Barricada

San José de las Mulas: Sol que no Declina

Dicen que en las noches más oscuras de las montañas, cuando el viento susurra entre los árboles y la neblina cubre la tierra como un manto sagrado, aún se pueden escuchar sus voces. No son lamentos ni gritos de guerra, sino risas jóvenes, sueños compartidos y promesas que el tiempo no ha podido borrar.

Los hermanos Madrigal eran inseparables. Desde niños corrían descalzos entre los surcos de la tierra fértil, donde aprendieron que el amor a la patria se siembra como el maíz: con esperanza y valentía. Cuando llegó la hora de defenderla, no hubo dudas ni despedidas, solo un pacto silencioso entre hermanos, sellado con la certeza de que sus pasos jamás se perderían en el olvido.

Aquella noche en San José de las Mulas, el silencio fue interrumpido por el eco del plomo y la sangre que regó la tierra. Pero los que cayeron no fueron vencidos. Con cada disparo, su espíritu se alzó como un resplandor en la montaña, y cuando la última bala apagó sus corazones, el cielo se llenó de un fulgor rojo y negro, como un amanecer que dejó de ser una tentación.

Desde entonces, cuando cae la tarde y la luz baña las colinas, los campesinos juran que ven sombras doradas danzando entre los cafetales. Son ellos, los que nunca se fueron. Los que se convirtieron en camino, en semilla, en llama eterna.

Porque los héroes no mueren: se vuelven LUZ, Sol que No Declina.

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