El 4 de mayo de 1927 Sandino no acepta traicionar su propia lucha y cambia la naturaleza de la guerra, de una guerra civil entre liberales y conservadores a una guerra de liberación nacional, contra los invasores norteamericanos.
Nicaragua cambió y no volvió a ser la misma, desde ese día, que es hoy el día de nuestra Dignidad Nacional y desde entonces nuestro enemigo externo ha sido el mismo.
Sandino más allá de no aceptar el pacto del Espino Negro, introduce una discusión de raíz en la historia política nicaragüense, una disyuntiva radical entre el estado-nación, una construcción formal desde las élites, desde arriba, y la nación-pueblo, una construcción sustancial desde las masas, desde la clase trabajadora y sus reivindicaciones históricas.
Con esta acción, el General rompe por primera vez en Nicaragua las paralelas históricas, según la definición que años más tarde dio el Comandante Carlos Fonseca, refiriéndose a liberales y conservadores.
Estas paralelas históricas no son más que lo que hoy conocemos como la democracia de las élites: la oligarquía organizada en dos cúpulas que se turnan en el poder, garantizando la concentración de la riqueza en los bolsillos de esas cúpulas vendepatrias, la sumisión ante los designios del imperialismo, así como la participación de sus transnacionales y sus bancos en nuestras economías nacionales, al precio de la multiplicación de la pobreza y esclavización de nuestros pueblos.
Por lo tanto, la democracia de las élites es un instrumento del imperialismo, la estrategia para controlar y reprimir en el continente entero, las fuerzas de liberación que habitan en los pueblos.
A 96 años de distancia, nuestra Revolución hoy ha construido de forma inédita nuevas estrategias y formas de organizar nuestro propio desarrollo, cobijados por nuestra bandera y protegidos por la defensa de la soberanía, dando como resultado una combinación autóctona, fruto de más de medio siglo de experiencia desde la fundación del FSLN a principios de los años sesenta.
La profundidad histórica de nuestra experiencia revolucionaria, la herencia de dignidad dejada por nuestros Héroes y Mártires y nuestra fortaleza como proceso, guiado por el Comandante Daniel y la Compañera Rosario es percibida por los poderosos de la tierra como una amenaza por su ejemplo, por su capacidad de inspiración de otros pueblos en nuestros triunfos, que “desafiando la fuerza de gravedad” hemos conseguido construir una revolución exitosa en pleno siglo XXI.
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