Unidos quiere para sus propios intereses.
Esos pueblos no viven la paz que nosotros vivimos. Es cierto que hay quienes desde afuera dicen que no vivimos en paz, pero los que estamos aquí somos los que sabemos la verdad y esa gran verdad es que Nicaragua, a diferencia de otros países que sufren pesadillas porque se volvieron ingobernables, tomó decisiones para garantizarla porque la balanza determinó de que lado está lo correcto y decidimos entonces que la tranquilidad, prosperidad y el derecho humano de 7 millones de nicaragüenses no puede ser un secuestro en las garras depredadoras de 500 terroristas que ya no están aquí y que pueden engrosarse aún más, en la cucarachera de Miami o en cualquier otra parte, si consideramos que ahora hay ley contra los traidores.
Vean esta gran verdad la Junta Ejecutiva del Fondo Monetario Internacional acaba nuevamente de concluir la consulta del Artículo IV con Nicaragua y destacó el organismo desde Washington que la economía de Nicaragua se ha mantenido resiliente frente a múltiples shocks, respaldada por políticas económicas apropiadas, reservas sustanciales y apoyo multilateral, elogiando así el buen manejo macroeconómico y el crecimiento de la economía nacional. Pero además FMI reconoce que las políticas macroeconómicas contribuyeron a una rápida acumulación de reservas internacionales brutas superiores a los 5 mil millones de dólares y se espera que el crecimiento económico continúe en el mediano plazo y que el 2024 prevé que el PIB real de Nicaragua crezca alrededor del 3½ por ciento, sustentado principalmente por el consumo privado, es decir que la economía no dejará de crecer y será sostenido y acogió con satisfacción nuestros para por sostener el crecimiento a mediano plazo mediante la inversión continua en infraestructura y capital humano y aplaudieron la voluntad de las autoridades nicaragüenses para mejorar la transparencia fiscal.
No se vaya a creer que el indiscutible desarrollo alcanzado por Nicaragua solo se debe al talento de nuestros gerentes económicos y administrativos en todos los campos sobre los cuales decidimos nosotros, sino también, y esto es fundamental, a la paz que tenemos porque si esta fuese el gran ausente estuviéramos en ese atraso permanente y letal que se rompió en el 2007.
Pero bueno replantémonos entonces ¿Qué es la paz? Muchas personalidades del campo social y político han compartido desde la profundidad de su pensamiento los criterios que sobre la paz tienen. Algunos de ellos son:
Mahatma Gandhi – abogado y político Hindú, dijo; “No hay camino hacia la paz, la paz es el camino”.
Martin Luther King dice; “Paz no es solo una meta distante que buscamos, sino un medio por el cual llegamos a esa meta”.
Confucio – pensador chino. “Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz”.
Nelson Mandela – abogado y político sudafricano. “La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podemos prosperar”.
La Madre Teresa de Calcuta – monja Hindú, dice: “La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias”.
Eleanor Roosevelt – escritora y activista estadounidense. “No basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla”.
En tal sentido debemos decir que la paz es uno de los valores fundamentales en las relaciones personales y colectivas y hay que entenderla en sus distintos niveles y ámbitos porque siempre es el origen del equilibrio y del respeto. Es por medio de la paz que los individuos pueden sentirse a gusto y en armonía consigo mismos y con su entorno social porque es un estado que permite a todos los individuos realizar sus actividades sin ni violencia.
¿Por qué acentúo tanto el tema de la paz? Simplemente porque Nicaragua y los nicaragüenses estamos hartos de la violencia, porque han sido tantos nuestros conflictos fratricidas que nuestro Himno Nacional siempre nos demanda que “ya no ruja la voz del cañón, ni se tiña con sangre de hermanos nuestro glorioso pendón bicolor.
Hace un tiempo atrás una operación quirúrgica, ejecutada militarmente con un alto sentido humanitario, hizo posible que 222 agentes norteamericanos, unos de alta estirpe, otros de barriada, pero indistintamente terroristas, fueron sacados de sus celdas, en las que cumplían sentencias y fueron mandados a volar a su verdadera patria, por la que siempre pensaron y actuaron y que les adiestró, preparó y financió para ejecutar en el 2018 el acto más cobarde y ruin que recoge nuestra historia en cuanto a odio se refiere. Antes de estos otros habían huido en desbandada marcados por el peso de sus crímenes que sumaban unos 98 y ahora recientemente dos obispos, 17 sacerdotes y dos seminaristas, todos políticos y no profesionales de la fe, fueron enviados humanitariamente al Vaticano.
Pues bien a propósitos de estos héroes del diablo, pues como héroes los pintas los villanos de la película rodada en 2018 en nuestro país, recuerdo que entre abril y octubre de 1980, ante la cantata imperial de que Cuba era una Isla Esclava, que no se dejaba salir libremente a los cubanos y mucho más del mismo discurso político de Washington contra la Habana, lo que jamás cambió, a pesar de la demanda del planeta para que el imperio cese el bloqueo criminal que mantiene sobre ese pueblo, se produjo el Puente del Mariel por el cual los inconformes y penetrados ideológicamente por el mal llamado “sueño americano” salieron por miles con destino a la “capital del sol” que a partir de ese momento comenzó a identificarse como la “Gusanera de Miami” porque la que se fue de Cuba fue la más rancia escoria que torpedeaba al proceso revolucionario.
Fidel Castro Rus en uno de sus más vibrantes discursos, en este caso sobre el Puente del Mariel, en el que la escoria utilizó cualquier medio acuático para abandonar la isla, para cubrir las 90 millas que lo separan de la Florida dijo, “que se vayan ni los queremos, ni los necesitamos”.
Guardando las distancias, porque lo del Puente del Mariel fueron miles y aquí no llegan aun a los 350 agentes del imperio que alzaron vuelo, nosotros, la inmensa mayoría de los nicaragüenses, también dijimos a esos deportados que les vaya bien porque igual, ni los queremos ni los necesitamos, y tanto así que seguimos celebrando que Nicaragua luce más limpia porque estamos poniendo la basura en el basurero, dónde debe de estar, porque cada una de esas partículas que nos contaminaban, están en el lugar que les corresponde, allá donde habita el fascismo, el odio, el crimen, la agresión, allá dónde dicta el enemigo de la humanidad.
Hay evidentemente, es innegable, sentimientos encontrados respecto a la deportación que merecieron estos agentes del imperio norteamericano porque aunque la cárcel es poco castigo para lo que el terrorismo le hizo a Nicaragua, también es poco para quienes vieron arder en vida a su hijo, para quienes vieron arder sus ciudades, para quienes vieron quebrado su negocio, para quien perdió su trabajo, para quien fue torturado y asesinado en los tranques y la verdad es que en este caso privó más el alto interés por la nación.
¿Me alegra la situación que hoy viven esos deportados? No. A mí en lo personal me causa tristeza porque al margen de todo hay entre ese número de deportados algunas personas que fueron amigos en algún momento, con las que compartí momentos agradables, pero amor no quita conocimiento, más cuando los valores de esa amistad los mandaron al carajo cuando se les ocurrió que por ser “sapos”, así nos dicen, nos iban a buscar hasta por debajo de las piedras, que no alcanzaríamos en el avión, que no me daban la mano porque me decían traidor, que las fuerzas aéreo transportadas que venían en el portaviones que ya había llegado me sacarían del pelo de mi casa y así un montón de amenazas que seguramente ellos recuerdan como lo que fueron, una hemorragia de estupideces e imbecilidades que los tiene a donde están en la indigencia, odiados, sin respeto y sin familia, porque saben qué a muchos nos afectaron familiarmente por un tiempo, pero ellos quedaron afectados permanentemente porque no solo perdieron sus hogares, sino que lo perdieron todo y en ese todo lo más importante, la patria, a la que traicionaron, a la que pusieron en el centro de sus apuestas, a la que ofrecieron regalar a cambio de un poder que jamás tendrán.
Ese terrorista tiene mucho en lo que pensar para digerir con los pies en la tierra su actual realidad y peor ahora que hasta el espacio de fama que tenían algunos se les acabó porque el pozo se les secó y ya no son tan machitos o valientitas para decir que siguen siendo nacionales de Nicaragua o que se van a reorganizar y que ya pronto vendrán a “salvarnos y liberarnos” y así todas las locuras que repiten, ahora en voz baja, casi no se oyen, solo será para seguir tragando mentiras, solo para el show protagónico propio de los cuantos Pancho Madrigalescos.
Todos esos cuando terminen de despertar de la prolongada pesadilla que decidieron para si se darán cuenta que la solidaridad como palabra no existe en el diccionario inglés, que lo que dejaron aquí, que dependía del negocio de la politiquería en la que se habían metido los que ahora están allá, lo único que tienen son cuentas que pagar y que todo aquel mundo de comodidades, de alfombras rojas, de entrevistas a través de las cuales se vendían como grandes líderes, fue solo un cascaron y que lo que el futuro les pinta es negro porque la mayoría de ellos por asuntos de edad, no aplican como materia prima laboral.
Pienso que Nicaragua, nuestra amada Nicaragua, que, con tenacidad, con perseverancia, con mucho ingenio, mucha paciencia y sobre todo mucha fe en Dios, la que ha logrado restañar sus heridas, las heridas que nos causaron esos terroristas, ahora está más cerca que nunca de conquistar la paz absoluta.
Ahora es cuando damos vuelta a la página porque la brasa caliente, del cuento de los “prisioneros políticos”, léase terroristas y delincuentes comunes, está en la cancha del Tío Sam que comenta en sus círculos políticos que fue un error aceptar la propuesta de la vicepresidenta Rosario Murillo de llevarse de Nicaragua a los agentes que les teníamos presos aquí por los eventos sangrientos y criminales del 2018 y después los que siguieron.
Lo de estos traidores fue una operación militar humanitaria ejecutada con un bisturí laser de precisión matemática. Fue una genialidad política con altísimos réditos para el gobierno de Nicaragua porque otra vez David tomó la espada de Goliat para decapitar al mismo gigante.
Se acabó el cuento de “los prisioneros políticos” que nunca existieron en nuestro país, aunque sí terroristas presos que ahora están libres, pero libres en el país de los terroristas, en el país que promueve golpes de estado, en el país que invade a otras naciones, en el país que agrede a pueblos, en el país que manda a matar presidentes y que cínicamente se erige como el policía del mundo y además el adalid de la democracia.
Este es un buen momento para los que aún no aprenden la lección se vean en ese espejo, no para que piensen que les estamos diciendo que abracen nuestra visión, sino para que entiendan que el valor de la protesta está en lo civilizados que seamos para comprender que lo malo no está en la discrepancia sino en el irrespeto. Podemos tener grandes distancias políticas e ideológicas, pero eso no justifica que dejemos de ser gentes y que contrario a eso resolvamos nuestras contradicciones a balazos porque los resultados ahí están e impone para los que ahora son y mañana podamos ser otros, opositores responsables y no mercenarios al servicio del extranjero que quiere nuestra patria para saquearla.